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De la especulación a la práctica

Conocimiento y volición son los dos tópicos de la obra del filósofo mexicano Carlos Llano. La razón de esta doble caracterización de su obra es que el hombre opera por medio de instrumentos intrínsecos de acción, «facultates» o «potentiae» en la filosofía tomista, pues facultan o potencian al ser humano para modificarlo y a su vez transformar su entorno.
La inteligencia y la voluntad -como facultades o potencias- e intelección y volición -como operaciones de aquellas, respectivamente-, constituyen el núcleo del hombre y son los dos temas sobre los que gira la obra de Llano.
En el pensamiento de nuestro autor no hay una abstracta «filosofía de la persona», sino el estudio de diversos aspectos de los seres humanos en concreto. Según Aristóteles, lo propio de un estudio es el género-sujeto (u objeto de estudio), el cual se conoce por medio de sus características o afecciones, es decir, por sus partes principales y secundarias, por sus acciones y por sus efectos.1
Desde este punto de vista, Llano no estudia a la «persona» como tal, sino al acto libre de los seres humanos,2 la voluntad, la decisión3 y la amistad;4 el conocimiento de la idea de la nada,5 del singular,6 del error,7 de las condiciones del propio conocimiento;8 la paidía y la paideía,9 para decirlo en términos platónicos; así como la dirección empresarial bajo diversos ángulos,10 el consumismo y nihilismo contemporáneos,11 etcétera. Todos estos aspectos ofrecen una imagen fragmentaria del ser humano, que intenta ser común y universal, pero -a la vez- concreta. En última instancia, estos temas se reducen al conocimiento de la persona que actúa por medio de la inteligencia y voluntad.

LA OBRA DE LLANO COMO SISTEMA FILOSÓFICO EMBRIONARIO

A pesar de la cantidad de libros (más de 30) y artículos (más de 200) que ha escrito sobre filosofía especulativa y sobre antropología en la dirección de empresas, su pensamiento no deja de ser incompleto. Siendo un sistema filosófico en embrión padece algunas carencias. En el aspecto teórico, asunto que nos interesa primordialmente, se extraña los tratamientos de filosofía natural, lógica y filosofía política como tales.
En este sentido, más que un defecto es una ventaja porque permite recrear diversos aspectos que el autor no ha vislumbrado para avanzar sobre lo que ha escrito en sus orígenes. Por ejemplo, la ontología del dinero. A partir de su consideración especulativa de la idea del no-ser, se tiene un principio para hacer dicha ontología: el dinero es potencia, es una abstracción, pero con efectos en el ser. Otro caso es la filosofía política que Llano no propone en modo alguno, pero que tiene un posible principio especulativo en los dos modos de abstracción que él estudia:12 no hay «Instituciones» o «Estados» abstractos y con mayúsculas, sino personas concretas dentro de sistemas creados y sostenidos por ellas mismas.
De ningún modo es desdeñable el pensamiento que le ha tomado componer más de 50 años. Tarea posterior de sus discípulos será leer con profundidad sus obras, aunque una paradoja vital de Llano parece ser que, aun siendo conocido y respetado en el ámbito empresarial, curiosamente, no es leído por quienes muchas veces se llaman sus discípulos.
Decimos lo mismo en el plano especulativo, donde nuestro autor resulta casi desconocido para los estudiosos contemporáneos de gnoseología, quizá por su enfoque «medieval», «tomista» o «histórico» -según dirían algunos que hacen filosofía «al día»- de problemas que pensadores anglosajones plantean actualmente en términos «científicos». No obstante, la supuesta novedad de estos reside en la ignorancia -voluntaria o involuntaria- de tradiciones anteriores a ellos. Debido a esa ignorancia creen que descubren nuevos mundos gnoseológicos ya explorados o incluso trillados en épocas pasadas de la filosofía. Quizá Llano sea considerado un «genio» el día que escriba en inglés, característica si no suficiente, por lo menos necesaria para «sobresalir» en el contexto filosófico dominante. Esto mismo lo afirma nuestro autor sobre Aristóteles: si el Estagirita hubiese escrito en inglés (y no en griego), y nacido en Estados Unidos (y no en Estagira), sería considerado el genio de la filosofía de la empresa contemporánea.

DOS PILARES DE SU OBRA

La filosofía especulativa estudia el orden que la razón contempla, mientras que la filosofía práctica estudia el orden que la razón produce. Las ciencias que tienen como fin u objeto la verdad son llamadas especulativas, y las que tienen su fin en la acción son denominadas prácticas. El objeto de las ciencias prácticas es aquello que podemos hacer y sobre lo que deliberamos. El estudio de la salud se hace no sólo por teorizar sino para estar sanos. Del mismo modo, de nada sirve saber qué es la virtud si no somos virtuosos. Sin embargo, el objeto de las ciencias especulativas es aquello que no se puede crear con nuestro obrar, por lo cual su consideración no puede dirigirse a la acción como fin, sino a la contemplación. El régimen de mareas no cambia al ser estudiado por un hombre, ni el sol sale por más sacrificios humanos que se hagan.
Uno de los pilares especulativos del intento filosófico de Llano es la colección denominada Bases noéticas para una metafísica no racionalista. Llano ha expuesto durante 35 años -interrumpidos por única vez en 2006 por cuestiones de salud- el seminario homónimo. La finalidad general de dichos trabajos es la elaboración de la Filosofía primera o Metafísica sin caer en el error racionalista -así llamado por el filósofo-, el cual da mayor importancia a la idea del ser que al ser mismo. En este sentido, el autor se preocupa más de las realidades existentes que de los conceptos por los que accedemos a ellas. Abstractio constituye el primer paso de ese intento metafísico y Separatio el segundo; los otros dos, Demonstratio y Reflexio están en proceso de publicación.
Las Bases noéticas, debido a su título latino, podrían hacer pensar en estudios histórico-filosóficos sobre autores medievales. Nada de eso, pero ciertamente se encuentra dentro de los límites de una tradición establecida como tal desde hace cientos de años. El pensamiento de Llano no busca mostrar el camino de la «historia de las ideas» sólo para saber «qué dijeron» los filósofos o para «reconstruir» sus argumentos. Es un intento filosófico y por ello no se reduce a reproducir las opiniones de los antiguos.
Etiología de la idea de la nada, el otro pilar del pensamiento especulativo llaneano, es la obra que muestra en mayor medida su espíritu filosófico.
En este libro cumple su propio dicho sobre la originalidad de un pensador: aquél que se nutre de las tradiciones y que sin dejar de verlas puede abrir nuevas vías a problemas viejos. Por ejemplo la ausencia, un problema de filósofos existencialistas del siglo XX -de una supuesta tradición aniquilada-, se aborda aquí desde la perspectiva metafísica del conocimiento de la idea de la nada. El mismo fenómeno es visto de un modo nuevo, o viejo, según se quiera ver a la filosofía de Aristóteles.
Asimismo, en su Etiología de la idea de la nada a la vez que afirma la perennidad del pensamiento platónico avanza un paso más al asumirlo. Veamos por qué. La «otredad» (el que una cosa no sea otra al mismo tiempo) la capta el intelecto al comparar dos objetos conocidos. Platón había dicho que el origen de la idea del no-ser (en lo que consiste el «parricidio» platónico contra Parménides), era la diferencia entre dos objetos: «este no es aquel». Llano dice lo mismo, con un matiz subjetivo que clarifica su propuesta: «yo afirmo que este objeto no es aquel». Es lo mismo y es diferente a la vez. En la afirmación platónica, el juicio se centra en la diferencia de dos objetos. En la llaneana, se explicita la diferencia del yo afirmante con los dos objetos diferentes que no son el yo. Así hay una triple diferencia: el yo que afirma, los objetos entre sí y la afirmación de la diversidad de ambos: los objetos y yo. A esto llamamos evolución intelectual: avanzar asumiendo lo anterior, como lo expresa correctamente el verbo alemán aufheben, recoger, levantar. De ahí que denominemos a la Etiología llaneana una aufhebung intelectual sobre posturas precedentes sobre el tema.
No obstante su brillante tratamiento de las causas o motivos de la idea de la nada, Llano no dialoga ni en esta ni en otras obras con algunas posturas filosóficas como la hegeliana. Nada dice de la afirmación con que empieza la Lógica del germano: «el ser es la nada». Por supuesto, visto a los ojos de Aristóteles, dicho juicio parece un despropósito ininteligible, pero cabría un diálogo con este filósofo, de modo que quedara claro qué entiende Hegel por «nada» en su contexto, y cómo se relacionaría con los sentidos de nada o no-ser de Aristóteles.

LA MEMORIA ACTIVA

Por ello decimos que su doctrina adolece de un puntual tratamiento sobre los filósofos precedentes, aunque esa falta corresponde también a otros pensadores: Kant, por ejemplo, no tiene una propia historia de la filosofía, como sí la posee Hegel, de modo que no podemos saber qué posición guardaría Kant (en sus términos, no en los de sus intérpretes), frente a otros intentos filosóficos. Hegel -y aun su contraparte, Schopenhauer- reúne esa doble característica: observa con nitidez los asuntos del pasado, analiza la historia con el mayor cuidado posible para proponer un presente que mire hacia adelante. Tiene «memoria» y «reminiscencia», en términos aristotélicos.
En la Academia, el joven Aristóteles era llamado «el Lector», no por ser un lector para otros, recitándoles en voz alta los manuscritos sino porque reunía las opiniones de sus antecesores con el objeto de analizarlas y juzgar sobre ellas, para lograr así proponer su doctrina de modo cabal y completo. Hegel en ese sentido es un «lector» al modo aristotélico, no un «lector» contemporáneo que sólo sabe qué dijeron los otros, sin proponer o juzgar nada más que lo que asentó «su» autor. En términos del Estagirita, tanto Aristóteles como Hegel tienen «memoria» del pasado, pero también «reminiscencia» del presente.
Su obra completa puede considerarse una obra de reminiscencia, más que de memoria. En eso consiste su fortaleza y en cierto modo su debilidad. Por nuestra parte, preferimos la reminiscencia llaneana que la memoria contemporánea con doxofilia (amor excesivo por las opiniones y no por la verdad) o que el hacer filosofía «al día» al modo anglosajón, sin curarse de la memoria en lo absoluto.

1 Cfr. ARISTÓTELES. Analíticos Posteriores. I, 10, 76b 3-16.

2 Cfr. LLANO, CARLOS. Las formas actuales de la libertad. Trillas. México, 1983.

3 Cfr. LLANO, CARLOS. Análisis filosófico del acto de la decisión. Cruz. México, 1999.

4 Cfr. LLANO, CARLOS. La amistad en la empresa. FCE. México, 2000.

5 Cfr. LLANO, CARLOS. Etiología de la idea de la nada. FCE. México, 2004.

6 Cfr. LLANO, CARLOS. El conocimiento del singular. Cruz. México, 1995.

7 Cfr. LLANO, CARLOS. Etiología del error. Eunsa. Pamplona, 2004.

8 Cfr. LLANO, CARLOS. Sobre la idea práctica. Cruz. México, 1998.

9 Cfr. LLANO, CARLOS. Formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter. Trillas. México, 1999.

10 Por ejemplo, LLANO, CARLOS. Análisis de la acción directiva. Limusa. México, 1979.

11 Cfr. LLANO, CARLOS. Los fantasmas de la sociedad contemporánea. Trillas. México, 1995.

12 Cfr. LLANO, CARLOS. Separatio. Bases noéticas para una m etafísica no racionalista. Cruz. México, 2006.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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