Es curioso pensar que hace 24 años, cuando surgió la actual Ley del Trabajo, muchos empresarios mexicanos no querían ni siquiera escuchar sobre conceptos como capacitación y adiestramiento. Todavía quedan algunos que, con extrema miopía, se limitan a llenar formas para cumplir con requerimientos legales. En un futuro próximo, quien no atienda a este aspecto está destinado a desaparecer.
Según expuso recientemente el filósofo mexicano Leopoldo Zea el principal reto de nuestros días es la creación de un nuevo orden ecológico, social y político para que el hombre, en sus múltiples expresiones, participe en él, en una relación horizontal de solidaridad, y no en una vertical de dependencia. Orden de convivir con la naturaleza y sus semejantes a partir de un reparto equilibrado de sacrificios y beneficios. Fin de la historia escrita sobre la represión. Un nuevo orden auténticamente universal, al alcance de todos y en relación con el orden natural que no implique destrucción.
Entrenadores y no dictadores
Las reglas del juego, y el juego mismo, cambian dramáticamente. Nunca habíamos vivido tantos cambios en tan poco tiempo. Hay demasiadas ironías, polaridades, confusiones, contradicciones y ambivalencias para ser asimiladas por trabajadores y empresarios a corto plazo. La única verdad predecible -afirman algunos hombres de negocios-, es lo impredecible. Como dice Robert Hass, presidente de Levy Strauss: «(el cambio no es fácil aun para aquellos que están comprometidos; es difícil olvidar comportamientos que nos llevaron al éxito en el pasado: hablar más que escuchar; sobrevaluar a tu gente más que a gente de otras culturas; hacer las cosas por ti mismo, en lugar de pedirlas a tus colaboradores; tomar decisiones individuales, en lugar de recabar opiniones».
Jack Welch, presidente de General Electric, afirma que el mundo de los 90 en adelante, no pertenecerá a los administradores, sino a líderes pasionales que sepan contagiar a aquellos que guían. Los administradores, empujan; los líderes, jalan. Los administradores, comandan; los líderes comunican.
John Sculley, de Apple, señala: «el nuevo modelo gerencial es de escala mundial, pero posee una red interdependiente y, por tanto, los lideres se enfrentan a retos de cómo guiar a gente que no les reporta directamente y a personal de otras empresas, probablemente en Japón o Europa y, aun, a competidores (…). Se requiere de un juego distinto basado en ideas, habilidades de la gente y valores. Los líderes del futuro serán las redes de trabajo (clusters), equipos cruzados funcionales, sistemas temporales, fuerzas de trabajo ad hoc, modelos y matrices. Formaciones aún desconocidas. Lo que sí sabemos es que tendrán éxito las que tengan más unión basada en metas comunes: todo, menos piramidar o reportar tradicionalmente».
Cualquiera que sea la forma que nos depare el futuro, podemos decir que saldrán adelante quienes dirijan su acción con seriedad y piensen que la ventaja competitiva se basa en el desarrollo de la gente que trabaja para ellos. Por tanto, quienes sean líderes en las organizaciones, deberán ser entrenadores y no dictadores; maestros y no patrones. Si el empresario mexicano debe ser maestro, es indispensable que sea humilde para reconocer que no lo sabe todo y que, para capacitar, debe capacitarse primero: «Tendrá que hacerlo y crecer hacia la universalidad a través de la expansión de la inteligencia y la creatividad. Sus símbolos no podrán ser otros que los de la ética universal y excelencia (…). Así, crecerá como ser humano al ayudar a otros a ser más éticos y creativos», indica Claudio Zapata.
Un potencial que espera dar fruto
Uno de los problemas en un futuro próximo será el de la competencia con hombres de otras latitudes. Contamos con serias carencias, arrastrarnos grandes deficiencias que no podrán subsanarse de un día para otro. Un dato que resulta por sí solo aterrador: el mexicano promedio lee 18 páginas al año. Un pueblo que no lee es un pueblo de analfabetas funcionales, por más que nos aseguren las estadísticas que los índices de analfabetismo han sido abatidos. Sin esta habilidad, se dificulta en gran medida la capacitación. La lectura es uno de los principales vehículos del conocimiento; por ello, quien verdaderamente se interese en capacitar a su gente deberá promover el amor a los libros.
Lee Iacocca pronostica que en el siglo venidero no habrá cabida para quien no lea, al menos, 25 ó 30 libros al año sobre diversos temas. Meta que se antoja inalcanzable para un pueblo que, en promedio, no lee anualmente ni la mitad de un libro. En México tenemos que fijar nuestras metas y marchar aun ritmo propio, al diseñar estrategias que se adapten a nuestra manera de ser.
«La necesidad del mexicano de hacerse valer, de afirmar su posición -expresa Santiago Ramírez- hacen que pueda ser un erudito, magnífico pintor, esplendoroso cómico, hombre suave y profundo. Posee un motor para buscar la afirmación que otros pueblos difícilmente tienen. A fuerza de comparar sus posibilidades con las de otros, paulatinamente aprende la potencialidad de sus propias capacidades».
Ahora bien, ¿para qué nos sirve, a nosotros empresarios, conocer determinadas características del mexicano? Si hemos observado que un trabajador puede ser incumplido, buscapleitos, desidioso, ¿sabremos canalizar positivamente estos defectos? Pienso que tenemos en nuestras manos una materia prima noble, a veces todavía en bruto, y que debemos encontrar la forma apropiada para moldearla.
Es cierto, tenemos muchos y graves defectos, que pueden entorpecer en gran medida la buena marcha de cualquier empresa. Pero si sabemos guiar y estimular los rasgos positivos de nuestro carácter, habremos dado un gran paso hacia adelante. El obrero mexicano se distingue por su lealtad, generosidad, ingenio; tiene mucho que dar. Hay en él un potencial desperdiciado que está esperando dar frutos.
Maestros que aprenden, no patrones
El empresario mexicano se verá obligado a ser maestro en toda la extensión de la palabra: no impondrá, sino que convencerá a sus empleados. No será un dictador elevado. Participará con entusiasmo en la implementación de un programa adecuado de cursos. No verá la capacitación sólo para sus empleados; reconocerá con humildad que también necesita capacitarse. Es indudable que la capacitación se da en cascada. Una empresa cuyos dirigentes cuenten con una sólida preparación, serán capaces de proporcionar a su gente los medios idóneos para que, a su vez, se capaciten. El entusiasmo por el aprendizaje es contagioso: la inquietud por el conocimiento puede trasmitirse. ¿No estamos, entonces, obligados a provocar este entusiasmo?
Según Claudio Zapata, el «ejecutivo crecerá como ser humano y su educación será multicultural. Devorador de datos comprensibles, poseerá la habilidad de comparar información, lo que permitirá asociar ideas y tomar decisiones rápidas y precisas (…). Sabrá estimular y recompensar la excelencia. Evitará imponer o que le impongan una economía de servidumbre. Será conspirador que contribuirá al desarrollo de un nuevo modelo social, más humano, con sentido ecológico, en donde el disfrute pleno de la existencia sea prioritario, estimulándolo a trabajar para vivir y no a vivir para trabajar».
Eficiente y universal
Por ello, «ser eficiente en el próximo milenio requiere de una mente universal, capaz de expandirse y comprender al mundo, hábil para ubicarse y entender al hombre (…), para trascender y vibrar en armonía con el universo».
El líder actual necesita alinear los recursos de su organización, sobre todo los humanos, y compartir objetivos, valoración de la gente, soporte y dedicación a ella.
Se facilitará en gran medida la tarea si empezamos por despojamos del halo presuntuoso que envuelve a muchos ejecutivos. Si reconocemos que, a pesar de nuestros estudios y grados académicos, necesitamos más preparación. El conocimiento es perfectible, pero sucede que los ejecutivos creemos saberlo todo y esa actitud entorpece mucho el desarrollo personal y, como consecuencia, el buen desempeño de nuestros negocios.
En la medida que incrementemos nuestra preparación y la de nuestra gente, seremos capaces de lograr que las empresas trabajen con eficacia y productividad. Nunca se insistirá lo suficiente en este renglón.
Ciertamente no es una tarea fácil. Luchamos, primeramente, con nuestros propios prejuicios; después, con intentar elevar el nivel educativo del trabajador. En nuestro país es relativamente fácil tener acceso a la educación superior, pero también el que, por dificultades económicas, se trunquen esos estudios. Muchos de nuestros empleados no han terminado la secundaria, algunos ni la primaria. El promedio escolar, en México, es el cuarto año de primaria.
La empresa del próximo milenio participará activamente -por medio de la capacitación- al satisfacer, también, las necesidades individuales de sus empleados. Estos, además de aumentar su eficiencia en el trabajo, deberán tener la posibilidad de incrementar su desarrollo personal; así, se sentirán mejores como seres humanos y desempeñarán con eficacia su trabajo.
Capacitación = inversión
Octavio Paz expresa: «La historia de México es la del hombre que busca su filiación, su origen. Sucesivamente afrancesado, hispanista, indigenista, “pocho”, cruza la historia como un cometa de jade que de vez en cuando relampaguea».
Si hemos buscado constantemente nuestra identidad al acercarnos a otras culturas o al volver los ojos a nuestro pasado, surge una pregunta inquietante: ¿cómo seremos ahora que estemos en contacto con personas de tan diferentes latitudes? Pienso que, por fortuna, al haber estado sometidos a diversas influencias a lo largo de nuestra historia, afirmamos nuestra manera de ser como mexicanos, y sin duda existe lo que se ha llamado el «raigambre cultural mexicano».
En estos días, escuchamos con frecuencia hablar de los peligros de perder nuestro idioma, costumbres, tradiciones. Se nos dice que nuestra cultura se disolverá en un mar de influencias extranjeras. La identidad nacional se encuentra amenazada. Me pregunto si todo ello significa un peligro real.
No lo creo. Existe cierto riesgo. Pero debemos tener fe en nuestra fortaleza. Seguimos siendo un pueblo con una personalidad definida.
El contacto que con otras culturas conlleva la globalización, puede ser una oportunidad para fortalecer nuestra idiosincrasia. Desde su negocio, el empresario, sin duda, contribuirá en gran medida a ello, formando equipo con su gente y luchando por desempeñar un trabajo cada vez más competitivo.
Por último, muchos empresarios piensan en la capacitación como un requisito a cumplir. La ley obliga a dar capacitación al trabajador y cuesta. Hay que gastar mucho dinero en cursos y buscar el tiempo necesario para que el empleado asista a ellos. Y eso también cuesta. Nada más alejado de la realidad. Es verdad que ese desembolso puede ser grande, pero ese dinero no se gasta inútilmente. En realidad, el monto invertido en capacitación nos reportará, sin duda, grandes beneficios. Tal vez no a corto plazo, pero con toda seguridad haremos crecer a nuestros empleados y, consecuentemente, a nuestra empresa. Heredé de mi padre, Wulf Kahan, un axioma en el que creo firmemente: La capacitación no es un gasto, es una inversión.