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Elemental, mi querido Watson: déficit de héroes

JOVEN, ¿CÓMO NOS ARREGLAMOS?
Estoy hasta las narices de policías obesos, tramposos e irresponsables. Vivo a una cuadra de la Plaza de Toros México y puedo asegurar que casi todo el cuerpo policiaco del DF es una mercancía a la venta. Los tarifas son negociables.Símbolo de la impunidad, de la ausencia de estado de derecho, son los «peseros», señores de horca y cuchillo en las calles de la ciudad de México. Monstruos apocalípticos que están por encima de la ley con la cómplice venia de las autoridades.
La policía mexicana no sólo en el DF extorsiona al débil y sirve al poderoso. Acabo de regresar de Alemania y el contraste no puede ser más patético. Los germanos no desconfían de una patrulla en la madrugada ¿Y en México? ¿Qué padre de familia no teme que un par de judiciales secuestren a su hija un viernes por la noche? Alemania no es una sociedad de héroes, pero hay grados de corrupción.

DÉFICIT DE HÉROES

Andamos escasos de héroes. Incluso nuestros futbolistas nos han salido malos, «sentidos» y arrogantes. De no ser por Pedro Infante, nuestros hijos no tendrían más modelos heroicos que el de los bomberos.
Otros países compensan su déficit de héroes con la literatura policíaca. Las novelas y programas de detectives son la versión moderna de las antiguas gestas heroicas. El detective es el caballero andante; el defensor de viudas y huérfanos en estos castillos de concreto. A falta de ideales caballerescos, la sociedad tardo capitalista se contenta con los policías de Nueva York y Scotland Yard.
Auguste Dupin, personaje de Edgar Allan Poe, y Sherlok Holmes, de sir Conan Doyle, inauguraron la tradición de heroicos detectives. Detrás de ellos viene Hércules Poirot, Nero Wolfe, Ellery Queen, el comisario Maigret y ya no hablemos de las series de televisión, The Sentinel, The District, Crime Scenes.
¡Oh sorpresa! Termina nuestra sesión de TV. Regresamos al mundo y vemos una gran mole abatida, «la realidad real». Vivimos en un mundo plano, sin ideales. Las personas juegan con mini-héroes de goma, son pseudo-héroes, casi anti-héroes. Ya no somos testigos de hombres y mujeres ilustres y famosos por hazañas o virtudes.
Nuestros héroes ahora son pegostes de la imagen del Rey Presley y de la rubia de vestido y tacones rojos, la Monroe. ¡Vaya héroes que nos hemos hecho!, sin virtudes y osados sólo para la pose.

PARA LEER MIENTRAS SUBE EL ASCENSOR

Sherlock es el típico personaje parricida. Doyle no pudo liberarse de la sombra del detective; la popularidad de Holmes opacó al autor. Algunas de las aventuras de Holmes fueron pensadas como novela de entregas por capítulo (usar y tirar). Son antecedentes de las series de televisión (no te pierdas la nueva temporada de Sony Entertainment).
Los relatos de sir Conan Doyle gozan hoy del reconocimiento de los críticos sin haber perdido su condición de best seller. Sus libros han sido traducidos a más de cincuenta idiomas. Holmes es personaje de la radio, el cine y la pantalla chica, su autor llenó las arcas gracias a la intriga.
El detective es atlético, astuto, seguro de sí mismo. La personalidad de Holmes contrasta con la de su inseparable amigo Watson, médico herido durante la invasión inglesa a Afganistán (la del siglo XIX).
El enemigo mortal de Holmes es el doctor Moriarty. Al igual que el doctor Lecter (The Silent of the Lambs), Moriarty es el clásico villano inteligente, perverso y educado.
Holmes es una colección de tics y manías. Toca mal el violín, es morfinómano, obsesivo y excéntrico, pero defiende a los pobres y el honor de las mujeres. Duro con los prepotentes, comprensivo con los débiles, el detective sirve con la espada de su ciencia las causas justas.
El éxito de los relatos de sir Conan Doyle es la prueba fehaciente de que los lectores no siempre queremos «libros de Premio Nobel». Holmes nos cae bien porque es un héroe romántico, porque combate la injusticia, porque es el triunfo de la razón sobre la arbitrariedad, porque no se corrompe ni se vende. En la épica detectivesca, los buenos ganan y los malos son encarcelados.
¿BAKER STREET EN NARVARTE?
Holmes vivió en un país civilizado: el correo inglés es expedito, la policía es diligente y honesta, el transporte es eficiente. En la patria de sir Sherlock Holmes las instituciones funcionan. Al menos así las pinta el autor. ¿Podría resolver Holmes algún misterio en México? ¿Cómo sería visto el detective por los agentes del ministerio público? ¿Qué deduciría al percibir el aroma a chiles jalapeños en un juzgado? ¿Podría identificar un taxi pirata antes de abordarlo? ¿Sabría «aceitar» la maquinaria para obtener los datos?
«Algo está podrido en Dinamarca», exclama Hamlet. Escucho a los patrulleros, observo al motociclista, visito una oficina del ministerio público y me lleno de rabia, de tristeza, de temor, de asco.
Un país vale lo que vale su policía. Y la nuestra ni siquiera puede controlar a las señoras que se estacionan en doble fila afuera de las escuelas o a los «peseros» que «hacen parada» a media calle. ¿Y así queremos competir en la sociedad de la información?
En nuestro país, si el letrero encima de un grifo dice «Agua potable», sólo podemos deducir que alguien sabe escribir. Otra conclusión es especulación pura. Para los mexicanos nada es elemental, mi querido Watson.
Nuestra inteligencia azteca nos muestra la (im) perfecta realidad: Holmes es fantasía literaria, y lo que él hacía, eso, es imposible. ¿Verdad mi comandante?
P.D. Para que no digan que soy solamente destructivo, hago una propuesta positiva. Si usted maneja auto, ceda el paso al peatón. Si camina, cruce por la esquina. Estará haciendo la revolución en México.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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