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Educar para el talento

Educación y talento son dos conceptos estrechamente unidos; el primero conduce al segundo.
La educación es un proceso de perfeccionamiento permanente y dinámico de todas las facultades humanas; su objeto es descubrir y desarrollar esos talentos variados que cada uno de nosotros posee en potencia.
Un talento es una aptitud natural para hacer alguna cosa; las dotes personales derivadas de la naturaleza racional, mismas que habrá que desarrollar para construir «el talento».
Todos somos talentosos en potencia. Cada vida humana trae consigo posibilidades profundas de desarrollo, que al contacto con los distintos valores de la cultura dan por resultado vidas genuinas, siempre únicas e irrepetibles.
Día a día se estudia más sobre la estructura y potencialidades del cerebro humano. Sabemos que es como una potente computadora, habitualmente subutilizada. Sabemos también que los primeros años de vida son cruciales para la maduración neuronal que sienta las bases del uso y desarrollo de la inteligencia.
Existen sin duda los «períodos sensitivos», propios de cada etapa evolutiva, que son áreas de oportunidad, en las diferentes edades, para sentar bases firmes de distintos aprendizajes; oportunidades que, de no aprovecharse, pueden convertirse incluso en obstáculos, dificultades para aprendizajes posteriores.
¿NIÑOS SUPERDOTADOS POR ESTIMULACIÓN TEMPRANA?
La llamada «estimulación temprana», tan común hoy en nuestro medio, es un intento de aportar en los primeros años de vida todo tipo de estímulos (sensoriales, físico-motores, afectivo-sociales e intelectuales) que sirvan como detonadores del desarrollo de los talentos potenciales de cada niño.
El niño que a los ojos de sus educadores aparece como «sobredotado» no siempre es el que cuenta con capacidades genéticamente mayores a las del promedio Si reciben una estimulación oportuna y eficiente de todas sus capacidades, la mayoría de los niños supera fácilmente los puntajes medios que se consideran «normales» en la medición del coeficiente intelectual.
Sin embargo, sobreestimular puede traer consecuencias lamentables: niños hiperactivos en ambientes familiares más bien pasivos, donde la ansiedad del pequeño por el movimiento y el cambio choca con la expectativa de la madre de «entretenerlo» toda la tarde viendo TV; problemas de disciplina en el hogar y el aula, que ni padres ni profesores están preparados para encauzar; aprendizajes prematuros y forzados que ocasionan desequilibrios en la maduración integral o entorpecen otros aprendizajes que deberían enlazarse, etcétera.
La educación para el talento es un reto pedagógico que supone preparación y prudencia por parte de los educadores; la estimulación debe ser temprana pero nunca prematura; cada edad supone retos que afrontar, sin quedarnos cortos en detrimento del desarrollo del talento personal, pero sin sobrepasar los límites naturales, pues se rompe el equilibrio de la personalidad completa.
Por ejemplo, un niño que aprende a leer a los tres o cuatro años de edad, es muy probable que sólo haya conseguido descifrar el código de escritura pero no interpretar intelectualmente el mensaje que expresa. Habituarse a descifrar y pronunciar los signos de escritura con independencia de la comprensión de los mensajes es un mal inicio de aprendizaje de la lectoescritura.
Hay niños que tardan muchos años (incluso más allá de la secundaria y preparatoria) en leer y comprender simultáneamente, y por ello no disfrutan la lectura ni les deja nada lo que «leen». Suponen que estudiar es memorizar una serie de datos a base de sucesivas «leídas» a un texto, pero no pueden explicarlo con sus propias palabras Y menos aún emitir un juicio u opinión sobre el mensaje o aplicarlo a situaciones concretas.
Es alarmante solicitar a los alumnos que lean en voz alta ¡aun en educación superior! y constatar que tartamudean, se comen signos de puntuación e incluso «leen» unas palabras por otras Si así está su nivel de lectura, ¿cómo estará el de comprensión, y por ende, su motivación hacia el estudio? Más grave aún: ¿para qué les servirá en la vida su paso por la escuela?

MADUREZ INTEGRAL

Volvamos al caso del niño que aprende a leer a los tres años, si responde a niveles de madurez reales de su ser, el aprendizaje se da prácticamente solo y siempre unido a la comprensión, pues lo que conduce al niño a descrifrar los signos gráficos es precisamente la captación intelectual de un mensaje escondido en la escritura. Ése es el caso del niño «sobredotado», quien logra por sí mismo niveles de madurez y aprendizaje que otros consiguen años más tarde con esfuerzo y dificultad.
Pero aún en ese caso de auténtica madurez intelectual temprana es común que no existan los mismos avances en la madurez emocional, social o físico-motora. Por ello es un error intentar saltarse etapas escolares y clasificar al niño en cursos superiores basándose únicamente en el desarrollo sobresaliente de un talento determinado. La clasificación de los alumnos en grupos escolares debiera hacerse por niveles de madurez integral, valorando la personalidad completa.
Por eso hablamos de la educación para el talento el del ser total, no para los talentos desarticuladamente.
Pertenecer a un grupo escolar de edad cronológica distinta a la propia, de entrada implica una desubicación socio-afectiva. El crecimiento físico y la maduración sexual no se acelerarán automáticamente por poseer una especial capacidad intelectual; los intereses sociales de los compañeros obedecerán a la madurez integral de la etapa evolutiva en que se encuentran.
Idealmente, el currículum escolar debería ser flexible, de modo que facilitara ubicar a los alumnos en distintos grupos para diversas actividades, según sus capacidades; al menos debería incluir siempre talleres «co-curriculares» que, paralelamente al desarrollo del curso escolar de un grupo, facilitaran descubrir, valorar y atender las necesidades educativas especiales, altas o bajas, de todos los alumnos.
Esto, que parece una utopía pedagógica, es factible en la medida que los educadores su actitud hacia la docencia se centren en la esencia del proceso educativo: «Dar al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que son susceptibles» (Platón).
¿EDUCANDOS SUBNORMALES?
Dijimos que el talento es el conjunto de dotes personales, únicas e irrepetibles, derivadas de la naturaleza racional de cada ser humano de todos sin excepción. Eso significa que no debería hablarse de educandos «subnormales», los parámetros de normalidad corresponden al perfil irrepetible de cada uno, al conjunto de posibilidades y limitaciones de su naturaleza.
La costumbre de clasificar a las personas en índices de «normalidad», a través de estándares estadísticos, choca con el reconocimiento de su dignidad como seres únicos e irrepetibles. El concepto de cada educando se agota en sí mismo. Nadie puede ser por otro la persona que potencialmente es cada uno.
Alentar expectativas altas ante un educando con capacidades bajas lo eleva por encima de predicciones de subnormalidad, igual que induce a la mediocridad mantener expectativas estándar ante educandos con capacidades altas.
La personalidad, recordemos, se forma con dos componentes básicos: herencia genética y educación. El ser humano no trae su historia escrita al nacer, la escribe él mismo con su propio esfuerzo.
La genética no lleva la última palabra en el desarrollo del talento, corresponde a los sujetos del proceso educativo (educando y educadores) afrontar el reto del propio desarrollo al aceptar nuestras aptitudes como son, sin comparaciones que nos devalúen y sí, en cambio, con expectativas muy altas de nosotros mismos
¿PUEDE «CLONARSE» EL TALENTO?
Atender a la diversidad humana desde el punto de vista educativo es un reto pedagógico que debe llevar a padres y maestros a descubrir los intereses, aptitudes y necesidades de cada educando y a brindarles oportunidades de estimulación y desarrollo a la altura de sus circunstancias personales.
En un reciente congreso sobre educación por el talento, el doctor español Lorenzo Tebar expresaba: «El reto de la pedagogía para la diversidad es una revolución que no se ha dado; la igualitaridad en la escuela homogeiniza “con promedios a la baja”, en lugar de impulsar a estar ubicados en “promedios a la alta”».
Esto nos lleva a pensar que la educación para el talento supone esfuerzo y exigencia de educandos y educadores. «En educación, más vale que las metas nos parezcan altas, a que se quedan cortas».
La atención a la diversidad humana une la irrepetibilidad de educando y educadores en un proceso genuino, siempre original, siempre nuevo, de valor personalísimo.
La persona adquiere y desarrolla mucho más de lo que hereda gracias a su distinción como especie: la naturaleza racional, compuesta de dos facultades básicas inteligencia y voluntad. Por la primera conoce y por la segunda decide, y ambas realidades son únicas e irrepetibles en cada ser.
Tenemos un ejemplo claro en los casos de gemelos monocigóticos, cuyo origen biológico es la unión de un solo espermatozoide con un solo óvulo que se fracciona en dos desde las primeras etapas. Su carga genética es exacatamente la misma, y sin embargo, a medida que crecen, cada uno presenta diferencias conductuales e incluso corporales, derivadas de influencias distintas recibidas del ambiente y de respuestas también distintas personales ante ese ambiente. Al grado de que un gemelo podría llegar a ser santo y el otro delincuente; uno sano y otro enfermizo; uno satisfecho y otro insatisfecho de la vida. ¿Por qué? Por el ejercicio personal y único de su inteligencia y voluntad.La clonación no iguala lo que es único e irrepetible por naturaleza espiritual. Se podrá clonar la materia pero nunca el espíritu, pues justamente su característica esencial es la irrepetibilidad.

VOCACIÓN Y ENTREJUEGO DE TALENTOS

La vocación magisterial forma parte del talento de cada profesor. Es ese conjunto de intereses, aptitudes, circunstancias de vida, ideales, que nos hacen «capaces de» ejercer una función educativa; reflejan nuestro propio valor personal aplicado a una función social.
Cada maestro es también irrepetible nadie puede ser por cada uno de nosotros el educador que potencialmente podemos ser.
La irrepetibilidad de maestros, directores, preceptores y padres de familia influirá también en el modo de descubrir, motivar y desarrollar el talento de cada uno de sus educandos.
La eficiencia del proceso educativo se da en el entrejuego del talento de educandos y educadores. Corresponde a los educadores iluminar la amplia gama de valores que pueden desarrollar el talento de los educandos y motivarlos a esforzarse en ello.
Respeto, conocimiento, confianza, motivación y ejemplo son ingredientes del maestro que con y por vocación pone en juego su talento para desarrollar el de los alumnos. A su vez, cada alumno tiene su propia vocación: un llamado interior a ser esa persona que sólo a él le toca ser. Llamado que deriva también de su perfil de intereses, aptitudes, necesidades especiales, circunstancias de vida, valores asimilados
La vocación se descubre a la vez que se desarrolla; es «objeto» de la acción educativa al tiempo que reflejo del talento personal de cada educando (hijo o alumno). Por ello es imprescindible tener en mente que, sólo en la medida en que se desarrolle la genuina vocación de cada uno, se estará expandiendo a plenitud su personal talento.
Si la educación es un proceso ascendente de perfeccionamiento humano, educar y educarse significa saber mirar «hacia lo alto» la cima de los valores, apetecerlos en la total medida de nuestras capacidades y fortalecer la voluntad para emprender el ascenso cada día sólo así ha de entenderse «la educación para el talento».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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