De absoluta y rabiosa actualidad son el desempleo, el autoempleo, los emprendedores y los pequeños empresarios («changarros»). Aparentemente estamos confundidos, «hechos bolas» para actuar. Algo tenemos que hacer para desenredarnos, fomentar algunas actividades o redirigir otras en beneficio del progreso propio y el de nuestro país. De otro modo, seguiremos sufriendo las consecuencias de manera pasiva o resignada.
Una muestra palpable de la resignación que vivimos es atribuir sistemáticamente a terceros nuestras desgracias: «La economía no repunta porque el modelo económico que seguimos no es el apropiado», «La economía de Estados Unidos aún no despega y por tanto…», «Es que el gobierno debería fomentar o invertir en…».
Sin embargo, la esperanza de progreso y justicia social no radica en la burocracia o en las instituciones bien intencionadas, sino en la actividad diligente y libre de millares de pequeños y medianos emprendedores, hombres y mujeres. Son ellos quienes crearán empleos productivos sin imponer nuevas cargas tributarias a la población.
¿QUÉ CAMINO SEGUIR?
Los cambios tecnológicos han suscitado la llamada nueva economía, que se caracteriza por ofertas cada vez más individualizadas al cliente y por una fuerza laboral reducida, especializada, profesional, de élite, estructurada en una organización cada vez más flexible y «plana», con múltiples funciones subcontratadas.
Esto se contrapone a lo que estábamos acostumbrados, la economía industrial del siglo pasado, basada en el trabajo en masa, estructurado en grandes corporaciones jerárquicas y rígidas, con múltiples niveles para producir bienes y servicios genéricos dirigidos a clientes no individualizados mediante las llamadas «economías de escala».
Es un cambio que está aquí para quedarse. Representa una nueva manera de vivir en comunidad, de trabajar y de entender nuestra vida cotidiana. Sus consecuencias son, por un lado, que los conocimientos tradicionales especializados y destinados a «solucionar problemas» pierden utilidad: la carrera y las profesiones se erosionan, surgen otras nuevas y es posible que nuestros estudios y conocimientos se vuelvan obsoletos.
Por otro lado, hay un desempleo permanente, incluso creciente, derivado de la reorganización a la que se someten las empresas para adaptarse a los cambios acelerados y la innovación. Es probable que muchos tipos de empleo secretarias, empleados administrativos, telefonistas, obreros especializados… dejen de existir en los próximos años y no tengan cabida en las empresas y organizaciones emergentes; serán reemplazados por otros con nuevas tecnologías y habilidades.
Salvo excepciones, no es suficiente estudiar una licenciatura aunque sea en informática, hacer un posgrado o reentrenar a los empleados en nuevos softwares. Y, aunque fuera posible, tampoco bastaría capacitar a todos los trabajadores y a la próxima generación para los nuevos trabajos de conocimiento, pues probablemente no habrá suficientes empleos en ese sector para absorber a todos los desplazados y a los nuevos profesionistas que se incorporan al trabajo. Se requieren habilidades distintas para lidiar con este nuevo mundo.
Hay que poner manos a la obra para emprender en gran escala. Lo primero será generar nuevas oportunidades para las personas, fomentando en ellas capacidades y sensibilidades para desarrollar emprendimientos y ser autónomas; lo que supone, tanto preparar a quienes están desempleados o lo estarán próximamente a enfrentar las nuevas condiciones de los mercados, como colaborar con emprendedores que requieran mejorar resultados.
CREAR NUEVOS MUNDOS
A nuestro juicio, emprender no es sólo hacer dinero, establecer un negocio o poner una habilidad propia al servicio de los demás de manera independiente, sino dar satisfacción a otros mientras hacemos lo que nos gusta, cambiando el contexto y las prácticas o hábitos de la comunidad en que vivimos. En este sentido, es crear nuevos mundos.
El emprendedor mira hacia afuera, hacia los otros, y sitúa en ellos el centro de su interés; no mira hacia sí mismo para conseguir sus propios fines de bienestar o riqueza.
En el fondo, ser emprendedor es una manera de vivir que implica un compromiso consigo mismo y con la sociedad. También un artista o un líder social es emprendedor, dirige sus empeños a hacer una obra de arte, a promover un país distinto o modificar ciertos aspectos de la sociedad.
El compromiso consigo mismo es una declaración que alguien hace en relación a su ser y a su actuar: marca el contexto de todas sus futuras actuaciones, sin perder nunca de vista el objetivo que persigue. Es decir, orienta y enmarca todo lo que hace y hará.
En el origen de la actividad emprendedora descubrimos algo que «no funciona», una insatisfacción social o económica frente a la que existe una resignación generalizada. El emprendedor es sensible para captar esa anomalía y se propone y compromete a cambiarlo. Más que ser inteligente o poseer muchos conocimientos, ideas o fortuna económica, esa sensibilidad es la fuente de la innovación que el emprendedor traducirá en una nueva oferta (al mercado o a la comunidad), comprometiéndose a hacerla realidad. Podemos decir que el emprendedor «se casa» con su oferta.
A partir de esa anomalía, el emprendedor se hace cargo de alguna condición de satisfacción que es relevante para su cliente o la comunidad, incluso cuando no se da cuenta de ello o no la ha articulado como una necesidad o deseo. Después la transforma en una oferta seductora, es decir, que sea vista por el cliente o la comunidad como una nueva posibilidad que es relevante.
También existen emprendedores internos en las empresas, quienes inventan nuevas fuentes de negocio o prácticas distintas para cambiar lo que han detectado como insatisfactorio o que «no funciona». Estas mejoras influyen de manera sustantiva en la identidad y la «manera de hacer» las cosas en las empresas en que se desenvuelven. El desafío es producir una oferta satisfactoria para que los jefes la autoricen y permitan al emprendedor cumplirla: nuevamente, la oferta debe ser seductora (ver recuadro).
UN PROGRAMA DE ACCIÓN CONCRETO
¿Cómo impulsar nuevos emprendedores? ¿Qué hacer para que quienes ya emprenden alcancen el éxito y obtengan resultados? ¿Cómo apoyar al desempleado o a quien va a serlo para obtener otro empleo? ¿A qué problemática se enfrentan?
Cualquier acción de apoyo a emprendedores y desempleados ha de resultar, según el caso, en autoemplearse, emprender nuevos negocios o conseguir trabajo. Para lograrlo han de tomarse acciones concretas que superen en los interesados las tensiones que están viviendo debido a la crisis de las carreras y profesiones tradicionales, el desarrollo de la nueva economía y la transición de empleo.
Entre los ejecutivos y desempleados la tensión se refleja en indecisión para emprender nuevos proyectos, falta de capacidad para desarrollar ofertas, incertidumbre por un próximo despido, inflexibilidad para trabajar sin un plan estático que confiera seguridad, y escepticismo ante la posibilidad de conseguir un nuevo empleo cuando son muchos los candidatos y pocas las plazas abiertas.
La tensión que enfrentan emprendedores y emprendedoras con proyectos nuevos o negocios establecidos y profesionales independientes deriva de que suelen tener la costumbre de trabajar de manera aislada, quieren «hacerlo todo» y no acostumbran establecer alianzas; también pueden perseguir autonomía financiera, incrementar la rentabilidad de sus empeños o incorporarse a alguna organización para compartir experiencias, pero no saben cómo hacerlo.
Por su parte, las empresas saben que los despidos de sus ejecutivos o empleados dañan su imagen pública y producen resentimiento en sus ex empleados, además de temor e inquietud en quienes permanecen en ella. Cuando estén en reestructuración, han de pugnar porque la inversión en reubicar a sus ex empleados produzca simultáneamente resultados concretos en las personas y genere una identidad positiva de la empresa en el mercado.
Finalmente, la mejora de la operación y posición de mercado las impulsa a fomentar el desarrollo de emprendedores internos.
CENTRARSE EN LAS PERSONAS
La manera apropiada para resolver estas tensiones en las personas es generar en ellas capacidades de acción concretas que ofrezcan resultados en su actuar cotidiano.
Emprender y conseguir empleo responden más a la voluntad, capacidad, compromiso vital y estado de ánimo de una persona, que a los planes o técnicas utilizadas, que no siempre producen acciones nuevas, negocios concretos o empleos satisfactorios.
Creemos que ha existido un enfoque erróneo para enfrentar este desafío; a nuestro juicio, la mayoría de los proyectos de apoyo a emprendedores fracasan debido a que dirigen sus acciones exclusivamente a desarrollar habilidades técnicas y formular planes de negocios en circunstancias que nunca ocurren.
En cuanto a los desempleados, sería necesario trabajar con sus habilidades para seducir y «venderse» como ofertas concretas a clientes nuevos sus posibles empleadores, tal como lo hace un emprendedor. Quien contrata a alguien lo hace porque ve en él posibilidades que lo satisfacen. Más que la oferta que «hace», el desempleado tiene que trabajar sobre la oferta que «es», lo que va más allá de preparar el currículum o superar entrevistas.
HABILIDADES PARA HACER UNA OFERTA SEDUCTORA
Es de vital importancia desarrollar en las personas capacidades diferentes a las de las profesiones tradicionales, que les ayuden a adquirir nuevas prácticas, hábitos y habilidades útiles para conseguir resultados en las siguientes dimensiones:
1. Capacidad de escuchar. El emprendedor y el desempleado requieren identificar en sus clientes o empleadores potenciales el concepto de valor que motiva lo que dicen y hacen. Para ello se exige escuchar y descubrir la tensión existente en los valores y deseos de las personas (unos se contraponen con otros) o cómo son fuentes de anomalías (insatisfacciones no cubiertas en el mercado o resignaciones frente a las cosas que no funcionan). El escuchar efectivo no sólo implica palabras; siempre se escucha desde una historia personal o cultural en un cierto momento.
Antes de formular su oferta y para prepararla de manera que resulte seductora, el emprendedor debe escuchar a su posible cliente o comunidad.
2. Estados de ánimo. Es necesario cultivar ciertos hábitos emocionales, más allá de las técnicas de motivación, que desarrollen predisposiciones emocionales vinculadas con la confianza personal en las posibilidades que ofrece el futuro y en las oportunidades que uno mismo puede generarse. Al inicio hay que lograr serenidad para descubrir que cuando se cierra una puerta se pueden abrir muchas otras, entre las que está el conseguir un nuevo empleo o emprender.
Resolución, aceptación y serenidad son indispensables para poder lidiar con la incertidumbre, el miedo a lo desconocido y las tensiones socioeconómicas que se viven. Para crear oportunidades, proyectos de negocio y empleos nuevos, sólo ayudarán los estados de ánimo que produzcan acción y exploración.
3. Coordinación de compromisos y construcción de confianza. Es fundamental cultivar en emprendedores, autoempleados, empresarios y desempleados dos hábitos: cumplir de manera impecable los compromisos y construir (o mantener) la confianza de otros, sobre todo en sociedades donde el incumplimiento y la desconfianza son parte del estilo habitual de relación social y económica. Ambos se complementan y están basados en la sinceridad de los propósitos, en cumplir lo que uno promete, pedir lo que necesita, ofrecer lo que va a cumplir y declarar únicamente aquello para lo que tiene autoridad.
4. Formación y manejo efectivo de proyectos y equipos de trabajo. Estas habilidades son imprescindibles y descansan en la capacidad de coordinar compromisos y en la confianza de quienes intervienen en ellos.
5. La comunidad. Toda persona que busque participar de manera efectiva en los mercados actuales requiere entenderse y situarse como parte de una comunidad, identificando y escuchando las preocupaciones de otros. También debería conectarse con otras comunidades y explorar sus propios límites en ellas; de no hacerlo, seguirá haciendo «más de lo mismo», pero con resultados peores a los anteriores.
6. El poder. Desempleados y emprendedores precisan entender cómo y dónde reside el poder en el mundo, para ser capaces de construir continuamente relaciones materiales novedosas e innovadoras hacia valores importantes para clientes, competidores y la mayoría de la gente de una comunidad.
Es probable que los desempleados hicieran ofertas sin atractivo o carecieran del poder necesario para conservar sus puestos de trabajo. Los emprendedores, por su parte, deben aprender estrategias basadas en el valor para formar alianzas que desestabilicen, desalojen y reconstituyan el poder en las redes económicas donde interactúan.
7. La tecnología. Es inevitable una nueva comprensión de la tecnología, más allá de tecnología de información, que considere su capacidad para coordinar acciones entre personas situadas en diferentes partes del globo y para modificar sus prácticas y hábitos sus «maneras de hacer», que configuran sus «maneras de ser».
CÓMO ADQUIRIR ESAS CAPACIDADES DIFERENTES
Lamentablemente, estas prácticas, hábitos y habilidades no se enseñan en las escuelas o universidades. Se trata de una debilidad grande de las instituciones frente al fenómeno de emprender y en otros dominios importantes de nuestras vidas.
Todos damos por sentado que sabemos escuchar; manejar nuestros estados de ánimo o los de quienes nos rodean; cumplir compromisos, crear confianza y coordinarnos con nuestro prójimo; manejar con eficacia equipos de trabajo y proyectos, o ser observadores del poder.
A la vista de los resultados obtenidos, deberíamos admitir que podemos mejorar. Los enfoques tradicionales de aprendizaje no dan resultado en los ámbitos descritos; más aún, no los consideran.
En el aprendizaje tradicional consideramos que la «mente» aprende la teoría y el «cuerpo» ejecuta las acciones; que el aprendizaje se obtiene al «captar información» y memorizarla para después «modelar» la «realidad». Según esta interpretación, las personas que «saben» pueden hablar de los conceptos aprendidos y resolver problemas relacionados, aplicando el «modelo» o sus reglas a las distintas situaciones.
Desde nuestro enfoque, conocer no consiste en saber hablar sobre algo o saber aplicar ciertas reglas o modelos aprendidos. El aprendizaje ocurre cuando ejecutamos o realizamos una acción o comportamiento de una manera más eficaz que lo que hacíamos, de acuerdo con los estándares sociales alrededor del dominio de que se trate.
Para que se cumpla un aprendizaje es necesario incorporar, encarnar, las habilidades y distinciones del dominio correspondiente. Esto se logra cuando alguien el instructor muestra al aprendiz las singularidades del dominio y este, mediante ejercicios y prácticas que ponen en juego toda su persona física y espiritual, las incorpora.
Pensemos en un ejemplo que nos sea familiar. Todos sabemos «andar en bicicleta». Las distinciones correspondientes incluyen: los componentes del aparato, el equilibrio dependiendo de la velocidad y posición del centro de gravedad del ciclista, el efecto giroscópico, etcétera. Pero estas peculiaridades no han de ser mostradas como en un manual de instrucciones, sino de tal manera que quien aprende se ejercite en su práctica: pedalear, girar el manubrio según la velocidad, inclinarse en los giros, guardar el equilibrio, etcétera.
Es decir, quien aprende incorpora en sí, hace suyos, los conocimientos y habilidades necesarios y, según el grado en que lo hace, podemos hablar de que es aprendiz, competente, maestro… en la acción de «andar en bicicleta». No se aprende a ir en bicicleta leyendo un libro sobre cómo hacerlo y aplicando las reglas descritas.
Este es el tipo de aprendizaje que hemos de fomentar para las habilidades mencionadas que, como hemos dicho, juzgamos imprescindibles, no sólo para el emprendedor, sino para el empresario, el autoempleado y el desempleado, en un mundo con características estructurales distintas a las que estábamos acostumbrados a vivir.
CONCLUSIÓN: IMPULSAR NUESTRAS COMUNIDADES
Para lidiar de manera efectiva con los desafíos de la nueva economía en nuestro quehacer cotidiano hemos de aprender y desarrollar ciertas habilidades y capacidades concretas que, desdichadamente, suelen estar fuera de los sistemas educativos comunes.
Como dijimos, el emprendedor detecta anomalías y crea nuevos mundos alrededor de ellas, incluyendo a sus propios clientes, y produce ofertas que se compromete a cumplir. Pensemos en Gillette, con la hoja de afeitar desechable; en Jobs y Wozniak, con la computadora personal; en Sony, con el Walkman. También pensemos en los grandes artistas, músicos o líderes sociales: Picasso, Bach, Gandhi… todos ellos crearon esos nuevos mundos sin focus groups ni investigación de mercados.
El desempleado, por su parte, tiene que hacer de sí mismo una oferta distinta a la que hasta ahora ha sido. El nuevo empleador espera ver en él un potencial concreto.
El autoempleado debe hacer ofertas con condiciones de satisfacción atractivas para sus clientes, para darles esos servicios o productos de manera impecable.
Finalmente, el empresario necesita refinar su oferta de productos o servicios de acuerdo a la situación y deseos que escucha en sus clientes, actuales o potenciales.
Hemos mencionado las siguientes habilidades a desarrollar y aprender: escuchar (las anomalías presentes y al cliente;insertarse en comunidades y crear alianzas; manejar de manera impecable los compromisos adquiridos con los clientes o la comunidad y crear en ellos la confianza mínima indispensable; saber manejar el poder, desatanizarlo y aceptar su presencia en cualquier relación; y, finalmente, tener una competencia mínima en el manejo o consecuencias de las nuevas tecnologías.
Estas habilidades nos permitirán impulsar emprendedores y mejorar la situación de nuestros autoempleados, pequeños empresarios o personas enfrentadas a una transición de empleo. Es urgente y necesario desarrollarlas en nuestras comunidades.