Alondra
Deszö Kosztolányi
Novela
Ediciones B. Barcelona, 2002. 226 págs.
Deszö Kosztolányi
Novela
Ediciones B. Barcelona, 2002. 226 págs.
A raíz de la entrega del Nobel de Literatura a Imre Kertész, una caterva de títulos húngaros abarrotan las librerías de la ciudad. No dude el lector en buscar de inmediato a Kosztolányi, según algunos, el mayor escritor húngaro del pasado siglo.
En esta novela todo es delicado, justo y conmovedor. El autor conduce el carruaje argumentativo por los vericuetos de la condición humana y la lucha por la felicidad. Alondra es la hija fea de un matrimonio que, como todos, oscila entre la alegría y la infelicidad. Unas vacaciones sacuden el modus vivendi de sus padres, quienes se entregan con fruición a redescubrir antiguas amistades, olvidadas prácticas, anquilosadas tradiciones, y se topan de frente con ese vaivén que va del dolor al gozo.
Con la delicadeza propia de un dandy, que lo fue, Kosztolányi ofrece una lectura exquisita: los protagonistas, cuyos rostros y almas han sido trazados con la maestría de un Dostoievsky o un Tolstoi, se revuelven y contorsionan consigo mismos, con la vida misma, en esa lucha constante, perenne, humana al fin, por refugiarse en la felicidad.
El viaje de Alondra explora el inesperado reencuentro de los cónyuges con el sabroso regusto de la vida. Alondra demanda, en fin, paladares finos.
En esta novela todo es delicado, justo y conmovedor. El autor conduce el carruaje argumentativo por los vericuetos de la condición humana y la lucha por la felicidad. Alondra es la hija fea de un matrimonio que, como todos, oscila entre la alegría y la infelicidad. Unas vacaciones sacuden el modus vivendi de sus padres, quienes se entregan con fruición a redescubrir antiguas amistades, olvidadas prácticas, anquilosadas tradiciones, y se topan de frente con ese vaivén que va del dolor al gozo.
Con la delicadeza propia de un dandy, que lo fue, Kosztolányi ofrece una lectura exquisita: los protagonistas, cuyos rostros y almas han sido trazados con la maestría de un Dostoievsky o un Tolstoi, se revuelven y contorsionan consigo mismos, con la vida misma, en esa lucha constante, perenne, humana al fin, por refugiarse en la felicidad.
El viaje de Alondra explora el inesperado reencuentro de los cónyuges con el sabroso regusto de la vida. Alondra demanda, en fin, paladares finos.
