Las relaciones humanas se modifican con la inmediatez del internet. Hoy, a pesar de la distancia, podemos propiciar la cercanía en pareja; sin embargo, también hay menoscabos, pues en el mundo online tendemos a crear versiones perfectas de nosotros mismos y quizá la persona de quien nos enamoramos no posee las cualidades que ostenta.
¿Cuántas veces no hemos escuchado que un conocido, amigo o familiar se ha dado de alta en alguna aplicación o red social para «encontrar el amor»? Es una situación cada vez más frecuente. Hace algunos años, esta forma de interacción era propia de los jóvenes que crecieron en la era digital, sin embargo, en la actualidad tal práctica es también común en personas de generaciones anteriores. Quienes quizá no se animaban a esta modalidad hace un par de años, pues preferían la interacción cara a cara, hoy se registran sin tapujos a este tipo de redes sociales.
¿Por qué nos inscribimos en dichas plataformas? Según diversos teóricos del apego en adultos, los seres humanos tenemos una gran necesidad de conexión,1 deseamos sentirnos valorados por otros. Desde el nacimiento estamos preparados para conectarnos con nuestras figuras significativas, y en la adultez sucede algo similar en las relaciones románticas. Si a esto añadimos que hemos crecido en una sociedad que nos anima a encontrar a la persona adecuada para completar nuestra vida, tenemos una explicación muy amplia de por qué buscamos conectarnos con otros, ya sea en persona o de forma digital.
Todo es «para hoy»
Una peculiaridad que se tiene con la aparición de aplicaciones y redes sociales para buscar a la «media naranja» es la inmediatez, característica de esta sociedad posmoderna, en donde cuesta trabajo entender el ritmo apaciguado que reinó antes de la era digital. Generaciones anteriores se casaban jóvenes y tenían hijos casi de inmediato, ahora las personas se casan varios años más tarde, aunque a partir de la década de los treinta, cuando el proceso de encontrar pareja suele ser más complejo que en los veinte, comienza la presión social por hallar a la «media naranja». Ante esta necesidad, las redes sociales cobran importancia pues ahorran tiempo en el proceso de conocer al otro.
Algunos autores2 proponen que internet es hoy el equivalente de lo que antes era la plaza pública, ya que cumple con la función de ser el espacio donde se encontraban y conocían las personas, al igual que lugar donde se pueden manifestar distintas posturas, ya sean ideológicas o políticas.
¿Cómo una persona se convierte en la ideal? Hoy para tomar tal decisión ya no basta la «personalidad», pues estamos bombardeados de información online. Gracias al Big Data3, podemos conocer los gustos, hábitos, intereses, etcétera de nuestra posible pareja ideal. Las aplicaciones para encontrarla se basan en algoritmos que toman en cuenta estas variables para «garantizar» la compatibilidad.
Quizá las personas de otras generaciones no entiendan del todo cómo funcionan dichas citas a ciegas y les cueste trabajo comprender la manera en que algunas parejas se conocieron a distancia y de forma virtual, ¿pero las nuevas experiencias son tan ajenas a lo que habíamos vivido en otros periodos de la historia?
De la casamentera al match
Hace tiempo surgió una figura que se conservó hasta hace pocos años. Encontramos vestigios de ella desde la China antigua donde «por lo general los novios no tenían ni voz ni voto en los arreglos y ni siquiera se conocían hasta el día de la boda. En la mayor parte de los casos, el asunto se negociaba a través de casamenteros»4. La casamentera solía ser –generalmente– una señora bastante respetada por las familias, se encontraba inmersa e implicada en el casamiento pues recibía dádivas económicas y regalos de las familias, «conocía a cada uno de los hombres y mujeres de la comunidad, sabía sus aficiones, temperamentos y conocía su apariencia».5 Su función era similar a una encargada de relaciones públicas e incluso la podemos pensar como precursora de las aplicaciones digitales útiles para conocer gente.
Su tarea principal era, sin utilizar los algoritmos que hoy aplican las redes sociales, presentar a los prospectos que mejor encajarían para las familias que así lo solicitaban. Sin necesidad de haber estudiado psicología, podía intuir cuál persona se entendería mejor con otra. ¿Cómo lo lograba? En realidad no era tan complicado, conocía bien a las familias y sólo debía pensar cuáles podrían emparentarse. Hasta hace poco, escoger pareja no era cuestión primordialmente de amor, sino del beneficio para ambas partes: expandir negocios, obtener mayores territorios y asegurar un futuro para las generaciones venideras que ahora compartían la misma sangre.
Poco a poco y en ciertos estratos comenzaron los cambios, las personas adquirieron mayor capacidad para escoger con quién pasarían buena parte de su vida adulta. Entre 1850 y 1965, las condiciones sociales en países como Estados Unidos, permitieron que los matrimonios se centraran en el amor y en las necesidades de los individuos, más que en contratos con fines económicos6.
Sin embargo, tales transformaciones no fueron tan sencillas, la moral y costumbres de la época impedían que hubiera una interacción tan cercana como la actual. Es común recordar historias de amor a primera vista, que sucedían justo por la imposibilidad de tener contacto con el otro, a menos que se estuviera acompañado de chaperones. Cuántas historias no hemos conocido en la literatura o en el cine, donde los enamorados intercambian múltiples y extensas cartas para conocerse y declarar su amor a pesar de sólo haberse visto una sola vez. ¿Acaso no son documentos históricos que nos hablan acerca de la sobre-idealización que hacemos del otro?
«Siempre hay un roto para un descosido»
¿Qué tanta diferencia encontramos entre los métodos de antaño y los medios digitales actuales? Sin duda, la rapidez con la que llegan los mensajes constituye una diferencia notable al igual que la posibilidad de la imagen. Con las cartas, las personas recordaban la imagen de aquella muchacha que habían visto cruzar por la calle rumbo a misa, mercado o salón de baile, pero no tenían tanta posibilidad de verla. En cambio, con la tecnología actual, no hace falta conocerla físicamente, basta la foto de perfil para crear imágenes, fantasías e historias sobre la otra persona, que no necesariamente son verdaderas.
Diego Levis7 menciona que mediante los chats construimos personajes e historias que nos permiten despertar el interés de otros. En ellos nosotros decidimos cómo nos queremos presentar, tenemos bastante tiempo para pensar qué contestar, cómo abordar a alguien, rectificar información que queremos decir/ocultar, al igual que construir una imagen de nosotros que probablemente no vaya con la realidad. Estas redes sociales y aplicaciones, no reemplazan una relación física –cara a cara– pero sí pueden ser el terreno fértil para propiciarla.
Entonces, ¿de quién nos enamoramos? Según Jankowiak,8 antropólogo que ha estudiado cuentos populares de amor en distintas sociedades, en la mayoría de las historias se da «una forma de engaño al otro». En términos psicológicos, nos remitimos a la colusión que se da en la pareja, donde el engaño es en realidad un autoengaño, pues creemos ver y encontrar cosas que no tiene la otra persona. Lo cual no significa necesariamente que sea algo inadecuado.
No nos enamoramos tal cual de la otra persona, nos enamoramos de la imagen que nosotros quisimos ver en un inicio, de aquellos dulces detalles o momentos significativos que tuvimos en nuestras primeras interacciones, y que en muchos casos comienzan a desvanecerse conforme pasan los meses y años.
Alain de Botton9 explica que, a partir de estas imágenes que nos creamos sobre la otra persona durante el enamoramiento, inevitablemente nos casaremos con la persona equivocada. Esto no significa que todo esté perdido, sino que para que funcione la relación, tenemos que aceptar a quien tenemos en frente. Es una invitación a aceptar a la persona que queda detrás de la idealización, porque de forma inconsciente, justo es ella la que escogimos por sobre las demás. Debe existir una conexión que nos permita encajar, lo que popularmente se conoce como «siempre hay un roto para un descosido».
Botton propone que en las primeras citas una pregunta obligada sería «¿de qué forma estás chiflado?». Afirma que al realizarla comprenderemos en qué laberinto nos estamos aventurando al conocer las debilidades y fortalezas del otro; y también nos da la posibilidad de trabajar para aceptar ambas. Sin embargo, en las redes sociales despertamos nuestras áreas narcisistas en donde la imagen y la pose son fundamentales. Nos mostramos como desearíamos ser. Aprovechamos cierta sensación de anonimato y distancia, podemos utilizar photoshop para mejorar nuestra imagen y dar a entender quiénes creemos ser en realidad, lo cual puede complicar que la otra persona nos conozca con todo y fallas.
No hay tiempo para estar en pareja
Si hoy todos nos casamos por amor, ¿estamos mejor que en tiempos de los matrimonios arreglados? Según Eli Finkel,10 la respuesta es: «ambas». En cierto sentido son mejores y peores; si bien las cifras de divorcios son más altas, hoy en día los matrimonios que funcionan son más fuertes en términos de satisfacción y bienestar personal que en otras épocas. Incluso la calidad de un buen matrimonio puede ayudarnos a predecir el bienestar personal.
A partir de las investigaciones psicológicas que Sue Johnson11 ha realizado, se afirma que una buena relación tiene mejor índice de predecir y promover bienestar en la salud de las personas, más que comer adecuadamente o dejar de fumar. Pero lograr que una relación funcione se da sólo si uno es capaz de invertir esfuerzo y tiempo en pareja.
En investigación con población mexicana, Michelle Morales, descubrió que los intereses y actividades compatibles son los que más unen a una pareja joven. Mientras que los factores relevantes para la elección de una pareja son tener «similitud de intereses, opiniones y capacidad intelectual»12, sobre todo para entablar un vínculo cercano por medio de conversaciones. También influye el estatus económico y social de la pareja y su familia, el nivel educativo y que tengan un buen o mejor nivel social. Si consideramos esta información, podremos corroborar la tesis de Lemaire13 quien afirma que en realidad nuestras opciones para escoger pareja, son más limitadas de lo que nos gustaría aceptar.
En su investigación, Morales afirma que los elementos necesarios para que el matrimonio funcione en parejas mexicanas jóvenes son: «el amor, la sinceridad, la tolerancia, la disponibilidad, el respeto, la convivencia premarital y saber a qué se va al matrimonio».14
Para John y Julie Gottman,15 analistas de matrimonios exitosos, las parejas que tienen una buena relación y que tienen mayor posibilidad de mantenerse juntas, son aquellas que atienden las necesidades de conexión de la otra persona. Gran problema de nuestra sociedad ya que pocas veces hay tiempo para pasarlo con nuestra pareja, debido a las horas que destinamos al trabajo y estar inmersos en esta sociedad del cansancio como la denomina Byung-Chul Han16, donde somos nosotros mismos quienes nos sobre-exigimos en dar lo mejor y no dedicamos tiempo para contemplar, descansar…y estar en pareja.
Aprovechemosla era digital
Finkel17 considera que el matrimonio se ha convertido en una proposición del tipo «todo o nada», si no estamos completamente involucrados o no hay esfuerzo, es probable que se termine. Para algunas personas es muy importante estar en comunicación constante a lo largo del día, lo cual se complica con nuestro modo de vida actual donde tenemos que estar conectados todo el día, más las horas de oficina y el tránsito mínimo de dos horas al día.
La tecnología digital puede ayudar a las parejas a sentirse cerca, ya sea mediante llamadas, mensajes o videollamadas18; aunque también existen algunas aplicaciones como BroApp19 que permiten a algunos –generalmente hombres– programar mensajes a su pareja, haciéndola pensar que tienen una conversación y hacer parecer hacer «como si» están interesados en saber cómo le fue durante el día o que piensan en su amor al enviar mensajes de cariño. Podemos imaginar, que si se llegase a descubrir que en realidad fue una aplicación, evidentemente desencadenará en la pareja enojo, tristeza, decepción y otras emociones negativas; y muy probablemente la separación.
Podría ser que la información aquí presentada parezca lejana para algunos, pero son situaciones cada vez más comunes y es necesario comenzar a pensar en el futuro cercano.
¿Qué nos depara el futuro en términos de conexión con la persona amada? Tengo en mente dos interpretaciones que realizan una crítica sagaz del rumbo que está tomando la sociedad: el capítulo «I’ll be back», de la serie británica Black Mirror, donde una joven viuda adquiere una aplicación con un programa de inteligencia artificial (IA) que puede predecir, a través de los datos guardados en las redes sociales del marido difunto, cómo actuaría y se comunicaría con ella. Con el tiempo compra mejoras de la compañía: pasando de comunicación por mensajes de texto a llamadas con la voz del marido, hasta terminar en un robot casi-humano que replica los mismos comportamientos. El otro ejemplo es la película Her de Spike Jonze, donde un hombre se vincula fuertemente con el sistema operativo de su computadora, «enamorándose» para al final decirle adiós. Ambas historias podrían ser una predicción de cómo conoceremos personas que no sólo se enamoren y des-enamoren digitalmente, sino que podrían llegar a sentirse atraídas por programas de Inteligencia Artificial de nuestros dispositivos electrónicos. Sin duda nos encontramos en la antesala de temas novedosos para explicaciones psicológicas sobre la conexión humana.
Notas finales
1 Chris Fraley, «A Brief Overview of Adult Attachment Theory and Research» 2010 [en línea] [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <https://internal.psychology.illinois.edu/~rcfraley/attachment.htm>
2 Diego Levis, «Sobre chat, máscaras y otros asuntos sobre el amor en Internet» en: Teoría de la Educación. Educación y Cultura en la Sociedad de la Información [en línea] 2006 No. 7: [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=201017296009>
3 Eve Fairbanks, «Love in the age of big data» en HuffingtonPost [en línea]: [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <http://highline.huffingtonpost.com/articles/en/love-in-the-age-of-big-data/>
4 Pan Lien Tan, «Estatus social, papel y lenguaje de las mujeres chinas» en Estudios de Asia y África [en línea] 2005, XL (mayo-agosto). p.382 : [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58640204>
5 Ibídem. p.382
6 Eli Finkel, «The all-or-nothing marriage» en New York Times [en línea] 2014: [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <http://www.nytimes.com/2014/02/15/opinion/sunday/the-all-or-nothing-marriage.html>
7 Diego Levis, Op. cit. p.154
8 Eve Fairbanks, Op. cit.
9 Alain De Botton, «Why will you marry the wrong person» en New York Times [en línea] 2016: [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: <http://www.nytimes.com/2016/05/29/opinion/sunday/why-you-will-marry-the-wrong-person.html?_r=0>
10 Eli Finkel, Op. cit.
11 Eve Fairbanks, Op. cit.
12 Michelle Morales, «En el umbral del matrimonio: los jóvenes y su idea de la conformación de una pareja» en Julieta Quilodrán (coord.) Parejas conyugales en transformación. COLMEX, México. 2011. p.226
13 Jean Lemaire, «La pareja humana: su vida, su muerte, su estructura». FCE, México.
14 Michelle Morales, Op. cit. p. 228
15 Eve Fairbanks, Op. cit.
16 Byung-Chul Han, «La sociedad del cansancio». Herder. Kindle Edition. 2012
17 Eli Finkel, Op. cit.
18 En algunos casos puede tener extraños resultados, es cada vez más común saber que ahora las parejas se pelean y expresan su amor por Whatsapp y no en persona.
19 Ver Theo Metz «Automated texts to your girlfriend. There’s an app for that» [en línea] 2014 [Fecha de consulta: 24 de agosto de 2016] Disponible en: http://www.telegraph.co.uk/men/relationships/10658271/Automated-texts-to-your-girlfriend-Theres-an-app-for-that.html