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Al rescate del maestro líder

EL PROFESOR: LÍDER DE CALIDAD

La capacidad de liderazgo del educador es esencial ante los nuevos retos de la enseñanza. Sus responsabilidades y objetivos son muy amplios, pues exigen de él un papel decisivo en la configuración de la personalidad de sus alumnos: los informa, forma y transforma -nunca manipula- , influye en ellos por lo que dice, hace y es, por sus conocimientos, personalidad e integración en la sociedad.
De modo que, para recuperar el verdadero papel del educador, todos los profesores deberíamos convertirnos en líderes. En este sentido coincidimos con Foster al entender que el liderazgo no es un papel o posición separada y asumida bajo circunstancias específicas, sino que es inherente al papel del profesor como profesional. El compromiso con el liderazgo debe infiltrarse en los profesores que se preparan para entrar en la profesión.
En el libro Líderes. Perfiles y recuerdos de los hombres que han forjado el mundo moderno1, Richard Nixon afirma que «los grandes líderes son truenos que hacen retumbar la historia» y describe lo que para él constituye la esencia del liderazgo: «para que se dé hace falta un gran hombre, un gran país, una gran causa».
Las situaciones ordinarias y extraordinarias requieren un líder. La historia está llena de esos liderazgos carismáticos que han pasado a la literatura, amados u odiados, pero siempre allí, en aquellos tiempos, lejanos y, actualmente, inoperantes.
Pero hay otros que quizá no tendrán hueco en la historia: «no es un liderazgo de menor entidad el ordinario -son palabras de Carreño-2. Puede que tenga una repercusión muy limitada, en menos gente, pero esos pocos han sacado para ellos más satisfacción y provecho para sus vidas que todos los grandes liderazgos históricos».
Esta debe ser la situación del profesor comprometido, entusiasmado y preparado para ejercer su rol. Quizá no sea el tipo de líder del que hablaba Nixon y no sea ese «trueno que haga retumbar la historia», pero indudablemente en su ámbito será un gran hombre, en un gran «país», con una gran causa, que «dejará impresiones imborrables en las personas que los conocen».
El reino de un profesor es su aula. De alguna manera todo lo que ahí sucede depende de él, por eso debe incorporar a la enseñanza la cultura de la calidad total; en ella el factor humano es el elemento central en la conquista de una mayor calidad de educación. Los pilares del liderazgo de calidad en la educación estarán constituidos por la visión, la misión y los valores del profesor que aportan una identificación de conductas del liderazgo.
¿SE NACE O SE HACE?
Los términos de liderazgo y líder se han utilizado para referirse a funciones, situaciones y fenómenos diversos. Designan la influencia positiva que impulsa a un colectivo para llevar a término sus propósitos, conseguir objetivos, mantener un buen funcionamiento integrado en el entorno donde ejercen su actividad, etcétera.
Con frecuencia se trata de un liderazgo ligado al uso del poder, en el que de alguna forma se apoya. Nixon manifiesta en su libro algunos rasgos de la personalidad de hombres que contribuyeron a dar un giro a la historia y que dejaron su impronta, traspasando fronteras de tiempo y espacio -Churchill, Adenauer, De Gaulle, Kruschov, Nehru- ; analógicamente, ofrecen supuestos para perfilar y esculpir el liderazgo del profesorado actual.
Para Churchill, una de las características de los grandes hombres es su capacidad de dejar impresiones imborrables en las personas que les conocen. De Gaulle afirmaba que «nada realiza más la autoridad que el silencio» y, refiriéndose al silencio fecundo, señala que es la virtud suprema de los fuertes.
La sociedad actual necesita hombres y mujeres que ejerzan el liderazgo. Como señala Peter Druker, «la empresa moderna debe ser un sistema de liderazgo. En cada grupo humano, por pequeño que sea, es necesario un líder que la promueva, impulse y genere nuevas expectativas en sus colaboradores».
Pero el liderazgo no es una cualidad innata y peculiar sólo de algunas personas. Los líderes no nacen. Puede decirse que al nacer -afirma Corominas3- más de 80% de las personas podrían serlo en función del crecimiento y desarrollo de sus capacidades.
Toda persona, al establecer contactos en los diferentes entornos de su existencia, se encuentra con circunstancias en las que otros necesitan de su capacidad de ponerse al frente del grupo; es visto por los demás como quien se encuentra en el lugar adecuado, en el momento oportuno y posee las herramientas personales y profesionales para ejercer esa tarea: el liderazgo es, pues, una cualidad que se adquiere al asumir la responsabilidad de gobernar, educar, dirigir a otros que aceptan su autoridad.

LIDERAZGO VERTICAL Y HORIZONTAL

Bernard Shaw define al líder como el integrante de un grupo que influye positivamente sobre los demás miembros; a quien se desea ver ejerciendo una responsabilidad que se plantea como decisiva y, con frecuencia, esencial para un determinado colectivo. El liderazgo es una cuestión de valores y coherencia práctica de ellos. Ser líder implica poseer y sembrar valores sociales positivos; ser, en definitiva, una gran persona.
Se conoce como la «teoría del gran hombre» o liderazgo vertical -de arriba abajo- la del individuo extraordinario y triunfante, de algún modo excluyente de los demás, según la cual el líder es una persona superior al resto y, posiblemente, con absoluta independencia.
¿Dónde radica esa autoridad? Se ha afirmado que el liderazgo no es una cualidad sino una relación. El líder encarna virtudes y valores de modo tan excelente que trascienden su entorno personal, generando respeto y admiración.
Es justo resaltar aquí el valor del individuo en el liderazgo. La persona no admite ningún sustituto válido, y liderar -como pensar, amar o dirigir- es una actividad específicamente personal. Los grandes líderes lo son porque ¾ cito a Guido Stein¾ «han sabido allegar un equipo de gente, un todo que suma más que las partes por separado, y levantar una organización que funcione y funcione bien»4.
Los cambios estructurales de la sociedad actual no son ya tarea de un único gran hombre, sino producto de la suma de muchas voluntades. Stein recoge la propuesta que hace Rost en Leadership for Twenty-First Century como definición relacional del liderazgo para el siglo XXI: «Liderazgo es una relación de influencia entre líderes y colaboradores, que buscan cambios reales que ejercen intereses mutuos».
En el nuevo milenio se impone este liderazgo horizontal que supone la interacción del colaborador con el líder: liderar hombres no es empujarlos, utilizarlos o hacerse cómplice de sus deseos. Es dirigirlos contando con ellos, con su elección y aprobación. El líder conduce a una meta aceptada, querida y beneficiosa para sus seguidores. Ninguna persona -afirmaba Lincoln- lidera bien a otra sin su consentimiento.
El líder cabal centra su actuación en el compromiso con los demás, trata a su gente con respeto y hace que su dignidad quede siempre intacta. Sabe que la conducta es la manifestación externa; parte de la realidad, pero también conoce que cada persona posee una interioridad, vive un mundo íntimo velado a la observación de los intrusos y ahí residen las causas de su comportamiento.

PERFIL DEL LÍDER

Lo que mejor define a un líder es su capacidad de captar seguidores ante una oferta válida y motivadora. Esto se logra con fundamento en el trabajo, la coherencia y el respeto a ciertos valores. Por su importancia y transcendencia en la configuración del líder, querría resaltar algunos de ellos:

  • Sinergia: capacidad de mejorar casi todas las situaciones en las que intervienen. Los líderes tienen prestigio. Son muy productivos. Al trabajar en equipo desarrollan sus propios puntos fuertes.
  • Visión: sensibilidad de percepción que permite profundizar en el cambio y sus oportunidades.
  • Generar confianza: consigue que las personas se fíen unas de otras; al mismo tiempo debe confiar en sí mismo, consciente de sus fortalezas, debilidades y carencias. Confía en los demás y da confianza.
  • Ser positivo: la función de construir, que debe ejercer el líder, cuenta con el esfuerzo de todos; por eso conviene hacer irrelevantes las debilidades y eliminar carencias por medio de la formación.
  • Ética: cualidad básica de un líder. La ética reside en las personas y se relaciona directamente con los propios valores.
  • Emprender e innovar: iniciar nuevos caminos, ampliar las expectativas, ir siempre adelante aceptando el riesgo sin buscarlo, atacando siempre el cáncer de la rutina.
  • Tener fe: creer firmemente en lo que piensa y hace. Ha de ser coherente, generar credibilidad, creer en la gente y en sí mismo. Debe fomentar lealtades personales.
  • Estrategia: como arte de encontrar el camino para lograr los objetivos, supone poseer una combinación de intuición, conocimiento y gran dosis de astucia para detectar qué acciones funcionarán.
  • Pasión: poner entusiasmo en lo que hace con el fin de hacerlo y hacerlo bien. Saber poner el corazón en las cosas que realiza y dice.
  • Energía: forjadora de tenacidad; virtud creadora que engendra la serenidad de aceptar lo que no se puede cambiar y el coraje para transformar lo posible.
  • Agradecimiento: capacidad de apreciar. Cuando un líder mira a los demás, visualiza sus esfuerzos y mide su eficacia está obligado a ser agradecido. Es muy motivador el reconocimiento del esfuerzo personal.

Un líder no nace con estos valores, sino que los aprende y practica día a día. Las personas -apuntaba Gandhi- frecuentemente llegan a ser lo que ellas mismas creen ser. El líder debe formarse a sí mismo para poder desempeñar ese papel, no espera que la suerte llegue, sale a buscarla.

LIDERAZGO EDUCATIVO

Recientemente, Inger Enkvist, profesora sueca con amplia experiencia, publicó el ensayo «La educación en peligro»5, donde ofrece una sólida explicación de lo que considera un continuado descenso en la calidad del sistema educativo sueco ¾ muy común a lo que sucede en la mayoría de los países desarrollados¾ y expone las verdaderas raíces del problema.
Cuestiona, sobre todo, cierta visión deformada del alumno que contienen diversos sistemas educativos -junto al vaciamiento del papel y autoridad del profesor que puede conllevar anejo todo este proceso- , como la inusitada valoración de la autonomía, el respeto hasta extremos inadmisibles de su subjetivo ritmo de aprendizaje, los excesos en relación con la motivación y el entretenimiento como exclusivas reglas, la eliminación del esfuerzo ligado a la superación de obstáculos y exámenes, etcétera.
En este sentido me parecen especialmente sugerentes las siguientes afirmaciones de Gray: Si en la anterior etapa se puso el énfasis en la figura del alumno, ahora es preciso apoyar mayoritariamente a nuestros profesores. Es necesario abrir una nueva era en la que recuperemos la figura central del profesor, convencidos de que la calidad de enseñanza depende primordialmente de la altura personal, científica, pedagógica, de los hombres y mujeres que animan nuestra educación.
La referencia al cambio es una constante en nuestra cultura. Esta referencia supone en general una connotación positiva ya que se identifica con progreso rápido y consecución de objetivos deseados.
El papel del profesor ha cambiado profundamente y lo hará mucho más en el siglo XXI. El tipo de sociedad que se perfila exigirá reforzar determinados cometidos, la adquisición de nuevas habilidades, cambios de mentalidad y perspectivas, etcétera. Se tratará de un profesional distinto al que estamos acostumbrados, por lo que debemos reflexionar sobre los componentes esenciales – o valores dominantes- de la función docente, que posibiliten la recuperación del profesor como líder.
El profesor García Garrido afirma que esos componentes no han cambiado ni cambiarán, porque la esencia de los educadores y de la educación no es «cambiable». Por esto debemos referirnos a la necesidad de un liderazgo vertical.
La educación requiere como primer componente una destacada personalidad del profesor, dotada de una gran capacidad de afecto y posibilidades para promover aprendizajes contando con los recursos de nuestro tiempo, inimaginables en épocas anteriores.
Resalta en esa personalidad el extraordinario valor educativo del ejemplo: es evidente que se aprende mucho más por los ojos que por los oídos. Afirmaba Chesterton que los alumnos van a clase a «estudiar a los profesores». La coherencia o incoherencia con las propias convicciones -o la falta de ellas- es algo que el alumno detecta y acusa con particular lucidez.
De cara al futuro, los educadores también inician y llevan a término tareas o valores emergentes, entre los que destaca la labor participativa. En ella debe involucrarse todo profesor. Se trata de la necesidad real de un liderazgo horizontal. Es innegable que hoy existe una cultura de participación profundamente arraigada, que alcanza también a los centros educativos. En la actualidad no puede haber educación eficaz sin un proyecto educativo común, participado y potenciado por todos.
Por su parte, el educador lo será -en el presente y en la perspectiva del futuro- si se compromete seriamente a no dejar de aprender, si vuelve a descubrir que la labor primera y esencial de la cultura es educarse para educar y educar para educarse.

EL COMPROMISO DEL EDUCADOR

La educación es integral y tiene carácter de totalidad, por lo que es necesario evitar cualquier afirmación puntual que pueda confundirse con un reduccionismo. Por ello, y como reflexión personal, quisiera resaltar algunas consideraciones que por su importancia podrían considerarse como parte del compromiso que todo educador tiene -por el sencillo hecho de serlo- con el futuro y, por tanto, con la historia:
1. La sinergia propia del líder, como capacidad de transformar, de mejorar casi todas las situaciones en las que interviene y que conlleva, como consecuencia, la capacidad de transformar la propia existencia y la actividad realizada en momentos llenos de transcendencia. El profesor líder tiene prestigio, inspira confianza y es capaz de integrar a los alumnos y al equipo docente apoyando a todos. Esta cualidad ha sido denominada también como el «milagro del efecto multiplicador»: no sólo el profesor es líder, sino que a su vez descubre y forma líderes.
2. Destacar la relación. El profesor sabe o aprende, más que de ninguna otra forma, de lo que mueve a sus alumnos. Es la capacidad de arrastre fundamentada en la autoridad que emana de la persona, su comportamiento y la coherencia con los verdaderos valores. El liderazgo es una cualidad que se adquiere al asumir la responsabilidad de educar, de dirigir a otros que aceptan esa autoridad, herramienta de trabajo necesaria para liderar, no un invento del que se pueda prescindir.
3. La visión, valor emergente que permite al profesor líder profundizar en el cambio y sus oportunidades, que lleva a abrir horizontes, a descubrir el potencial de las personas para hacer crecer y desarrollar lo mejor de ellos mismos. Educar es ayudar, estimular a cada alumno para que desarrolle al máximo su personalidad, sabiendo que cada ser humano tiene algo de «absoluto». En la tarea educativa, apoyarse en los aspectos más sobresalientes de la persona y dotar a los alumnos de herramientas para que actúen con seguridad y firmeza, conduce al mayor de los éxitos y supone el mejor de los liderazgos.
4. Resaltar la realidad de que las situaciones ordinarias -como el profesional de la educación- requieren de liderazgos que sólo tienen nombre para quienes los disfrutan. Se trata de liderazgos estables en los que las oportunidades de incidir en otros tiende a ser mucho más permanente y, sin duda, menos brillante. Sin embargo son los más transcendentes, los más eficientes y los más satisfactorios.
___________________________

1 Richard NIXON. Planeta. Colección Documentos. España, 1983.

2 Cfr. Pablo CARREÑO. Jefes, líderes y pastores. Ed. AC: Madrid, 1994.
3 F. COROMINAS. Educar en positivo. Palabra, Madrid, 1998.
4 Cfr. Guido STEIN. «Liderazgo renovado» en Nuestro tiempo. no. 558. Pamplona, 2000.
5 Inger ENKIVIST. La educación en peligro. Grupo Unisón. Madrid, 2000.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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