Cuentos del Arco Largo
Gilbert Keith Chesterton
Cuentos
Valdemar. Madrid, 2002. 378 págs.
Gilbert Keith Chesterton
Cuentos
Valdemar. Madrid, 2002. 378 págs.
Chesterton (1874-1936) siempre es sorprendente. Son ya varias las generaciones que lo han disfrutado y, quizá por ello, a principios del siglo XXI resulta difícil encontrar sus obras. Por eso debemos agradecer a la editorial Valdemar estas reediciones en pequeños volúmenes.
El libro es a la vez ocho cuentos y una deliciosa novela en la que se engranan disparates y delirantes y tiernas historias de amor, un tema insalvable puesto que, como señala Chesterton, «por lo general tropieza y cae el hombre en el juego del escondite que es el amor».
Las historias se desarrollan en torno al Club del Arco Largo, compuesto por un grupo de fanfarrones realistas capaces de las hazañas más inverosímiles: desde un coronel retirado a un astrónomo cuya amistad —a decir de uno de ellos— «estaba firmemente arraigada en la raíz cuadrada de menos infinito».
Chesterton aprovecha esta excéntrica novela —pletórica de paradojas— para dar cuenta de algunas teorías sociales y políticas de su tiempo, así como de la conducta de los políticos. Uno goza con «tan extraña organización, por otra parte perfectamente desorganizada en términos generales», gracias a la cual el término embustero se convierte en el sinónimo de «hombre íntegro y digno».
El libro es a la vez ocho cuentos y una deliciosa novela en la que se engranan disparates y delirantes y tiernas historias de amor, un tema insalvable puesto que, como señala Chesterton, «por lo general tropieza y cae el hombre en el juego del escondite que es el amor».
Las historias se desarrollan en torno al Club del Arco Largo, compuesto por un grupo de fanfarrones realistas capaces de las hazañas más inverosímiles: desde un coronel retirado a un astrónomo cuya amistad —a decir de uno de ellos— «estaba firmemente arraigada en la raíz cuadrada de menos infinito».
Chesterton aprovecha esta excéntrica novela —pletórica de paradojas— para dar cuenta de algunas teorías sociales y políticas de su tiempo, así como de la conducta de los políticos. Uno goza con «tan extraña organización, por otra parte perfectamente desorganizada en términos generales», gracias a la cual el término embustero se convierte en el sinónimo de «hombre íntegro y digno».
