CHITA
Lafcadio Hearn
Cuentos
Los libros de Homero. México, 2007.
Lafcadio Hearn
Cuentos
Los libros de Homero. México, 2007.
136 págs.
Entre los libros inaugurales de la editorial independiente Los libros de Homero, liderada por Jesús Salazar y un puñado de jóvenes entusiastas, se encuentra esta joya: Chita, la primera novela de Lafcadio Hearn, de 1884. La traducción fue cuidada por Eduardo Charpenel Elorduy.
Lafcadio Hearn (1850-1904) también conocido como Koizumi Yakumo, es un autor «raro» quien, para decirlo pronto, vivió. Tuvo experiencias, vio mundo. Nació en Lefkada, Grecia y murió en Tokio, Japón, donde desposó a la hija de un samurai. En algún momento dado perdió un ojo.
Hearn es conocido principalmente por la parte de su obra que gira alrededor del Japón pre industrial. Chita, sin embargo, es producto del tiempo que vivió en Nueva Orleáns, a donde llegó en 1877. Esta novela breve, que puede leerse en una sentada, es fluida aunque rica en lenguaje y estilo. La exquisitez de sus descripciones hace que las tempestades en Nueva Orleáns (con sus pantanos y su francés criollo, con sus enjambres de cangrejos y sus mujeres mulatas) sean lo mejor que el temor, respeto y admiración ante el océano hayan podido producir. Comparable, en este sentido, incluso con algunos de los mejores pasajes de Las memorias de ultratumba de Chautebriand.
Lafcadio Hearn (1850-1904) también conocido como Koizumi Yakumo, es un autor «raro» quien, para decirlo pronto, vivió. Tuvo experiencias, vio mundo. Nació en Lefkada, Grecia y murió en Tokio, Japón, donde desposó a la hija de un samurai. En algún momento dado perdió un ojo.
Hearn es conocido principalmente por la parte de su obra que gira alrededor del Japón pre industrial. Chita, sin embargo, es producto del tiempo que vivió en Nueva Orleáns, a donde llegó en 1877. Esta novela breve, que puede leerse en una sentada, es fluida aunque rica en lenguaje y estilo. La exquisitez de sus descripciones hace que las tempestades en Nueva Orleáns (con sus pantanos y su francés criollo, con sus enjambres de cangrejos y sus mujeres mulatas) sean lo mejor que el temor, respeto y admiración ante el océano hayan podido producir. Comparable, en este sentido, incluso con algunos de los mejores pasajes de Las memorias de ultratumba de Chautebriand.