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Latinoamérica, antídotos para la pobreza

Al lado de una minoría adinerada, con todas las comodidades del mundo moderno, mal vive una mayoría en la más dolorosa destitución y miseria. Buena alimentación y casas confortables chocan con la desnutrición y viviendas precarias; la atención médica oportuna, con una salud deficiente; la educación avanzada y el desahogo económico, con el desempleo y un futuro sin esperanza.
Presentaré lo que puede ser una estrategia con las consiguientes propuestas para que el desarrollo económico de América Latina sea sostenible, compartido, verdaderamente humano, se corrijan las tremendas desigualdades que nos aquejan y, además, se definan las responsabilidades que nos toca asumir en este proceso.
Tal situación de desigualdad y pobreza clama gravemente a nuestra conciencia. Los empresarios estamos obligados recogiendo la frase memorable de Morelos a redoblar esfuerzos para «moderar tanto la indigencia como la opulencia».

CLASE MEDIA, TERMÓMETRO DE BIENESTAR

Esta voluntad de reducir las desigualdades debe traducirse en nuestros países en un aumento sustancial de las clases medias, lo cual repercutirá positivamente en la paz social y el crecimiento económico.
La estabilidad económica de las clases medias, entendidas como el conjunto de personas cuyo ingreso es cercano a la media de la nación, caracteriza sobre todo a los países más desarrollados. En Estados Unidos representan 50% de la población, 75% en Alemania, 80% en Suecia y Suiza, y 89% en Japón.
Esta reducción de las desigualdades no limita el desarrollo económico. Joseph Stiglitz, del Banco Mundial, ha afirmado que «hay relaciones positivas entre crecimiento e igualdad. Altas tasas de crecimiento proveen de recursos que pueden ser usados para promover la igualdad y asimismo un alto grado de igualdad ayuda a sostener altas tasas de crecimiento».
Y no debemos olvidar que la enseñanza social de la Iglesia señala que la obra de salvación está indisolublemente ligada a la labor de mejorar y elevar las condiciones de la vida humana en este mundo.
NO MÁS POBREZA
Erradicar la pobreza y reducir las grandes desigualdades en el ingreso de los países latinoamericanos son objetivos inaplazables, con especial atención a la pobreza extrema, definida como la de aquellos cuyo ingreso es inferior a un dólar al día.
¿Por qué los pobres son pobres? Porque no tienen con qué ganarse la vida. No tienen los bienes para producir lo que necesitan, carecen de empleo, educación y quién les ayude; situación que obedece al azar, obstáculos, atropellos, estructuras opresoras, su manera de ser o el egoísmo.
Se consideran pobres aquellos que carecen de los satisfactores básicos para su supervivencia alimento, vestido, vivienda, que son analfabetas, cuya vida es breve por mala salud y en general están excluidos de todo aquello que brinda la civilización.
Hemos de hacer un paréntesis y distinguir entre pobreza cristiana y material. La primera es la virtud del desprendimiento, la moderación en el uso de los bienes y la disposición a compartirlos, que es la privación voluntaria siguiendo el mandato del Evangelio y se asume con dependencia y confianza filial en Dios, esta pobreza debemos aceptarla y aun amarla. Pero la segunda, la pobreza inhumana que implica el sufrimiento involuntario del desamparado y el inocente, degrada y destruye al ser humano, le impide vivir con dignidad y obrar bien y la sufre sin esperanza, no sólo no podemos aceptarla, sino que debemos combatirla.
ARRIMAR EL HOMBRO
Si han fracasado muchos planes para erradicar la pobreza es por no involucrar a los principales afectados. Entre mayor participación haya de su parte en el proceso, habrá más posibilidades de resultados satisfactorios. Podemos afirmar que los pobres deben ser los primeros responsables de salir de su condición.
Otros responsables son los gobiernos, que deben llevar a cabo planes realistas que incorporen las mejores experiencias de otros países; las empresas, por su capacidad de generar empleo; y las organizaciones de la sociedad civil, que cada día colaboran más en la solución del problema con aportaciones originales y valiosas.
Hace poco leí un ejemplo de responsabilidad compartida en el combate a la pobreza: reflexiones de un viajero imaginario sobre su estancia en un país rico.
Además del avance tecnológico, el comportamiento de la gente de aquella nación asombró al viajero, actitudes no comunes en nuestros países: un orden que se reflejaba en todo lugar y circunstancia; la limpieza de las calles, baños, taxis, autobuses y en el vestir de la gente; la exactitud matemática de los horarios de los medios de transporte. Una puntualidad envidiable.
Observó que la responsabilidad, el sentido del deber de la población, junto con un fuerte deseo de superación, estaba muy arraigado en la mayoría de las personas. Desde luego, comprobó que la honradez era una práctica común, así como el respeto a los derechos de los demás, a la ley y reglamentos cumplidos rigurosamente. Y como un corolario de todo esto, advirtió un gran amor al trabajo y un afán por el ahorro y la inversión.
No hay duda que este cuadro de ejemplar disciplina, escenario ideal para que desaparezca la pobreza, es difícil que se dé en la realidad, pero tampoco hay duda que debe pugnarse por establecerlo si se quiere avanzar en este propósito. Se requiere toda una cultura que propicie la creación de riqueza para desterrar la pobreza.
Sin embargo, el crecimiento del PIB y otros factores de carácter económico no es lo único importante. Reducir las privaciones políticas puede ayudar a disminuir la vulnerabilidad económica. Hay muchas pruebas de que la democracia y los derechos civiles y políticos ayudan a generar seguridad económica, dando voz a quienes sufren carencias y rezagos.
Amartya Sen, economista premio Nobel, ha afirmado reiteradamente que la pobreza no debe verse como una simple privación de recursos económicos, sino también como una falta de derechos civiles y políticos.
Otra observación es que en la lógica del neoliberalismo los que pierden en las luchas del mercado se descartan sin misericordia alguna. En el régimen de Margaret Thatcher solía decirse que si en aras del progreso de la mayoría quedaban unos cuantos al margen, eso era muy doloroso pero inevitable. Desde entonces se ha creado mayor conciencia del fenómeno de los excluidos y el término que los describe se usa más y más.
REDISTRIBUIR EL INGRESO PÚBLICO
Antes de enumerar algunas propuestas para reducir las desigualdades y erradicar la pobreza en nuestros países, debo señalar un punto previo y es que el Estado tiene un papel de importancia capital, pero para desempeñarlo cabalmente requiere de recursos suficientes.
Un problema frecuente de los gobiernos latinoamericanos es la falta crónica de ingresos para realizar todo lo que han de hacer, no sólo en materia de combate a la pobreza, sino para otros fines de gobierno. Su papel redistributivo es insoslayable ante la gran brecha de la desigualdad social.
Muchos pensamos que esta escasez de recursos se debe sobre todo a una deficiente política impositiva. Acerca de esto se ha insistido constantemente en que la norma debiera ser gravar más el consumo de las empresas que sus utilidades. No gravar tanto las utilidades tiene mucho sentido porque va orientado a crear riqueza y empleo. Por si fuera poco, el impuesto a los dividendos o al consumo toma más en cuenta aspectos de equidad social.
En materia impositiva nuestros gobiernos tienen que acudir con mayor frecuencia a gravar actividades especulativas y las llamadas ganancias de capital. Con objeto de evitar lo más posible la evasión pueden recurrir a impuestos vía gasolina, luz y teléfonos, que son más fáciles de controlar y recaudar. Asimismo, deben considerar la posibilidad de impuestos al patrimonio como los que existen en algunos países europeos.
Desde luego, todo esto exige la honradez y eficiencia administrativa de los funcionarios y empleados públicos, pero es indispensable insistir en un mayor ingreso fiscal. En México, al menos, mucha gente no paga impuestos o paga muy poco. Una buena parte de los ambiciosos programas de los gobiernos se ven limitados por la falta de recursos.
INVOLUCRAR A LOS POBRES
El papa Juan Pablo II ha dicho que la cultura es la principal responsable de fomentar «la confianza en el potencial humano de los pobres y, por consiguiente, en su capacidad de mejorar su situación mediante el trabajo, o de realizar una contribución positiva a la prosperidad económica».
Veamos ahora algunas propuestas concretas para combatir la pobreza.
Alimentación y salud
Mejorar la alimentación y la salud de los pobres puede considerarse como resultado de ganar la lucha contra la pobreza, pero al mismo tiempo es un prerrequisito para que los desamparados económicamente puedan salir de su situación.
Es responsabilidad de los gobiernos mejorar la alimentación de los indigentes, en particular la de las mujeres embarazadas, madres lactantes y niños pequeños, mediante programas de amplia asistencia social. La adición de proteínas a los alimentos básicos del pueblo es un medio eficaz para reducir los daños de la desnutrición de los pobres.
En México, por ejemplo, los desayunos escolares para niños pobres y los complementos alimenticios para madres y recién nacidos de zonas de extrema pobreza son programas que ya ofrecen resultados muy satisfactorios.
En materia de salud también se requieren amplios programas orientados a prevenir y curar las enfermedades más comunes entre la gente de escasos recursos, sobre todo en las regiones de población indígena o muy apartadas.
En nuestro país esta tarea se orienta a enfermedades respiratorias y digestivas, las más frecuentes. También hay avances notables en los programas de vacunación que han conseguido una cobertura casi total de la población.
Para mejorar la salud de los pobres son necesarios los servicios de agua potable, drenaje, comunicación y salubridad en general. Recordemos la condición de limpieza que cautivó al viajero imaginario en el país rico.
Educación
Se ha hablado hasta la saciedad de la educación como instrumento idóneo para salir del subdesarrollo y es una gran verdad. Se impone que en nuestros países la educación no sea una simple instrucción que dé los conocimientos y aptitudes para ganarse la vida.
Una verdadera educación, además de contribuir a la formación del carácter de los educandos, debe facilitar adquirir principios y valores que le permitan alcanzar tanto su bienestar, como su bien ser. Hábitos y virtudes, como los que el viajero mencionó, de honradez, orden, responsabilidad, respeto a los demás, amor al trabajo y afán por el ahorro.
Especial énfasis requiere la alfabetización de adultos y la educación básica, indispensables para estudios siguientes o capacitación laboral. A este propósito son de gran ayuda las llamadas «escuelas de padres» y las diversas y ricas aportaciones de las organizaciones de la sociedad civil.
Vivienda
Para erradicar la pobreza es indispensable una cultura a favor de una vivienda digna. Debe dotarse a las familias de una percepción amplia de su situación y brindarles elementos para remontarla.
Tanto gobiernos como organizaciones involucradas deben ofrecer programas de construcción de viviendas que, ante la escasez de recursos, favorezcan la autoconstrucción, aporten asistencia técnica y financiamiento.
Participación
Uno de los medios más valiosos para acabar con la pobreza es potenciar la participación de los menesterosos en las decisiones que afectan sus vidas y permitirles aumentar sus puntos fuertes.
En casi todos los planes de desarrollo popular ya se involucra a los mismos pobres y, más recientemente, a las mujeres. (Además, se ha comprobado que todo lo que se haga en su favor tiene un efecto multiplicador insospechado).
Tecnología y recursos propios
Un error frecuente en muchos planes es aplicar recursos y soluciones para los problemas de los pobres que no corresponden a su cultura ni a su capacidad de aprovecharlos.
Es muy importante respetar los patrones de conducta y las necesidades sentidas de las personas a quienes se quiere beneficiar. Para ello existen tecnología adecuada y fórmulas sencillas de bajo costo que rinden resultados satisfactorios. También debe evitarse que quienes llevan a cabo planes de combate a la pobreza transmitan sus conceptos, no necesariamente aplicables, de bienestar y desarrollo.
Patrones de consumo
Un fenómeno, de algún modo asociado al anterior, es que los pobres imitan los hábitos de consumo de las clases medias y aun de las altas, lo que repercute en su consumo básico y capacidad de ahorro.
Es justa su aspiración de disfrutar de mejores satisfactores, pero hay que llevar a cabo una tarea educativa que les oriente a no dejarse seducir por los reclamos de la publicidad, muchas veces destructiva, a la que se ven sometidos.
Crecimiento
Ya se ha dicho que para reducir la pobreza es indispensable crecer económicamente, pero debe evitarse que ese crecimiento sólo beneficie al sector urbano ya modernizado. Si no llega a todos, el desarrollo conducirá a una mayor desigualdad en el ingreso.
Ante esta situación la acción redistributiva del Estado es insoslayable, debiendo sólo evitar llevarla demasiado lejos, ya que de otra forma desalentaría la inversión necesaria.
OPORTUNIDADES PARA TODOS
Es necesario involucrar más a los pobres en las acciones contra la pobreza. La propuesta de Peter Drucker a este respecto es concreta: los pobres deben ser productivos para que puedan salir de su pobreza.
Al inicio señalé que una causa de la pobreza es la falta de medios de producción. Los pobres pueden aspirar a estos medios fundamentalmente de dos maneras: trabajando por su cuenta con medios propios o trabajando por cuenta ajena.
Autoempleo, microempresa, cooperativismo
Los pobres pueden trabajar por cuenta propia mediante el autoempleo, la microempresa o formando parte de cooperativas o instituciones semejantes.
A quienes deseen trabajar de esta manera debe facilitárseles su capacitación en oficios u otras actividades productivas, poner a su alcance medios de financiamiento, asesorarles en materia de organización y administración, y simplificar los trámites legales y fiscales a los que deban someterse.
Para financiar actividades de las clases necesitadas es muy importante fomentar las llamadas cajas populares de ahorro y crédito que existen con diversas modalidades en muchos países. Un ejemplo es el ya muy famoso Grameen Bank de Bangladesh, con experiencia en microcrédito para muy diversas finalidades, especialmente en beneficio de mujeres. Sus servicios alcanzan a centenares de miles de personas y sus actividades ya se extienden a otros países.
La experiencia del ahorro y crédito popular ha desmentido muchos mitos en torno a los pobres, se ha demostrado que hay una cultura del ahorro, pagan deudas y pueden cubrir intereses altos.
Además, cabe mencionar que en América Latina existen, desde principios del siglo XIX, instituciones de este tipo, inspiradas por una preocupación social cristiana. En México, desde hace unos cuantos años, se han creado dos instituciones semejantes a iniciativa de socios de la Unión Social de Empresarios Mexicanos (USEM). Una es la Unión de Crédito Fin Común y la otra, la Fundación Economía Solidaria. Aunque de tamaño muy distinto, ambas han hecho un gran esfuerzo por difundir el microcrédito y el ahorro popular. Una característica es que invitan a personas y grupos que, aunque no sean pobres, deseen invertir en ellas, dando con esto la oportunidad para que los pobres disfruten de mayores volúmenes de crédito.
Oikocredit, institución europea, ecuménica, existe desde 1968 con propósitos muy semejantes.
Empleo
Hemos dicho que la otra modalidad del trabajo de los pobres es empleándose en una empresa, el gobierno u otra institución. Es indudable que el aumento del empleo y su mejor calificación es un medio efectivo para combatir la pobreza.
La importancia de la empresa como proveedora de empleo es definitiva. De allí su responsabilidad de ser productiva, a fin de que no sólo otorgue oportunidades a la gente que lo requiera, sino también la estabilidad a la que aspira. El deber de crear y mantener fuentes laborales es muy directo y la Unión Internacional de Empresarios Católicos (UNIAPAC) siempre ha insistido en que posee incluso un carácter moral. Dentro de esa misión se incluye promover lo más posible la productividad de los trabajadores a fin de que puedan progresar y alcanzar un mejor nivel de vida.
Peter Drucker sostiene que la productividad es tanto proceso como resultado, cuyo protagonista y beneficiario es la misma persona. Constituye además la vía directa para la superación de la pobreza y el camino que conduce al desarrollo. Si el trabajo es el único recurso del pobre hay que pugnar porque sea altamente productivo y adquiera conocimientos y habilidades.
Responsabilidad de la empresa
Todo lo anterior debe llevar a los empresarios a ser cada día más conscientes de nuestro papel, clave en la sociedad. Se espera mucho de nosotros, no sólo para el bienestar y progreso social, sino también para su superación y desarrollo.
De cara al futuro, debemos influir en nuestros países en la gestación de una cultura que fortalezca y vivifique el tejido social y que incorpore de manera eficaz a quienes hayan quedado rezagados o excluidos del progreso. Contribuir a reducir las desigualdades sociales y a erradicar la pobreza es un objetivo al que debemos aspirar desde nuestro ámbito especial de empresarios.
Por deber de estado, debemos hacer nuestras empresas muy productivas, luchar porque haya un profundo sentimiento humano, desterrar la relación adversaria, otorgar cada día más participación a los trabajadores y vigilar que las empresas puedan ser un escenario para su realización plena.
Durante su segundo viaje a México, Juan Pablo II dijo que «una empresa eficiente, competitiva y justa es el mejor instrumento que ha creado el hombre para erradicar la pobreza extrema de los pueblos las empresas productivas son la clave del desarrollo y el bienestar de las naciones».
Es bien sabido que las empresas medianas y pequeñas son las que ocupan un mayor número de trabajadores en Latinoamérica. De allí que los gobiernos deban dedicarles especial atención y proyectar planes para su desarrollo mediante promoción, asesoría y financiamiento.
Por la importancia de la cultura empresarial en el desarrollo de los pueblos, y particularmente en los que existen porcentajes altos de pobreza, es indispensable que la sociedad y el Estado auspicien y promuevan el surgimiento de empresarios y empresas. Para el combate a la pobreza y el desarrollo económico de nuestros países se requiere toda una corriente de reconocimiento y estímulo a la actividad empresarial.
Es pertinente mencionar la labor que realiza una institución en México y algunos países de América Latina: promueve entre los estudiantes de nivel medio la formación de lo que se ha llamado «empresas juveniles» y que consiste en que organicen, con la asesoría debida de empresarios, pequeñísimas empresas durante su año escolar, a modo de aprendizaje. De esta experiencia han salido jóvenes que descubrieron su vocación y formaron después sus propias empresas.
EL CORAZÓN INVISIBLE DEL HOMBRE
En el último Informe sobre Desarrollo Humano de la o­nU se dice que la atención y el cuidado de los demás es el corazón invisible del desarrollo del hombre y de sus capacidades, que es indispensable nutrir las relaciones humanas con amor, altruismo, reciprocidad y confianza.
Si la pobreza cristiana es una virtud, la pobreza inhumana es una vergüenza de la humanidad y un pecado que clama al cielo. Para avanzar con eficacia en su combate es indispensable conocerla a fondo. Hay que ir donde están los pobres y sentir de cerca su situación de terrible desamparo. Cada pobre es una persona humana, tiene un rostro, un nombre, una historia, una familia. Sólo conociéndolo mejor y tomando conciencia de la injusticia de todo aquello que lo margina y oprime, podremos comprender la realidad atroz que es la pobreza y la miseria, y con verdadero celo, imaginación y entrega, tratar de remediarla.
Podemos agregar lo que ha dicho Amartya Sen: «si tengo esperanza en el futuro es porque veo la exigencia, cada vez más manifiesta, de democracia en el mundo y la convicción cada vez mayor de que la justicia social es necesaria () Debemos tener una perspectiva de la pobreza suficientemente amplia como para asegurarnos de que los pobres tienen una razón para la esperanza».
Estoy convencido que quienes somos empresarios, quienes tenemos conocimientos, autoridad y recursos, tenemos la responsabilidad de que los pobres tengan efectivamente razón para la esperanza.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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