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Nuevos lectores, la cocina y el lenguaje

Para hablar sobre el tema de la lengua que nos ocupa ahora, tengo un ejemplo por demás impactante para quienes hacemos istmo. Quizá algún lector recuerde la pequeña historia que mencioné en el número 230, dedicado al barroco, sobre dos personas que nos leen en una cárcel de Oregon: un mexicano que traduce los artículos a un rumano.
Nos informa nuestro amigo y suscriptor rumano, que además está aprendiendo español, que ya no son dos los lectores en esa cárcel de Estados Unidos, sino entre 100 y 150 compatriotas. Este dato escueto y otro que dice que hay casi doscientos mexicanos el 10% de la población de dicho centro nos lleva a muchas conjeturas, independientemente de la unión a través de la lengua común. ¿Circula la revista desde que llega de mano en mano? ¿Es usual tan alto nivel de lectura en una cárcel? ¿Encuentran nuestros lectores lo que desean?, ¿qué les llama específicamente la atención? Podría llenar esta página de mil preguntas.
Otra agradable reacción de nuestros lectores en relación al ejemplar 230 es el fuerte eco que encontró el artículo de Héctor Zagal sobre la cocina barroca mexicana, que mezcla tan sabrosamente los diversos elementos de nuestra idiosincracia; se ve que hay más aficionados al tema de los que imaginamos y que ese artículo tan bien cocinado satisface no sólo al paladar sino el espíritu.
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Alfonso Reyes dice en su ensayo De la lengua vulgar que “el idioma y la lógica son cosas diversas y aun opuestas”. Y agrega que el creador del idioma es siempre el vulgo, el pueblo, hijo del azar y mejor testigo que nadie del instinto humano que sabe hablar y formar sus voces según el capricho de la vida y bajo la sugestión de su instinto étnico.
Para subrayar esto hace una graciosa observación, sobre cómo cada pueblo oye un mismo ruido de distinta manera, con un coro de matices étnicos, y cómo el vulgo exagera las diferencias de pronunciación. Así para los hispanohablantes los gallos cantan: Qui-qui-ri-quí; para los franceses, Co-co-ri-có; para los ingleses, Cock-a-doodle-doó; para los turcos, Cú-cú-rú-cú y para otros pueblos es sólo una fuga de consonantes: K! k! k! k!o de vocales: I! i! i! i!o O! o! o! o! (No transcribo el canto de los gallos griegos que él menciona porque es muy largo).
Este número habla de cómo el lenguaje es algo vivo; imposible encorsetarlo, impedir su continua renovación y el surgimiento constante de vocablos. La lengua, el “andamiaje del pensamiento” es frecuentemente objeto de discusión, y lo fue específicamente en el Congreso de Zacatecas.
Hay mucho que decir sobre el español, desde los asuntos puramente numéricos, como en cuántos países el castellano es lengua oficial, si somos casi 300 o casi 400 millones los hispanoparlantes, hasta diferencias gramaticales, fonéticas, ortográficas Todo ello se irá resolviendo de una u otra manera, lo importante, en mi opinión, es fomentar el amor a la propia lengua, el gusto y regusto por la palabra, por el buen decir, sólo así el español seguirá siendo el magnífico vehículo de comunicación que es hoy.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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