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A propósito de la música mexicana. Algo sobre los olvidados

Cinco son las obras fundamentales de la música mexicana de concierto que durante el presente siglo han recibido aceptación por parte de vastos sectores del público. La primera de ellas, «Huapango» de José Pablo Moncayo, después «Sones de mariachi» compuesta por Blas Galindo, «Redes» concebida por Silvestre Revueltas, «La sinfonía india» de Carlos Chávez y «Ferial» de Manuel M. Ponce.
Todas ellas arrancan un aplauso emocionado cuando se interpretan en concierto, pero fuera de éstas, las obras de otros autores son prácticamente desconocidas; tal vez porque son de menor calidad o repeticiones del camino recorrido con anterioridad, o quizá por ignorancia aunada a un profundo desprecio por lo nacional.
Puede parecer excesivo, y de hecho lo es, que al reflexionar sobre los alcances de la música mexicana de concierto, entre el público interesado, se contemplen dos cuestiones: por un lado, su inexistente difusión, alcance y penetración en vastos sectores del público, quienes prefieren ignorarla; por otro, contemplar la manera en que son canalizados grandes recursos a estudiarla, analizarla y darle seguimiento con el fin de establecer su desarrollo particularidades. En ambos casos a unos les falta información y a otros distribución.
Equívocos públicos
A pesar de eso, cuando en una audición en vivo es programado «Huapango» de José Pablo Moncayo, la «Sinfonía india» de Chávez, «Redes» de Silvestre Revueltas o <<Sones de mariachi>> de Blas Galindo, el público aplaude, se emociona y quisiera escuchar obras parecidas que le expresaran algún sentimiento sobre sus raíces culturales.
También sucede lo contrario: cuando ese mismo público asiste a un concierto donde programan obras de algún compositor mexicano contemporáneo, es fácil entonces que no tenga muchas intenciones de aplaudir y muestre perplejidad o desconcierto, pues le faltan elementos para entender universalidad de un compositor.
De alguna manera, el mismo fenómeno se aplica a la literatura y a la pintura. En estos dos dominios sólo los consagrados tienen una presencia dentro del público: la lectura de Rulfo es obligatoria y José Luis Cuevas no puede pasar desapercibido. Pero fuera de estos nombres o de otros, poco es lo que se sabe y mucho menos lo que interesa. Por ejemplo, en nuestro país un coleccionista, audiófjlo o melómano, se siente orgulloso de mostrar una colección completa con más de 50 versiones a la <<Novena sinfonía>> de Beethoven. Pero tendrá escondida, en un rincón, la grabación del <<Ferial>> de Manuel M. Ponce, en la versión de José Ives Limantour, con la Orquesta Sinfónica Nacional, pues DDD y no resistió el DDT.
Lo curioso, en este caso, es que el fenómeno no sea exclusivo de México: W.A. Mozart, según la costumbre de la época fue sepultado en la fosa común. Anton Bruckner fue ninguneado por Liszt. El público no entendió nada durante el estreno de la <<Primera sinfonía>> de Johannes Brahams. Stravinsky fue abucheado durante el estreno de la «La consagración de la primavera».
La lista de equívocos públicos puede ser infinita.

Una tarea interesante

De cualquier manera no consuela ni remedia el hecho de repetir, con sus diferencias, la misma historia de ignorancia y equívoco artístico del público mexicano hacia sus principales creadores.
El hecho no es estrenar en cada temporada obras de autores mexicanos o investigar y rescatar archivos completos de obras olvidadas, ni siquiera publicar estudios o partituras sobre determinados compositores, que sólo interesan a los miembros de cierta cofradía pues su alcance es limitado.
Lo interesante sería -aparte de rescatar, investigar, estrenar y publicar partituras para los especialistas- pensar en el gran público (potencialmente los ochenta millones de mexicanos) que no puede vivir de la instantaneidad del cantante popular. El 19 de abril del presente año falleció BIas Galindo, y su muerte sacudió las firmes estructuras de los organismos estatales de guía y conducción de la cultura nacional. No bien se había organizado un homenaje para perpetuar en la cultura nacional la obra del compositor cuando fallece, al día siguiente, Mario Moreno. Con tan ilustre figura, cualquier intento por rescatar la obra de Galindo sería vana empresa, pues inmediatamente todas las fuerzas de la sociedad se unificaron para hacer presente, en la memoria colectiva, los aportes -indudables- de un gran cómico, relegando a segundo plano al compositor.

Entre las brumas de la utopía

Pongamos al revés la situación. Imaginemos la utopía: al día siguiente de la muerte de BIas Galindo, todos los canales de televisión, todas las estaciones de radio y todos los diarios de mayor circulación publican y emiten, a toda su potencia, las principales aportaciones del autor de los «Sones de mariachi», dan cuenta de su número de opus, publican entrevistas exclusivas y transmiten el instante en que el director al acabar de bajar la batuta es aplaudido por una entusiasta multitud que le agradece el haberlos puesto en contacto con las ideas estéticas de BIas Galindo.
Las estaciones radiofónicas que transmiten música de concierto, preparan grabaciones y programas especiales. Las tiendas de discos ponen al alcance de los compradores una variada muestra de diferentes grabaciones de la obra del compositor realizadas al paso de muchos años, sin importar que sean AAA; el caso es tener a la mano las ideas del compositor.
Pero nada de esto pasó; al contrario, <<Cantinflas>> salvó al compositor, pues si alguien hubiera buscado o solicitado grabaciones actualizadas del catálogo de opus de BIas Galindo, se le hubiera respondido con la verdad: <<Pues mire, la mera verdá, es que fuera de “Sones de mariachi” no hay nada grabado>>.
Y ésa es apenas una parte mínima del problema de la difusión y alcance de la música mexicana de concierto, porque, además de la etapa nacionalista, es poco lo que se conoce, ya no digamos de la música del siglo XX, sino peor aún, del siglo pasado que sólo existe en la mente de los historiadores, y del período virreinal apenas en fase de investigación. Todo en medio de archivos empolvados, truncos, incompletos y, según esto, con música <<que no vale la pena>> puesto que es mucho más elegante la música de salón europeo.
En conclusión, la batalla por recuperar la cultura nacional apenas se inicia.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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