El poeta al aire libre
Augusto Monterroso
UNAM. México, 2000.
221 págs.
¡Ah! De nuevo, a propósito de Monterroso, la inmensidad de Gracián. «Lo bueno, si breve, dos veces bueno, y aun lo malo, si breve, no tan malo». Maestro de la brevedad, genio de la precisión y artífice de la menudencia, Tito Monterroso inauguró su carrera literaria en 1959, con la aparición de Obras completas y otros cuentos.
Hace casi una década, la UNAM celebró al guatemalteco con la publicación de esta antología, de alto contenido proteico. Además del relato que da título al volumen, aparecen casi todos aquellos primeros cuentos publicados hace medio siglo: Míster Taylor, Sinfonía concluida, Primera dama, El eclipse, Diógenes también, Leopoldo (sus trabajos), Vaca y Obras completas. ¿Los ausentes? Uno de cada tres, El concierto, El centenario, No quiero engañarlos y, por supuesto, el mítico relato del dinosaurio terco, que seguía ahí. Pero no importa. O importa poco, tan poco como la brevedad –física y corporal– de Monterroso.
Aquí comparecen un prólogo de Juan Domingo Argüelles –una suerte de «Monterroso for dummies»–, una entrevista con Mepo Giardinelli sin desperdicio alguno y cuentos primeros y postreros, como La cena o Llorar orillas del río Mapocho, publicados en 1983. Después de este año, Monterroso hizo una pausa y dejó de escribir cuento, hasta 2001, poco antes de su muerte.
Literatura de altos vuelos la de Monterroso quien, sin empacho va de un sacrificio precolombino a las tribulaciones de un hombre común de cacería en el Amazonas y, de ahí, a dedicarle una apología perfecta a las criadas. Sus cuentos indagan sobre el tedio y así, al tomar lo cotidiano, comprueban que hasta en lo más ordinario puede haber, agazapado, algo conmovedor y angustioso.
En fin. Que El poeta al aire libre es una extraordinaria selección, bien empacada y protegida, que nos permite apreciar acabadamente una de las obras monumentales de la literatura en castellano, construida con inteligencia excepcional, poco vista actualmente y que le permitió a Monterroso alcanzar la altura que la naturaleza no le otorgó.
