Barioná, el hijo del trueno
Jean Paul Sartre
Teatro
Libros, Libres. Madrid 2004. 156 págs.
Jean Paul Sartre
Teatro
Libros, Libres. Madrid 2004. 156 págs.
Moría 1940 cuando Sartre escribió Barioná, el hijo del trueno, pieza literaria que le abriría las puertas de su vocación como autor dramático y que, sorprenderá sobre todo al lector cristiano. Los últimos meses ha causado revuelo, por igual en España e Italia. Observaba J. Trías Sagnier: «Sartre, padre del existencialismo e hijo de la desesperanza, nos cuenta mejor que nadie el misterio cristiano, aquel nuevo comienzo que hizo posible la esperanza (…)».
En efecto, Barioná es el representante de la desesperanza, decidido a acabar con la humanidad la misma noche de Navidad, en que el mundo se renueva y la humanidad se alegra por el nacimiento del Redentor, dispuesto, como Herodes, a matar al Niño. Como contraparte, Baltasar grita jubiloso, con ilusión y esperanza, y saluda en el pesebre al Bebé Dios.
«Sartre, junto a 15 mil soldados del derrotado ejército francés y muchos sacerdotes católicos, comparte en 1940 la tristeza de la desolación (…). En esos momentos, el filósofo elige. Y entre la vida o la muerte, la esperanza o la desesperanza, apuesta por la vida y la esperanza. En 1980 y poco antes de morir, Sartre volvió a optar públicamente por el existencialismo eterno» (J. Trías).
Enrique G de la G
En efecto, Barioná es el representante de la desesperanza, decidido a acabar con la humanidad la misma noche de Navidad, en que el mundo se renueva y la humanidad se alegra por el nacimiento del Redentor, dispuesto, como Herodes, a matar al Niño. Como contraparte, Baltasar grita jubiloso, con ilusión y esperanza, y saluda en el pesebre al Bebé Dios.
«Sartre, junto a 15 mil soldados del derrotado ejército francés y muchos sacerdotes católicos, comparte en 1940 la tristeza de la desolación (…). En esos momentos, el filósofo elige. Y entre la vida o la muerte, la esperanza o la desesperanza, apuesta por la vida y la esperanza. En 1980 y poco antes de morir, Sartre volvió a optar públicamente por el existencialismo eterno» (J. Trías).
Enrique G de la G