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Diez años de vivir sin Paz

La prosa de Paz alimenta su poesía. Un ejemplo de su ruta creativa es el inigualable par de libros: El arco y la lira –1956– donde condensa su credo poético: la fuga de la soledad se consigue a través de la libertad que ofrece la palabra, medio de comunión que, a su vez, posibilita la relación entre los hombres. Esta reflexión, inédita hasta entonces en el ámbito latinoamericano, se sigue de su poema cumbre Piedra de sol –1957. En otras palabras, el ensayo y el poema son las dos caras de una palabra que se explica, ilumina y complementa mutuamente. Los ejes de su pensamiento crítico, tradición y modernidad, establecieron una interrelación dinámica; de aquí que su prosa aborde los movimientos artísticos posmodernos de fin de siglo o analice el clima político nacional y mundial. Tal fue su agudeza, que desde los años 40 predijo la caída de los gobiernos totalitarios comunistas; anunció el camino que se seguiría hacia la globalización, al tiempo que se sumergía en los intrincados océanos del barroco de los Siglos de Oro en la figura de Sor Juana o las trampas de la fe.

ENAMORADO DE LO MEXICANO

Su pensamiento se nutrió de todas las fuentes y corrientes de vanguardia, pero no se casó con ninguna: en su obra se funden el surrealismo, las literaturas europeas y americanas o la filosofía oriental; pero jamás abandonó su amor por lo mexicano.
Por su parte, los ejes de su pensamiento poético, soledad y comunión, prestan a sus textos una perspectiva marina que fluye fertilizando la reflexión poética. Cubre una curva prodigiosa de más de 50 años de vigencia poética de vanguardia que va desde su primera colección de poemas Luna Silvestre (1933) hasta Árbol adentro (1987). Paz encontró la manera de documentar y expresar la nueva sensibilidad del mexicano moderno con vocación a la universalidad.
La articulación de su sistema poético se basa en la conciliación de contrarios: hombre-mujer, unidad-otredad, muerte-erotismo. Una sola línea de su poema «Himno entre ruinas» en Libertad bajo palabra (1949) ilustra este original procedimiento: la ciudad –encarnación de la soledad poblada– es un conglomerado de «ruinas vivas en un mundo de muertos en vida» (p.211).
Otro ejemplo de este pensamiento binario es el poema «Nocturno»: ¿Cómo decir, oh Sueño, tu silencio en voces? (Libertad…, 53) Imposible escapar a la hermosa sensualidad de estas imágenes contradictoriamente complementarias, por ejemplo en «El desconocido»:
La noche es verde, vasta y silenciosa/  La noche es morada y azul./  Es de fuego y es de agua./  La noche es de mármol negro y de humo./  En sus hombros nace un río que se curva,/  Una silenciosa cascada de plumas negras./ (Libertad…, 97)

POEMAS LABRADOS EN PIEDRA

Como poeta, Paz vislumbra como respuesta a la pesadilla del convulso siglo XX, un «salto a la otra orilla» en un acto de fe: consagrarse al instante gozoso del amor. Es inevitable referirse a Piedra de sol para ilustrar la celebración del instante, donde la labra poética crea un presente perpetuo:
un sauce de cristal, un chopo de agua,/  un alto surtidor que el viento arquea,/ un árbol bien plantado mas danzante,/  un caminar de río que se curva,/  avanza, retrocede, da un rodeo/  y llega siempre:
un caminar tranquilo/   de estrella o primavera sin premura,/  agua que con los párpados cerrados/  mana toda la noche profecías,/  unánime presencia en oleaje
El calendario azteca es la imagen subyacente del poema y el tiempo, su protagonista abstracto. El viaje del yo poético se traduce en un vagabundeo de la memoria, de modo que el poema se percibe como agua-río, mar-surtidor de árboles imposibles, imágenes solares que capturan en la palabra el color mágico del códice precolombino o la fotografía en tonos sepia de la amada.
El fin último del poema es la recreación del instante amoroso. No hay nada casual en este calendario personal del amor, donde el mapa sentimental del poeta se universaliza. Sus 584 versos, que es el número de días que toma la translación del planeta Venus alrededor del sol, logra una simbólica alusión al amor:
no hay nada frente a mí, sólo un instante/  rescatado esta noche, contra un sueño/  de ayuntadas imágenes soñado,/  duramente esculpido contra el sueño,/ arrancado a la nada de esta noche,/  mientras afuera el tiempo se desboca/  y golpea las puertas de mi alma
Paz resume en su extenso poema una verdad luminosa: el tiempo y el amor nos transforman y nos llenan de conciencia; así es como accedemos a la otra orilla. Piedra de sol recrea esta metamorfosis en imágenes luminosas que nos despiertan de los retazos de un mal sueño. El poeta recorre en una suerte de mosaico, hecho a partir de una concatenación de recuerdos personales, la pesadilla de la historia y el vicio violento de las guerras:
Madrid, 1937
…………………………………………….
después sonó la alarma y hubo gritos,/  casas arrodilladas en el polvo,/   torres hendidas, frentes esculpidas/   y el huracán de los motores, fijo:/  los dos se desnudaron y se amaron/   por defender nuestra porción eterna,
La consagración del instante gozoso del amor es el camino de la revelación de uno mismo y del otro, es la senda de la comunión: «el mundo nace cuando dos se besan». La recuperación de la unidad se transmite mediante imágenes cristianas, como compartir el pan:
las máscaras podridas/  que dividen al hombre de los hombres,/  al hombre de sí mismo, se derrumban  derrumban/  por un instante inmenso y vislumbramos/   nuestra unidad perdida, el desamparo/  que es ser hombres, la gloria que es ser hombres/   y compartir el pan, el sol, la muerte,/   el olvidado asombro de estar vivos;
Paz intuye que la división en el alma se debe a la ausencia de la gracia divina, que provoca una sensación de extrañamiento y orfandad sintetizada en su destino de soledad. Este estado tiene su contrapartida en el de comunión.
En resumen, Paz, con su poética binaria, concilia los contrarios como opción de trascendencia, expresada en ciertos temas recurrentes: tiempo, soledad-comunión; amor- muerte, luz-oscuridad
quiero seguir, ir más allá, y no puedo:/   se despeñó el instante en otro y otro,/   dormí sueños de piedra que no sueña/   y al cabo de los años como piedras
…………………………..
todas las puertas se desmoronaban/   y el sol entraba a saco por mi frente,/   despegaba mis párpados cerrados

EL INSTANTE PERMANENTE

En la poesía de nuestro autor persiste la noción del «presente perpetuo». En Pasado en claro (1975), por ejemplo, su meditación acerca del tiempo personal demuestra cómo el pasado se clarifica y vuelve a la vida por la magia de la palabra poética en este aquí y en este ahora. La palabra esconde el secreto de lo perdurable. Es como si por un instante la revelación del poema nos remitiera a un recinto inocente anterior al pecado original:
Siempre es el mismo día, la misma noche siempre,/   no han inventado el tiempo todavía,/   no ha envejecido el sol, esta nieve es idéntica a la yerba,/   siempre y nunca es lo mismo, nunca ha llovido y llueve siempre,/   todo está siendo y nunca ha sido. (Poemas, 648)
En «La búsqueda del presente», discurso de recepción del Premio Nobel, el poeta mexicano es explícito al respecto: «la poesía está enamorada del instante y quiere revivirlo en un poema, lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo». (La Jornada, 9 dic, 1990)
Esta aseveración nos permite a sus lectores ser optimistas: podemos permanentemente descansar en Paz al leer una palabra poética que encapsuló las imágenes del amor en agua y fuego, luz y oscuridad enamorados.

Bibliografía:

PAZ, OCTAVIO. «La búsqueda del presente» en La Jornada. México, 9/XII/1990.
Libertad bajo palabra. México: FCE, 1988.
«Piedra de sol»: www.goocities.com/revistaversoados
Poemas (1935-1975). Barcelona: Seix Barral, 1979.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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