Todo un sabio de la administración como Peter Drucker predijo, con toda tranquilidad, la muerte de la universidad en treinta años. Para él, esto es consecuencia de las nuevas tecnologías en telecomunicaciones, multimedia, procesamiento de información, realidad virtual y demás.
Pienso que Drucker está equivocado por cuatro razones:
* La gente necesita estar motivada para aprender… aun los estudiantes de la maestría en dirección de empresas. Los educadores son un elemento clave en esta motivación, y mi esperanza es que aprendan a usar la tecnología a fin de llegar a muchas personas con gran impacto y estimular, así, experiencias de aprendizaje. Pero se necesitan intensas relaciones interpersonales para lograrlo.
* La proliferación de información a través de medios electrónicos Internet, bases electrónicas de datos o publicaciones en CD-ROM ha creado mayor necesidad de excelentes educadores. Alguien tendrá que auxiliar al recopilador de la información para filtrarla, armarla, agregarla y ordenarla de acuerdo con un propósito o finalidad. La misma tecnología mejorará nuestra capacidad de hacerlo por medio de máquinas más eficaces de búsqueda, pero necesitaremos educadores para desarrollar las capacidades de las personas.
* En tercer lugar, la educación tiene mucho menos que ver con el acopio de información que con el desarrollo de la capacidad de pensar y razonar de la persona, de modo que pueda valorar esa información, separar lo pertinente de lo inútil y lo importante de lo trivial. Esto exige que los individuos desarrollen modelos eficaces para absorber o rechazar esa masa de información, mediante una ponderación crítica de su validez. Los educadores son quienes orientan a la gente en este sentido, y sencillamente por la excesiva cantidad de información que bombardeará a los estudiantes, se les necesitará en el futuro como nunca antes.
* Sostengo, finalmente, que el desarrollo de estas habilidades críticas es, en esencia, una actividad social que no encaja con el solitario navegante del Internet o el malabarista del CD-ROM. Mientras existan personas, se reunirán para participar en actividades sociales de aprendizaje y desarrollo de sí mismas. La tecnología mejorará y apoyará el aprendizaje, pero Harvard, Stanford, INSEAD, IPADE o la Escuela de Negocios de Ivey, seguirán existiendo.
Mantengo esta postura a pesar de que soy un adicto descarado a la tecnología. Sufrí un agudo ataque de tecno-deseo a temprana edad, y cuando llegue el Día del Juicio y se oiga la frase: «Ganará quien tenga más amigos al morir», estaré entre ellos. He poseído computadoras de todas las generaciones. Usé Internet antes de que se llamará Internet, y a decir verdad, ¡compré una Apple LISA!
Sin embargo, afirmo que los avances tecnológicos no sólo no amenazarán nuestra forma de ganarnos la vida como educadores, sino que en realidad aumentarán nuestro valor.
Aprendizaje motivador
Una de las tristes realidades que rara vez admitimos quienes trabajamos en escuelas de negocios de calidad, es que muchos estudiantes se sienten más motivados a cumplir con los requisitos para obtener el título de masters que para aprender. Están en la escuela por el papel que obtienen al final que es, a menudo, un pasaporte para conseguir un gran empleo y desarrollarse profesionalmente. Todos sabemos el desperdicio que ello representa; nuestro reto es convertir a esos estudiantes en estudiosos de por vida.
Desde el jardín de niños hasta la universidad, hemos visto y experimentado a esos grandes y verdaderos educadores, quienes logran activar en la gente los resortes que la impulsan a aprender. El entusiasmo que muestran por el tema, la pasión y la convicción de que será provechoso para nosotros unirnos a ellos en el proceso educativo, su creatividad y compromiso para convertir lo mundano en algo emocionante que nos estimulará… he ahí las dimensiones decisivas de los buenos educadores.
La tecnología posee el potencial para ser ligada a esa tarea de motivación… Sólo hay que echar un vistazo a una sala de juegos de video para advertir cuánta concentración es capaz de propiciar la tecnología en un adolescente a quien previamente se le diagnosticaron problemas de atención. Sin embargo, pasarán años, quizá décadas, para que la tecnología reemplace a quienes se preocupan por sus alumnos. Un colega mío, fallecido hace algunos años, decía que los alumnos se preocupan muy poco por lo que uno sabe como profesor, a menos de que sepan que uno se preocupa por ellos como personas. Esa «atención» se manifiesta de la mejor manera a través del contacto personal en los salones, en seminarios y tutorías en nuestras oficinas. Los programas enlatados, el correo electrónico, las notas por Internet, o aun las videoconferencias, no son capaces de reemplazarla, aunque se la puede apoyar con esos medios.
Información para valorar
La imprenta, el invento de Gutemberg, representó la primera liberación con que contó la población en general ante la tiranía de las élites en la educación. El Internet, Bloomberg, Lexus-Nexus y fuentes similares de información electrónica, han dejado salir al genio de la botella por segunda vez al colocar información en las manos de cualquiera que tenga acceso razonable a los sistemas de educación pública, aunque ciertamente todavía no en una proporción igualitaria.
La verdadera avalancha de información que puede explorarse a través del Internet y de otras bases de datos electrónicas, amenaza nuestras mentes de la misma manera en que las visitas inmoderadas y frecuentes a un suculento buffet chino amenazan nuestro sistema digestivo. Atiborrarse en «Fu Lam City» puede provocar un «movimiento Maalox»; atiborrarse en el comedor de Internet puede producir un «movimiento Microsoft», que sería exactamente igual de doloroso.
Daré un ejemplo. Hace algunos meses preparaba una clase sobre cómo hacer negocios en Vietnam, lugar donde nunca he estado. Varios de mis alumnos investigaron, en un par de horas, la política económica de Vietnam, las estadísticas del comercio, el sistema legal, la convertibilidad cambiaria y demás. En muchos aspectos, sabían más que yo sobre Vietnam.
¿Entonces que valor añadí? Esa mañana entré al Internet (así es: no tengo remedio). Y al igual que ellos, encontré tres distintas tasas de desempleo en Vietnam: desde una del 2.9 % en la página especial del gobierno comunista, hasta otra del 27.6 %, calculada por un economista vietnamita que trabajaba en Harvard. Pregunté a mis alumnos si era importante saber cuál cálculo era el correcto. ¿Afectaría ello la decisión de invertir en el ensamblaje de automóviles en Vietnam? ¿Cuál era el nivel crítico? De paso, ¿qué tan bueno pensaban que era el equivalente vietnamita del Anuario Estadístico de Canadá? ¿Venía eso a cuento? Creo que en el caso que estudiábamos, aprendieron más sobre la importancia de usar estadísticas válidas al tomar decisiones de dirección, ya que habían usado «información» sin reflexionar sobre su validez.
Fuentes del conocimiento
Una consecuencia de ser educado en una escuela pública inglesa fue recibir mi dosis forzosa de conocimientos, arrojada sobre mí por profesores autócratas, didácticos, categóricos y absolutamente pedantes. Aunque recuerdo poco lo que sucedió ayer, aún puedo conjugar el subjuntivo pluscuamperfecto de la mayoría de los principales verbos en latín. Mis profesores tenían acceso a la fuente del conocimiento y controlaban nuestro acceso a ella. Determinaban lo que debíamos saber, con qué información podíamos trabajar y con cuál no, y solamente con mucha dificultad podíamos tener acceso a otra información ¡Tenían el poder!
Sin duda alguna, la tecnología reemplazará la enseñanza que sólo transmite hechos. Cuando se trata de presentar hechos en una forma impactante, entretenida, completa y precisa, es difícil superar una presentación de multimedia, especialmente las que usan técnicas avanzadas «de juego», cada vez más a la mano en el Internet. Incluso es posible que ciertas teorías puedan enseñarse con multimedia, sobre todo cuando se las puede expresar en la forma de reglas sencillas.
Tuve mucha suerte de que se me criara con otra dimensión más en mi educación: la tradición del Talmud, en la que niños de ocho años discuten con ancianos de ochenta acerca de cosas que parecen intrascendentes, pero que han sentado las bases de las creencias fundamentales de la humanidad a través de los tiempos. Sin saberlo, fui expuesto a lo que llamamos el método socrático, en el cual el instructor o facilitador echa mano no sólo de su fuente de conocimientos, sino que apela a la de sus alumnos: sus experiencias, sus perspectivas. Los motiva a discutir diferentes puntos de vista, con la creencia y la fe de que ellos mismos articularán sus propios modelos para formarse un criterio acerca de esos asuntos. Este método ha sido central en el enfoque de la Escuela de Negocios Ivey durante mucho tiempo, al igual que en la Escuela de Leyes de Harvard, donde comenzó, y después en muchas escuelas de negocios y otras instituciones educativas.
Pero el método socrático tiene limitaciones prácticas. En forma inevitable, el profesor cuenta con muchos más conocimientos que sus alumnos. El profesor es una persona instruida, tiene acceso a información para demoler cualquier hipótesis, de hecho, ¡hasta puede inventar alguna si es necesario! Pero, antes, el alumno tenía poca experiencia y, si somos realistas, limitado acceso a la información. Debía ir a una biblioteca, dominar el sistema decimal Dewey, pedir libros de otros lugares, hacer complicadas investigaciones comparando literatura especializada y demás.
Ya no: ahora los alumnos pueden tener, tendrán y tienen acceso a la misma «fuente de conocimientos» que su profesor. Más aún, si tienen acceso a la tecnología moderna y a las instalaciones para usarla, de las cuales por desgracia muchos profesores carecen, tendrán acceso a más conocimientos. ¿Cuál será el papel del profesor cuando todo mundo esté empapado de tal diluvio de conocimientos?
Aquí es donde el profesor debe convertirse en un educador de verdad. Lograr que todos se beneficien con el acceso, no sólo a la información que está en la mente del profesor, sino a las experiencias colectivas de otros alumnos y de quienes están representados en el acervo total de conocimientos que se encuentra al alcance de todos, exige facultades excepcionales para comunicar y motivar, así como humildad y dedicación hacia la experiencia de aprender. La frase «no lo sé», se ha convertido en la más usada en mi vocabulario de profesor, seguida de cerca por «¿cómo se te ocurre que lo indaguemos?».
Desarrollar a la gente
Llevar los pensamientos de mucha gente a nuestras pantallas de radar ha sido otro gran avance en la tecnología de la información. Nos es posible leer, ver y escuchar las ideas y puntos de vista de otras personas en forma casi inmediata sin la censura de los «editores», sin importar lo benignos que puedan ser.
Un ejemplo: en nuestro tiempo, uno de los mayores debates morales y prácticos gira alrededor de la doctrina de la participación constructiva, se trata de decidir si deben o no hacerse negocios con países dirigidos por sistemas políticos que nosotros llamamos represivos, y en donde nuestra concepción de los derechos humanos no parece valer.
En nuestro curso «Ambiente global en los negocios», cuyo fin es informar a los alumnos de las principales fuerzas políticas, económicas, sociales y tecnológicas que configuran la actividad empresarial del planeta, el tema se maneja usando el caso de una firma que planea hacer negocios en Myanmar y está preocupada por la respuesta de sus clientes. Veamos cómo la tecnología se puede usar para ilustrar el debate.
Mi clase comienza a las 8 a.m.; a las 7: 00 entré al Internet (sí: ¡la producción a tiempo ha llegado a las universidades!) y pude sostener una entrevista vía audio con líderes disidentes de Burma, me enteré de las reacciones de firmas como Pepsico ante el llamado a retirar inversiones, y presencié animados intercambios entre los protagonistas de ambos bandos: aislamiento contra participación constructiva. Mi papel como educador es buscar esta información y presentarla de manera que estimule el pensamiento, forme la opinión y transforme meros comentarios en argumentos convincentes. Pero tengo que hacer todo esto completamente consciente del hecho de que cada alumno en mi clase tiene el acceso a la misma información.
Educación y desarrollo
¿Por qué habría de reunirse la gente para aprender, si hay tanto material informativo disponible y CD-ROMS que ofrecen todos los consejos de los gurúes de la administración? La famosa educadora italiana María Montessori (1870-1952), resumió esto al señalar que: «Si la educación va a concebirse siempre sobre las mismas líneas anticuadas de una mera transmisión de conocimientos, no se puede esperar que mejore gran cosa el futuro del hombre. ¿De qué sirve transmitir conocimientos, si el desarrollo total del individuo permanece trunco?».
Un antiguo profesor del Colegio Eton en el siglo XIX, William Johnson Cary, también señaló el tema al referirse a las grandes escuelas:
«…) se asiste a una gran escuela no tanto por el conocimiento sino por las artes y los hábitos: por el hábito de la atención, por el arte de la expresión, por el arte de asumir una nueva postura intelectual con sólo un momento de anticipación, por el arte de penetrar rápidamente en el pensamiento de otra persona, por el hábito de someterse a la censura y a la refutación, por el arte de expresar el acuerdo o el desacuerdo de una forma medida, por el hábito de apreciar los detalles más nimios de la precisión, por el arte de lograr lo que es posible en un tiempo dado, por el buen gusto, por el discernimiento, por la valentía y la sobriedad mentales».
El verdadero valor de la educación no está en lo que se aprende, sino en cómo se desarrolla uno.
Ese desarrollarse es una interacción social. Se da en grupos, en salones de clase, al tomar una taza de café y frecuentemente ocurre a lo largo de un lapso. Exige que se desenvuelva no sólo el conocimiento, sino también la capacidad crítica. Requiere entender, ver y sentir el impacto de la destreza y la aptitud en desarrollo de una persona con otra. Vivir juntos, competir y cooperar unos con otros en muchas tareas diferentes mejora, con frecuencia, ese desarrollarse. Y ya que hablamos de dirigir, esto requiere el despliegue de aptitudes sociales que florecen de la mejor manera cuando la gente trabaja junta en un programa, no cuando está sentada en casa interactuando con discos compactos o dirigiendo juntas por el Internet.
Promesa tecnológica en el proceso de desarrollo
Uno de los avances clave que aprovechamos en la Escuela Ivey son las videoconferencias económicamente accesibles y con calidad de estudio. Ello nos permite ofrecer nuestros programas altamente interactivos, basados en estudio de casos, tanto en la modalidad de «alta» como de «baja» tecnología. Nuestra modalidad de baja tecnología es el salón de clase, la de alta tecnología es el mini estudio para videoconferencias.
Las ventajas de trabajar con la modalidad de alta tecnología son evidentes: podemos traer la institución al alumno y el alumno a la institución. Y podemos lograrlo sin sacrificar la interactividad, con tal de estar dispuestos a invertir en altos niveles de tecnología. Al usar la tecnología podemos llevar el mundo a los alumnos y llevar a los alumnos al mundo.
La tecnología nos permite llegar a personas que nunca hubieran podido tomar un programa como el nuestro, gente que no tiene el tiempo de regresar a la escuela o que de veras necesita integrar su educación con su lugar de trabajo.
Pero nos percatamos de que, aun con el mejor sistema interactivo de videoconferencias en el mundo, respaldado con Internet y el correo electrónico, todavía necesitamos una fuerte dosis de contacto persona a persona. Por lo tanto, contamos con períodos residenciales de estudio en nuestras instalaciones del Spencer Hall, así como grupos que se reúnen en varias partes del país. De acuerdo con nuestra experiencia, la «alta tecnología» debe ir a la par de un «alto contacto» humano, si en verdad han de darse el aprendizaje y el desarrollo reales.
Tecnología y maestría en dirección de empresas
La tecnología permitirá a la educación, en el área de los negocios incluyendo la maestría en dirección, llegar a los alumnos «justo a tiempo» y «en el lugar adecuado», lo cual es una bendición para conciliar la necesidad de prepararse con las limitaciones reales de encontrarse trabajando. La interacción y la comunicación constantes con los educadores, facilitada por la tecnología de las telecomunicaciones y por diversas relaciones de apoyo, se desarrollará entre las instituciones educativas y las empresariales. Los alumnos que no tenían tiempo para estudiar un posgrado, ahora pueden sacar provecho de lo mejor que existe, en un momento y un espacio posible para ellos. Se ha hecho viable el concepto de preparación y educación en el lugar y tiempo adecuados y, dentro de los próximos dos años, será perfectamente costeable.
La combinación de tecnología de telecomunicaciones con tecnología de la información, ha hecho de la red educativa una propuesta realista. Por primera vez, un grupo de veinte ejecutivos canadienses puede reunirse con un grupo de veinte ejecutivos mexicanos en un «salón de clase», compartiendo profesores, experiencias y perspectivas sobre cómo hacer negocios en toda América. Esas redes serán ricas fuentes de información y ampliarán las perspectivas mundiales a nivel individual.
Todo ello es bueno. Dudo que en el tiempo que viva, la tecnología llegue a reemplazar los programas de maestría en dirección tal como los conocemos, pero seguramente los cambiará, y si somos selectivos respecto del instrumento tecnológico a utilizarse, los enriqueceremos. En este sentido, es probable que nuestros estudiantes y las empresas que los patrocinan nos hayan de conducir, como educadores. Debemos estar bien dispuestos a seguirlos, si queremos cosechar los beneficios de la tecnología.