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Sin compromiso no hay futuro

Los paradigmas que serán marco y brújula del hombre del tercer milenio hunden sus raíces en el pasado próximo y el presente vertiginoso. Durante todo ese tiempo, la humanidad ha puesto el acento en su capacidad creadora y de dominio: desarrollar la ciencia y someter la naturaleza.
Por eso, el gran reto del tercer milenio será evitar la idolatría de lo material y aspirar seriamente a ser dueños y señores de tan poderosas creaciones; comprometernos a vigilar que el avance científico no destruya los valores propios de la naturaleza humana: su dignidad, espiritualidad, sentido moral, sensibilidad artística, capacidad de amar y, en pocas palabras, su admiración y reverencia a Dios.
Soy un hombre del siglo XX nací en 1918, poco después de terminada la primera guerra mundial, ¡he visto tantas cosas! Desde los fogones de carbón en la cocina, hasta el microondas de mis nietos. Desde los tés y cataplasmas con que me curaron de chico, hasta los antibióticos y mil medicamentos actuales. Desde la revolución rusa de 1917 y la amenaza comunista, hasta su derrumbe con la caída del muro de Berlín en 1989. Desde la persecución religiosa en nuestro país de los años veinte, hasta la amplia libertad para las iglesias acordada en 1992.
No obstante, a la luz de los datos disponibles y mi experiencia, trataré de imaginar cómo podría ser el hombre del tercer milenio, los retos que ha de afrontar, sus aspiraciones y, finalmente, a qué debe comprometerse.
Los avances científicos en las primeras décadas del nuevo siglo serán inimaginables para el común de los mortales. También lo serán sus consecuencias en la vida cotidiana.
En su libro Visiones, el físico Michio Kaku afirma que a finales del siglo XX la ciencia ha llegado a la terminación de una época con descubrimientos fundamentales, desencadenados por revoluciones en informática, física cuántica y genética, que resuelven, en lo esencial, las leyes fundamentales de la materia, la vida y la mente.
Tales progresos traerán ventajas indudables al hombre del tercer milenio. Alimentación, salud, comunicación, trabajo, transporte, educación y muchos otros factores se verán enriquecidos con sus aportaciones. Por ellos, la vida económica tampoco dejará de experimentar cambios radicales.
¿EL OGRO ECONÓMICO?

El hombre del tercer milenio enfrentará el reto de lo económico, ya tan importante en su vida, para evitar que lo desborde y desquicie. Hoy, la febril actividad productiva le resta tiempo y la seducción del consumo suele ser tan fuerte que desvía el sentido de su vida.
A este respecto, la teoría de Alvin y Heidi Toffler es interesante: el nacimiento de una nueva civilización. La especie humana, dicen, ha experimentado hasta ahora dos grandes olas de cambio: la primera la revolución agrícolainvirtió en su desarrollo miles de años. La segunda consistió en 300 años de revolución industrial. Ahora estamos inmersos en la tercera ola.
Esta civilización se basa en nuevos métodos de crear y explotar conocimientos, cuenta con fuentes diversificadas y renovables de energía, y sistemas de producción que dejan anticuadas a la mayoría de las cadenas fabriles de montaje. Se desmasifican productos y se segmentan mercados. La necesidad de computadoras, redes digitales de comunicación y medios inéditos de información, es voraz.
En este nuevo mundo económico, el fenómeno de la globalización impulsado por las nuevas tecnologías informáticas y por la eficiente modernización del transporte también es abrumador. Gente de todas partes está en todas partes, afectada por acontecimientos en remotos rincones del planeta, cargados hacia un sólo sentido: de los países ricos a los países pobres.
Aquí, el papel de las empresas transnacionales es preponderante. Por ejemplo, las ventas combinadas de las 200 más grandes equivalen a 30% del PIB mundial. Comparadas con las economías de cada país representan 51% del total.

HUMANIZAR LA ECONOMÍA

En este contexto económico, el papel de la empresa, sin importar su tipo o tamaño, es fundamental: es escenario primordial de la actividad humana, ella conjuga los ahorros de unos, la dirección de otros y el trabajo de muchos. Por eso debe aspirar sobre todo los empresarios no sólo a producir recursos, sino a facilitar el pleno desarrollo humano de sus integrantes.
En nuestro país, el empresario es factor clave de la vida social y económica, por ello es necesario que se comprometa a desempeñar cabalmente su responsabilidad. La globalización trae aparejados riesgos y oportunidades. Él debe tener la visión y tenacidad para sortear los primeros y aprovechar las segundas.
Por su gran mercado interno y privilegiada proximidad a Estados Unidos, las empresas mexicanas necesitan fortalecer su capacidad exportadora, pero también deben sustituir importaciones y elevar cada día su calidad y productividad: hacer las cosas mejor, más rápido y más barato.
El neoliberalismo surgido en los ochenta apoyó la economía de mercado y restringió la intervención del Estado. Desde entonces los países comenzaron a abrirse al comercio exterior: privatizaron empresas estatales, suprimieron controles, subsidios y algunos servicios sociales.
En muchos países latinoamericanos, con dolorosos altibajos, el nuevo sistema logró reducir la inflación, mayores tasas de crecimiento y una razonable estabilidad económica, aunque aún sobrevive el pesado lastre de una elevada deuda externa, herencia de los excesos populistas anteriores a la década perdida.
¿RIQUEZA PARA TODOS?

El investigador canadiense Albert Berry señala que «la mayoría de los países latinoamericanos que han introducido reformas económicas a favor del mercado en los últimos 20 años han sufrido también serios incrementos en la desigualdad». Esto es alarmante en México.
En 1995, una comisión del BID, la CEPAL y el PNUD, presidida por Patricio Alwyn, evaluó la situación social de Latinoamérica: «aunque la pobreza es un problema de larga data en la región, los procesos de ajuste y reestructuración (económica) de los años ochenta acentuaron la concentración del ingreso y elevaron los niveles absolutos y relativos de la pobreza».
Según el New York Times, en 1997 América Latina era «la región con la mayor brecha entre ricos y pobres». 20% de su población era dueño de 52.9% del ingreso total, y el porcentaje más pobre sólo poseía 4.5%, menos que en África. En nuestro país esas cifras fueron muy semejantes: 52.6 y 4.8%.
La nueva política económica acepta que tal situación es inevitable en el inicio, pero que un derrame de riqueza posterior trickle down reducirá las desigualdades. En realidad, esto llega demasiado tarde o, a veces, nunca.
Amartya Sen afirma que el crecimiento con equidad es perfectamente posible; Joseph Stiglitz, del Banco Mundial, sostiene algo semejante: «Hay relaciones positivas entre crecimiento e igualdad. Altas tasas de crecimiento proveen recursos que pueden ser usados para promover la igualdad. Y asimismo un alto grado de igualdad ayuda a sostener altas tasas de crecimiento».
A pesar de ello, los ingresos per cápita de 80 países todavía son inferiores a los de hace 10 años: es evidente que urge adoptar medidas a escala mundial para reducir la marginación de los países pobres y realizar actividades públicas encaminadas a aplicar tecnologías a favor del desarrollo para erradicar la pobreza.

UNA LUCHA COMÚN

En México, la pobreza extrema verdadera miseria aflige a casi 26 millones de personas, quienes perciben menos de un dólar al día. Esto significa que los hombres del tercer milenio deberán afrontar seriamente el reto de erradicar la pobreza extrema, lastre económico y llaga social que clama a la conciencia.
Es impostergable luchar y trabajar con todos los medios a nuestro alcance para lograrlo: promover el autoempleo, microempresas, cooperativas, autoconstrucción de viviendas y promoción de indígenas y pequeños productores rurales, fomentar al máximo el ahorro y la inversión productiva.
En países en desarrollo, para dar empleo a los centenares de miles de individuos que cada año ingresan al mercado laboral, son necesarias tasas de ahorro muy altas que financien la inversión. Hoy se impone una nueva cultura en la adquisición de bienes que posibiliten ese ahorro.
Urge crear conciencia de que los excesos en el consumo consumismo privan al conjunto de la sociedad de bienes de producción para emplearse o trabajar por cuenta propia. Hay que convencerse, sobre todo los jóvenes, de que poseer algo implica ponerlo a disposición de los demás para que puedan ganarse la vida.
Y nunca se insistirá demasiado en que si el empresario es alguien hábil para invertir, quienes lo sean deben demostrarlo. México más que nunca, para el nuevo siglo, necesitará esos empresarios dinámicos, capaces y comprometidos que contribuyan a incorporarnos como un país desarrollado en el concierto de las naciones.
En esta gran tarea los empresarios deben desterrar la relación adversaria dentro de su empresa fruto de la ideología de lucha de clases y construir una nueva cultura laboral para unir a todos los integrantes de la empresa en un proyecto común. Éste es un signo de los tiempos muy alentador.

LA DUDA AGAZAPADA

Cuidar del medio ambiente, por desgracia cuesta mucho en el corto plazo y es incompatible con la acción irrestricta de los actores del mercado que, de acuerdo con su lógica, ven solamente sus intereses y el corto plazo.
El daño que infligimos actualmente al planeta es ignorado y menospreciado. La destrucción de los bosques aumenta, crecen la desertificación, la contaminación del mar, lagos y ríos, la capa de ozono de la atmósfera se deteriora y el calentamiento del globo se incrementa con riesgos inimaginables.
Las actividades del mercado movidas sólo por el interés propio deben ser vigiladas y, en ciertos momentos, controladas por el Estado, responsable de velar por el bien de todos los ciudadanos.
A pesar de que el derrumbe del comunismo obligó a que los socialismos moderados el laborismo inglés o la social-democracia alemana se replegaran, las fallas que ya muestra el neoliberalismo están dando lugar al retorno comunista en algunos países, incluso bajo el título de «tercera vía».
En el fondo, esta tendencia es razonable. No podemos tolerar una economía de mercado a secas, sin responsabilidad. Se quiere mercado, sí, pero con un Estado subsidiario y promotor, con una sociedad participativa y solidaria para que la economía sirva de verdad a todos los hombres y se pueda convivir de manera justa, pacífica y civilizada.

EN LA DEMOCRACIA NO HAY VICTORIAS

El hombre de hoy no puede sustraerse a lo político. Es imperativo participar en la «cosa pública»; participar en la construcción del bien común. Tal es la oferta de la democracia, si bien imperfecta, hasta ahora el sistema que mejor o menos mal ha hecho posible esa convivencia justa, pacifica y civilizada a la que aspiramos.
Vale la pena citar la genial definición de democracia del exprimer ministro de Israel, Shimon Peres: «La democracia implica una división, una colección de desacuerdos. No es un lugar de gente similar, sino de gente diferente. Su principio no es la igualdad, sino la igualdad de derechos para que cada quien sea diferente; y no obstante las diferencias y los puntos de vista variados, sea posible vivir juntos y sin violencia. La democracia es la historia de la pluralidad y la tolerancia, no la de la victoria y la imposición. Por ello, no hay victorias en la democracia, hay paz; y la paz es la verdadera victoria de la vida política de los pueblos».
El tránsito a la democracia en nuestro país se ha acelerado sobre todo gracias a la disminución de la población rural dispersa y al aumento de la educación y las comunicaciones. El reto para los mexicanos en el próximo milenio es consolidar este avance democrático, pero para ello debemos comprometernos a su plena vigencia.
Nuestras recurrentes crisis se deben, a mi juicio, a grandes fallas de nuestras autoridades. Unas han sido ineptas, otras corruptas y unas cuantas ambas cosas. Esto sólo se corregirá con la participación cívica y política de toda la ciudadanía. La acción del Estado es indispensable en muchos ámbitos de la vida humana, y sólo se mantendrá dentro de sus límites propios con una acción crítica y vigilante de esa ciudadanía.
Se impone en la sociedad plural que ya es la nuestra un acuerdo en lo esencial, en los valores mínimos para esa convivencia justa, pacífica y civilizada que hemos mencionado. Reafirmar el papel de la nación es importante como fuerza estabilizadora frente a la fragmentación que se advierte.

UNA REALIDAD, CUATRO PENDIENTES

En lo social, de inmediato salta a la vista el individualismo utilitario y hedonista, en el que predomina el llamado «yo-primero». La casi total falta de interés por los demás y una afirmación desmesurada de lo propio, actitud muy extendida en los países desarrollados que llega también a México y nos plantea cuatro temas.
Familia
Es preocupante el desgaste de la familia incluso en nuestro país, donde siempre supusimos que era unida y estable causado por el debilitamiento del matrimonio como institución que protege y da estabilidad al vínculo entre varón y mujer.
La nueva cultura a favor de la relación sexual fuera del matrimonio, debemos reconocerlo, agrava la situación, que se manifiesta en la promiscuidad, «amor libre», relaciones prematrimoniales, infidelidad conyugal y perversiones que, si bien siempre han existido, están más extendidos y aun, en ciertos medios, se aceptan abiertamente.
Matrimonios y familias débiles deterioran la educación de los hijos, fundamento de la educación moral de niños y jóvenes. Su ausencia menoscaba la fibra moral de las personas y consecuentemente el tejido social, fenómeno generalizado que se manifiesta en inseguridad, violencia, deshonestidad, adicciones, corrupción y falta de respeto a la autoridad, entre otros males.
Mujer
No hay duda del lugar relevante de la mujer en muchas actividades de la vida social, a las que ha aportado su singular habilidad y sensibilidad. Su participación en campos donde era ausente o mínima va en aumento. Incluso se afirma que el hombre del tercer milenio será mujer.
Sin embargo, el tercer milenio impone el reto de preservar la vocación de madre que la mujer tiene por su naturaleza y la de señora del hogar por su historia. Si en aras de afirmar su justificada igualdad esencial con el hombre la mujer se «masculiniza», sería una gran pérdida para la humanidad.
Migraciones
Las migraciones humanas y los problemas que suponen desarraigo familiar y choques culturales no se refieren sólo a desplazamientos de unos países a otros. En nuestro país, la migración campo-ciudad da lugar a asentamientos irregulares y cinturones de miseria en periferias urbanas.
Se originan así delincuencia, insalubridad, ambulantaje y presiones sociopolíticas que se pretenden combatir como causas mayores de otros males, cuando en realidad son sus consecuencias.
El crecimiento demográfico en México se ha moderado en los últimos años, pero aún es alto en zonas rurales e indígenas. Crear una mentalidad de paternidad responsable será necesario.
Educación
Todo lo anterior desemboca en la educación, la gran palanca para el desarrollo y, al mismo tiempo, el gran pendiente del nuevo siglo. Para impulsarla es necesario fortalecer la educación básica, aumentar el número de horas y días de estudio, realizar rigurosas evaluaciones periódicas, fomentar las escuelas de padres de familia, capacitar, responsabilizar y estimular más al magisterio, y mejorar los contenidos de los medios de comunicación.
No bastan la instrucción y capacitación para la competitividad y la globalización, urge formar el carácter de los educandos, difundir principios y valores morales que contribuyan sobre todo a su bienser: la educación en su más alto sentido.
La educación moral se impondrá en un mundo donde el consumo excesivo, el ansia del placer y el egoísmo se extienden. La decadencia de las naciones, según enseña la historia, inicia cuando se abandonan los principios morales y la práctica de las virtudes, indispensables para una sana convivencia. Ya lo dijo Octavio Paz: «Lo mismo para los pensadores antiguos que para los modernos, de Aristóteles y Cicerón a Locke y Montesquieu, sin olvidar al mismo Maquiavelo, la salud pública de las sociedades dependía de la virtud de los ciudadanos.
»Se discutió siempre el sentido de esa palabra, pero cualquiera que sea la aceptación que se escoja, el vocablo denota siempre dominio sobre nosotros mismos. Cuando la virtud flaquea y nos dominan las pasiones casi siempre las inferiores: la envidia, la vanidad, la avaricia, la lujuria, la pereza las repúblicas perecen. Cuando ya no podemos dominar a nuestros apetitos, estamos listos para ser dominados por el extraño. A medida que la virtud se debilita, crece el río de la sangre».

CORRUPCIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

El gran reto del tercer milenio es el relativismo moral, que es, en pocas palabras, dejar a la libertad de cada uno lo que es el bien y el mal. Esa decisión no puede depender del individuo. Hay normas morales, de valor universal y permanente, que son válidas por sí mismas.
A tono con el individualismo prevaleciente, se insiste mucho en los derechos humanos la famosa Carta de las Naciones Unidas que los sustenta. ¿No nos falta una Carta de los Deberes Humanos? En México es evidente este deterioro moral. Ya mencionamos algunas de sus manifestaciones, y una que desafortunadamente pesa mucho entre nosotros es la corrupción.
En su libro Memorial del Mañana, Federico Reyes Heroles profundiza en el tema y dice algo muy doloroso: «la corrupción en México es brutal». Uno de cada tres mexicanos considera que violar la ley no es grave; uno de cada cuatro considera natural que haya prácticas inmorales y uno de cada cinco ha caído en cierto desánimo y considera que siempre ha existido: «así somos y así seremos».
Añade que en un recuento reciente de Transparencia Internacional nuestro país ocupa los últimos lugares en esta materia, sólo por arriba de Pakistán, Rusia, Colombia, Bolivia y Nigeria.
Es oportuno insistir en los daños que causan algunos anuncios y programas de los medios de comunicación cine, radio, publicaciones y televisión, especialmente por menospreciar los valores familiares y animar el desorden sexual y la violencia que, no sólo justifican, sino alientan de algún modo.
Un estudio reciente señala que durante los años cincuenta la influencia de la familia en la conducta de la gente era casi de 45%, contra 5% de los medios de comunicación. Hoy es de 27 y 23%, respectivamente.
La influencia de la televisión es, por mucho, la más importante entre los distintos medios y entraña riesgos muy grandes, no sólo en lo moral, sino también en lo político. Antes de su muerte, Karl Popper afirmó que el poder de influencia de la televisión era una real amenaza para la democracia y que el Estado debería tenerlo muy en cuenta.Educación del carácter, práctica de la virtud, promoción de los valores, formación moral. Cada día se oyen más porque se siente vivamente su necesidad. Estoy convencido que el hombre del tercer milenio tendrá que retornar al aprecio de la moral y las buenas costumbres y comprometerse a sostenerlas por su propia supervivencia y felicidad.
Debe señalarse que los principios morales son más sólidos y fuertes cuando están fincados en una fe religiosa. Los destacados historiadores Will y Ariel Durant no creyentes señalan: «No hay un ejemplo en la historia, antes de nuestro tiempo, de una sociedad que no mantenga eficazmente una vida moral sin la ayuda de la religión».
Vivimos en un mundo donde los medios de comunicación nos condenan a las apariencias y callan lo esencial, donde lo que dicen los líderes es para dar gusto a todos; así avanzamos hacia el porvenir.

IR MÁS ALLÁ

La cultura actual ha olvidado las premisas que habitan en la conciencia del hombre, de donde brotan las preguntas esenciales. Preguntas malditas, decía Dostoyevski. Preguntas inscritas por Paul Gauguin en una de sus pinturas: «¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos?» A las que yo añadiría ¿por qué estamos aquí? ¿Qué sentido tiene el mundo, el hombre, la vida y la muerte?
La fe nos adentra en el misterio de Dios. Misterio insondable que se nos escapa pero del que no podemos sustraernos. Deslumbrado por los avances científicos y adormecido por las comodidades modernas, el hombre actual trata de no ir más allá de lo cotidiano; pero tarde o temprano deberá afrontar estas dramáticas preguntas, de lo contrario su humanidad declinará irremediablemente.
Los avances son asombrosos y sus consecuencias inimaginables, pero podrían ser aterradoras. La aspiración prometeica de los científicos de ir cada vez más al fondo de las cosas es infinita. Francesco Severi, matemático amigo de Einstein, decía que cuanto más se adentraba en la investigación, más se enfrentaba a un absoluto que se oponía a dejarse alcanzar por los medios a su disposición.
Hoy prevalece un nihilismo agnóstico, placentero, conformista, que proclama la trivialización de la existencia. No hay esperanza, ningún ideal o valor, sólo alcanzar el placer, pronto y a cualquier precio. El vacío en la vida humana es enorme.
Sin embargo, llega un momento en que se busca, consciente o inconscientemente, a Dios. Será necesaria una revolución en defensa del ser humano, que sólo podrá llevar un signo: el religioso. Lo dijo André Malraux, quien fuera ministro de cultura en Francia hace años: «El siglo XXI será religioso o no será».
Los hombres y mujeres del tercer milenio han de afrontar no sólo una nueva sociedad, sino el comienzo de una civilización enteramente nueva que aún no dispone de sus instituciones. Son responsables de un cambio trascendental. Deben comenzar por sí mismos, aprender a no cerrar sus mentes a lo distinto y radical, a no sólo adaptarse ante lo inevitable, sino influirlo para orientarlo en sentido constructivo. Han de ser protagonistas en su medio y escala, no simples espectadores resignados.
Han de aspirar a la paz, al equilibrio y la serenidad, después de un siglo de polarizaciones ideológicas, excesos y violencia.
Todos anhelamos la felicidad. Hay que construirla paso a paso, pugnando por la convivencia democrática, fortaleciendo la familia, insistiendo en el trabajo productivo, impulsando la educación que capacita y eleva, rescatando lo espiritual y religioso, y promoviendo la solidaridad entre los hombres que habrán de buscar, antes de un acuerdo de mentes, un acuerdo de corazones.
En un mundo complejo y vertiginoso, el nuevo milenio es incierto y asombroso. Aún así, hemos de afrontarlo con esperanza. México es un gran país y a pesar de sus defectos un gran pueblo. Tenemos fe en Dios, alegría de vivir, tradiciones valiosas, reciedumbre ante las vicisitudes, capacidad de entendimiento y sentido de nación.Enrique Krauze ha dicho que en México se nos ha dado la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad, un verdadero milagro, y que lo único que nos hace falta es recobrar el ánimo. Tengamos confianza.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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