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Borges, prólogo de prólogos

La idea es sugerente, él lo dice: «Que yo sepa, nadie ha formulado hasta ahora una teoría del prólogo. La omisión no debe afligirnos, ya que todos sabemos de qué se trata. El prólogo, en la mayoría de los casos, linda con la oratoria de sobremesa o con los panegíricos fúnebres y abunda en hipérboles irresponsables… el prólogo, cuando son propicios los astros, no es una forma subalterna del brindis; es una especie lateral de la crítica».
«Prólogos» reúne aquellos que Borges escribió durante más de 50 años (1923-1974) sobre una diversa selección de autores y obras: de la poesía gauchesca de Ascasubi a la novela norteamericana, de Carlyle a Cervantes y Kafka, de Martín Fierro a Macbeth. Además, el volumen cuarto contiene muchas de las ingentes reseñas que escribió, así como los (65) prólogos que tuvo tiempo de escribir para la edición de la Biblioteca Personal Borges editada en Hyspamérica en 1985. ¿Algo más que pedir? Pues bien, en el mismo volumen se encuentra una selección de Borges oral.
¿Cuál es el encanto de un libro de prólogos con prólogo? Además de ser una suerte de historia de la literatura sin orden establecido, es sobre todo un asalto a la imaginación, una suerte de déjà vu o visión anticipada de los libros leídos y por leer. Y mejor aún: es un libro que tiene vida propia, casi como una novela donde la historia de la protagonista –la literatura– es contada en capítulos, escenarios y personajes inesperados.
Por si fuera poco, Borges se anticipa a Borges. En el mismo prólogo de prólogos –que se encuentra ya en la historia de la crítica literaria– escribe: «La revisión de estas páginas olvidadas me ha sugerido el plan de otro libro, más original y mejor, que ofrezco a quienes quieran ejecutarlo. Pienso que exige manos más diestras y una tenacidad que ya me ha dejado…
»Constaría de una serie de prólogos de libros que no existen. Abundaría en citas ejemplares de esas obras posibles. Hay argumentos que se prestan menos a la escritura laboriosa que a los ocios de la imaginación o al indulgente diálogo, tales argumentos serían la impalpable sustancia de esas páginas que no se escribirán.» La audacia de Borges consiste no sólo en imaginar ese libro, sino en poner sus límites con cierta modestia: hacen falta manos más diestras y una tenacidad superior a la de Borges… que no es poco pedir.
Al escribir sobre uno de los muchos libros citados, el propio Borges apunta: «Un libro (creo) debe bastarse. Una convención editorial requiere, sin embargo, que lo preceda algún estímulo en letra bastardilla que corre el peligro de asemejarse a esa otra indispensable página en blanco que precede a la falsa carátula». Los prólogos, dice Borges, en nuestro tiempo son una convención editorial, pues un buen libro debe bastarse. De manera paradójica, los prólogos abundan incluso en aquellos libros que reconocemos que se bastan a sí mismos: llamamos prólogo al inicio del evangelio de Juan, una suerte de prefacio es una de las páginas más notables de los Ensayos de Montaigne, y algo parecido ocurre con la fábula inicial del rey que hace decapitar a su reina cada mañana en Las mil y una noches.
Los prólogos de estas obras maestras se han convertido en partes inseparables del texto. De alguna manera, los prólogos de Borges, podemos decir, son parte inseparable de las muchas obras que leyó y sobre las que escribió. Felizmente, esa convención editorial, esa caricatura de falsa carátula, nos ha dejado una delicia más en el jardín de las obras de Borges.
* Director de Los libros de Homero. Estudia el posgrado en Filosofía en la UNAM.

Jorge Luis Borges, Obras Completas Vol. IV. Buenos Aires. Emecé, 1996. 250 páginas.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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