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Internet: Cómo ser alguien en el ciber mundo

En su reciente libro, Vida de consumo,1 el sociólogo norteamericano Zygmunt Bauman arroja algunas luces sobre esta era en la que las redes sociales vía internet se han convertido en una nueva forma de consumismo para coleccionar «amigos», relaciones sociales, profesionales o comerciales y analiza algunas consecuencias sociales y económicas que esto implica.
Dice Bauman que el lanzamiento de cada nuevo sitio web en las redes sociales se asemeja a la inauguración de un nuevo bar (antro) en la ciudad; precisamente por ser el más reciente, por ostentar un nombre nuevo, haber sido remodelado o relanzado, atraerá enorme circulación antes de caer en el olvido en cuanto surja otro. Se pasará el magnetismo al «próximo más reciente», en una interminable carrera de postas en busca del lugar «más de onda», en donde «todos los que son alguien tienen que estar».
El crecimiento de esas redes sociales se debe a que satisfacen dos necesidades muy sensibles del ser humano: intercambiar información personal y formar parte de un grupo.
Bauman afirma que es evidente que los creadores y promotores de las redes virtuales tocaron unas cuerdas muy sensibles que sólo esperaban la llegada del estímulo adecuado; por eso, de ser el boom del futuro se convirtieron tan rápido en el boom del presente.2
Esto trae consecuencias económicas y sociales. En octubre del año pasado nos enteramos que Techcrunch, un weblog que perfila y observa los productos en internet, publicó que Facebook, una de las redes sociales más frecuentadas, es la quinta empresa más importante en internet con valor de 15 mil millones de dólares, sólo debajo de Google, eBay, Yahoo y Amazon.
Facebook es uno de los sitios más codiciados por los internautas, con 50 millones de usuarios alrededor del mundo. Además puede presumir de ser la única red social conocida que se mantiene independiente –aunque Microsoft desembolsó 240 millones de dólares por una pequeña participación.

COREA, ASUNTO DE SALUD PÚBLICA

En algunos lugares como Corea del Sur, ya es algo común que la vida social se encuentre mediatizada electrónicamente. Se trata de una cibervida, donde gran parte de las relaciones se desarrollan en compañía de una computadora. Para los adolescentes tener un perfil personal en un sitio de las redes les permite socializar on line. Sólo la «muerte social» aguarda a quienes no han logrado todavía poner un pie en la «red».
Ese país es el más conectado del mundo y está empezando a cosechar también los efectos negativos. 90% de las casas tiene banda ancha y de alta velocidad, los juegos en línea son un deporte profesional y la vida social de los jóvenes gira en torno al PCbang (salas de internet poco iluminadas localizadas en prácticamente todas las esquinas).
Cuando los usuarios empezaron a caer muertos por agotamiento, después de jugar en línea durante días, y los estudiantes empezaron a faltar a clase por estar en línea, el gobierno decidió que era un problema de salud pública. Para noviembre de 2007, había construido ya una red de 140 centros de asesoría para la adicción a internet, además de programas de tratamiento en casi 100 hospitales y el primer campamento Internet Rescue, para ayudar a los jóvenes adictos. (The New York Times, suplemento Reforma 24/II/07).

PROMOVER EL CONSUMO DE UNO MISMO

Este cibermundo apunta además a una lógica mercantilista. El mismo Bauman señala en un libro precedente: Amor líquido (istmo 282), que las frágiles relaciones humanas se desenvuelven bajo los signos del consumismo y la racionalidad económica, y son demasiado breves y superficiales para convertirse en vínculos. Y es que, para ser alguien en la cibersociedad, ya sea desde el punto de vista de los adolescentes que quieren incrementar su colección de amigos o para quienes navegan en las páginas de relaciones profesionales o entre los escritores y aficionados, es indispensable el marketing, hay que saber venderse a uno mismo promocionarse como un producto deseable y atractivo.
Los jóvenes que exhiben en la red sus atributos con la esperanza de ganar el reconocimiento y aprobación que les permita seguir en el juego de la socialización, emplean las armas a su alcance para acrecentar el valor de lo que tienen para vender, y ese producto que requieren promocionar y poner en el mercado son ellos mismos. Son simultáneamente, promotores del producto y el producto mismo, lo que les exige reciclarse constantemente para captar la atención, atraer clientes y generar demanda.

EN BUSCA DE LA CIBERFELICIDAD

El consumo, dice Bauman, es connatural al ser humano y nadie escapa a él. Desde Lucy que acopiaba la fruta y traía el venado para cenar hasta el último nacido formamos parte de la cadena donde intercambiar bienes es una necesidad, es consumo, tanto como ir a trabajar y regresar con la quincena para comprar víveres. Nuestra supervivencia nos lo demanda.
Sin embargo, Bauman subraya la diferencia entre la sociedad de consumo y la consumista. La primera responde al instinto, mientras la segunda lo hace sobre un imperativo social. «A diferencia del consumo, que es fundamentalmente un rasgo y una ocupación del individuo humano, el consumismo es un atributo de la sociedad».3
La idea de adquirir bienes acompaña a la de felicidad. «Si compras este nuevo dispositivo electrónico o estos nuevos zapatos albergarás una sensación de plenitud», nos anuncian por todos lados. También la idea de que salir a los lugares de moda te hará pertenecer a la comunidad y, por lo tanto, estarás realizado como persona, pues eres reconocido.
Los encuentros sociales en la red funcionan exactamente igual. Las visitas al sitio MySpace, uno de los líderes del flamante medio de comunicación llamado «redes sociales», se sextuplicaron en 2006, mientras su rival, Spaces.MSN, registró once veces más entradas que el año anterior, y las visitas a Bebo.com crecieron 61 veces. Un hervidero de oportunidades, para las empresas y los usuarios.

LA CONFESIÓN PÚBLICA

Bauman agrega una característica social que, en su opinión, no atañe nada más a los adolescentes sino a toda la población: los usuarios están felices de poder «revelar detalles íntimos de sus vidas íntimas, de dejar asentada información verdadera e intercambiar fotografías». «Los adolescentes equipados con confesionarios electrónicos portátiles no son otra cosa que aprendices entrenados en las artes de una sociedad confesional ?una sociedad que se destaca por haber borrado los límites que otrora separaban lo privado de lo público, por haber convertido en virtudes y obligaciones públicas el hecho de exponer abiertamente lo privado, y por haber eliminado de la comunicación pública todo lo que se niegue a ser reducido a una confidencia privada, y a aquellos que se rehúsan a confesarse».4
Hace unos años los reality shows con Big Brother y sus derivados nos acostumbraron a la idea de la confesión pública. Citando a Eugène Enriquez, dice que ahora «la desnudez física y social está a la orden del día», porque además, quienes procuren la intimidad están condenados al rechazo, a la exclusión.
El éxito radica en la oferta. Internet es el medio perfecto para solventar la adicción de la idea de felicidad. Todas las plazas virtuales ofrecen la posibilidad de intercambiar información personal sin pudor. Automáticamente, eres parte de una red donde miles (tal vez millones) de personas más llegarán a leer tu profile y, como tú al momento de leer el de los demás, pensarán que ya conocen perfectamente a su nuevo «amigo». «”Amigo” era una palabra venerada en la antigüedad; ahora se vende como una mercancía. ¡Qué pecado!».5
Estas palabras de Matteo Ricci, escritas en 1601, resultan relevantes hoy, en la era cibernética. «Las razones de ser de la amistad son la necesidad mutua y la ayuda mutua», afirma en otra parte el autor italiano quien escribió, a petición del príncipe de Jian?an, un tratado sobre la amistad.
Hoy los amigos viven en una dimensión virtual. Su existencia depende en la mayoría de los casos de una cuenta de correo electrónico que les permita registrarse en una red social. ¿Realmente todos los «amigos» que tenemos en hi5 o Facebook son nuestros amigos? Y la pregunta aún más importante: ¿nos sentimos felices por tener todos esos amigos que visitan día con día nuestra página web?
Ciertamente, quienes socializan en esas redes, lo que pretenden es visitar los sitios y las páginas de gente que conocen de distintos ámbitos, pero ese afán y esos conocidos se incrementan con notoria facilidad y caer atrapado en las redes sociales es mucho más sencillo de lo previsto.

DESTINO OBLIGADO, MÁS QUE OPCIÓN

El ciberespacio es un ambiente sumamente celoso; en cuanto te atrapa no te permite escapar con facilidad. Aunque la verdad es que en muchas ocasiones ni siquiera se desea hacerlo. Entre más tiempo permanecemos, más «conectados» nos sentimos. Llega a ser una adicción estar platicando por el Messenger o actualizando tus datos en hi5, Facebook o creando una nueva entrada en tu blog.
Tan veloz como un parpadeo, las redes sociales han dejado de ser una opción entre tantas otras para convertirse en el destino obligado de un creciente número de jóvenes y adultos, hombres y mujeres.
En lugares como Gran Bretaña, donde el uso masivo de aparatos electrónicos de última generación tiene años de atraso en relación con otros sitios del mundo como el ejemplo mencionado de Corea, los usuarios aún conservan la esperanza de que las «redes sociales» sean una manifestación de su libertad de elección, e incluso cree utilizarlas como parte de su necesidad de autoafirmarse y rebelarse.
Ante la exposición virtual el término «red» rápidamente sustituye al de «sociedad». Esta nueva forma de convivencia es un imán para exponer el «yo interior», hecho que supera cualquier edad o condición social. Sería un error pensar que es un impulso meramente adolescente. Todos estamos expuestos a revelarnos en un Chat, blog o medio electrónico que tengamos al alcance de los dedos. Sólo necesitamos un teclado, un monitor y una conexión a internet, la «red» se encargará de hacer lo demás.

1 BAUMAN, ZYGMUNT. Vida de consumo. FCE. México, 2007. Es también autor de Amor líquido. FCE. México, 2007.

2 Ibid, pág. 11.
3 Ibid, pág. 47.
4 Ibid, pág. 14.
5 RICCI, MATEO. De la amistad. Los libros de Homero, México, 2007, pág. 31.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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