Patagonia Express
Luis Sepúlveda
Novela
Tusquets. México, 1996, 178 págs.
Luis Sepúlveda
Novela
Tusquets. México, 1996, 178 págs.
Sepúlveda vuelve a las andanzas, ahora con un libro de memorias (¿reales o inventadas?) de su infancia, su primera juventud y sus diversos “traslados”, desde el punto más meridional de América hasta Europa septentrional. Para este largo periplo, Sepúlveda emplea todos los medios de transporte imaginables; y conserva una unidad de estilo: el relato corto, la anécdota curiosa sazonada con la inconfundible jerga latinoamericana.
Una vez más, el tema de Sepúlveda es el retorno. Si en el Nombre de torero la forma era la de un gran relato ficticio, escrito en tercera persona y con tono de novela negra, ahora se convierte en una colección de flashazos breves, personales, y escritos con un inconfundible dejo de melancolía. Si la vuelta de Belmonte y Galinsky (los protagonistas del Nombre de torero) simboliza la vuelta a ningún lado, de gente que no va a ningún lado, el destino del largo viaje de Sepúlveda tiene un nombre concreto: Martos, el origen, la cuna de los antepasados. La unidad del libro procede de una anécdota inicial; en la infancia, Luis promete al viejo Gerardo, su abuelo, volver un día a Martos, el pueblo andaluz del que éste había huido hacía mucho tiempo, a causa de sus ideales libertarios. Es esta libertad (moverse, viajar, estar continuamente offside, en política y otras cosas) el motor de toda la aventura; pero aun en ella hay lazos profundos: vínculos a la palabra dada, a la sangre, a la tierra.
Sepúlveda emplea un estilo sobrio, que atiende finamente a los detalles; algunos de sus relatos están magníficamente logrados (el viaje en aeroplano, la visita a la pampa infinita, la historia del reloj que apunta la hora revolucionaria, son algunos de ellos). Sólo habría que señalar que la pasión por la libertad que proclama el texto tiene algunas manifestaciones que (para la vista de alguno) podrían resultar curiosas: propias sin duda del anarquismo light que rezuma el texto.
Una vez más, el tema de Sepúlveda es el retorno. Si en el Nombre de torero la forma era la de un gran relato ficticio, escrito en tercera persona y con tono de novela negra, ahora se convierte en una colección de flashazos breves, personales, y escritos con un inconfundible dejo de melancolía. Si la vuelta de Belmonte y Galinsky (los protagonistas del Nombre de torero) simboliza la vuelta a ningún lado, de gente que no va a ningún lado, el destino del largo viaje de Sepúlveda tiene un nombre concreto: Martos, el origen, la cuna de los antepasados. La unidad del libro procede de una anécdota inicial; en la infancia, Luis promete al viejo Gerardo, su abuelo, volver un día a Martos, el pueblo andaluz del que éste había huido hacía mucho tiempo, a causa de sus ideales libertarios. Es esta libertad (moverse, viajar, estar continuamente offside, en política y otras cosas) el motor de toda la aventura; pero aun en ella hay lazos profundos: vínculos a la palabra dada, a la sangre, a la tierra.
Sepúlveda emplea un estilo sobrio, que atiende finamente a los detalles; algunos de sus relatos están magníficamente logrados (el viaje en aeroplano, la visita a la pampa infinita, la historia del reloj que apunta la hora revolucionaria, son algunos de ellos). Sólo habría que señalar que la pasión por la libertad que proclama el texto tiene algunas manifestaciones que (para la vista de alguno) podrían resultar curiosas: propias sin duda del anarquismo light que rezuma el texto.
