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¿Qué se espera del periodismo económico?

El siglo XX finalizó con un ambiente de verdadera euforia para el periodismo económico. Tras muchas décadas de paciente espera, la información económica se había hecho un hueco de honor entre las prioridades informativas de los medios de comunicación, un proceso iniciado ya en los años setenta.
Por un lado, los principales periódicos dedicaban cada vez más espacio y recursos a este ámbito informativo. Como en otras ocasiones, esa tendencia se había mostrado con especial fuerza en el mercado estadounidense.
Por otra parte, como fenómeno prácticamente universal, la explosión de títulos especializados diarios y revistas, el definitivo desembarco de la información financiera en la radio y la televisión, y la nada despreciable ayuda de internet, convertida en fuente de información clave para los negocios, eran reflejo de la omnipresencia de este tipo de contenidos en la agenda de la actualidad.

EL ESPÍRITU DE LA ÉPOCA

El gran despliegue de los medios de información económica hacía justicia al espíritu de la época. La década de los noventa fue, en la mayoría de los países occidentales, de gran optimismo económico y empresarial. El supuesto triunfo definitivo del libre mercado sobre otros sistemas económicos hacía pensar a algunos en el advenimiento de una era de prosperidad casi sin límites.
A ello ayudaba el extraordinario desarrollo científico, con las tecnologías de la información como abanderadas de la «nueva economía» y de una previsible democratización casi universal (global) del conocimiento y de la riqueza.
Había llegado el «capitalismo popular», el del pequeño o gran inversionista que soñaba con un futuro de esplendor subido a los lomos de unos mercados de valores que desconocían las malas rachas. Mejor dicho, había malas rachas, pero eran pasajeras y sucedían a muchos kilómetros de distancia de las economías estadounidense y europeas, empeñadas en demostrar que nada grave pasaba realmente.
Con el nuevo siglo la magia empezó a desvanecerse. Las dudas sobre la consistencia de la nueva economía se multiplicaron y los peores augurios en torno a la creación de una burbuja tecnológica acabaron confirmándose con graves crisis de los mercados bursátiles.
Sucederían simultáneamente muchos otros acontecimientos, desde el 11 de septiembre hasta los escándalos de Enron, WorldCom y otras corporaciones, pasando por una crisis profunda del concepto de globalización, concretada en la fehaciente demostración del agravamiento de los desequilibrios planetarios. De esta forma, se implantaría un ambiente de crisis económica general en el que seguimos instalados en la actualidad.
Para el periodismo y los periodistas económicos, este cambio de entorno planteaba un buen número de interrogantes. Casi de la noche a la mañana, el boom informativo tenía visos de convertirse en crash; los héroes del periodismo económico, sobre todo los periodistas financieros, pasaban de pronto a convertirse en villanos, y por todos los lados se alzaban voces acusadoras que atribuían a los medios una conducta poco profesional al espolear de forma acrítica expectativas irracionales y comportamientos irresponsables. Lo sucedido en torno al desgobierno de ciertas corporaciones reflejan la situación.
¿DÓNDE ESTABAN?
Los escándalos que han saltado a la actualidad en el mundo de los negocios tras el caso Enron abren innumerables frentes de reflexión y de actuación. Revisión de prácticas contables, remodelación de negocios como los de auditoría y consultoría, búsqueda de sistemas para mejorar la transparencia de las empresas y los mercados financieros, redescubrimiento de las dimensiones éticas y profesionales en el trabajo de directivos, analistas, etcétera; son sólo algunos de los temas que en los últimos tiempos, en la era post Enron, se airean en páginas y espacios informativos de los medios de comunicación de todo el mundo.
Pero hay una pregunta que sigue sin respuesta y que no ha contado con espacio informativo propio: ¿dónde estaban los medios de comunicación antes de Enron?; ¿no era una de sus funciones actuar como perros guardianes (watchdogs), también del mundo de los negocios?; ¿por qué no llegaron antes al lugar (lugares) de los hechos?
Quizá alivie saber que no estaban en situación muy distinta a tantos otros (analistas, accionistas, auditores, expertos), o sea, en unos casos engañados, en otros deslumbrados por éxitos empresariales y personalidades directivas sorprendentes, muy a menudo sordos ante las débiles advertencias de voces disidentes y, en general, felices de participar, cada vez más activamente como negocios centrales en la era de la información, de las indudables ventajas de una nueva economía de incomprensible, pero supuestamente real, exuberancia. Con lo que, al fin y al cabo, estaban como tantos otros, dentro del mundo de los negocios, a quienes esta ola de escándalos parecía haberles arrastrado por sorpresa.
Hace ya algún tiempo, bastante antes de que todo esto sucediera, en Estados Unidos se alzaban voces críticas, como la de Jane Bryant Quinn, periodista financiera de Newsweek, que advertía del peligro de que medios y periodistas actuaran como cheerleaders del statu quo, lamentando que muchos olvidaran que el mundo de lo acertado o de lo equivocado es mucho más amplio que el de los beneficios y las pérdidas.
Por su parte, Howard Kurtz, crítico de medios del Washington Post, denunciaba en su libro The Fortune Tellers las estrechas redes de relaciones entre el mundo de los negocios y el de la información especializada, destacando como símbolo de esa realidad el creciente papel de actores interesados analistas financieros, consultores, etcétera como firmas y comentaristas destacados en todo tipo de medios.
Más recientemente, Jeff Madrick, desde Harvard, lamentaba el escaso escepticismo de los medios ante la creación de una burbuja financiera en torno a la Nueva Economía, que ellos mismos habían ayudado a legitimar y llenar de contenidos. Sólo en este contexto, por ejemplo, se entiende que seis meses antes de que fuera titular en todos los periódicos del mundo, pasara inadvertida una información sobre Enron publicada en Fortune bajo el título «¿Cómo hace dinero Enron?», en la que la periodista sembraba fundadas dudas sobre la gestión financiera de la compañía.
¿Han estado los medios en su sitio? No lo parece, aunque sea una generalización injusta para algunos. O por decirlo de otra forma, quizá lo que suceda es que muchos medios necesiten volver a «ganarse el sitio», con más fuerza que hasta ahora, si desean cumplir con su función informativa de servicio a la comunidad, también a la de los negocios.
Para conseguirlo, como han comentado últimamente algunos especialistas, es imprescindible recuperar la capacidad crítica ante el mundo de los negocios, es necesario distanciarse sobre todo de los protagonistas de la actualidad, retar a la sabiduría convencional y a las modas, volver a preguntar las cosas más simples pensando en el lector más que en los actores, indagar a fondo en lo que a todos sorprende por increíble, recuperar la iniciativa informativa (ya se sabe que noticia es, entre otras cosas, aquello que alguien desea ocultar), no quedar deslumbrado ante el éxito rápido y fácil o ante la arrolladora fuerza de los personalismos, no transigir con la ética profesional, hacer también desde los medios una apuesta clara por la transparencia, que tanto se demanda de los protagonistas de la actualidad; en fin, es necesario volver a apasionarse con el periodismo con mayúsculas.

PERIODISTA CON MAYÚSCULA

Las crisis son un buen momento para comprometerse en serio con causas nobles. Pues bien, la actual situación del periodismo económico bien puede servir para que se renueve el compromiso con algunos principios y para que se produzcan algunos cambios necesarios en el sector.
El periodista económico debe ser, ante todo, periodista con mayúsculas. O sea, su vocación y su debilidad es la de servir al público o, mejor dicho, a la sociedad, tratando de contar y dar sentido a lo que acontece. Para ello, debe guardar la necesaria distancia respecto a la actualidad, agudizar su espíritu crítico y ético, y esforzarse por traducir y simplificar para el ciudadano, dándole sentido, el complejo mundo que le rodea.
Como decía hace poco un profesional, el periodista económico tiene que ser skeptic, challenger y outsider respecto al mundo de la economía y los negocios. Para ello, sin duda tendrá que mejorar significativamente su formación en cuestiones técnicas la eterna disputa sobre la formación especializada del periodista económico, pero sobre todo es necesario que recupere su vocación de «contador de historias», su capacidad para preguntar y volver a preguntar las cuestiones más básicas, y su deseo de ir más allá de una actualidad dominada por la agenda institucional y el poder de comunicación de las fuentes. Sólo así podrá volver a cuestionarse las historias de éxito empresarial que parecen increíbles, la arrolladora personalidad de ciertos directivos convertidos casi en personajes de moda o la exuberancia irracional de ciertos mercados.
El periodismo económico debe también reconsiderar sus puntos de mira, los enfoques desde los que aborda la actualidad. En este sentido, son necesarios dos movimientos aparentemente contrarios: uno de acercamiento y otro de alejamiento.
El acercamiento tiene que ver con el esfuerzo por aproximar la actualidad económica a los problemas concretos de los ciudadanos, reinterpretándola desde claves cercanas al lector. Demasiadas veces las noticias económicas se abordan desde enfoques tan abstractos que no sólo son incomprensibles para muchos lectores, sino que les dejan con la sensación de que los sucesos ocurren necesariamente, sin que haya agentes o pacientes concretos involucrados. En torno, hay problemas de lenguaje, de terminología, de comprensión, pero hay sobre todo una forma peculiar de afrontar la realidad, de forma despersonalizada y distante.
Y junto a este «acercamiento», se hace necesario también un «alejamiento». Desde el punto de vista periodístico, es necesario salirse de los cuadros macro y microeconómicos para poner en relación la actualidad económica con el resto de la actualidad, con la actualidad política, social, cultural, etcétera. Hacen falta más claves de ese tipo, desde las cuales se dé sentido a los temas económicos, trascendiendo su carácter eminentemente técnico.
En concordancia con lo anterior, pero desde una perspectiva más temática, el foco de la cobertura económica tiene que agrandarse para poder prestar mayor atención a asuntos esenciales como la pobreza, los desequilibrios económicos, la actividad económica del tercer sector, etcétera.
La mirada a la smithiana «riqueza de las naciones (y de los individuos)» es miope si no se aborda al mismo tiempo la «pobreza de los pueblos (y de las personas)»; de igual forma, como señala el profesor Alejandro Llano al hablar de la necesidad de un «humanismo cívico», hay que dar el protagonismo necesario a la iniciativa social, reconociendo que «ni el Estado tiene el monopolio de la benevolencia, ni el mercado es la única medida del valor añadido».

REARME PROFESIONAL

En cuanto a los medios especializados en contenidos económicos, tanto para cumplir con su función social como para facilitar su gestión económica, es necesario que se esfuercen seriamente por ampliar el alcance de la información económica. Cada soporte, especializado o no, puede y debe buscar audiencias mayores, más heterogéneas, más representativas de la sociedad y no sólo del establishment.
Ciertamente no es tarea sencilla y pocos medios lo han conseguido. Pero no se puede claudicar sin intentarlo de nuevo, una y otra vez. Es, por otra parte, una responsabilidad que adquiere especial urgencia en los medios generalistas, impresos y audiovisuales, que ya llegan con sus contenidos a gran parte de la población.
Por último, existe también un reto empresarial. Con las crisis, lectores y anunciantes se retraen, y los medios de información económica lo pasan especialmente mal. Muchos nuevos títulos, nacidos al amparo del boom, incluso tienen que cerrar. Cierre de publicaciones, desaparición o reorientación de secciones, reducciones de plantilla, adelgazamiento editorial, son consecuencias habituales de los malos tiempos.
Aunque los principales títulos siempre han superado esas dificultades, una y otra vez se vuelve a plantear la quebradiza estructura económica de este tipo de información, demasiado dependiente de los vaivenes publicitarios.
El rearme profesional sólo puede llegar con el rearme empresarial, única garantía necesaria, aunque no suficiente para que las compañías periodísticas hagan lo que deban no sólo lo que, en cada momento, puedan, dependiendo de las circunstancias.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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