Antología poética
Fernando Pessoa
Ensayo
Argonauta. Buenos Aires, 2005. 205 págs.
El hecho es que se llamaba Fernando Antonio Nogueira Pessoa y que nació en Lisboa el 13 de junio de 1888 y que murió en la misma ciudad el 30 de noviembre de 1935 y que sólo publicó un libro mientras vivió.
El hecho también es que creó varias personalidades para escribir: Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro o Bernardo Soares, son algunos, pocos, de sus heterónimos que, según Antonio Tabucchi, pasan los 500.
Otro hecho es que dejó una vasta obra inédita y que, esto es lo relevante, ahora nos llega una precisa antología a cargo de Rodolfo Alonso, el especialista argentino en Pessoa y primer traductor al español de su obra.
No están todos los que son ni viceversa, claro. Pero la probadita dejará satisfechos tanto a los melindrosos intelectuales como a los cándidos adolescentes que ardían de ganas de leer al mítico portugués.
Los poemas aquí congregados transpiran soledades. Y, aunque Pessoa quiso darle a cada heterónimo suyo una personalidad propia, fracasa en el intento y cada texto está coronado por esa soledad tan perseguida por el autor de Mensaje. «Ser poeta –dice– no es una ambición mía, es mi manera de estar solo».
Fernando Pessoa
Ensayo
Argonauta. Buenos Aires, 2005. 205 págs.
El hecho es que se llamaba Fernando Antonio Nogueira Pessoa y que nació en Lisboa el 13 de junio de 1888 y que murió en la misma ciudad el 30 de noviembre de 1935 y que sólo publicó un libro mientras vivió.
El hecho también es que creó varias personalidades para escribir: Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro o Bernardo Soares, son algunos, pocos, de sus heterónimos que, según Antonio Tabucchi, pasan los 500.
Otro hecho es que dejó una vasta obra inédita y que, esto es lo relevante, ahora nos llega una precisa antología a cargo de Rodolfo Alonso, el especialista argentino en Pessoa y primer traductor al español de su obra.
No están todos los que son ni viceversa, claro. Pero la probadita dejará satisfechos tanto a los melindrosos intelectuales como a los cándidos adolescentes que ardían de ganas de leer al mítico portugués.
Los poemas aquí congregados transpiran soledades. Y, aunque Pessoa quiso darle a cada heterónimo suyo una personalidad propia, fracasa en el intento y cada texto está coronado por esa soledad tan perseguida por el autor de Mensaje. «Ser poeta –dice– no es una ambición mía, es mi manera de estar solo».
