A todos nos ha sucedido de repente salta a los ojos algún aspecto de la realidad que antes pasábamos por alto. Si acaban de robarnos, hasta los vecinos resultan demasiado sospechosos. Para quien busca un traje nuevo, la calle se convierte en pasarela; la pareja que desea un hijo, ve carriolas y bebés por todas partes. Así según el deseo, necesidad, gusto
En el caso de la profesión, «todo es según el color del diploma con que se mira». El corrector de estilo detecta erratas hasta en la caja de cereal; el ortopedista comprueba cuán chueco camina la mayoría de la población y hasta aventura algún diagnóstico. Un amigo ortodoncista, por ejemplo, conoció a una supermodelo y se fijó en su dentadura perfecta.
Así como en una película se enfatizan ciertas tomas y ángulos, según la visión e intención del director; nuestras preocupaciones, planes, estado de ánimo, creencias, nos presentan un film distinto, según el guión que inconscientemente inventamos.
Cuando, en mis lecciones de anatomía, conocí el nombre de los más de 200 huesos del cuerpo humano, pensé que sería interesante tener visión de rayos X y captarlo todo. Me pregunté cuál sería la visión que mejor abarcaría la realidad; la más acertada o verdadera. Es más, me pregunté cómo vería Dios las cosas.
En Otro poema de los dones, Jorge Luis Borges agradece al amor, «que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad». Así más que con ojos de científico o topógrafo ver realidad con cariño, comprensión, respeto, no exento de veneración; amar lo que veo y también lo que no veo, pero conozco es mirar un rato como a través de los ojos de Dios.
«El verdadero descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en contar con nuevos ojos», escribió Marcel Proust. Con esos «nuevos ojos» es difícil perderse de algo. No es la mirada sospechosa del lastimado, ni la ambiciosa de quien busca más esquinas para sucursales, sino la que permite estar en sintonía con quiénes somos, nuestro valor y destino; la que ayuda a pasar por alto los absurdos de la vida, agradecer las pequeñas alegrías y celebrar la compañía.
Además de realizar ciertos enfoques y «tomas» especiales a voluntad, contamos con un gran invento: la edición, que nos permite elegir qué partes y versiones proyectar en la memoria y el corazón.
No se trata de engañarse, sino de conservar las mejores actuaciones, minimizar las deficientes o disolverlas con música de fondo, hasta llegar a una sana asunción de las experiencias pasadas.
Muchas penas y dolores de cabeza tienen que ver más con la interpretación de los hechos pasados aderezados por la culpa, el remordimiento o el rencor de los años que con lo que realmente sucedió, por duro que fuera. Hasta los peores momentos, tienen un lado amable o dan paso a un posterior suceso feliz.
Muchos invierten en psicoterapia para este trabajo de edición y «postproducción»; es una opción, pero también pueden grabarse nuevos videos «caseros» con el apoyo de un buen amigo, la comprensión y el perdón.
Viktor Frankl señalaba que la realidad o las cosas que suceden a nuestro alrededor, afectan a cada quien como quiere o permite que le impacten. Para ello hace falta ser responsables de las propias reacciones; no condicionar nuestro pensar y actuar según opiniones ajenas o acontecimientos exteriores, sino ser en la medida de lo posible más conscientes y libres.
Los sucesos se pueden ver desde distintos planos temporales, como en el cine. Un acontecimiento negativo, visto sólo en el momento, como absoluto, es devastador. Visto desde el futuro, en perspectiva, o desde el pasado, adquiere otra tonalidad. Tomar una decisión, ubicándonos veinte años después, nos hace más sabios. Mirar nuestros logros actuales desde los ojos del niño que fuimos, permite valorar todo su mérito.
Para Kierkegaard, la fase menos auténtica de la vida es la inmediatez; vivir el instante según el deseo o estado de ánimo. En cambio, el momento puede vivirse plenamente, con mayor profundidad y sentido. Puede percibirlo de modo muy distinto quien sólo quiere pasarla bien, o quien tiene un proyecto de vida y disfruta con intensidad. Aparentemente hacen lo mismo, pero no es igual. Uno de ellos tiene una mirada más completa, real y verdadera. Y es también quien dirige su propia historia.