Un importante protagonista
de la política mexicana,
en tiempos en que el libre
mercado parecía ser la
regla vigente para siempre
en el mundo, comparte sus
impresiones sobre el cambio
que vive México y el mundo.
El mundo vive fuertes cambios, que apuntan a ser permanentes y a redefinir la forma de hacer negocios e incluso de vivir en los próximos años. Es un cambio internacional que involucra a México. Para una charla sobre este nuevo paradigma, IPADE Trends contó con la presencia de José Antonio Meade Kuribreña. Doctor en Economía por la Universidad de Yale y licenciado en Economía por el ITAM, tuvo una brillante carrera en el sector público, entre otros cargos como secretario de Hacienda, además de ser candidato a la presidencia de México.
Es un cambio en cómo vivimos y convivimos; así comenzó José Antonio Meade esta plática sobre economía, comercio y la cambiante relación con Estados Unidos y Canadá. Se están rompiendo paradigmas con los cuales habíamos crecido. Nuestra carrera profesional se había basado en eso, y ahora vamos a tener que «aprender a reaprender», aprender a convivir bajo otras ideas, otras narrativas y una nueva relación México-Estados Unidos, que para nosotros es central.
Con esta coyuntura somos especialmente vulnerables, dada la íntima relación comercial que tenemos, y más allá. Somos más que socios, acaso parientes; hay una relación social íntima entre ambos países.
— ¿Cuáles crees que son las motivaciones de la administración Trump, específicamente del presidente, detrás de todos estos cambios que está haciendo a nivel tanto nacional como mundial?
— Creo que hay un elemento profundo y especial, que tiene que ver con una percepción desencantada de los resultados que habíamos generado en democracia. Eso se comparte entre México y Estados Unidos, y esta emergencia del liderazgo disruptivo del presidente Trump y del presidente López Obrador tiene una raíz profunda en que la gente no está contenta, no está satisfecha con los avances y los logros que habíamos tenido.
«Cuando hay
dudas sobre
qué va a pasar
en términos
de política
pública, la mejor
estrategia de
cobertura en el
corto plazo es
esperar.»
Es interesante, porque en el papel tanto México como Estados Unidos presentan buenos avances en términos de crecimiento y combate a la pobreza en los años recientes. Pero, por buenos que hayan sido, no resultaron suficientes como para que la gente sintiera que la democracia le estaba rindiendo buenas cuentas.
Creo que hay un primer elemento profundo, que tiene que ver con el desencanto con los resultados. Eso da lugar, a mi juicio, a una agenda más puntual que recoge esos desencantos. Había un desencanto con la forma en que la migración se había administrado entre los dos países. Había un desencanto alrededor de los equilibrios conseguidos en temas de seguridad. Hay desencanto y preocupación, a mi juicio, sobre el papel que juegan Estados Unidos y China en el mundo. Y también hay un desencanto alrededor de los resultados del libre comercio.
Hay una intencionalidad de replantearnos la relación comercial, migratoria y de seguridad, así como el papel de Estados Unidos y China en el mundo y en Norteamérica en lo particular.
Algo que hemos identificado y que ya está muy claro en los medios es la diferente reacción que han tenido los dos socios comerciales de Estados Unidos. Canadá ha tomado una posición más combativa y México trata primero de esperar y luego reaccionar, buscando mantener hasta el último momento el mejor ánimo y la mejor relación.
— ¿Crees que éste es el camino para seguir? Todavía no tenemos la historia completa, ni sabemos exactamente hacia dónde va a ir. ¿Cómo lo está haciendo México y qué debería hacer en distintos escenarios?
Haré dos o tres reflexiones. Primero, el planteamiento que hace el presidente Trump a México y el que hace a Canadá es diferente. En nuestro caso plantea una revisión de la agenda, sobre todo de seguridad y de migración. La agenda es más amplia; tiene que ver con comercio y con China, pero puntualmente lo que detona la amenaza arancelaria tiene que ver sobre todo con seguridad y migración. Es el deseo de que hagamos cosas diferentes para lograr un resultado diferente.
Es difícil controvertir la agenda. Se pueden discutir las medidas específicas, pero que debemos hacer un mejor trabajo en seguridad y migración es cierto. Es difícil que la reacción sea beligerante frente a dos elementos en la agenda que pueden ser gestionados de mejor manera.
En el caso de la exigencia a Canadá, tenía que ver también con seguridad y migración, pero en donde el instrumento que el presidente Trump planteaba era uno de renuncia a su soberanía y aceptar ser el estado 51. Entonces hay una primera diferencia que se explica porque la exigencia era distinta, lo cual justifica una reacción distinta.
Creo que la reacción de México ha sido correcta. Nuestro país tiene, de cara a la relación, diferentes instrumentos que puede poner en juego, pero siempre es mejor ver cuál es el blanco, el reto, sobre todo si tienes un número acotado de balas. Si uno dispara sin tener claro cuál es el blanco, cuando éste aparezca tal vez ya se hayan acabado las balas.
Me parece que el resultado de las dos estrategias hasta el día de hoy ha sido igual. Eso hace pensar que el resultado fue independiente de la estrategia. Por eso me parece aún más prudente y pertinente nuestra estrategia. Si lo que hagamos o dejemos de hacer no va a condicionar el resultado, es mejor apostar por un manejo sobrio y prudente. Esta forma de «echarle agua fría al chocolate caliente» permite economizar los instrumentos que tenemos y que habremos de desplegar cuando tengamos claro en concreto a qué nos enfrentamos.
— ¿Cuál crees que va a ser el futuro de la relación binacional?
La relación México-Estados Unidos es, casi sin ambigüedad, una de las más completas y complejas del mundo. Todos los días están pasando cosas entre México y Estados Unidos: un millón de personas y 300,000 camiones cruzan de manera legal la frontera todos los días. En estos 10 minutos de plática se han intercambiado 20 millones de dólares en bienes. Pero si hablamos de cambio climático, de los retos de migración, de energía, prácticamente no hay ningún tema que no se beneficie de ser visto con un ángulo norteamericano.
«La reacción
de México ha
sido correcta.
Nuestro país
tiene de cara a la
relación diferentes
instrumentos que
puede poner en
juego, pero siempre
es mejor ver cuál es
el blanco, el reto,
sobre todo si tienes
un número acotado
de balas.»
La forma de los planteamientos probablemente tendrá hacia adelante consecuencias en la relación, no solamente entre México y Estados Unidos, sino entre Estados Unidos y el mundo. Este desanclaje de algunos valores, principios, alianzas y convicciones puede tener como resultado un Estados Unidos más aislado, menos competitivo y, ciertamente, una relación binacional con diferentes tonos y matices.
Mi impresión es que los fundamentales de la relación se van a acabar imponiendo, y el reconocimiento de que los grandes retos que como región enfrentamos van a alcanzar mejor resultado si los vemos juntos y nos coordinamos.
Creo que en el mediano plazo probablemente incluso se acaben fortaleciendo estos lazos.
Por ejemplo: cuando el presidente Trump planteó revisar el TLCAN de los dos lados de la frontera, casi se sentía un infarto colectivo. Se había convertido casi en un «dogma de fe» que el tratado no convenía tocarlo. Sin embargo, si pensamos que era un tratado negociado en 1993, y que lo que entonces comerciábamos no guardaba ninguna relación con lo que se estaba intercambiando en 2016, el resultado después de ese estrés y esa dificultad fue un tratado más vigente.
Soy optimista en el sentido de que la migración podemos manejarla mejor, que la seguridad podemos manejarla mejor, y que la forma como entendemos el comercio debemos encontrar la manera de que genere prosperidad y atienda preocupaciones en materia de seguridad nacional. En consecuencia, el resultado va a ser una integración cualitativamente positiva.
Estos elementos de ruido deberían obligar a México a replantear no solamente la relación con Estados Unidos, sino cómo se vincula con el resto del mundo.
— ¡Te compro la idea! Yo también pienso que pudiera ser así. En el mediano plazo, siendo optimista, podría resultar una relación fortalecida, pero en el corto plazo, ¿qué hacer?
Hay que hacer dos cosas: primero, no todo es ruido. Se empiezan a mandar algunas señales; vendrá mucha mayor certeza. Cuando se escuchan los planteamientos, se empieza a adivinar en medio…
«Hay desencanto y preocupación a
mi juicio, sobre el papel que juega
Estados Unidos y el que juega
China en el mundo. Y también hay
un desencanto alrededor de los
resultados del libre comercio.»
Del ruido, una solución en el tema de Estados Unidos, México y China es identificar qué podría sobrevivir desde el punto de vista comercial y cuáles son los temas que tendrían que atenderse. Se empieza a adivinar un poco cómo podría ser una nueva relación en términos migratorios y de seguridad.
Cuando uno tiene dudas sobre qué va a pasar con la tasa de interés o el tipo de cambio, va al banco y se cubre. Cuando hay dudas sobre qué va a pasar en términos de política pública, la mejor estrategia de cobertura en el corto plazo es esperar, mientras se va adquiriendo certeza sobre los cambios en la relación.
Convendría dilucidar y encontrar dónde empieza a haber certidumbre, para que no pongamos en pausa toda la relación, sino que vayamos «encorchetando» solamente aquellos elementos en donde la política pública no está clara. Hay que ir despejando incógnitas cada día, y eso permitirá que la relación regrese o se reposicione, pero en donde ya la espera no sea lo que esté normando y coloreando la actividad económica.