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África… el SIDA golpea a los niños

El 5 de junio de 1981, cuando en Estados Unidos se hizo público el informe oficial sobre el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, pocos imaginaban sus devastadores efectos alrededor del mundo.
Las palabras del doctor Peter Piot, actual director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas contra el VIH/SIDA (UNAIDS, por sus siglas en inglés) son elocuentes. «Era inimaginable que el SIDA se propagara con tal rapidez, que en sus primeros 20 años infectaría a 58 millones de personas, de las cuales 22 millones han fallecido ya».
Al virus le bastaron dos décadas para coronarse como la epidemia pandemia, la llaman algunos del siglo XX. Lo constatan más de 25 millones de vidas humanas que ha cobrado sin distinguir sexo, edad o nivel económico.
Las cifras son escandalosas. Según datos difundidos el año pasado por la prensa, con motivo del día mundial del SIDA [1] , en el mundo hay 42 millones de personas infectadas por el VIH, la mayoría en el África subsahariana, donde sólo durante 2002 se registraron 3.5 millones de contagios.
Pero al dolor y muerte que provoca el desarrollo del VIH en enfermos adultos, debe sumarse el drama de millones de niños que han quedado huérfanos. También África ocupa el lastimoso primer lugar en este rubro. El continente negro ha hipotecado su futuro al VIH. Y las letras de cambio no son negociables.
Ante este panorama, los países africanos encabezados por Sudáfrica se han organizado para reclamar una mayor atención por parte de las organizaciones mundiales y compañías farmacéuticas para defenderse de la preocupante situación.

EL DRAMA DE LA ORFANDAD

La estela de orfandad a causa del SIDA se concentra en el África subsahariana, con casi 11.5 millones de huérfanos, y se extiende a otros continentes, por ejemplo, se calcula que en América Latina y el Caribe hay 580 mil huérfanos y en Asia casi 2 millones.
La ONU [2] , a través del UNAIDS, opera distintos programas de prevención en países africanos. Sin embargo, estos programas dirigen sus esfuerzos casi exclusivamente a difundir el uso de preservativos, sobre todo entre jóvenes de 18 a 29 años. [3]
Los resultados son aún poco alentadores: alrededor de 42 millones de personas viven hoy con el VIH/SIDA. Todos los días se producen cerca de 14 mil nuevas infecciones, 6 mil en jóvenes de 15 a 24 años, y 2 mil en niños menores de 15 años, según revela el informe Children o­n the Brink, difundido en el marco de la XIV Conferencia Mundial sobre SIDA [4] , en el que también se advierte de la urgente necesidad de asistir a los millones de huérfanos del SIDA, un problema que seguirá agravándose en los próximos años conforme fallezcan los adultos infectados y considerando que un porcentaje de los niños estará necesitado de atención médica por la enfermedad.
Se estima que para 2010 habrá 25 millones de menores de edad sin padres en los 88 países del mundo más afectados por la epidemia [5] . Pero la vulnerabilidad de estos pequeños y sus familias empieza mucho antes del arribo de la muerte a causa del SIDA.
¿LO PEOR ESTÁ POR VENIR?
Hay dos problemas graves que no se están atacando oportunamente: el boom de huérfanos en naciones donde la enfermedad se está erradicando y el daño psicológico a los niños.
La orfandad inicia incluso en países donde la prevalencia del SIDA comienza a disiparse. Una especie de inesperada explosión demográfica. Hasta el momento, ninguna otra epidemia había tenido un impacto tan grave en las capas más jóvenes de la población, y no se trata sólo de los casi 3 millones de menores de 15 años que actualmente viven con SIDA en todo el mundo. [6]
El sufrimiento psicológico de los niños se inicia, según investigadores de Naciones Unidas, con la angustia y deterioro progresivo de sus progenitores y se agrava cuando la enfermedad provoca cambios drásticos en la estructura familiar: la enfermedad pasa una factura económica exorbitante, convierte a los menores en prematuros jefes de familia y desencadena conflictos como consecuencia del estigma, la culpa y el rechazo.
La ONU insta a adoptar políticas radicales en los ámbitos nacional, regional y comunitario, ya que los niños son la población más vulnerable al empobrecimiento.
En palabras de la directora ejecutiva de UNICEF, Carol Bellamy, se impone la necesidad de «responder a estas devastadoras estadísticas, abordando las necesidades y derechos de los huérfanos y los niños vulnerables cuyos padres siguen con vida» [7] , ya sea que vivan con ellos o con familiares que les han acogido.
«El SIDA amenaza la vida de los niños», denuncia el informe, explicando que los menores padecen problemas psicológicos y dificultades materiales, muchos de ellos deben trabajar para atender las necesidades de sus padres enfermos, abandonan el colegio, y «corren el riesgo de sufrir la exclusión, el abuso y la discriminación». [8]
CAMBIAR LA ACTITUD
Aunque el panorama es desolador, Sudáfrica ofrece esperanzas. Según explica Arantxa Desojo, farmacéutica y experta en cooperación sanitaria, la infraestructura sanitaria y la red hospitalaria sudafricanas corresponden a un país desarrollado, aunque su presupuesto haya necesitado el refuerzo que supuso la victoria frente a las multinacionales farmacéuticas en el pleito por la producción de antirretrovirales. [9]
Países como Mozambique, Zimbabwe, Angola o Malawi han descubierto que los programas de prevención no son suficientes, a pesar de las campañas de UNAIDS a favor del uso del preservativo.
La propagación del virus no se detiene debido a la ignorancia sobre enfermedades sexualmente transmisibles y a la promiscuidad cotidiana vivida en esos países. Por eso, el reparto indiscriminado de preservativos y los cursos que difunden su uso no son una solución real.
Para Desojo, Mozambique es un caso especialmente claro. Después de una guerra de 16 años que causó un millón de muertos y con casi un cuarto de su población con VIH, el SIDA ha matado ya a 1.5 millones de personas, especialmente en la franja de edad más productiva (esto, claro, en detrimento de la producción de alimentos y a favor de la hambruna que ya azota al continente).
«La altísima tasa de población infectada explica a la que no se le han realizado pruebas de detección del virus por causa económica, es atendida en centros médicos mal equipados por insuficientes y poco preparados médicos. No se puede olvidar que la universidad pública licencia sólo 30 médicos al año». [10]
Cuando se alcanzan esas elevadas cifras en algunos países, lo difícil es determinar por dónde hay que romper el círculo. Algunas organizaciones han decidido empezar la tarea por el principio: interrumpiendo la transmisión madre-hijo con un tratamiento antirretroviral a las mujeres embarazadas. Una disposición que puede ser eficaz para luchar contra la enfermedad en un país donde la media de natalidad está en seis hijos por mujer y actualmente hay casi 500 mil niños huérfanos.
Se pretende así que los niños nazcan sanos, pero también es indispensable desarrollar programas que permitan atender a largo plazo a la madre para que se ocupe de sus hijos hasta que puedan valerse por sí mismos. Pero este programa es caro. Del presupuesto necesario para la terapia antirretroviral a toda la población afectada, el gobierno mozambiqueño tiene sólo 2% de la cantidad total.
Sin embargo, los famosos cocteles son sólo un paliativo del problema, no una solución real, de fondo. Mucho menos lo es, como demuestran las estadísticas, la propagación del uso de preservativos. Ante la emergencia, el cambio de actitud se ofrece como la salida más viable.
El famoso sociólogo Amitai Etzioni insiste en que «el único camino para hacerle la guerra con efectividad a la epidemia en África es que los africanos cambien su comportamiento. () En algunos países, como Uganda y Senegal, donde a pesar de los tabúes los líderes públicos han abogado fuertemente por un cambio en el comportamiento, los índices de infección cayeron drásticamente».
De eso se trata. Porque por más resoluciones y conferencias mundiales, por más que la mayor parte de los presupuestos de las naciones africanas se apliquen a terapias medicamentosas y difusión del preservativo, si no se trabaja en un cambio de conciencia nada detendrá la oleada de orfandad en el mundo.
Mientras los organismos y gobiernos internacionales se ponen de acuerdo en la mejor medida a tomar y se recauda dinero para programas que en último término ocasionan la dispersión del virus por la vía de la promiscuidad, la lista de nombres de madres y padres de hijos huérfanos seguirá creciendo.

[1] Reforma. México, 27 de noviembre de 2002.

[2] Como los asesoramientos y pruebas voluntarias (APV) y el de prevención de la transmisión maternoinfantil (TMI). Cfr. Informe sobre la epidemia mundial de VIH/SIDA 2002, llamado Informe Barcelona. Publicado en la página electrónica de UNAIDS www.unaids.org/epidemia_update/report_july02
[3] Centros de distribución y capacitación han crecido en países como Kenia y Tanzania con reducciones poco satisfactorias de la dispersión del virus. Cfr. Ibid.
[4] Cfr. Informe Children on the Brink (Niños en el filo) contenido en el Informe Barcelona.
[5] Cfr. Ibid.
[6] Cfr. Ibid.
[7] Ibid.
[8] Cfr. Ibid.
[9] Cfr. Servicio de Noticias Analítica de Venezuela. En www.analitica.com/va/sociedad/sida. 10 de mayo de 2002. Desojo explica que «Sudáfrica había amenazado con fabricar el cóctel de fármacos en forma de genéricos a precio más barato, ya que no podía pagar el precio impuesto por las compañías. Pero el caso judicial que dio la razón al gobierno sudafricano no sirve para otras naciones, para las que, a pesar de la considerable reducción en los precios llevada a cabo por los fabricantes, éstos continúan siendo prohibitivos para los bajos presupuestos dedicados a sanidad».
[10] Cfr. Ibid.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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