Especialmente recomendable es el ensayo sobre los distintos planos de la relación familiar que «el genio clásico relacionó con el amor», el análisis del bien deleitable y del bien útil, y la persuasiva defensa del autor por el amor benevolente y la amistad.
Un tomo ágil y elocuente que debe su nombre al primer ensayo y se integra por 13 textos, fruto de un análisis creativo sobre diversos asuntos antropológicos que inquietan al autor. Muchos, publicados en esta revista y buscados con avidez por los lectores.
Con maestría y gráficos ejemplos, Llano aborda temas abstractos y filosóficos, los entrelaza con la realidad monda y lironda de cada día y muestra su nexo con esa realidad a veces afable y sublime, otras grotesca y absurda. Cuando conviene al tema deja escapar esa aguda ironía y sentido del humor, tan notorios en sus clases y conferencias y mucho más discretos, pero también presentes, en su obra escrita.
Uno de los hilos conductores es, por ejemplo, la libertad y las ataduras humanas que la coartan y restingen: ideologías, culto a «fantasmas» que distorsionan la realidad, amañados medios de comunicación y sus reclamos publictarios, o simple aburguesamiento.
En «Diálogo de los demonios» aparece con especial tino la verdad y su contraparte: la mentira y el culto a la opinión, tantas veces ajena a la realidad. Este tema aparece de nuevo en el último capítulo, que desglosa con profundidad la encíclica El esplendor de la verdad de Juan Pablo II.
Especialmente recomendable es el ensayo sobre los distintos planos de la relación familiar que «el genio clásico –en un intento de profundización– relacionó con el amor», el análisis del bien deleitable y del bien útil, y la persuasiva defensa del autor por el amor benevolente y la amistad, tema que después dio origen a un libro completo.
En Los fantasmas de la sociedad contemporánea menciona que no se refiere a amenazas impalpables sino a esa imagen borrosa superpuesta a la real que la distorsiona. Piensa que al detectarlas se verán mejor las relaciones del hombre con la sociedad.
Habla de la sociedad compulsiva, liberadora de los instintos; la permisiva, socavadora de la trascendencia de las leyes morales; la impersonal, silenciadora de la conciencia individualizada; la totalitaria, creadora de leyes absolutas y la anárquica, decapitadora de autoridades. Única salida viable: que el hombre se transforme.
Aunque usualmente defiende la objetividad sobre la subjetividad –la realidad creada que supera y trasciende nuestro yo tantas veces inflado–, no tiene reparo en reconocer la fuerza de esa subjetividad en determinados casos. El capítulo «Qué es lo superfluo» trata sobre las necesidades verdaderas o naturales y las sobreañadidas o superfluas y, para demostrar cómo por fuerza son algo subjetivo, compara las listas de objetos que en sus textos elaboraron Platón (alimento, habitación, vestido y calzado) Marx (alimento, habitación, vestido, calefacción, etcétera) y Tomás de Aquino (alimento, habitación, vestido, etcétera y… un burro). Se ríe del «etcétera» y de la gordura del Aquinate que lo obligó a incluir un vehículo para trasladarse y cierra el comentario con la lista de Flambeau, personaje de Chesterton que considera indispensable: salmón, municiones y brandy.
Como desarrolla temas distintos, no concatenados, este libro se puede disfrutar de corrido o a saltos.