El periodismo es fundamental en la formación de la opinión pública, es la ventana que nos permite asomarnos al mundo y crear nuestro propio mapa de la realidad. Su evolución hacia los postulados del Periodismo de Paz se logrará en un mundo que avance también hacia formas más pacíficas de relación y solución de conflictos.
A principios de 2013, el Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación, CONEICC, me propuso formar parte del jurado del Premio Nacional de Periodismo (PNP) 2012.
Cuando nos reunimos para conformar el jurado, los 15 integrantes adquirimos el compromiso de realizar una valoración objetiva de los trabajos que nos asignaran y supimos que sería una tarea ardua: leer, valorar, discutir y premiar un trabajo por cada categoría implica un ejercicio profesional, técnico y ético de trascendencia. Tras revisar los criterios de la convocatoria que establecen líneas mínimas para cada género periodístico, elegí calificar trabajos de tres géneros: reportaje, crónica y artículo científico y/o cultural.
Semanas más tarde, recibí en mi domicilio una pesada caja de parte del PNP. 234 reportajes, 141 crónicas y 114 artículos de divulgación. Establecí mis tiempos, construí mi rúbrica de evaluación y empecé la lectura. Me referiré ahora, por el tema que nos interesa, a los trabajos de crónica y reportaje.
Me enfrasqué en el análisis y, sin temor a una clasificación gratuita, puedo agrupar la mayor parte de los temas en las siguientes categorías: narcotráfico, violación a los derechos humanos de los migrantes, explotación laboral, secuestro y deficiencias en el sistema de impartición de justicia. Temas, todos, permeados por la violencia.
Al terminar la lectura, me acompañó, durante varios días, una fuerte desazón. Percibía un país sin futuro, abatido por la corrupción, la impunidad, la injusticia y la pobreza. Me quedaba clara la calidad de muchos trabajos leídos y también el respeto que me merece el trabajo periodístico en situaciones tan complicadas. Ser periodista en México requiere a veces jugarse la vida.
LOS MEDIOS: REFLECTORES Y ACTORES SOCIALES
El periodismo es instrumento fundamental para la formación de la opinión pública y sin duda la ventana que permite a los individuos asomarse al mundo y conformar su propio mapa de la realidad. En prácticamente todas las declaratorias del ejercicio periodístico aparecen como valores la objetividad y la veracidad de la información bajo el paraguas de la libertad de expresión. Un medio informativo adquiere una responsabilidad insoslayable: es mucho más que dar cuenta del acontecer cotidiano, informar tiene como principio «dar forma» a ese cúmulo de datos y estímulos que conforman la realidad y que a través de la construcción noticiosa adquieren significado y sentido.
Los medios, por tanto, no son sólo reflectores del proceso social sino que intervienen activamente en él. Son, o pueden ser, agentes de cambio. Su influencia en los individuos es factor importante en la norma de su comportamiento social y de sus actitudes personales, por ello vale la pena analizar la perspectiva desde la que se narran los hechos noticiosos y cómo influyen en nuestra percepción del mundo.
Todo acto comunicativo se realiza desde una perspectiva y con una intención. Informar, persuadir, apelar, o cualquiera que sea la intencionalidad de un mensaje es un hecho que lleva en su contenido la mirada de quien lo emite. Con mirada me refiero al marco de referencia de la persona, determinado por su cultura, educación, condición social y situación personal.
En esto se fundamenta la teoría del framing, término proveniente de los estudios de Erving Goffman (1986) en el terreno sociológico y que los estudios de medios de comunicación adoptaron en la década de los 80. Goffman tomó el término de previos estudios psicológicos de Gregory Bateson para explicar, desde la sociología, cómo «se organizan los acontecimientos, no sólo en nuestra mente, sino en la sociedad en su conjunto» (Sádaba, 2001)
Framing se define como encuadre, marco o enfoque. En el ámbito periodístico se considera una derivación del acercamiento interpretativo a la realidad, es decir es parte del proceso significativo de la noticia.
Podemos afirmar, por tanto, que la conjunción de estos dos factores, el papel del periodismo en la construcción de la realidad y la perspectiva desde donde se narran los hechos, constituyen objetos de estudio diferenciados pero convergen en las propuestas sobre la función social del periodismo, o de los paradigmas periodísticos que pueden abonar al recrudecimiento de problemas sociales o plantear perspectivas de salida a los conflictos.
¿LAS NOTICIAS SON APOLOGÍA DE LA VIOLENCIA?
En este marco se sitúa el Periodismo de Paz, Peace Journalism, que el noruego Johan Galtung, pionero de esta escuela, acuña en 1988 como alternativa a lo que llama «Periodismo de Guerra». (Espinar y Hernández, 2012).
Si bien el Peace Journalism surge en contextos de conflicto armado identificado: guerra, guerrillas, enfrentamientos, sus principios pueden tomarse en cuenta para analizar las tendencias del periodismo con respecto a hechos que, sin ser guerras declaradas, violentan la vida de las personas y vulneran la paz en un grupo social. Es el caso de los problemas sociales que los trabajos periodísticos en México cubren con énfasis en los últimos años.
El Peace Journalism postula la posibilidad de un periodismo como instrumento para la paz. No en vano la UNESCO considera el diálogo como una herramienta para consolidar la paz y promueve el entendimiento y la conciliación como actividades posibles de los medios de comunicación.
La labor de los medios en México está circunscrita por la legislación, por los órganos de regulación, por sus códigos de ética y sus propios recursos. La actividad periodística tendría sin embargo que atender a su posición con respecto a los hechos y, en este sentido, averiguar si contribuye o no al entendimiento entre los individuos.
Cabe preguntarse si las noticias en México constituyen una apología de la violencia o vehiculan posibilidades para lograr el concierto social. No basta atender a las normas y principios rectores de un medio informativo, habría que repensar el proceso de generación de noticias que, al menos en los ejemplos que presentaré aquí, han convertido a la violencia en el hecho noticioso en sustitución del conflicto que la genera.
PRINCIPIOS DEL PERIODISMO DE PAZ
Teresa Nicolás (2014), retoma los principios fundamentales del Periodismo de Paz en su análisis del enfoque del conflicto isrelí-palestino: primero, la imposibilidad de la objetividad pura en la cobertura de un conflicto y por tanto la necesidad de elegir un enfoque informativo determinado. El segundo principio establece utilizar herramientas de análisis del conflicto y, finalmente, la contribución del periodista a su solución pacífica.
Si bien los medios informativos se declaran siempre a favor de la objetividad, Galtung considera que no hay cobertura sin enfoque: el framing o marco contextual del propio periodista, la manipulación deliberada por parte de estructuras de poder, los intereses del propio país al que pertenece el medio y el hecho de que la presencia de los medios modifica el escenario del conflicto. (Nicolás, 2014).
Espinar y Hernández (2012) sistematizan las propuestas de Galtung partiendo de las premisas del Periodismo de Paz y sus aportaciones desde el ámbito de la Comunicación. Las autoras articulan tres dimensiones del Periodismo de Paz: la teórica, una formulación epistemológica desde la academia para fijar los puntos de este paradigma y conceptualizar las prácticas y los valores profesionales de su ejercicio; la práctica profesional como segunda dimensión sugiere la interpretación, considerando sus aspectos operativos y las condiciones de la puesta en práctica y la tercera dimensión se refiere a su esfera ética y normativa: por qué es importante fijar una postura y cómo legitimar la del Peace Journalism asumiendo la responsabilidad de ello conlleva.
Una obra fundamental del Periodismo de Paz es Reporteando conflictos (2004) de Jake Lynch y Annabel McGoldrick, fundadores de la organización «Reporting the World», en coautoría con Galtung.
Establecen que para ejercer el Periodismo de paz es necesario entender el conflicto, lo que implica investigar y buscar las causas y objetivos de los actores involucrados. El acto violento no es la noticia sino el conflicto que lo genera. La investigación periodística es una práctica necesaria para contextualizar los hechos, para dar voz a quienes no la tienen y para abrir espacios a posibles soluciones.
PERIODISMO QUE ABONE A LAS SOLUCIONES
Los hechos noticiosos en México no se refieren necesariamente a un conflicto armado, al menos no declarado así. La realidad no es menos dura: el enemigo, la contraparte, el opositor no tiene una identidad, es un ente gestado por la corrupción y la pobreza que se materializa en muchas caras, nombres, instancias, organismos.
Es más cruenta la lucha cuando enfrentas una especie de monstruo de mil cabezas que, en analogía con la lucha de Hércules, regenera sus partes cuando las alcanza el arma que busca justicia. Suena patético, pero es un hecho que en México el Periodismo de Paz es una práctica marginal porque, como concluyen Espinar Ruiz y Hernández: «…la evolución del periodismo hacia los postulados del Periodismo de Paz sólo podrá ser efectiva de manera integral en un mundo que avance a su vez hacia formas de relación y de resolución de los conflictos más pacíficas y no-violentas». (Espinar y Hernández, 2012).
El contexto mexicano dista de ser escenario para formas pacíficas de relación: la creciente pobreza y la polarización de grupos sociales son caldo de cultivo para la confrontación y no para el diálogo.
Sin embargo, al buscar los principios del Peace Journalism en los trabajos del PNP, encontramos algunos indicios interesantes que apuntan, no sólo al valiente e impecable trabajo de algunos autores, sino a los visos de un periodismo que abone a las soluciones y no sólo exhiba la injusticia y violencia.
UNA CRÓNICA ESCALOFRIANTE
Hablemos primero del trabajo del periodista Humberto Padgett, ganador del PNP en el género de crónica, en las ediciones 2012 y 2013. Publicada por la revista Emeequis, en abril de 2012, la crónica «Aviéntales el cerillo, son secuestradores» es la sobrecogedora historia de un linchamiento de tres jóvenes a manos de civiles en el Estado de México.
El estilo de Padgett, directo, impecable, no da tregua al respiro ni a la duda. Su narración atrapa al lector desde el título que sugiere un acto brutal. Empieza con una narración detallada, casi poética, de una escena dantesca: una turba demandando al verdugo –un ciudadano común apodado El Perra– que culmine lo que el pueblo empezó: la captura, sometimiento y virtual quemazón de los cuerpos de tres sujetos señalados como secuestradores a quienes, por cierto, no han dado una sola oportunidad de defensa.
La crónica salta entonces a recuperar la historia de Pepe, una de las víctimas de la mal entendida justicia por propia mano que ha emprendido la gente de Chalco. La narrativa se humaniza y conocemos la vida de un individuo que, según la descripción de Padgett, está lejos de cubrir el perfil de un secuestrador. Más adelante sabemos de su mujer, la difícil situación económica en la que han vivido siempre, sus valores familiares y su amistad con dos jovencitos quienes corrieron la misma suerte que él. La detallada forma en que el autor desgrana las historias da cuenta de un trabajo puntual de investigación, de un periodismo que no cae en la tentación del amarillismo ni de la anécdota sensacionalista.
Pero también muestra el otro lado de la moneda: el hartazgo, la impotencia y la rabia de una comunidad, San Mateo Huitzilzingo, azotada por la violencia, por asesinatos, robos y secuestros que le han robado la calma a la gente harta de la impunidad, signo de la descomposición del sistema de impartición de justicia en México.
Padgett presenta un desolador panorama en el que víctimas y victimarios se confunden. Da voz a la familia de Pepe, el hilo conductor de la historia, pero también retrata la visión de la gente que responde con violencia cuando el destino la acorrala en un mundo sin mayor oportunidad de hacer otra cosa. Al menor indicio de que los sujetos son los secuestradores, no hay ya capacidad de discernimiento ni tampoco confianza en que alguna autoridad pueda esclarecer si son o no. El linchamiento, en el fondo, es un acto de desesperación de quienes también ha sido víctimas de la violencia.
El autor se toma su tiempo para contextualizar los hechos. No es una crónica breve y no escatima datos que permiten al lector trascender de una primera reacción de indignación a comprender una realidad compleja y desoladora: la descomposición del tejido social que ha originado el encono y la polarización de los grupos sociales, una guerra en la que todos perdemos.
Siguiendo los principios establecidos por Galtung, una especie de mandamientos para el Peace Journalism, encontramos en el trabajo de Padgett algunas características que lo acercan a un ejercicio periodístico promotor del entendimiento. Sin duda, la condición de la revista favorece su postura crítica. Emeequis es un proyecto independiente, apoyado por la ciudadanía, cuya línea editorial apunta a la calidad, según expresa en su sitio web. Circunstancia que da al periodista un margen de maniobra más amplio para buscar fuentes diversas de información, no sólo las oficiales o predominantes, condición fundamental para el Periodismo de Paz.
Otras cualidades en el trabajo de Padgett: atiende al sufrimiento de todos, da voz a los que no la tienen, humaniza el conflicto, presenta ante la opinión pública los efectos invisibles de la violencia. A pesar de lo descarnado y sórdido de la historia, la crónica es una historia de seres humanos, no prioriza la violencia ni es mera apología de la condición salvaje y deshumanizada de quienes la protagonizan.
A lo que no llega la crónica es a la última parte, la más difícil y utópica del Peace Journalism: no abre ninguna posibilidad de reconciliación, no apunta una posible solución ni plantea algún principio que pueda orientar el entendimiento o la convivencia pacífica entre los grupos en conflicto.
Esto es comprensible. Ni la revista ni el autor mencionan su postura respecto de esta perspectiva periodística. Hacen un trabajo profesional de crítica y denuncia, y en ello va el bien ganado premio que otorgó el jurado del que formé parte. Respeta los principios éticos del periodismo; la dignidad de las personas; no muestra sesgo y se apega a un lenguaje preciso que no califica, ni descalifica gratuitamente a las partes involucradas. Pero ahí termina su labor que, a fin de cuentas, es brindar al lector un contexto para la interpretación. Un paso más y se acercaría al Periodismo de Paz.
EL DRAMA DE LOS JORNALEROS
El trabajo premiado en la edición 2012 en el género de reportaje, es una investigación de Uriel López sobre las condiciones de los jornaleros mexicanos: «Oaxacalifornia, los campos de San Quintín», del portal de noticias del periódico Voz e imagen de Oaxaca.
Un video en cuatro entregas que desentraña las precarias condiciones del trabajo en el campo mexicano en voz y presencia de campesinos oaxaqueños, explotados en los sembradíos de Baja California.
Según el reportaje, el Valle de San Quintín es propiedad de un alto funcionario del gobierno de Baja California; arrastra denuncias de violación a los derechos de los trabajadores, demandas por incumplimiento de la ley del trabajo, explotación y condiciones infrahumanas de quienes laboran en sus campos. La imagen resulta tan desoladora como el contenido narrado en off y referido por las numerosas entrevistas y testimonios recogidos.
También sustenta este trabajo una sólida investigación, aunque en su narrativa abundan los adjetivos calificativos que logran un efecto dramático ligeramente sobrado. El tono del narrador también es dramático, pero brinda la información suficiente para contextualizar el problema; lo enfoca sobre todo a las pocas oportunidades de trabajo de los pobladores de Oaxaca, situación que los obliga a emigrar. El reportaje ubica entonces a las comunidades oaxaqueñas asentadas en Baja California.
Se prioriza la imagen a los jornaleros. Abundan sus testimonios. No hay equilibrio entre puntos de vista diferenciados, pues es una denuncia abierta a la explotación de los trabajadores migrantes.
El trabajo cumple con los principios del reportaje: contextualiza los hechos, brinda puntos de vista de los involucrados, se sustenta en información investigada (datos, lugares, acontecimientos, causas, etcétera) sin embargo, se queda muy corto en relación a los postulados del Peace Journalism.
Se entiende la intención de denuncia social y la libertad de un medio virtual que abre espacio al periodismo de investigación, una de las fortalezas de este reportaje que recibió el premio en 2012.
Sin embargo, presenta sólo una cara del problema: la situación de los trabajadores oaxaqueños, material suficiente para un reportaje de calidad pero que no otorga al lector un contexto de interpretación más amplio. Quiero suponer que no fue posible acceder a otras fuentes, pero lo cierto es que, frente a los hechos, permite una única postura: indignación y solidaridad con los trabajadores; no es poca cosa, pero insuficiente para imaginar una salida hacia la paz.
Mientras escribo este artículo, la prensa informa sobre las protestas de los jornaleros de San Quintín. El 17 de marzo de 2015 aparece la noticia en los periódicos nacionales: la alianza de organizaciones nacional, estatal y municipal por la justicia social convoca a un paro para protestar por más de 14 años de explotación en los campos de cultivo, que incluye el cierre de la carretera transpeninsular; lo que motivó la respuesta del gobernador, Francisco Vega, para llamar a los jornaleros y sus líderes al diálogo.
Las notas, a más de dos años de la publicación del reportaje mencionado, presentan un clima de confrontación, con actos vandálicos asociados al paro y brotes de violencia. El trasfondo muestra, a fin de cuentas, una situación de injusticia y explotación por años ignorada e incluso solapada por las autoridades.
Las instancias de gobierno buscan no afectar a la población con los paros y cierres de caminos (la carretera transpeninsular es una importante vía de comercio México-Estados Unidos). Las editoriales sobre la noticia dan cuenta de la descomposición social como telón de fondo de este conflicto que, lejos de ver solución, parece complicarse por la cantidad de intereses que confluyen en la operación de las transnacionales agrícolas en San Quintín.
Negociaciones estériles y aumento del encono entre los grupos involucrados nutren el trabajo periodístico. Abunda la denuncia por la violación a los derechos humanos y laborales de los trabajadores y la crítica a la incapacidad institucional para responder a las demandas sociales y proveer condiciones óptimas para el intercambio comercial en la zona.
No es sencillo imaginar la práctica del Peace Journalism en contextos como esos, son focos rojos que se prenden indefinidamente por todo el país. La prensa los cubre mientras están en la agenda noticiosa, los olvida y parecen desaparecer de la realidad nacional. Volverán a ocupar espacios cuando de nuevo estallen situaciones que se salen de control. Pero no hay solución, diálogo ni concierto. La práctica de periodistas y reporteros recuerda al malabarista que mantiene muchos platos girando en el aire. Se atiende aquello que entra en crisis.
Reitero la idea de que México no enfrenta un conflicto armado único sino una situación crítica en casi todos los frentes, los múltiples enemigos complican las batallas por la paz.
En este tono de denuncia, pero marcados con un alto dramatismo, encontré los reportajes que participaron en la edición 2012 del PNP. De ahí la sensación final de desazón y de ahí también la necesidad de seguir construyendo una práctica periodística que se mueva en los márgenes de la libertad de expresión, que respete la dignidad, los derechos humanos, la veracidad a la que se debe todo medio informativo pero que también construya una realidad más humana.
En la medida en que el periodismo encuentre caminos para convertirse en un agente de entendimiento y no de confrontación podremos hablar de una posibilidad de paz, que nos vendría muy bien en estos tiempos aciagos.
BIBLIOGRAFÍA
Espinar Ruiz, Eva y Hernández Sánchez, María Isabel. (2012). «El periodismo de paz como paradigma de comunicación para el cambio social: características, dimensiones y obstáculos» en CIC Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 17, 175-189.
Goffman, Erving. (1986) Frame analysis. Northeastern University Press. Boston.
López Salazar, Uriel. (2012). «Oaxacalifornia, los campos de San Quintín». Reportaje audiovisual. Portal de periódico Voz e Imagen de Oaxaca.
Lynch, Jake y McGoldrick, Annabel. (2006) Reporteando conflictos. Montiel y Soriano Editores. México.
Nicolás Gavilán, Teresa. (2014). El enfoque del conflicto israelí-palestino. Editorial Fragua. Madrid.
Padgett, Humberto. (2012) «Aviéntales el cerillo, son secuestradores». Revista Emeequis. Abril. México.
Sádaba, T. (2001). Communication & Society 14 (2), 143-175.