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Ejercer el liderazgo

Hoy como nunca se necesita el liderazgo en todos los ambientes. La acción de liderazgo está al alcance de todas las personas y en innumerables situaciones. Generalmente inicia con una pregunta. Consiste en llamar la atención sobre un problema que requiere o clama por una solución.
Todos podemos hacer de nuestra vida una continua acción de liderazgo: plantear problemas, provocar discusiones, llamar la atención sobre la incongruencia entre valores y conductas, entre los fines a los que estamos llamados y los medios que utilizamos para conseguirlos
Resolver problemas es una característica fundamental del ser humano. Prácticamente todos suscriben esta afirmación. Pero no ocurre igual cuando alguien se decide a lanzar una pregunta. Plantear un problema puede ser una acción de alto riesgo, interpretarse como un desafío en el sentido peyorativo del término. Y las reacciones no se dejan esperar: se tacha a quien lo plantea de inoportuno, incompetente, carente de tacto o discreción, revolucionario o desleal. Y de ahí al ostracismo, sólo hay un paso.

EL LIDERAZGO SIN AUTORIDAD

Para ejercer el liderazgo no se requiere un cargo o función de autoridad, una sociedad u organización sana lo permite entre sus miembros. Carecer de autoridad formal, más que limitación, puede ser incluso ventaja. Permite tomar distancia de las concepciones imperantes en la cultura del grupo. Enfocarse en un asunto de manera exclusiva y estar más cerca de quienes lo conocen o tienen experiencia directa.
Pero ejercer el liderazgo sin autoridad formal implica riesgos. Un líder sin autoridad tiene poca influencia para mantener los términos de un debate. Puede iniciarlo, pero es difícil que logre orquestarlo. Enfrenta también dificultades para mantener la atención de los involucrados, pues es muy vulnerable. Sin autoridad, el suyo se convierte en un punto de vista, y puede convertirse también en blanco de ataque.
Sin autoridad, un líder queda desnudo ante la gente. Frecuentemente aparece no sólo identificado con un problema, sino como la fuente misma de la tensión. Todos los ojos miran a la persona que plantea preguntas perturbadoras, y quienes se sienten amenazados son francamente hostiles. Si un líder carece de autoridad, los demás pueden no sólo cuestionar el fondo del asunto, sino su derecho a ponerlo en la mesa de discusión. Así, atacarán ese no derecho e ignorarán el fondo o la sustancia del asunto. Es una reacción común evitar problemas, al menos temporalmente, disparando al mensajero.
Los mecanismos para eliminar al mensajero son variados y sutiles. Dependen de la cultura, de la organización y del problema, pero suelen seguir un patrón común. Cuando una persona o grupo plantea una pregunta difícil, que genera tensión y miedo, sobre un conflicto de valores, misión, normas, relaciones organizacionales o estrategia de una institución, los miembros afectados buscan que la autoridad ejerza su poder para callar al entrometido. La autoridad, presionada por los «grupos leales al sistema», neutraliza o silencia el problema de manera directa o indirecta. Todo con bastante rapidez.

EL DESAFÍO PERSONAL DEL LIDERAZGO

Muchas personas quieren dejar parte de la carga de sus responsabilidades sobre los hombros de otras. Nadie pierde la esperanza de que lo protejan o rescaten en tiempos difíciles o de disturbios. El líder requiere aceptar esa carga, ser capaz de llevar los temores y sufrimientos que no aceptan otros, a veces por largo tiempo.
Pero, aunque carguencon las preocupaciones y frustraciones de muchos, a los líderes no se les permiten crisis de confianza. Se supone que siempre saben qué hacer. Han de esconder sus propios temores de los demás y frecuentemente de sí mismos. El mito del liderazgo es el del guerrero solitario que gracias a su heroísmo y personal brillantez es capaz de indicar el camino, noción que refuerza el sentido de aislamiento. Sus seguidores le confieren poder a cambio de que los releve de enfrentar sus problemas, pero si se muestra débil, le retiran el soporte. Se sienten traicionados y el líder se ve disminuido.
El desafío estratégico consiste en hacer ver a los seguidores que los problemas son suyos y que deben cargar el peso; pero sin abandonarlos ni dejar de impulsarlos. Si se les carga demasiado pueden evitar el aprendizaje. Si se retira el peso se vuelven demasiado dependientes o complacientes. La autoridad o el líder pueden poner el hombro y llevar parte de la incertidumbre y dolor que soportan los grupos en tiempos difíciles. Puede ser uno de los trabajos más importantes por realizar en una temporada.
Quienes detentan la autoridad por ocupar un cargo son depositarios de las esperanzas de la gente. En cambio, los líderes sin autoridad formal soportan el peso de las necesidades que perciben y de la inconformidad y tensiones que generen sus postulados. Toman la responsabilidad de manera personal y deben estar dispuestos a ser mal vistos por las autoridades por imponer desafíos al sistema.
Ejercer el liderazgo requiere disciplina, desarrollar una estrategia para administrar el entorno social y, al mismo tiempo, ser capaz de administrarse a sí mismo.

DISTINGUIR ENTRE LA PERSONA Y SU PAPEL DE LÍDER

La persona que ejerce el liderazgo debe verse como individuo y como líder. Ver la diferencia entre sí mismo y el papel que desempeña. Interpretar la respuesta a sus acciones, no necesariamente como referencias personales, sino como respuestas a ese papel y a lo que representa. Algo similar a cuando un adolescente da un portazo en las narices a sus padres. Es una falta de educación, pero también un mecanismo para marcar la diferencia. Está manifestando la separación y distinción que lleva consigo el crecimiento. Por ello, más que tomar la ofensa como personal, deben entender que el hijo rechaza el papel que la autoridad paterna representa en su vida. Algo que el adolescente aún no sabe manejar y que ha de aprender.
El liderazgo significa acción pero también reflexión, alterna la participación con la observación. El líder debe verse como actor de un proceso, se presentarán emociones y reacciones pero ha de esforzarse por separar los ámbitos.

SABER ESCUCHAR Y ESCUCHARSE

El líder debe observarse a sí mismo y la manera como escucha, conocer las propias pasiones y cómo compensarlas. Muchas personas aparentan recibir consejos o puntos de vista ajenos, pero en realidad los rechazan. Se debe escuchar y responder reflexivamente. Nunca está de más la insistencia en saber escuchar.
Para escuchar hay que desconfiar un poco de uno mismo. Las personas nos inclinamos a que nuestros puntos de vista resuenen sobre los restantes. El liderazgo requiere apertura. Conocer las argumentaciones ajenas y un estudio continuo y sosegado que incluya todos los datos disponibles del problema y las perspectivas existentes. Sólo después se podrá valorar, discriminar y jerarquizar.
El líder debe estar dispuesto a examinar una y otra vez sus motivaciones, prejuicios, puntos de vista Reconocer que nadie tiene solución para todos los problemas; su gran tentación sería querer resolver todo. Cuando cae en ello desnaturaliza la acción de liderazgo, que estriba en motivar a las personas para que enfrenten cada situación. Su acción no es de tutela, sino de impulso. Situar a otros de cara a sus responsabilidades.
Hay que examinar las acciones diarias, los éxitos y fracasos propios y ajenos. Aprender de las situaciones que se repiten y de las sorpresivas que proporcionan pistas importantes sobre nuestro peculiar estado interno y sobre las fuerzas que lo regulan. ¿Qué me llevó a actuar inapropiadamente en tal situación? ¿De dónde proviene esa conducta?
Todos necesitamos la ayuda de otros. Un líder prudente que busca y acepta consejo, sabe que en la acción se consume el capital intelectual, moral y motivacional acumulado tal vez con años de preparación y esfuerzo. Por ello requiere un santuario o un lugar en el que pueda escuchar sus propios pensamientos. Renovar el sentido de misión de su vida. Poner los hechos y situaciones en perspectiva y restaurar el coraje y el corazón.
La acción de liderazgo requiere alejarse para tomar perspectiva, recapitalizarse intelectualmente y mejorar la motivación. Un líder deja de serlo y se convierte simple y llanamente en una figura autoritaria, cuando pretende serlo de tiempo completo y para todas las situaciones. Ejercer el liderazgo requiere saber ocultarse e incluso desaparecer a fin de que se luzcan los demás. Por ello siempre despierta sospechas un líder que sólo busca tener seguidores.

EXTERNAR EL CONFLICTO

Distinguir entre la persona y el rol que desempeña al ejercer el liderazgo permite externar el conflicto. Aprender a verlo objetivamente, de manera que se remita a sus verdaderos dueños. Algunos líderes hacen de los conflictos un asunto personal. Toman toda la responsabilidad, se trata de su visión, sus intereses, su acción Buscan seguidores sin aliento ni capacidad crítica, autómatas sin iniciativa, y al final se quedan solos.
Un ejemplo histórico muestra cómo los problemas se pueden identificar con el líder o percibirse como asuntos de la comunidad. Es la diferencia como enfocaron Lyndon B. Johnson la guerra de Vietnam y Martin Luther King el tema de los derechos humanos. El presidente Johnson hizo «suya» una guerra que a nadie interesaba. En cambio, el doctor King supo hacer ver a la opinión pública que ese tema de los derechos no era un conflicto personal, ni siquiera uno entre blancos y negros, sino una incongruencia entre los valores y la realidad del país. Esto no impidió, sin embargo, que fuera asesinado. Como dije, el liderazgo conlleva riesgos.
Para que un grupo haga suyo el problema, hay que evitar que lo identifiquen con la persona del líder. Él llama la atención sobre el conflicto. Puede ayudar a resolverlo tratando de establecer un marco de referencia o un proceso de solución. Pero los implicados son quienes deberán hacer el ejercicio de aprendizaje, diagnosticar, decidir y llevar a cabo las soluciones.

BUSCAR ALIADOS

Por su misma naturaleza, la acción de liderazgo no se da en el vacío ni es solitaria. Llama la atención, dirige esfuerzos, enfoca hacia determinadas tareas y supone el concurso de muchas otras personas. Hay que buscar consejeros y socios porque cada persona tiene sus puntos ciegos y sus pasiones.
Los aliados pueden operar en línea de autoridad o en las fronteras de la organización. Los socios comparten valores o puntos de vista, pero pueden discrepar en ciertas cuestiones o en planteamientos estratégicos. Ello no impide llegar al acuerdo, a la unidad de intenciones y de propósitos, simplemente indica que aún entre socios hay discrepancias. La relación entre el líder y los socios no es de subordinación, sino una tarea que supone diálogo y conversación. Deben asegurarse los flujos de información. No bastan los datos, es necesario incorporarlos a un proceso de comunicación y discusión permanente que genere conocimientos.
Las alianzas pueden ser explícitas o no, formales, sólo para determinados asuntos o compromisos sin vinculaciones contractuales.
Esto es particularmente importante para los líderes sin autoridad. Si el liderazgo surge de abajo o de fuera de la estructura jerárquica, necesita atención, cuidado y protección. Una visión heroica del liderazgo lo identifica con el poder y la autoridad, pero en la mayoría de los casos los líderes nacientes requieren cobijo, aliento y soporte. Les conviene buscar aliados en las autoridades, pero, para no sentirse frustrados o traicionados,deben tener en cuenta que muchas veces la cadena de mando está condicionada por la tecnoestructura y el círculo de personas con expectativas concretas que ejercen presiones.

MANTENERSE CON VIDA

El liderazgo es peligroso, con o sin autoridad, por la tensión que produce enfrentar los problemas y porque el proceso de aprendizaje puede ser doloroso o exigir cambios radicales en personas y organizaciones. Es peligroso porque al abrir puertas a la esperanza y, por tanto, a un futuro mejor, se generan facturas que habrá que liquidar, y alguien tiene que correr el riesgo. Quienes lo ejercen son atacados, destituidos, despedidos, silenciados, recluidos o condenados al ostracismo, si no es que asesinados. Encarnan la representación de los costos reales o percibidos.
Un líder no mantiene la vida «jugando seguro», sino tomando riesgos deliberados con previo conocimiento del terreno que pisa. Desafía personas directa o indirectamente, lenta o rápidamente, suave o fuertemente. Guiado por un sentido de comprensión y por la sensibilidad respecto a los cambios que afectarán a las personas. Pero todo ello no exonera de los peligros.
Quien ejerce el liderazgo deberá adoptar posturas firmes. Puede requerir la voluntad de arriesgar la vida por las convicciones o ideales, pero nunca confundir el coraje, la determinación y el compromiso con la tentación del martirio.
En ocasiones, los propios seguidores impulsan al líder al martirio. Lo aíslan hasta convertirlo en chivo expiatorio. El martirio es la violencia ejercida sobre una persona que resulta incómoda por sus desafíos, ideas, o por representar un contraste que se quiere silenciar. Es el recurso de la fuerza de quienes se niegan al diálogo.
Un líder honesto hará todo lo posible para evitar el martirio porque su compromiso es con la vida, con la vida buena para él y para sus semejantes. Sin embargo, algunas corrientes y activistas políticos usan el martirio como elemento detonador de la violencia. Buscan un líder al cual sacrificar, para presentar sus causas como trascendentes, aun a costa de los daños que se puedan infligir a personas inocentes.
El liderazgo es a veces una apasionada y consumidora actividad. Si quienes lo ejercen carecen de una adecuada formación intelectual, emocional y humana, pueden perder el sentido de misión. Sin valores, sin ideales, sin compromiso ético y político, el liderazgo se diluye. Se nutre del sentido de misión de la vida personal y social, que es la capacidad para encontrar valores que le dan sentido al riesgo.
Sentido de misión no equivale a tener un propósito u objetivo claramente definido. Para las organizaciones y sociedades los propósitos claros, los objetivos y metas son esenciales y son una fuente de orientación en la búsqueda de soluciones a problemas técnicos o prudenciales. Pero más importante que todos los objetivos definidos es el sentido de misión que permite a cada persona volver atrás y revisar, a veces con dudas, quizás con deleite, los valores orientadores que encarna cualquier misión particular.
Con el paso del tiempo es posible que los propósitos específicos ya no se ajusten a la realidad actual o los valores hayan perdido vibración y relevancia. El sentido de misión se puede perder cuando se identifica exclusivamente con objetivos de vigencia determinada.
En la raíz de la pérdida del sentido de la vida de una persona, organización o sociedad, muchas veces está el insistir sobre objetivos y metas circunstanciales. Una vida plena, una institución duradera, una sociedad humana sólo se pueden asentar sobre valores, principios o fines trascendentes que permiten ir hacia delante. Que permiten descubrir nuevas fronteras, metas más altas u objetivos más valiosos en la biografía personal o en la de organizaciones o sociedades.
En el espíritu de búsqueda hace falta mantener un ojo en la realidad de las circunstancias que enfrentamos y otro en los valores que nos inspiran. La prudencia es una cualidad del liderazgo que requiere la atención al hoy y ahora, porque los objetivos son mudable. Al mismo tiempo y con la misma intensidad, a la permanente contemplación de los principios del obrar humano, que son perennes.
El liderazgo requiere el valor de enfrentar los fracasos de todos los días, que los hay, aunque también hay logros. Pero nunca son lineales o exponenciales. En todo desarrollo se mezclan éxitos y fracasos. Negar estos es evadir la realidad. Así no se ejercita la prudencia y se impide el liderazgo. Hay que reconocer equivocaciones, errores y que los valores que confiesa una organización no siempre corresponden a las prácticas del día a día. De otra forma, no se podrían aplicar medidas correctivas.
Sin el examen y reconocimiento de los aspectos positivos y negativos de la conducta individual y social, se puede comprometer el sentido de misión. La acumulación de problemas no atendidos, la distancia entre valores y conductas, la falta de respuesta a los desafíos prudenciales, terminan por empequeñecer el horizonte. La corrosión del espíritu se puede asentar en la vida de personas y sociedades. Así se pierde la inspiración que proviene de situarse en un marco de referencia más amplio.
El sentido de misión nutre el liderazgo y la capacidad de generar nuevas posibilidades y propósitos innovadores en cualquier contexto o circunstancia. El liderazgo centrado en la acción que desafía para mejorar, que llama la atención para rectificar, que convoca al trabajo de los involucrados para solucionar problemas, no es ni debe ser una tarea inaudita o fuera de lo corriente.
La sociedad, organizaciones, grupos sociales, escuelas y familias requieren una acción de liderazgo mucho más intensa que la actual. No corresponde a seres superdotados o únicos, sino a la mayoría de las personas en las diferentes situaciones de su existencia.
Falta liderazgo en el trabajo, en las tertulias y reuniones sociales, en los encuentros de amigos y conocidos, en las organizaciones e instituciones. Para ello se requiere clara voluntad y sentido de misión que espolee a otros a dejar la pasividad. A plantear privada y públicamente cuestiones que afectan a la inconsistencia entre las prácticas y los valores humanos. Entre las necesidades y los intereses, entre el desarrollo personal, social y la mera eficacia tecnocrática.
El liderazgo apoyado en el sentido de propósito o de misión es parte de la acción educadora a que estamos llamadas todas las personas, entendido siempre como acción recíproca y mutua. Educar para el liderazgo implica ampliar los procesos de aprendizaje que permiten resolver los conflictos que genera el choque entre nuestros valores y la manera como vivimos.
Los cambios y desafíos que demanda y enfrenta nuestra sociedad requieren un liderazgo cercano, comprometido y frecuente de parte de todos los seres humanos. Necesitan tomar la iniciativa sin esperar una revelación o un requerimiento formal.
Quizá cada uno de nosotros está llamado a ejercer el liderazgo con no más que una pregunta en la mano. Hacer las preguntas oportunas es una actitud humana fundamental, aunque conlleve riesgos.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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