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Futbol: deporte, negocio, política y pasión nacionalista

Seguramente ha escuchado usted la frase: «el mundo es un balón». El futbol ha sido considerado un deporte de masas y a la vez de élites, es el más popular, atractivo y polémico.
En 1970 pude asistir a dos partidos del Campeonato Mundial en el Estadio Azteca. El ambiente fue extraordinario. Recuerdo bien aquel gran encuentro de semifinal entre Alemania e Italia, considerado como el partido del siglo, que ganó la squadra azurra 4 goles a 3 en tiempos extra. ¡Qué fortuna que no existía el mal llamado «gol oro», porque nos hubiéramos perdido un excelente episodio futbolístico!
Los italianos eran los malos de la película, precisamente por derrotar en Toluca al equipo mexicano con un contundente marcador: 4 goles contra 1. Y por eso en la final entre la selección carioca y el equipo de Gianni Rivera, il bambino di oro, México se volcó para apoyar a los sudamericanos.
La selección brasileña tenía muchas simpatías en México. El Rey Pelé venía con una auténtica constelación de estrellas. El domingo 21 de junio de 1970, fecha de la final, se celebraba también el día del padre y Brasil arrasó con 4 goles e Italia sólo pudo dejar una vez el balón en las redes. Pelé abrió el marcador con su gol número 1028, Brasil conseguía por tercera ocasión la copa Jules Rimet y se convertía en propietario del afamado trofeo, pero el gran Edson Arantes do Nascimento se retiraba de los torneos de copa del mundo.
Con la organización exitosa del noveno Campeonato Mundial de Futbol, Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México, intentaba espantar los fantasmas presentes en los juegos olímpicos de 1968. A unos cuantos meses de concluir su sexenio, don Gustavo pensaba que la conjura comunista se había alejado de nuestro país. En ese tiempo había gran emoción futbolística y muy poca democracia; suficientes espacios para divertirse el futbol uno de los más importantes, pero escaseaban los espacios para discutir política. Al pueblo pan y circo.

NEGOCIO REDONDO

En 1974, con motivo del Campeonato Mundial celebrado en Alemania, leí en una revista internacional de deportes un reportaje literalmente inolvidable, no lo guardé pero recuerdo el título y parte del contenido: El futbol es a veces deporte y siempre negocio. Entendí entonces que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) era un organismo que promovía el deporte pero también se había convertido en pocos años en generador de riquezas a través de múltiples negocios realizados con gobiernos y empresas trasnacionales.
Descubrí que la FIFA no sólo era capaz de organizar mundialmente a los países para disputar partidos y celebrar con éxito un campeonato cada cuatro años sólo interrumpido por razones bélicas en 1942 y 1946, sino que además es una institución que maneja la geopolítica como nadie, es el organismo internacional con mayor número de miembros, incluso más que la ONU.
El asunto de Israel, que por cierto participó en el mundial de 1970, ha sido brillantemente manejado por la FIFA. No juega en su región por razones obvias, y para evitar mayores conflictos con sus vecinos sale de Medio Oriente a disputar eliminatorias con otros países. El futbol podría acabar con la humanidad: un partido entre israelíes y árabes podría encender una mecha para incendiar el mundo. La FIFA lo sabe, y como le interesa preservar el negocio y, claro, difundir la cultura del deporte más popular y atractivo económicamente, no atenta contra sus propios intereses.
La FIFA ganó más países miembros con el desmoronamiento de la Unión Soviética, el desmembramiento pacífico de Eslovaquia respecto a la República Checa y, en los años noventa del siglo pasado, la dispersión balcánica con una cruda guerra civil que concluyó en una muy disminuida Yugoslavia y la separación de Eslovenia, Croacia y una múltiple, plural y sufrida Bosnia Herzegovina. Hábilmente, la FIFA se convirtió en un instrumento para propiciar la paz en el mundo… después de todo, fue uno de los primeros en conocer y explotar la llamada globalización.
La FIFA es independiente a los designios de Washington y Nueva York. El actual dirigente del organismo es Joseph Blatter, un suizo que, como buen centroeuropeo, es culto y polígloto. El campeonato de este 2002 se realiza a la vez en dos países: Corea del Sur y Japón. Seguramente no habrá ningún problema con respecto a itinerarios, residencia para los jugadores, lugares de entrenamiento y, desde luego, no se prevén fallas de coordinación. Coreanos y japoneses serán excelentes anfitriones. El problema es de seguridad, hay temor de ataques terroristas o sabotaje.
Habrá protección especial para los equipos, pero la concentración de los jugadores no debe romperse por la amenaza terrorista. Incluso Afganistán, tras la paliza infligida por Estados Unidos, ha despertado para reconstruirse y tiene el suficiente humor para jugar futbol.
Las selecciones favoritas: Argentina, Francia, Brasil, Alemania, Italia e Inglaterra acapararán la atención, pero no me atrevo a descartar a ninguna, incluso a las anfitrionas, en particular la japonesa que ya dio muestras de bravura, oficio y atletismo en Francia, en 1998, cuando apenas Argentina pudo vencerla un gol contra cero.

DIALÉCTICA DEL BALOMPIÉ

Por otra parte, hay un aspecto importante en la relación futbol-cultura. Al filósofo Ortega y Gasset le hubiera interesado el tema como parte de su rebelión de las masas, a Freud le habría encantado profundizar en el fenómeno de psicología de masas que hay en este deporte, a Marx no le pasaría desapercibido un fenómeno donde se demuestra que también hay explotación humana y enajenación.
El novelista peruano Mario Vargas Llosa, quien es además un interesado espectador del futbol, dijo en el marco del Mundial celebrado en España, en 1982, que los intelectuales pueden perfectamente combinar sus intereses profesionales de cultura con el gusto por el futbol.
Alemania Federal es el país que cuenta con mayor número de asociaciones internas de futbol y con el mayor número de jugadores en relación proporcional a su población. Es un país donde hay escuela permanente. La profesionalización del futbol no es problema para un país con desarrollo económico y con un gran apetito de gol. Alemania ha sido tres veces campeona 1954, 1974 y 1990, tres veces subcampeona 1966, 1982 y 1986 y logró el tercer lugar en 1970.
Brasil en cambio lleva el futbol en la sangre. Para sus jugadores el futbol es una religión tan natural como para los viejos prusianos fue la guerra. Haber logrado el tetracampeonato en Estados Unidos, en 1994, fue una historia larga y accidentada. Los jugadores cariocas, que ganaron la final æotra vez a Italiaæ en tiros penales, dedicaron su triunfo al tricampeón del automovilismo, Ayrton Senna da Silva, muerto semanas antes en una carrera.
En 1970, el libro Fussballsport als Ideologie (El futbol como ideología) del intelectual alemán Gerhard Vinnai despertó en sus editores, Krozova y Leithäuser, el interés de escribir el prólogo donde afirman: «El papel del espectador informado, quien aprueba el juego desde el punto de vista de un celoso cumplimiento y un hábil aprovechamiento de sus reglas, pasa a un segundo plano frente al fenómeno de psicología de masas».
Tras los equipos de futbol hay muchos intereses. El seleccionador de Colombia fue amenazado por narcotraficantes. El Peñarol y el Nacional en Uruguay comparten pasiones con los partidos políticos de su país. La violencia en los estadios, tanto en las gradas como en la cancha, está mal vista, precisamente porque los jugadores de futbol no son gladiadores ni los estadios modernos un circo romano. Los desórdenes de los fanáticos en estadios americanos y particularmente del cono sur, como en Europa occidental, son una preocupación incluso para los cuerpos policiacos. Será muy difícil extirpar este mal, porque el futbol ha servido para desahogar tensiones sociales. La grave crisis argentina se nota también en los estadios.
Podrán desaparecer imperios, pero no el futbol; reorganizarse los bloques económicos, pero no las pasiones nacionalistas que suscita este deporte. Así como no hay una selección del Reino Unido, sino cuatro equipos: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, será más probable que exista en lo futuro una selección catalana o una selección vasca que una selección Unión Europea. No imagino, por ejemplo, una selección NAFTA: Canadá, Estados Unidos y México; seguirán jugando en la región denominada CONCACAF, pero no harán una selección propiamente norteamericana. El futbol une y también divide. Dialéctica de este interesante deporte mundial.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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