José María Fernández Palacio
Minos III Milenio. México, 2015
87 págs.
El autor expone a una juventud más dispersa, menos tolerante a la frustración, más enfocada al placer inmediato, menos tendiente al compromiso, que adolece de la necesaria estabilidad de ánimo y de congruencia en su actuar. Afirma que nos encontramos con jóvenes excesivamente comunicados con los demás y en su entorno, pero que paradójicamente sufren de soledad, hastío y vacío existencial. Se engañan fácilmente con la abundancia de información de internet o las «amistades cibernéticas» creadas a partir de las redes sociales.
En consecuencia, se impone que los padres, además de pedir a sus hijos un satisfactorio desempeño académico, se animen a ponerles límites en el uso de las modernas tecnologías, pero dentro de un clima de libertad responsable.
En la educación de los jóvenes, un punto de partida es la personalización. Solamente de corazón a corazón es cuando se logran cambios definitivos tanto en el educando como en el educador.
El autor concluye que el mejor camino para educar es convivir con los hijos; interesarse por sus grandes o pequeños asuntos; con la finalidad de llegar a ser unos padres cálidos y cercanos.