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Ética en el desprestigiado mundo de las finanzas

La industria financiera es un sistema articulado, reticular, capaz de comunicar linfa vital a todo el organismo social y económico globalizado, pero también capaz de bloquear esa agua vital.
El sistema financiero por sí solo no puede lograr que cuantos operan en él se interesen y trabajen de acuerdo a los principios, reglas y opciones que sustentan la convivencia social.
La sensación cada vez más extendida de sospecha y hasta deslegitimación del sistema mina el «factor confianza», punto de referencia fundamental de todas las relaciones humanas, incluyendo las económicas.
Se trata de un ámbito complejo y tecnológicamente innovador, por tanto, para referirnos a él, la primera premisa será estar verdaderamente conscientes de su elevada problemática y del enorme alcance de los interrogantes que plantea.
Analicemos sencillamente algunas características de los productos financieros que se utilizan hoy. Su inmaterialidad hace en extremo ágiles e inmediatas las transferencias de capital de un punto a otro del planeta, con las inevitables consecuencias que provoca.
El carácter virtual de gran parte de las operaciones que, como en otras esferas económicas, se limita sólo a registros contables, separados de un soporte material, y cuyos resultados pueden influenciar el complejo macroeconómico social. Por ejemplo, entregar ayuda financiera a determinado sector de un país, mediante una simple transacción financiera, puede crear ocupación y riqueza en un lado, pero desocupación y pobreza en otro.
La sofisticación tecnológica de los instrumentos disponibles permite realizar efectivas, innumerables y complejas operaciones, prácticamente sin límites de lugar, en arcos temporales infinitesimales y con potenciales efectos reales inmediatos sobre la vida de numerosos sujetos. Nos encontramos ante consecuencias que, muchas veces, se desarrollan aun más allá de la conciencia personal y percepción de los mismos operadores financieros.
Este hecho, en vez de des-responsabilizar a los involucrados, se vuelve un reclamo todavía más fuerte a la responsabilidad de todos. Reclama de cada operador, en cualquier nivel o función, una madura y adecuada profesionalidad.
Asimismo, exige que toda institución financiera se prepare de manera adecuada para ser capaz de leer, más allá de la cortina formal, la sustancia de sus propios actos y comportamientos. Responsabilidad que no debe verse sólo en términos individualistas o privados, sino que debe corresponder al nivel público-social. En este sentido, es indispensable la transparencia, entendida como la opción voluntaria, consciente y clara de querer que toda la comunidad civil juzgue sobre la coherencia de sus comportamientos sustanciales y del sistema de principios y reglas que ha elegido poner como base de su propio actuar.

MORAL, ¿FRENO DE LA ACTIVIDAD FINANCIERA?

Antes de delinear el punto de vista más propiamente moral en los problemas de la actividad financiera, habrá que limpiar el terreno de una serie de prejuicios que obstaculizan una reflexión moral.
Todo lo que se refiere al campo moral se imagina muchas veces como una serie de prohibiciones, obstáculos, límites o frenos para el manejo de la actividad de intermediación financiera. Se piensa que la moral es guía relevante, pero sólo para el ámbito individual, y que por estar íntimamente ligada al sujeto no conviene hablar de ella en una sede pública o institucional.
Pero si fuese así, la moral no tendría nada que decir sobre el desarrollo de las relaciones financieras. Se limitaría a hacerse audible en la conciencia de cada operador, y nada más. Sin embargo, precisamente porque la moral es para el hombre, no puede entenderse sólo como algo individual o privado. El hombre es un ser en relación, un yo abierto al tú, y la moral tiene una innata e irrenunciable relevancia social. Se asocia con todos los aspectos de la vida de las personas, incluido cuanto se realiza en el amplio y complejo sistema económico, financiero y crediticio.
Toda actividad humana debe tener al hombre como criterio imprescindible: manifestar un sentido propio y realizar un fin reconocible y apreciable por todos. Un sentido y un fin típicamente «humanos».
La moral es para el hombre su verdad e identidad individual y social. La actividad financiera lleva impresa en sí misma su sello y características. El hombre no sólo es quien desempeña esta actividad, también es su destinatario y a favor del cual debe desempeñarse.
Se debe subrayar, entonces, que el papel específico de la moral no consiste en poner vetos o límites, sino en ofrecer, de modo positivo, los criterios, orientaciones o líneas guía, a fin de que la intermediación financiera se realice, de manera plena y correcta, al servicio del hombre. Si esta intermediación es ventajosa para unos cuantos y dañina para otros, traiciona su identidad y finalidad. Debe permanecer al servicio del bien de todos y cada uno de los individuos, del bien común.
La moral, lejos de ser algo exterior o añadido a la acción del hombre, es una exigencia intrínseca del mismo actuar. Actuar en el vacío absoluto de indicaciones morales sería como navegar sin brújula o conducir un automóvil carente de señalamientos.
Sin regresar al amplio debate que se ha dado desde hace años en torno a la relación entre moral y economía, basta recordar posturas ampliamente acreditadas como las del premio Nobel de economía, Amartya Sen: «la moral es necesaria al mismo desempeño de la actividad de empresa; lejos de dañarla, mejora su desenvolvimiento».
UN SERVICIO FINANCIERO ÓPTIMO PARA TODOS
El beneficio en las operaciones financieras es indispensable, pero ni el solo beneficio, ni su maximización a corto plazo son el fin de la industria financiera o de la actividad empresarial. Por el contrario, sólo es un índice de la buena marcha de la empresa, signo de que la actividad financiera emplea de modo adecuado los distintos recursos.
El beneficio es un objetivo esencial, pero al mismo tiempo parcial, intermedio y, como tal, relativo. Es un indicador, con mayor credibilidad y aprecio cuanto más se haya obtenido con estrategias de empresa eficaces, construidas sobre valores e ideales fundados en la conciencia del papel y la responsabilidad del empresario.
Las estructuras financieras deben asumir como objetivo valores que, aunque no directamente económicos, influyen sobre la realidad. Pensemos, además de los valores morales, en los culturales, ambientales, sociales en una proyección que gire sobre la centralidad del hombre. No como simple afirmación de principio, sino de manera concreta.
Para la empresa financiera esto puede consolidarse, por ejemplo, al servir con objetividad, sin parcialidades y con las condiciones más ventajosas posibles en costos, tiempos y modalidades a los sujetos con los que interactúa el mercado financiero. El fin de la empresa crediticia sería ofrecer los mejores productos y servicios financieros al menor costo para todos, de acuerdo con las necesidades y capacidades de cada uno. Puede parecer una utopía, pero en caso de realizarse reportaría un gran cambio: servir al hombre.
Toda actuación financiera debe tener por sujeto al hombre concreto; desde las mayores empresas financieras hasta el último ahorrador que se asoma a la ventanilla para efectuar una operación, tal vez mínima desde el punto de vista económico, pero altísima desde el punto de vista moral. El imperativo moral nos obliga a perseguir, no el concepto de bien genérico y abstracto, sino el bien de este hombre aquí y ahora.
Corresponde a la capacidad inventiva, a la creatividad y profesionalidad del sector, desarrollar las formas que convengan a esas finalidades. Transformar la actividad financiera de simple intercambio económico a instrumento de servicio para el hombre sería una obra digna del más alto aprecio y atención.
TRES PISTAS PARA REFORMAR EL SECTOR FINANCIERO
Lo anterior se refiere al objetivo propio de la intermediación financiera, ahora consideremos también algunas modalidades que pueden favorecer su logro efectivo.
Reglas comunes, individuales y compartidas. El primer aspecto sería determinar reglas comunes compartidas por el sector. Deben ser válidas para todos, establecidas y sancionadas por la autoridad pública, no sólo del ámbito local, sino de preferencia global, e integrarse en el sistema de intermediación financiera.
Si falta una adecuada colaboración y no todos comparten las reglas o la autodisciplina capaz de darle viabilidad efectiva, si no tiene como soporte un sistema de valores compartidos, el sistema por sí sólo no podrá lograr nunca los efectos deseados.
Compromiso de formación e información. Los aspectos comunicativos son uno de los problemas más importantes del tejido económico. La misma transparencia señalada como regla básica para unas finanzas éticamente fundadas exige un compromiso de formación e información. Sabemos que por lo general los usuarios disponen de niveles de conocimiento inadecuados.
Servir a todos presupone informar y formarlos, pues no existe servicio de calidad sin conciencia y responsable adhesión por parte del usufructuario. Es cuestión de ofrecer no sólo datos detallados a un público cada vez más amplio, sino de lograr el posible paso de transmisión de datos a su oportuna interpretación. Se trata de ayudar a quien lo puede hacer, a pasar del cómo al para qué, a los objetivos, motivaciones y finalidades no perceptibles para los no conocedores.
Más allá de las iniciativas informativas y formativas previstas o en acto se necesitarán, por parte del sistema financiero y particularmente el bancario, verdaderas formas de tutoría moral para las personas que por edad, situación física o condición psicológica no sean capaces de administrar de manera autónoma su propia situación. Habrá que ofrecerles formas operativas y de inversión específicas y prudentes.
Corresponsables de una equitativa distribución de los recursos. En todos los niveles, pero sobre todo en los órganos de gobierno y de alta dirección empresarial se exige plena conciencia de su papel y responsabilidad. Actuar significa responder a alguien sobre una cosa.
La fórmula, simple y concisa, esconde un doble significado. Con la expresión «a alguien» se subraya que también la actividad financiera debe responder a las justas expectativas de los demás: es una actividad de comunicación, y como tal, relacional y social. La expresión sobre una cosa significa que hay un objeto del que se debe dar razón, y es el sentido mismo de la intermediación financiera, es decir, servir al otro mediante el financiamiento y el crédito.
OPERADORES FINANCIEROS: INTELIGENCIA Y SENSIBILIDAD
Una visión correcta y amplia de la moralidad no puede limitar su horizonte al ámbito individual de su responsabilidad, debe abrirse a las resonancias e implicaciones sociales, y todo en términos concretos.
La responsabilidad entendida como principio formal de la moralidad implica saber responder a las consecuencias del propio actuar individual o asociado, hasta hacerse cargo de las consecuencias negativas que se sigan en el espacio y el tiempo.
Es claro que la compleja concatenación de acciones dificulta identificar las responsabilidades de cada sujeto agente, por esta razón es necesario alimentar un mayor sentido de corresponsabilidad de parte de todos los componentes del sistema financiero. Pues las decisiones parciales o equivocadas en el mercado financiero tienen sus propias consecuencias negativas más allá del momento en que se dan.
El tema de la responsabilidad, necesario y decisivo en el ámbito de toda acción humana, es esencial e irrenunciable en la vida económico-social. Nos invita a abrir horizontes más allá de los sectores específicos en que operamos y preguntarnos qué tan necesario es encontrar en toda la actividad económica algún criterio que nos ayude a construir la sociedad según principios de equidad y justicia.
Bajo esta óptica, las responsabilidades y el compromiso que requieren los actores financieros no pueden limitarse a administrar el crédito y las inversiones, necesitan también visión amplia y perspectivas que les permitan analizar los desequilibrios del mundo contemporáneo para que sepan favorecer con el uso de los recursos a las personas y pueblos menos privilegiados.
Si la humanidad está llamada a tomar conciencia del destino universal de los bienes de la tierra, y las finanzas son hoy un actor particularmente decisivo en la globalización, se exige a los responsables una inteligencia tal para percibir el origen de gran parte de nuestros desequilibrios y una sensibilidad hacia el individuo que permita ofrecerle los primeros remedios, según aquella receta que sugiere intentar en el mundo local la experimentación y el uso de los correctivos que pueden cambiar el mundo.

Bibliografía

1 Ver tablas. «Las 500 empresas más grandes clasificadas por país». Fortune 500, 26 de julio de 2004.
2 «Management», El Universal. 16 de agosto de 2004.
3 «Stores Woo Chinese Wallets», WSJ. 26 de noviembre de 2002
4 China Daily. 18 de noviembre de 2003.
5 «Comentarios de coyuntura económica», IESE, Año 17, Número 3, diciembre de 2003.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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