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Nudos del humanismo en los albores del siglo XXI

Nudos del humanismo en los albores del siglo XXI
Carlos Llano
Ensayo
CECSA. México, 2001 

 

La familia es el centro de la libertad, lugar de su desarrollo y expansión, porque es el caldo de cultivo de los tres componentes que constituyen la esencia de la libertad: la capacidad de compromiso, de renuncia y del don de sí

Carlos Llano no pretende hacer predicciones. Aunque de su reflexión pudieran vislumbrarse horizontes futuros, su atención recae sobre el presente, sobre lo que tiene delante, que es lo propio de quien es más filósofo que profeta. Al observar con lucidez, el presente nos deja divisar el futuro y hay temas que irremediablemente nos lanzan en esa dirección. Entre ellos ocupa un lugar destacado la muerte, enfocada aquí como problema filosófico, con el resultado de iluminar no sólo el tema de la muerte sino también el de la filosofía, que rara vez ha tematizado el autor por escrito. Yo lo cuento entre los maestros más relevantes de mi formación filosófica y pocas veces como en este ensayo me ha parecido ver su concepción de la filosofía. Por cierto, de un modo muy tangible, muy aterrizado.
De esta mirada que busca el aterrizaje, es una buena muestra la siguiente imagen, expresión del modo de concebir al hombre propio de Aristóteles y Tomás de Aquino, que no lo ven sitiado en su epidermis, sino que «se fijan en esa sensación, asentada en los entresijos de las vértebras, de que no todo se soporta en ellas, de que hay en nosotros una suerte de levitación que nos hace salir de nuestro limitado espacio y aspirar a esponjarnos, a expandirnos en los ámbitos infinitos de nuestras posibilidades».
LA PERSONA COMO EL TODO
He de reconocer que para descubrir esta modalidad tan encarnada de su filosofía y saberla apreciar tuvieron de pasar más años de los que pasé en las aulas. Mi pasión de entonces por lo formal, y una cierta indiferencia por modos más existenciales de filosofar -tendencias que después se invirtieron del todo- sólo me permitieron ver en esos años al filósofo duro, al metafísico de altos vuelos. Más adelante me llegó a parecer una novedad en otros autores, el recurso a la literatura y a la contextualización cultural, sin percatarme de que eso lo había vivido durante años en los cursos de Carlos Llano y luego en sus escritos. Me entretengo en estas confesiones porque me ayudan a subrayar el papel que juegan todos los recursos de la persona, integridad presente en todos los ensayos de este volumen que se abre y se cierra con dos títulos que, muy distantes a primera vista, encuentran su clave en el corazón de la persona.
En el primero se exponen las características de la familia que hacen de ella la sede originaria del proceso de humanización del hombre, el punto donde convergen naturaleza y cultura: «la familia es el centro de la libertad, el lugar propio de su desarrollo y expansión, porque es el caldo de cultivo de los tres componentes que constituyen la esencia de la libertad: la capacidad de compromiso, la capacidad de renuncia y la capacidad del don de sí».Sin subestimar otras instancias humanizadoras, es claro que ninguna puede sustituir a la familia: «las escuelas podrán proporcionar los conocimientos que requieren nuestros hijos como piezas funcionales en los oficios humanos. Pero sólo la familia será capaz de comenzar ?con un comienzo definitivo, valga la paradoja? la formación del oficio de hombre».
Las tres capacidades enunciadas son como el desplegarse de una verdad que se formula así en genial síntesis: «las personas lo son mutuamente». Sólo que esto ya no viene del primer ensayo sino del último, dedicado a internet. Muchas de las prestaciones de la red son patentes y el autor no lo niega. Lo que hace es alertar ante la despersonalización, que va más allá del aspecto mecánico de la interacción, más allá del «febril picoteo de quien se introduce en Internet (sic.)».Es experiencia común que la red suele empujar a la sustitución del fin por uno de los medios para alcanzarlo, porque la eficacia del medio nos hace sentirnos satisfechos antes de haber recorrido el camino hasta el fin. Entre estos espejismos -que no lo son cuando hay conciencia del instrumento- están el de la comunicación cumplida y el del saber al alcance de la mano. «Al alcance de un clic», se dice, y parece haberse realizado con creces el ideal de la Enciclopedia,1 gracias al hipertexto y a los motores de búsqueda. Lástima que no sea saber el que está en los chips. Sólo lo es el que está en las mentes. Por tanto, tampoco es saber lo que está en los libros, pero el trabajo que éstos nos imponen aleja el espejismo, al menos en parte.
Hay un factor de irrealidad en el dinamismo de la red, que Llano lúcidamente denomina «erosión del ubi». Se diría que nuestro servicio postal presta un inestimable servicio de realismo al recordarnos, con singular eficacia, que entre una ciudad y otra media un espacio, pero aquí se trata de algo más profundo, se trata de la naturaleza misma del hombre, ser encarnado que no puede prescindir de un entorno y para el que la patente limitación de estar situado -sus coordenadas espacio-temporales- es al mismo tiempo una posibilidad, un punto de partida para actuar. No hacen falta muchas horas de navegación para advertir la facilidad con que el yo se expone a descubrirse despojado de su circunstancia, como mostraba hace años con agudeza la ya célebre viñeta de Peter Steiner: un perro ante una computadora y otro que le dice «En internet nadie sabe que eres un perro».2 Esto explica el sabio consejo del Sr. Weasley a su hija Ginny: «No te fíes de ninguna cosa que piense por sí sola si no puedes ver dónde tiene el cerebro».3
Aunque formulado en un contexto de magia, es obvio que la autora piensa en los riesgos del chat, que se abatieron inclementes sobre Ginny. La circunstancia no es sólo espacio y tiempo: es naturaleza, cultura, condición, y un largo etcétera que culmina en la índole personal, donde la circunstancia toca al yo y donde por fuerza surge un tú. Por eso, en la comunicación «no es a los ojos a los que hay que atender: es a la mirada que los ojos del otro dirigen a los míos».
LA VIRTUD ESENCIAL
Desde el punto de vista del comportamiento, el equivalente de la información que no es conocimiento -o del contacto que no es comunicación- es la mentalidad de derechos y deberes que no remite a un correspondiente espesor humano, el cual no es otra cosa que las virtudes: «la conexión que los derechos humanos y las virtudes fundamentales guardan con este núcleo de valores, absolutamente previo, que llamamos naturaleza, puede describirse así: los derechos humanos posibilitan al hombre vivir de acuerdo con esa naturaleza; las virtudes fundamentales, hacen posible su plenitud». No se piense que la relación entre estos dos momentos es la que hay entre lo bueno y lo mejor, como si las virtudes fueran un lujo del que nos pudiéramos eximir. No, las virtudes no son un lujo y ni siquiera están después de los derechos, pues «sin las virtudes fundamentales el ciudadano queda imposibilitado para reconocer y respetar en las demás personas derechos humanos que a ellas les corresponden».
Sin justicia, acierto, coraje y temperancia -como Carlos Llano sugiere rebautizar las virtudes cardinales- no es posible establecer los vínculos adecuados con los demás y con la realidad entera; entonces lo único que queda es aplicar reglas, que es a lo que se ven reducidas tantas reivindicaciones de derechos. Así se pierde el centro, se pierde la clave de lectura de las cosas y las personas. Entre otras manifestaciones de esta pérdida están algunos dilemas contemporáneos que son arduos de desenmarañar: ilustración o autoridad, progreso o tradición, secularización o confesionalidad, permisivismo o integrismo, relativismo o fundamentalismo. Carlos Llano va mostrando, paso a paso, que se trata de falsos dilemas.
Al mismo fenómeno pertenece la actual falta de sensibilidad para distinguir la tolerancia del respeto, de la libertad, para distinguir entre cometer, autorizar y permitir. ¿Hay un nombre genérico para este fenómeno? Quizá el concepto que mejor responde a este cuadro sintomático es el de relativismo, al que el volumen dedica todo un ensayo. Anticipado, porque en los últimos años las voces que tratan de advertir sobre la índole se han multiplicado y diversificado.
 
1 Enciclopedia en su sentido etimológico, el saber circular: que sea posible recorrer el universo entero empezando por cualquier punto; que todo lleve a todo. Las enciclopedias tradicionales buscan este resultado a través de: a) la exhaustividad; b) el orden alfabético, y c) las referencias cruzadas.
2 “On the Internet, nobody knows you´re a dog”, The New Yorker, July 5th, 1993, p.61 (Vol.69, no 20).
3 “Never trust anything that can think for itself if you can´t see where it keeps its brain” (Rowling, J.K., Harry Potter and the Chamber of Secrets, Scholastic, New York 1999, p.329).

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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