Antología personal
Julio Cortázar
Narrativa
Alfaguara. Buenos Aires, 2000. 412 págs.
Julio Cortázar
Narrativa
Alfaguara. Buenos Aires, 2000. 412 págs.
El cuento siempre ha sido aciago y sorprendente. Desde la antropofagia en Hansel y Gretel hasta la explotación doméstica de la Cenicienta, los cuentos son siniestros y oscuros. Por eso, quién mejor que Julio Cortázar para escribirlos.
Una infancia plagada de enfermedades y promesas de muerte casi cumplidas, más una juventud sembrada de descalabros amorosos, se convirtieron en la mejor incubadora para cultivar historias –impregnadas de tragedia– y cosecharlas después en el papel.
En 1983, un año antes de morir, Cortázar envió a Cuba 25 de esos cuentos para una edición de la Casa de las Américas. Aquella selección personal llega ahora desde Buenos Aires gracias a los buenos oficios de Alfaguara.
La antología incluye relatos ya clásicos –«La casa tomada», «La autopista del sur»– y otros más exclusivos –«No se culpe a nadie, «Los venenos»–, todos repentinos y súbitos, un knock out contundente, un grito insospechado en medio del silencioso pasar de las páginas.
Por eso la cautela será obligatoria. A mansalva, Cortázar lanza supuestos que no pueden desdeñarse, pistas que van y vienen, que desaparecen, hilos invisibles que sostienen la trama sin errores, maravillándonos.
Una infancia plagada de enfermedades y promesas de muerte casi cumplidas, más una juventud sembrada de descalabros amorosos, se convirtieron en la mejor incubadora para cultivar historias –impregnadas de tragedia– y cosecharlas después en el papel.
En 1983, un año antes de morir, Cortázar envió a Cuba 25 de esos cuentos para una edición de la Casa de las Américas. Aquella selección personal llega ahora desde Buenos Aires gracias a los buenos oficios de Alfaguara.
La antología incluye relatos ya clásicos –«La casa tomada», «La autopista del sur»– y otros más exclusivos –«No se culpe a nadie, «Los venenos»–, todos repentinos y súbitos, un knock out contundente, un grito insospechado en medio del silencioso pasar de las páginas.
Por eso la cautela será obligatoria. A mansalva, Cortázar lanza supuestos que no pueden desdeñarse, pistas que van y vienen, que desaparecen, hilos invisibles que sostienen la trama sin errores, maravillándonos.