¿Hubo un detonador o un momento en el desarrollo de su empresa que lo llevara a la convicción de que debía ser socialmente responsable?
Todas las empresas pasan por distintas etapas, primero hay que aprender, subsistir, entender el negocio. Luego, en nuestro caso, fuimos creciendo, cumplíamos con nuestros socios, pero nos dimos cuenta que íbamos dejando ciertas cosas pendientes en el camino, no sólo en relación con nuestros clientes, también con los proveedores.
Podíamos dejar la situación así o incluir acciones para cerrar círculos y nos percatamos claramente de la responsabilidad que tenemos con quienes interactuamos.
La crisis del 95 nos afectó mucho pero salimos adelante, sabíamos que teníamos un compromiso con nuestros proveedores, que nos habían ayudado desde el principio; eran empresas pequeñas y queríamos que crecieran como nosotros.
Fuimos la primera empresa en firmar el convenio de cadenas productivas de Nafinsa, como banca de desarrollo dedicada a la capacitación y prestación económica para PyMEs con apoyo del gobierno federal. Avalamos muchas operaciones y algunas de ellas nos siguen de ciudad en ciudad.
Una vez encaminada la atención a nuestros proveedores en esa primera etapa -porque hemos avanzado y firmado otros convenios-, pensamos en la responsabilidad con nuestros clientes.
CREAR COMUNIDADES
Gran parte de los fraccionamientos que construimos son para personas que ganan desde dos salarios mínimos y que nunca habían vivido en comunidad, por lo que intentamos ayudarlos y enseñarlos a vivir en comunidad.
No sólo se trata de vender casas con la calidad debida, queríamos lograr que nuestros fraccionamientos se convirtieran en auténticas comunidades.
Hace 10 años decidimos construir la primera iglesia dentro de un fraccionamiento, nuestra intención era propiciar que se formara una comunidad y la iglesia ayudó mucho al atender su labor organizando grupos de catecismo para niños y clases para señoras… Funcionó bien y decidimos repetirlo en todos los fraccionamientos.
Entonces caímos también en la cuenta de que crecíamos más rápido que el Gobierno haciendo escuelas. Ahora construimos kinders, primarias, secundarias, preparatorias y, este año, nuestra primera universidad tecnológica en Guadalajara; una vez terminados los inmuebles los entregamos a la instancia de gobierno que corresponda.
Después incorporamos otra fórmula para elevar el nivel de educación en colaboración con el programa «Mano Amiga». Nosotros levantamos las escuelas y ellos imparten educación privada pero cobrando sólo 10% de lo que costaría normalmente; esto genera una sana competencia con la educación pública en la misma comunidad, los vecinos tienen ambas opciones y pueden escoger. Estamos construyendo 8 o 10 escuelas para «Mano Amiga».
El año pasado vimos la conveniencia de crear una fundación para administrar y enfocar los recursos de que disponemos; son tantas las necesidades en nuestro país, que no podríamos ayudar a todos los que nos piden apoyo. Definimos unos objetivos: ayudar a la educación y hacer que quienes habiten en nuestros fraccionamientos vivan mejor, así que vamos a potencializar todo lo que se oriente a eso.
Un ejemplo: conseguimos un fondo en Estados Unidos que dona todas las clases de inglés que se imparten en nuestros fraccionamientos y hemos negociado que se impartan incluso en las escuelas públicas que construimos nosotros.
Hace poco echamos a andar una nueva etapa. En Acambay, uno de los poblados más pobres del Estado de México, estamos trabajando con todos los habitantes para que ellos lo hagan diferente. No porque les demos dinero, sino para que ellos mismos tengan claro lo que quieren.
Reunimos a todas las personas influyentes y, como un ejercicio, les pedimos que imaginaran que nos volvíamos a encontrar en 2012 sin habernos visto en estos años y debían contarnos qué había pasado en el pueblo. Comentaron, por ejemplo, que ya tenían hospital.
¿Buscan despertar el espíritu emprendedor necesario para resolver sus problemas?
Ciertamente, porque esperan que el Gobierno o el jefe, en el caso de las empresas, les den todo para no hacerse responsables. Homex cree que el único responsable es cada uno, de otra forma nos quedamos esperando a que nos den, nos digan, nos hagan, nos pongan…, lo mismo pasa en los pueblos y más donde el Gobierno los ha afectado porque siempre los ayuda o promete ayudar.
Primero decían que querían un gimnasio y yo les preguntaba, para qué un gimnasio si tienen necesidades básicas aún no cubiertas. Ahora ya no se acuerdan del gimnasio, hay temas, como reducir el alcoholismo, en los que se pusieron de acuerdo y están trabajando. Las cosas se van alineando cuando sabemos qué queremos.
En Homex nos sentimos contentos porque somos responsables con nuestros proveedores, clientes, empleados, la ecología y además con nuestros accionistas, porque generamos utilidades.
¿Cómo pueden donar terrenos y construcciones sin salirse del mercado? ¿Por qué algunas empresas pueden hacerlo y otras no?
Dos temas: en los fraccionamientos tenemos obligación de donar al municipio 15% del terreno vendible. Una opción es dejar los terrenos como tales, con el riesgo de que queden inutilizados; otra, que le digamos a la iglesia y a la SEP que soliciten los espacios, o en su defecto, que los soliciten los vecinos. Pero hemos visto que lo mejor es aportar nosotros mismos la construcción.
No es que tengamos un margen de utilidad inusual, sino que lo que invertimos en responsabilidad social se revierte. Por otro lado, con excepción de nuestra presencia en el Teletón, prácticamente no invertimos en publicidad. Algunos asesores dicen que estamos equivocados, que deberíamos anunciarnos, pero hemos preferido invertir en acciones que benefician a nuestros clientes, estamos convencidos que es una forma de manifestar nuestra responsabilidad, y así la publicidad se hace de boca en boca.
Buscamos que nuestros clientes vivan mejor, que integren comunidades sólidas y que la gente se sienta a gusto.
Hacemos más de mil casas y vendemos más de mil. Decimos que el éxito de nuestro negocio no es construir casas, sino cobrarlas.
¿Han inspirado en otros la responsabilidad social?
Hace cuatro años, el Instituto Mexicano de la Filantropía nos otorgó el reconocimiento de Empresa Socialmente Responsable, pero mucho más importante es que hemos involucrado en la responsabilidad social a muchas empresas sinaloenses de nuestros proveedores. Llevamos 18 y estamos trabajando para incrementarlas. Allá en Culiacán suelo decir que cuando seamos todas, Sinaloa va a ser diferente.
Una forma de apoyarlas es que Homex actúa como aval para que consigan financiamiento y puedan crecer. Pueden solicitar créditos bancarios con base en el promedio de sus ventas anuales a Homex.
Para una nueva etapa firmamos un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo y la Universidad Anáhuac que busca que 10 grandes empresas mexicanas se conviertan en empresas «tractor», es decir, que involucren en políticas de responsabilidad social a sus proveedores, muchos de ellos empresas medianas, y estas a su vez, a otras pequeñas, para formar cadenas de valor. Para lograrlo recibirán un financiamiento.
¿Qué acciones han emprendido para los empleados?
En Homex nos ha funcionado bien tener claro el futuro. Sabemos a dónde queremos llegar. En 2002 señalamos dónde queríamos estar para 2005, y en 2006 dónde queremos estar en 2008. Lo mismo que aplicamos en la empresa queremos que se lo aplique cada persona, por eso damos un curso especial para que todos tracen claramente el futuro que desean alcanzar; si conoces a dónde quieres llegar es más probable que lo logres. También impartimos muchos cursos de valores apoyados por otras instituciones.
Trabajan con nosotros 17 mil albañiles y la mayoría no sabe leer ni escribir. Nos hemos propuesto que todos tengan al menos secundaria. Vimos que podíamos lograrlo a través del INEA (Instituto Nacional para la Educación de Adultos), organismo descentralizado que funciona por separado en cada Estado.
El año pasado se graduaron de secundaria mil trabajadores de la construcción y este año esperamos que sean mil 500 de los 5 mil que estudian en las tardes. Como un incentivo, su jornada termina un poco antes, les pagamos 5% más y reciben un reloj, es como un distintivo que los motiva. Nos enorgullece este programa porque recibían poca atención y es increíble lo hábiles que son para muchos trabajos manuales que se requieren en la construcción.
Por otro lado tenemos un plan y el siguiente paso del INEA es trabajar en los «Centros comunitarios» que dan acceso a computadoras, a internet y a aprender mejor sus diversos oficios.
¿Han beneficiado estas acciones a Homex?
Es curioso, pero nos percatamos de los beneficios hasta el momento en que dimos a conocer nuestro programa, que aunque ya existía, nunca lo habíamos comunicado. Una vez invitamos al presidente Fox a una graduación de albañiles para dar al acto la importancia que merece y tiene para nosotros. Enviamos un comunicado a la bolsa que mencionaba su presencia y ello generó un importante incremento en la acción de Homex.
Aprendimos que la responsabilidad social se premia y que debíamos orientarla, hacerla lo mejor posible y reportar todos los avances.
¿Cuánto vende Homex cada día?
Cada día se compran y venden acciones de Homex por más de 40 millones de dólares. Somos la quinta empresa mexicana con mayor liquidez.
Cuando empezamos, hace 18 años, el primer año hicimos 240 viviendas, ahora son más de 200 diarias. Hemos aprendido a construir más rápido y a abatir costos.
El gobierno federal tiene un proyecto para construir casas de 180 mil pesos, nuestra idea es lograr ese precio con dos recámaras y 45 metros cuadrados. Cuidando nuestro margen de utilidad porque hemos de dar resultados también a los accionistas. El reto es construir, incrementar la responsabilidad social y hacer negocio al mismo tiempo.
¿Recuerda alguna anécdota especialmente gratificante?
En una graduación de albañiles en Ciudad Obregón, terminó la secundaria un hombre de 76 años, el de mayor edad. Cuando comenzó con el programa no sabía leer ni escribir. Le pedimos que hablara en la ceremonia y todos lloramos porque dijo que no había estudiado porque lo necesitara, ya que había vivido y podría haber muerto sin aprender a leer ni escribir. Lo hizo para demostrar a sus nietos y bisnietos que cuando uno se propone algo lo logra, y que siempre podemos mejorar. Fue muy emocionante, en momentos como ese realmente nos alegramos de estar haciendo bien las cosas.