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Diez consejos insensatos

En este mundo nuestro impaciente y tenso, de Paradise NOW!, tienen mucho éxito los manuales How to, que nos aseguran que en pocas semanas seremos capaces de aprender cualquier lengua extranjera, suprimir el estrés, dejar de fumar, quitarnos de encima diez kilos, criar tecolotes o erizos, hablar (bien) en público, jugar (mal) al golf, o entender de vinos. Nadie que se precie cree abiertamente en recetas mágicas. La gente las compra por aquello del nunca se sabe Y de todas formas, sirven por lo menos de acicate durante algún tiempo.
Pero no hay recetas mágicas aplicables a la educación, que por principio exige tiempo, esfuerzo y paciencia en abundancia, tanto a los maestros como a los alumnos. A éstos, porque cada cual responde de su propia vida (nadie puede suplantar a otro en su vivir) y no es nada fácil adquirir los saberes, destrezas y temple que hacen falta para llevarla a buen puerto. Y a los maestros, porque su función consiste esencialmente en motivar y guiar a los alumnos, lo cual sólo es posible en la medida en que conquistan su confianza y su respeto a base de autoridad moral. Pero esta se gana trabajosamente, poco a poco, y perseverando en el buen y bien hacer; y, en cambio, se pierde con gran facilidad y rapidez. Si algún maestro desea comprobarlo, basta que siga cualquiera de los siguientes diez consejos insensatos.
Primero. El tiempo es oro. No lo pierdas preparando las clases minuciosamente. Con lo que ya sabes y las tablas que tienes, te sobra para salir airoso.
Segundo. La brillantez deslumbra más que la calidad de las lecciones. Apantalla a tus alumnos, y no te importe parecerles un poco fantasma. De vez en cuando, suelta algún término en inglés o, mejor todavía, en alemán (eso sí, con acento de nativo) poniendo cara de que no consigues recordar su equivalente en español. Cita, como de pasada, autores desconocidos. Y permítete alguna excentricidad ligera, pero que denote que tú eres especial.
Tercero. Ni se te ocurra responder a una pregunta diciendo que desconoces la respuesta. Si te la hacen en los últimos minutos de la clase, alega que ya no queda tiempo. Pero si queda, echa balones fuera, hilvana una explicación presuntamente profunda y lo más confusa posible, o recomienda al alumno la lectura de algún libro extraño. Todo, menos permitir que piensen que no eres un oráculo.
Cuarto. Demuestra tu agudeza de ingenio y tu sentido del humor con bromitas sarcásticas a los alumnos. Aunque alguno se moleste, es poco probable que lo manifieste en clase. Y en cualquier caso, tú, que contribuyes mucho más que todos ellos al prestigio del centro en que trabajas, serás considerado y valorado como su más temible polemista.
Quinto. Haz todo lo posible para que los alumnos se percaten de que tu asignatura es la más importante del semestre. Abrúmalos de lecturas, sobrecárgalos de trabajos aunque no los leas, y reprueba a muchos por  principio.
Sexto. No pongas en entredicho el principio de autoridad rectificando al alza tus calificaciones protestadas, aunque proceda hacerlo. El remedio sería peor que la enfermedad. Y además, hay muchas maneras de justificar cualquier calificación.
Séptimo. Como en el fondo todos los alumnos son parecidísimos, basta que tengas acuñadas unas cuantas recetas-comodín para que se sientan personalmente atendidos, tanto si lo están como si no.
Octavo. No olvides que las preguntas de examen deben ser más bien ambiguas, para que puedas calificar con benevolencia y comprensión a los alumnos con los que te entiendes bien, y sin contemplaciones a los del polo opuesto, sin que la dieferencia de trato se note apenas.
Noveno. Tú sabes mejor que los alumnos lo que les conviene, y también sabes que lo que más les movería a hacerlo serían tu buen ejemplo y tu solidez argumental. Pero si careces de uno y otra, no te importe engatusar a los alumnos con astucias de cualquier especie. Lo que importa son los resultados, no los medios.
Décimo. Cuidado con tus colegas. Probablemente alguno tendrá en cualquier momento la osadía de pontificar en cualquier tema de tu especialidad, como si, en vez de terreno acotado por ti y para ti, fuera un campo abierto a la investigación de cualquiera.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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