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Investigar o morir. ¿México un país viable?

A Ana Rosa y Matilde, colegas en la ciencia y camaradas de infortunios.

DONT CRY FOR ME ARGENTINA

Seguimos los pasos de Argentina… bueno, no del todo. Argentina fue un país rico y México no ha dado una desde que a Cuauhtémoc le quemaron los pies.
La economía argentina durante el siglo XX se sustentó en la exportación de carne y trigo. Lamentablemente, este modelo de desarrollo caducó por dos motivos. Primero, el populismo alegre e improductivo de Juan Domingo Perón y su amada Evita. Segundo, en la sociedad de la información no se puede competir exportando churrascos y futbolistas.
Ya cumplimos con el primer requisito. Sufrimos sexenios de populismo y nos endeudaron irresponsablemente. Olvidamos que no se debe gastar más de lo que se gana. Estamos dando ahora el segundo paso al abismo: no producimos conocimiento.
MUCAMAS Y BRACEROS
México exporta materia prima (petróleo, jitomate) y mano de obra barata (braceros, maquiladoras, beachboys, odaliscas). El valor añadido que generamos es ínfimo, especialmente si consideramos lo que pagamos por patentes, tecnología, derechos de autor, franquicias y otras exquisiteces de la civilización.
Especialmente engañoso es el turismo. Nuestra característica competitiva es el sol radiante y los sueldos bajos de jardineros, meseros, camareras y mozos. Además, olvidamos que casi todas la aerolíneas son extranjeras, que los turistas se hospedan en hoteles extranjeros y que beben agua Perrier y whisky escocés. Nos deja, eso sí, fuentes de trabajo siempre y cuando los salarios sean de tercer mundo.

LOS OBSTÁCULOS DEL PROGRESO

O bien México produce conocimiento o estará condenado a perpetuarse como mucama de las naciones ricas. Tender las camas es dignísimo, pero no está tan bien remunerado como la ingeniería genética. Y tristemente nuestro país no se distingue por sus patentes científicas, sino por un desempleo pavoroso. Lo peor de todo, es que en este maravilloso planeta siempre hay quien está dispuesto a trabajar por menos dinero. Maquiladoras: ¡cuidado con China! Hoteleros: ¡cuidado con Cuba!
El Ejecutivo ha tomado cartas en el asunto. Ya se ha hablado de diseñar una política de Estado para la ciencia o, si se prefiere, de hacer de la ciencia una política de Estado. Magnífico, la ciencia es herramienta para salir de la pobreza.Proyecto tan loable se topa, cuando menos, con tres dificultades:
1. La calidad de nuestra educación (desde primaria hasta posgrado) es deplorable. Guarda proporción con los sueldos de maestros e investigadores. «Tú haces como que me pagas, yo hago como que enseño». Ignoro qué fue primero, el huevo o la gallina, la deficiencia o los sueldos bajos. Enfrentamos un círculo vicioso. Lamentablemente, el Sistema Nacional de Investigadores retrasó en diciembre de 2001 el pago a sus miembros sin que el asunto provocase mayor escándalo que el que provocó la «pipa» de Pemex incendiada en la ciudad de México. Mal augurio para la ciencia. La convocatoria del mismo Sistema para 2002 también ha dejado mucho que desear. Los pocos investigadores de México se han sentido maltratados.
2. La desvinculación entre empresa y academia. También se trata del dilema del huevo o la gallina. No sé qué fue primero, si los empresarios que se convirtieron en distribuidores de productos extranjeros o los investigadores que miran con desconfianza las leyes más elementales del mercado. Tengo la impresión de que los gobiernos burocráticos, autocráticos y paternalistas son los responsables del enanismo mexicano. El ogro filantrópico æcomo Paz denominó al Estado mexicanoæ propició el infantilismo de todos los sectores de la sociedad mexicana.
3. Nuestras burocracias y legislaturas reflejan el nivel educativo de México. El doctorado es un artículo de lujo entre funcionarios y legisladores que æen el mejor de los casosæ aprendieron finanzas y derecho. Difícilmente tendrán sensibilidad para los temas académicos. Por supuesto, estoy generalizando.
¿UN PROYECTO VERTICAL?
Además de estos obstáculos, hay otra cuestión de fondo. ¿Quién diseñará la política científica? ¿Funcionarios desvinculados de la empresa? ¿Los miles de microempresarios que a duras penas sobreviven? ¿Los tres o cuatro empresarios que México aporta a la lista de Forbes? ¿Accionistas que nada saben de investigación y desarrollo? ¿Los burócratas de la cultura? ¿Algún académico despistado? ¿Los diputables expertos en table dance y cabaretes? ¿Una mezcla de estos? ¿Yo?
Si el foxismo es coherente con los principios de libre mercado, la política científica debe diseñarse para que sean los particulares quienes hagan ciencia. En este contexto, resulta absurdo, por ejemplo, gravar con impuestos la educación privada. Al fin y al cabo, los particulares descargan de peso a la SEP y a la universidad pública. También resulta claramente discriminatorio que los académicos de universidades privadas no reciban apoyo económico del Sistema Nacional de Investigadores. ¿No queremos que florezca la ciencia en México?
Resulta incoherente satanizar a la educación pública, a los científicos y académicos cual si fuesen un vulgar grupo de poder como los vendedores ambulantes. Científicos, humanistas e intelectuales han hecho mucho por México. A nuestro país se le conoce en el extranjero por su literatura, su historia, su arte (y también por Chespirito y las telenovelas). Asfixiar las humanidades nos deja los últimos dos ejemplos como carta de presentación. «No matemos lo mejor de lo nuestro» con el pretexto de eficiencia empresarial. ¿Qué sería ahora de la balanza comercial de Italia y España sin su cultura?
La función del Estado es subsidiaria: ciudadanizar la ciencia, las humanidades y la tecnología para desarrollar este país. Nosotros pagamos impuestos, entre otras cosas, para fomentar el desarrollo científico y cultural del país… al menos por eso pago yo.

ALGUNAS ACCIONES

a) Privilegiar la investigación, la creación y la invención. Resulta curioso que nuestros eficaces servidores públicos estén eximidos de pagar impuestos sobre sus aguinaldos y jugosos bonos, mientras que los derechos de autor entran ahora al régimen de cualquier contribuyente. El mensaje es claro: «vivir fuera del presupuesto es vivir en el error».
b) Fomentar la educación privada primaria y media para descargar al Estado de esa o­nerosa tarea. Es un error fiscalizar inquisitorialmente a la educación privada. La participación de la iniciativa privada en educación libera recursos oficiales. El Estado debe subsidiar con nuestros impuestos: 1) la educación para los más pobres, y 2) la investigación que suele ser redituable a largo plazo y que requiere de gran inversión (humanidades y ciencia básica).
c) Mejorar substancialmente los sueldos de quienes se dedican a la investigación. Esto se puede hacer directamente en el caso de instituciones gubernamentales o indirectamente æexenciones fiscalesæ en el caso de particulares. Sorprende que la economía informal reditúe más a quienes se dedican a ella («falluqueros», piratas, ambulantes) que la legalidad fiscal a comercios establecidos, escritores, empresarios, científicos, intelectuales. ¿Usted cree que el presupuesto de Hacienda se colapse si gasta más en ciencia y cultura?
d) Privilegiar los conocimientos científicos en la carrera pública. Los puestos técnicos de la administración pública no deben ser ocupados por «personal de confianza», sino por personal técnico. Los contribuyentes tenemos derecho a que los puestos técnicos estén ocupados por expertos que se ganaron el empleo con sus conocimientos.
e) Privilegiar fiscalmente a las empresas que repatríen investigadores mexicanos residentes en el extranjero, siempre y cuando éstos se dediquen a investigar.

TAMBIÉN EL «TONITO» IMPORTA

La investigación se fomenta con dinero, pero también con valores intangibles como el prestigio social. No sé si el alemán promedio sea más culto que el mexicano, pero de una cosa sí estoy seguro, y es que la academia y la investigación son respetadas en Alemania. Nuevos vientos soplan en la política mexicana, el estilo es más informal y desenfadado, menos retórico y pomposo. El gobierno debe ser cuidadoso, pues la informalidad fácilmente se convierte en descortesía.
Los académicos somos vanidosos y quisquillosos. En general, los científicos y humanistas no pretendemos hacernos millonarios; sí esperamos, en cambio, cierto reconocimiento social. Ciertas atenciones y fórmulas de cortesía son parte de ese vaporoso prestigio que requiere la comunidad académica. No es escandaloso que el Ejecutivo mexicano otorgue el premio Nobel a Fuentes o que pronuncie «Borgués» en lugar de Borges. En todos lados se cuecen habas.En España fue célebre el comentario del ministro socialista Guerra: «Ah, Héctor, nombre bíblico».
¡Insisto! Las confusiones y los errores no son relevantes. Lo grave es considerar que esos deslices carecen de importancia («Bah, simples babosadas»). No olvidemos que a la hora de gobernar «también el tonito importa».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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