Javier Marías
Alfagura. Madrid.
1978, 150 págs.
Javier Marías es considerado uno de los autores más importantes y representatativos de la literatura española moderna, aunque su estilo no parece encontrarse lejos del culteranismo, por la complejidad de su lenguaje y conceptos.
En El monarca del tiempo, su tercer libro, presenta una fusión de géneros -fragmentado en cinco escritos- que incluyen narraciones, cuento, ensayo y teatro. Junto a la variedad y densidad del lenguaje, intercala complejas consideraciones sobre el tiempo, la verdad, la duda y el enigma. Sus descripciones resultan en ocasiones crudas, en especial respecto a las personas y sus relaciones. Y excepto por un chispazo de humor al final de su cuento, el tono es más bien serio, reflexivo y construido en primera persona.
la variedad de temas atraviesan el ejército, la convivencia humana, el matrimonio, el manejo de la verdad en literatura -apoyado en consideraciones de John Weever sobre el Julio César de Shakespeare- y la inabarcabilidad del saber.
“El espejo del mártir”, discurso de un coronel al soldado próximo a ser ajusticiado, incluye consideraciones respecto al ejército -en el que no se admiten dudas-, y en torno a la verdad oficial sobre un personaje, cuya vida rebasa las conclusiones que le han sido adjudicadas.
“Portento, maldición” es un cuento áspero sobre las relaciones -raras y dificultosas- de un extrañísimo muchacho “energúmeno” con su padrino, que culmina en un final inesperado a la par que repentino.
“Fragmento y enigma y espantoso azar”, un interesante ensayo filosófico sobre el manejo del binomio verdad-tiempo en la literatura, que a pesar de algunas paradojas, constituye probablemente el relato más valioso de la obra.
En “Contumelias” participamos del discurso de un hermano a su hermana próxima a casarse, durante la marcha del tren que conducirá a ésta hasta su prometido. El tono está muy lejos de la delicadeza y el buen gusto. A pesar del pesimismo del lenguaje ante tal acontecimiento incluye un matiz poético dentro de la misma prosa.
El final del libro se enmarca en una obra de teatro de tres personajes: un preceptor, el “malo” del colegio, y el ángel de la guarda de éste último. La forma -en gran parte en verso- gana terreno al contenido, que si bien llega a consideraciones sobre la posibilidad o imposibilidad de abarcar la verdad con el estudio y las opciones entre el rigor intelectual y los sueños, no resuelve en una esperanza limitada, sino que evapora en un futuro incierto la complejidad del problema, y aún entonces falta respuesta.
Aunque la mezcla resulta interesante y rica, la lectura pierde agilidad cuando introduce sin plena justificación del relato, el pensamiento y postura filosófica del autor, que no resulta del todo clara.
La verdad, azar y enigma forman la tensión narrativa de esta aparente miscelánea de escritos, al lado del tiempo, del que el presente es el monarca.