El empresario del siglo XXI vivirá en un mundo globalizado que le exigirá ser más profesional y más humano. Cuando alguien desempeña intensamente una actividad, llevada al límite de su capacidad, por ejemplo un atleta olímpico, concentra al máximo sus cinco sentidos para que el resultado llegue a la excelencia.
De modo similar, el director de empresa del próximo siglo requiere entrenarse, desde ahora, para desarrollar los sentidos. Pero más que los cinco sentidos físicos, requiere de otros más profundos que le ayuden a percibir el mundo que le rodea, llegar a la verdad de las cosas y de la persona humana. Debe encontrar mejores modos para que el avance de la ciencia y la técnica estén en mayor medida al servicio del ser humano.
A los hombres-vértice que trabajan en la empresa y en la política les corresponde, en lo material, la enorme responsabilidad de dirigir la actividad que crea riqueza económica. Además de que, cada día, esa riqueza alcance a más personas de modo que todos tengan acceso a ella; y que sea tanto para las generaciones presentes, como para las futuras.
Por el lado de los valores no materiales libertad, justicia, solidaridad… les corresponde crear las condiciones propicias para conservar y practicar los valores humanos que apoyan la dignidad de la persona, principalmente en el ámbito del trabajo y los negocios.
Repasemos brevemente los cinco sentidos del director del siglo XXI:
1. Sentido común
Cada día son más los empresarios que, afortunadamente, aplican el sentido común a los negocios. Por ejemplo, en las últimas tres décadas han proliferado las franquicias como modo de hacer negocio. Las que crecen en número más rápidamente que otras, y se extienden por todo el mundo, son aquellas que están estructuradas para dejar satisfechos, tanto al empresario que se une a la franquicia, como al cliente final. Buscan claramente establecer un juego «ganar-ganar». Si quien adquiere la franquicia está satisfecho, la recomendará a amigos y conocidos, para que también la adopten. Ahí está la clave de su rápida difusión.
En los negocios hay pocos hombres con visión los llamados visionarios que son capaces de ver oportunidades de negocio donde otros sólo encuentran problemas, ésos son los verdaderos entrepreneurs, que se anticipan a los demás, están abiertos al conocimiento es ahí donde tenemos mucho que aportar las escuelas de negocios. Otros más aprenden por shock, enfrentando las crisis, tan comunes en la última década, y son capaces de adaptarse. Otros más, ni por shock aprenden.
Las escuelas de negocios estamos llamadas a agudizar el sentido común de los directores de empresa, que consiste en ayudarles a entender su propia realidad sobre las cosas y sobre el espíritu humano, y realizar negocios buscando la armonía. A veces, al comunicar lo hecho por otros, otras provocándoles pedagógicamente el shock. Deben aprender a ganar sirviendo y servir ganando.
2. Sentido de responsabilidad
Al emprender un negocio se busca, cada vez más como primer requisito, a personas confiables. La confianza se gana poco a poco, a base de mucha responsabilidad: servicio, puntualidad, calidad, atención, interés por los demás, cumplir la palabra empeñada y ser justos. En los negocios mundiales, que se realizan a distancia, es preciso buscar personas de confianza y uno mismo ser confiable. Eso se logra con alto sentido de responsabilidad, siendo justo, coherente y tenaz en el transcurso del tiempo.
Además, la mujer y el hombre de empresa no sólo son responsables por el impacto directo de sus decisiones y su actuación hacia los objetivos buscados, sino también por el impacto secundario derivado de las mismas; las «externalidades», negativas y positivas de la empresa, como la contaminación y el modo ético al proceder ellos y todos los de su organización en los negocios.
Un tercer campo de responsabilidad donde las escuelas de negocios podemos y debemos formar a los directores del futuro (además de animarles a ser individuos dignos de confianza y medir los efectos secundarios de sus acciones), es hacerlos más conscientes de las consecuencias de sus omisiones. Por ejemplo, jugar golf no es malo, el hombre de negocios debe descansar, cuidar la salud y ser sociable. Pero tiene la obligación de ponderar en cada momento, en conciencia, si está dedicando ese tiempo a lo que debe, considerando todo en armonía: trabajo, familia, relaciones.
Debemos enseñar a nuestros alumnos y participantes a ser más responsables de sus acciones directas y deliberadas, sus efectos secundarios y sus omisiones. El empresario se va haciendo verdaderamente profesional y competente sólo en la medida que estudia y se prepara seriamente en sus responsabilidades. Podemos ayudarles a hacer realidad la máxima: haz lo que debes, y está en lo que haces.
3. Sentido social
Body Shop es una empresa dedicada a productos de belleza y tocador, desarrollada los últimos años, que cuenta con tiendas en todo el mundo. Se caracteriza por producir, distribuir y vender productos que, en su proceso total, sean ecológicos, sus desechos biodegradables y, en la medida de lo posible, manufacturados por mujeres extremadamente pobres sin importar dónde viven, desde Bangladesh hasta el Mezquital, en Hidalgo, México.
Al cuestionársele a Anita, su fundadora, que una producción con esas características sería ineficiente por sus costos más altos que lo común en el ramo, ella contestó algo impactante: «Efectivamente mis productos son más caros que la mayoría de artículos similares en el mercado, pero la gente que los compra sabe por qué y le aseguro que lo paga con gusto. No todo en la vida es tratar de pagar precios bajos, cada día hay más gente que busca mejor calidad de vida no sólo para sí, sino para los demás: ésos son mis clientes».
La última década se ha caracterizado por una crisis laboral generalizada en casi todas las regiones del mundo, inclusive en los países desarrollados. Éste es, en la actualidad, uno de los problemas sociales más graves. Naciones como Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y España, por mencionar algunas, han sufrido una grave situación de desocupación.
Independientemente de cuál sea la causa para deprimir las nóminas, se están experimentando una serie de medidas orientadas a reducir el impacto social del desempleo abierto. El ejemplo al que quiero referirme, fue la medida adoptada por la Volkswagen mundial quien anunció en Ginebra, el 28 de marzo de 1994, un proyecto de cuatro días laborales a la semana, concebido para evitar los despidos masivos de obreros; ellos aceptaron una reducción proporcional en su ingreso. Reducir temporalmente el ingreso de todos los trabajadores en mayor proporción en los niveles altos en vez de reducir el número de empleados de amplios sectores de población, causa menor daño social.
Ésta fue una medida creativa de solidaridad social, que sirvió de ejemplo y permitió que en México, al mes siguiente, se adoptara una medida similar en la Planta Nissan de Cuernavaca, México, que pasaba por una crisis parecida. En vez de despedir gente masivamente, bajaron la jornada laboral. Si una empresa líder mundial no hubiera tomado esa medida, otras empresas hubieran afirmado que era imposible adoptar una medida así, simplemente porque nadie lo había hecho.
Las escuelas de negocios debemos agudizar el sentido social de nuestros alumnos. Tener más en cuenta a los desempleados y marginados con medidas creativas y mucho esfuerzo. Sobre todo en países como los latinoamericanos donde el 25% de la población vive en la miseria.
4. Sentido de urgencia
¿Qué prisa hay por hacer negocios y desarrollarlos con sentido social? Sabemos que las mujeres y los hombres de empresa son como el rey Midas, ese personaje con capacidad para convertir todo en oro. Un joven talentoso sin experiencia previa encontrará mayor dificultad para desarrollar un nuevo proyecto, que un empresario con cinco o diez negocios en marcha. Una viuda con dinero es capaz de hacer un buen negocio: no por viuda, aunque tal vez sí por empresaria, y es aun mejor que cualquier hombre por su intuición.
El hombre de empresa cuenta con un talento que otros no poseen y por eso tiene mayor obligación moral de hacer más. Y es que un negocio jala otros negocios. Quien tiene varias empresas está en mejor posición de abrir nuevas empresas que cualquier persona con otra actividad, por muchas razones. Quien es propietario de un restaurante puede abrir fácilmente otro; quien tiene cien, puede abrir rápidamente otros cincuenta y así sucesivamente. Ésos son los talentos del director de empresa: saber crear organizaciones que generen valor agregado.
Las graves carencias de empleo en el mundo y los elevados índices de pobreza se deben, sólo en una parte muy reducida, a la explotación del hombre por el hombre; menos de lo que se piensa. Su causa primordial es que en la mayoría de los países, los empresarios y los gobiernos no han sido capaces de ponerse de acuerdo para llevar a cabo una labor conjunta y abierta que propicie la creación de empresas al ritmo requerido. Esto tiene que ver más con un espíritu de egoísmo y avaricia que con la capacidad técnica y competencia profesional para hacerlo. He escuchado, afortunadamente no muchas veces, frases como las siguientes: «Si no soy yo quien mande y controle la nueva empresa, entonces mejor que nadie lo haga», «Puedo hacer un nuevo negocio pero no tengo tiempo para desarrollarlo, así que prefiero esperar, no sea que otro lo haga por su cuenta y me deje fuera». Éstos son los dos pensamientos de muchos hombres líderes que frenan, a nivel mundial, la creación de la riqueza necesaria para todos.
Necesitamos enseñar a los nuevos directores de empresa a ser generosos y magnánimos para emprender nuevas aventuras y compartir, estar dispuestos a admitir que exista gente que gane más dinero que ellos, y permitir y propiciar que otros hagan. Eso desencadenará la creación de nuevos negocios.
5. Sentido trascendente de la vida
¿No estaremos exigiendo mucho a los directores de empresa, cuando recomendamos que vivan los cuatro sentidos señalados? Ciertamente es una meta demasiado alta para algunos, porque exige gran esfuerzo y desprendimiento para servir a los demás sin medida.
Pero hay algo que permite que esto sea posible: cuando cada director descubre, como persona, que tiene una misión trascendente en esta vida; cuando actúa con total libertad porque está llamado a la perfección humana y profesional sirviendo a los demás; cuando admite que debe vivir unos principios éticos que provienen de una ley moral objetiva que Dios ha impreso en su conciencia y tiene obligación de formar bien para aplicar esa ley a cada circunstancia particular de su vida.
Recordemos que quien no vive como piensa, termina pensando como vive. El director de empresa debe ser una persona de profundas convicciones, que practique e influya con ellas. Todo mundo tiene puestos los ojos en los directores de empresa: son un ejemplo.
6. El misterioso sexto sentido…
Hay un sexto sentido que facilita el desarrollo armónico de todos los demás. Caracteriza a las personas inteligentes (un director de empresa suponemos que lo es). Este sentido vuelve sencillo lo arduo; lo difícil lo hace fácil; lo tenso lo torna ligero; y permite que mejoren las relaciones entre las personas, facilitando enormemente la convivencia. Me refiero al sentido del humor. Los grandes hombres tienen muy desarrollado ese sentido.
El mundo del siglo XXI presenta grandes retos para las mujeres y hombres de empresa. Enfrentándolo de modo amable, se aprende mejor.
Al practicar estos seis sentidos, los negocios y su gente pueden mejorar mucho en el futuro.