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Sinfonía No. 6 de Beethoven compuesta a pinceladas

Muchas personas recuerdan la Novena Sinfonía de Beethoven (1770-1827), la del «Himno de la Alegría»; otros, la Quinta, con su característico primer movimiento (ta-ta-ta-tan). No obstante, innumerables conocedores opinan que la Sexta –llamada Pastoral y subtitulada por el autor como «Recuerdos de la vida campestre»– es la más notable. Entender por qué es una obra genial hará que la descubras y disfrutes, pero sólo si aceptas que, igual que toda gran obra de música clásica, no debe oírse, sino escucharse. La música que sólo se oye es hermana de la música ambiental, que nos acompaña en centros comerciales mientras realizamos varias cosas a la vez, o que nos hace menos aburrida una caminata. La buena música clásica ha de escucharse, y cuando sea posible, contemplarse como se admira una obra maestra de la pintura: sin ver más cuadros al mismo tiempo, sin hacer nada más.

En cuarenta minutos, el compositor «pinta» con notas musicales un paisaje: inclemencias del tiempo, lluvia y tormenta, pájaros que cantan y vientos fuertes que sacuden árboles cerca de un valle o en un bosque. Como buen romántico y amante de la soledad, Beethoven caminaba horas por el campo, alejándose de Viena. Ciertamente no fue el primer compositor en describir musicalmente la naturaleza. Igual que grandes paisajistas plasmaron los campos, también músicos como Vivaldi y Haydn nos regalaron, por ejemplo, Las Cuatro Estaciones. Pero la Sexta de Beethoven no tiene igual. Es una pintura hecha de sonidos, aunque él la concebía más bien como la expresión de sus íntimos sentimientos. Y a pesar de su incipiente sordera, gracias a su magistral inspiración logró ambas cosas.
Para escucharla y entenderla hay que seguir sus cinco movimientos:
 
1.    Despertar de alegres sentimientos con la llegada al campo. Expresa la serenidad y alegre camaradería entre campesinos.
2.    Escena junto al arroyo. Describe el murmullo del agua en un movimiento ondulante. A ratos permite que canten los pájaros entre los árboles (flautas, oboes y clarinetes).
3.    Alegre reunión de campesinos. Música rústica, alegre, donde danzan hombres y mujeres.
4.    Relámpagos. Tormenta. Comienza a chispear. Caen gotas. Irrumpe –con toda su fuerza– una creciente tormenta. La ráfaga despeina a los árboles y los temblorosos cellos, trombones, violines y otros instrumentos de viento recrean un aguacero. Entonces, viene la calma. Parece que se abre algo en el cielo y el sol se cuela poco a poco entre las nubes, iluminando los pinos. En la frescura del campo respiramos paz.
5.    Himno de los pastores. Alegría y sentimientos de agradecimiento después de la tormenta. Tonada pegajosa, pero bellísima, cuya intensidad va en aumento hasta alcanzar un clímax.
 
Para vivir todo esto, hay que sentarse y escuchar con atención, de preferencia con audífonos de buena calidad. La primera vez se sugiere optar por un lugar cerrado, sin distractores. Más adelante, la experiencia se percibirá mejor en el campo o en un bosque en medio de pinos. Y si te sorprende la lluvia durante el cuarto movimiento, ¡mejor! Experimentarás en carne propia cómo Beethoven «hace llover» con notas musicales. Es fácil imaginarlo mientras contemplas árboles, aves que surcan el espacio, sientes el viento y percibes la hierba mojada…
 
Contraindicaciones:
No oírla mientras se realiza otra actividad ni mucho menos en un vagón del metro, en el Periférico u otros escenarios que no permitan el pleno disfrute de nuestros sentidos; sería un «pecado musical». La Sexta Sinfonía de Beethoven se merece todos los honores y tu completa atención.
 
Versiones recomendadas:  Director
 
Director
Otto Klemperer
Philharmonia Orchestra
 
Director
Sir Simon Rattle
Filarmónica de Viena
 
Director
Herbert von Karajan
Filarmónica de Berlín
 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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