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No buscar los bienes sino el bienestar

Más que un sistema económico, el distributismo es un género literario que lanzó su manifiesto en el bar Devereaux, en Londres. Es una utopía, en el sentido que los cínicos dan la palabra: la leyenda y fantasía de una sociedad de gente sana y feliz de cuerpo, mente y alma. Sin embargo, como la poesía épica, tiene bases históricas, pues se trata de algo que existía mucho antes de que se le inventara un nombre. Parecía ser un estado de cosas perfectamente normal hasta que fue destruido y hubo de llamarlo de alguna manera para no olvidarlo.
El distributismo fue lanzado al aire por un grupo de intelectuales el 17 de septiembre de 1926. Primero propusieron, para su recién ideada sociedad, el nombre «La Liga para la Conservación de la Libertad mediante la Restauración de la Propiedad». Tras otra ronda de cervezas, decidieron acortarlo a «Liga Distributista». Eso sí, encabezada por Hillaire Belloc y G. K. Chesterton o mejor dicho, el monstruo bicéfalo que G. B. Shaw llamaba el Chesterlloc.
La Liga se reunía mensualmente en el Deveraux. Publicó artículos con frenesí y envió a imprenta libros como What’s Wrong With the World de Chesterton o The Restoration of Property, de Belloc. Tuvo subsidiarias en lugares tan remotos como Australia. Muchas oficinas, porque es barato despachar en bares, pero pocos afiliados: nunca más de 2 mil, entre quienes circulaba el G. K. Weekly, genial revista del Chesterlloc.
ALGO QUE UN BURÓCRATA HACE A LA GENTE
El distributismo es una crítica del capitalismo. Por supuesto, no la única, pues como dice Chesterton: «Afirmar que me disgusta el estado presente de la riqueza y la pobreza es meramente afirmar que no soy el demonio en figura humana. Sólo a Satán o Belcebú puede gustarle el estado presente de la riqueza y la pobreza». A diferencia de otros sistemas económicos, el distributismo sostiene que el problema de la propiedad privada es que no hay suficientes propietarios.
Coincide con el capitalismo en dos principios simples: la libertad individual y la propiedad privada; pero es radicalmente opuesto al capitalismo cuasimonopólico de las democracias modernas. También se opone al socialismo, que extiende poderes al Estado a costa del individuo. Una premisa del distributismo es que, si alguien depende de personas que no lo conocen y esas personas controlan sus necesidades, entonces ese alguien no es libre ni está seguro.
El distributismo, en palabras de Chesterton, «respeta la humanidad y dignidad de la plebe corriente, ignara y vulgar». Es algo que la gente hace. No como las políticas públicas, que son algo que un burócrata le hace a la gente.
Aunque los distributistas sostienen que la propiedad privada es sagrada, reconocen que no sólo algunos tienen derecho a tenerlo todo, sino que todos tienen derecho a tener algo. Al respecto ilustra Chesterton: «La institución de la propiedad privada da tanto derecho al capital ilimitado como la institución del matrimonio, a un sin límite de cónyuges».
VIDA SANA Y FELIZ… COMO UN HOBBIT
Los distributistas ven la economía como un medio para mejorar las condiciones materiales y espirituales de las personas: asegura su bienestar físico, a la vez que les brinda ocio y silencio suficientes para llevar una vida plenamente humana. Ven en la economía algo que sirve para llenar la vida humana ordinaria, no tanto de bienes, como de Bien.
Hombres y mujeres trabajan en casa. Nada de periféricos ni trenes ligeros, ni el ruido de masas de votantes camino a la oficina. Hombres y mujeres se ganan el sustento en el taller, consultorio o despacho de su casa: lo crían y cultivan, en su jardín, en sus gallineros, chiqueros, establos, hortalizas y huertos; comen y comen, trabajan, oran, juegan, hacen fiesta, bailan, beben, se besan y descansan y duermen noches tranquilas.
Como género literario, el ideal del distributismo suscitó obras notables. La más famosa de todas es The Hobbit. Como hecho histórico, fue una flor rara que solamente ha podido florecer pocas veces sobre pocos lugares durante poco tiempo en la cristiandad medieval.
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* Es ante todo un atento lector. Ha publicado: Nostalgia del vapor (Verdehalago, 1999), El corazón (Verdehalago, 2003); El humo blanco (Jus, 2003); Tierra salada (Anzuelo, 2005), y Reino del Norte (Los libros de Homero, 2008).

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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