Hace poco, los índices de la OCDE exhibieron dolorosamente una llaga que los mexicanos conocíamos bien pero nos resistíamos a mirar: las graves carencias de la educación en nuestro país. Y es que por muchos años la formación de niños y jóvenes se trastornó en aras de ideologías varias o de teorías pedagógicas parciales que acentuaban en exceso unos aspectos y olvidaban o descartaban deliberadamente un ideal único que diera razón de ser a lo demás.
Cuando Romano Guardini recibió en 1962 el premio al Mejor Humanista Europeo, pronunció en Bruselas una conferencia sobre la tarea actual de Europa. Su conclusión en pocas palabras fue: «Europa supo crear a lo largo de varios siglos una impresionante cultura del dominio. Su tarea actual consiste en configurar una cultura del servicio».
Bien puede ser ésta la clave que dé unidad a todo el quehacer de educadores, padres, comunicadores de cualquier tendencia o credo. Así como consideramos un avance que las sociedades se gobiernen por la vía democrática en vez de imposiciones, que leyes racionales y no la fuerza bruta ordenen el paisaje humano, que los derechos humanos hasta hace pocas décadas desconocidos se difundan y respeten; podríamos aspirar a esa cultura de solidaridad, al ideal de la ayuda mutua como un gozne que una las actividades humanas, en vez del dominio.
Estamos hartos de repetir cómo los medios de comunicación y la desazón de muchos ambientes nos acosan con ideas, informaciones y flashazos sobre realidades inconexas y dispersas. Sólo hay una vía para ordenar ese caos: encontrar un criterio común que sirva a todos de pauta para distinguir lo importante de lo trivial, lo benéfico de lo nocivo y en razón de ese principio dotar a niños y jóvenes de una clara capacidad de discernimiento y fortalecer su voluntad al proponerles un ideal de vida capaz de entusiasmarlos.
Disponemos de una clave decisiva para orientar fecundamente la enseñanza y otorgar a la vida todo su relieve. Superar límites por medio de una tarea conjunta facilita vincular la solidaridad con la libertad e independencia.
Si adoptamos como objetivo la unión y solidaridad, nuestra actitud será fundamentalmente generosa y los grandes temas de la convivencia humana -tolerancia, paz, justicia, salud, igualdad de derechos…- se darán como consecuencia. Además, aunque la educación arrastre tantas fallas, sabemos bien que una fortaleza del pueblo mexicano es la generosidad, de modo que podemos aspirar a los primeros lugares en otro tipo de competencia internacional y ser incluso líderes.