Autores:
Javier González Núñez
Ruth Fuente Arago
Sébastien de Beauffort
Durante décadas, Arabia Saudita ha sido sinónimo de petróleo. Pero hoy, el país quiere que el mundo lo relacione con otra cosa: innovación, talento digital y empresas tecnológicas. Con su ambicioso plan Visión 2030, el Reino busca liberarse de su dependencia petrolera y convertirse en un hub global de emprendimiento e innovación. La apuesta central? El emprendimiento digital como palanca para transformar la economía.
DEL PETRÓLEO A LAS PLATAFORMAS
Lo que Arabia Saudita está haciendo no es simplemente digitalizar procesos. Está usando el emprendimiento digital como herramienta estructural para diversificar su economía, formar talento local, atraer inversión extranjera y promover una cultura empresarial. No es una revolución tecnológica: es una revolución institucional.
Este giro estratégico se basa en torno a tres grandes ejes:
1. Infraestructura digital:
la base invisible del cambio
Arabia Saudita ha invertido con fuerza en 5G, computación en la nube y servicios fintech. Uno de los ejemplos más representativos es STC Pay, el principal monedero digital del país, lanzado por Saudi Telecom Company. En poco tiempo, ha superado los 8 millones de usuarios y opera con licencia del banco central. Su éxito muestra cómo las empresas respaldadas por el Estado pueden crear confianza en sectores nuevos y escalar rápidamente.
2. Capital humano:
formar talento digital para el siglo XXI
Sin personas preparadas, la infraestructura es solo potencial desaprovechado. Arabia Saudita ha puesto en marcha academias de programación, alianzas con Apple y programas de capacitación como Tuwaiq. Esta academia se ha consolidado como el bootcamp de programación con mayor respaldo gubernamental a nivel mundial, alcanzando una tasa de colocación laboral del 80 % al 98 % y formando a más de 32 000 graduados desde 2019.
Su éxito radica en combinar un modelo intensivo de formación con alianzas estratégicas con empresas como Apple, Google y Microsoft, garantizando que el aprendizaje responda directamente a las demandas del mercado. Tuwaiq es, además, una pieza central en la estrategia de la Visión 2030, que busca desarrollar y retener talento tecnológico en el país, acelerando así su transformación digital.
Pero lo más transformador está ocurriendo en términos sociales: mujeres fundando startups tecnológicas.
Un ejemplo notable es Raffy, una plataforma de regalos y productos de estilo de vida fundada por Rahaf AlBalawi. Gracias al ecosistema de aceleradoras y fondos públicos, la empresa ha escalado rápidamente. Casos como este muestran cómo el emprendimiento digital puede generar inclusión social en sociedades conservadoras.
“Casos como éste muestran cómo el emprendimiento
digital puede generar inclusión social en sociedades
conservadoras.”
3. Ecosistemas emprendedores:
más allá del “start-up hype”
En lugar de confiar en la espontaneidad, el país ha construido un ecosistema sólido. Reformas legales, capital de riesgo público y eventos globales como LEAP están ayudando a consolidar un entorno favorable para la innovación. Esta mega conferencia tecnológica, celebrada anualmente en Riad desde 2022, convoca a más de 200 000 asistentes y se ha convertido en un punto de encuentro estratégico para líderes globales, inversionistas y startups.
Con un enfoque en inteligencia artificial, fintech, ciudades inteligentes y tecnologías emergentes, LEAP es un escaparate donde se anuncian inversiones multimillonarias y se firman acuerdos internacionales clave. Forma parte de la estrategia saudí para posicionarse como un hub tecnológico regional en el marco de la Visión 2030, atrayendo talento, capital extranjero y conectando el ecosistema de Medio Oriente con Silicon Valley, Europa y Asia.
Startups como Lean Technologies, una fintech saudí apodada “la Plaid de Medio Oriente” —en referencia a la empresa estadounidense que provee infraestructura de API para conectar de forma segura aplicaciones y servicios con cuentas bancarias— están vinculando la región con los flujos globales de capital y tecnología.
Además, iniciativas como Oxagon, el polo tecnológico de NEOM, integran robótica, IA y sostenibilidad, apuntando a sectores de alto impacto como logística inteligente o agrotecnología.
NEOM es un megaproyecto de ciudad futurista de 500 mil millones de dólares que Arabia Saudita construye en su región noroeste, cerca de las fronteras con Jordania y Egipto. Con una extensión de 26 500 km², aspira a albergar a un millón de habitantes para 2030 y operar íntegramente con energía renovable. Su nombre combina neo (nuevo) y la “M” de mostaqbal (futuro, en árabe).
Entre sus desarrollos más emblemáticos se incluyen The Line, una ciudad lineal de 170 km diseñada para nueve millones de personas; Oxagon, un complejo industrial flotante; y Trojena, una estación de esquí en pleno desierto. Parte central de la Visión 2030 impulsada por el príncipe Mohammed bin Salman, NEOM busca diversificar la economía saudí más allá del petróleo, generando tanto fascinación como escepticismo por la magnitud de su inversión y la ambición de sus planes.
“Su éxito muestra cómo las empresas
respaldadas por el Estado pueden
crear confianza en sectores nuevos y escalar
rápidamente.”
¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE ESTE MODELO?
Arabia Saudita ofrece una lección clave para las economías que dependen de recursos naturales: la diversificación no es solo económica, es institucional. Los emprendedores digitales saudíes no solo están creando empresas. Están ayudando a redefinir las reglas, derribar barreras culturales y construir futuros posibles en colaboración con el Estado. Aquí, el gobierno no se limita a regular: actúa como coinversor, catalizador y narrador del cambio.
Pero no todo es automático: los retos siguen ahí. Si el acceso a infraestructura y financiamiento no se democratiza, el emprendimiento digital puede agravar desigualdades. Un control estatal excesivo puede sofocar la creatividad y la disrupción que este ecosistema necesita, y si no se acompaña de cambios culturales profundos, la transformación puede quedarse en lo superficial.
Arabia Saudita no es el único país con dependencia de los hidrocarburos. Pero sí es uno de los pocos que está tomando el riesgo de cambiar radicalmente. Su enfoque coordinado —tecnología, talento y ecosistema— puede servir de guía para otras economías en transición.
Porque al final, como demuestran sus startups, no se trata solo de digitalizar procesos, sino de reinventar el futuro.