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Márgenes empresariales: ampliarlos o morir

El oficio del empresario es ganar dinero al crear riqueza. Desde luego hay otras maneras de obtenerlo que corresponden a diversas profesiones o actividades. Quien invierte gana dinero cuando pone a trabajar a otros en su capital; el mafioso, al extorsionar; el ejecutivo se gana la vida al ofrecer su tiempo y conocimientos.
La clave de lo empresarial es la creación de riqueza; y ésta se concreta en ofrecer bienes y servicios. No es el riesgo lo que lo define, sino la aportación que realiza. Puede haber mucho o poco riesgo, pero lo que importa es lo que se da. El empresario es con frecuencia un gran reductor de riesgos; por eso aparece a veces como un conservador, al tratar casi siempre de reducir las incertidumbres. Su trabajo no es apostar, sino crear bienes; una creación a veces mínima y en ocasiones verdaderamente novedosa. El riesgo es más un componente del trabajo del inversionista, que se arriesga a entregar su capital a alguien que lo hará fructificar, que se juega el patrimonio en las manos de administradores y directivos. Aparte, claro, de que el riesgo existe en casi toda la actividad humana pues las cosas pueden salir bien, mal o regular.
ENTRE LA CERTIDUMBRE Y LA APUESTA
Cuando el diccionario de la lengua española definió la empresa como acción ardua, sí que parece haber encontrado esa connotación básica de lo empresarial: otorgar bienes y servicios suele ser trabajoso. Producir, diseñar, comercializar y financiar no es tan fácil -ni tan vil- como parece. Ser empresario signifca tener suficiente iniciativa y combinar bien los componentes, dinero y poder, que aparecen en las actividades mercantiles.
Desde luego, ni crea riqueza ni se arriesga el que utiliza la legislación a su favor y con información privilegiada emprende o facilita proyectos; con frecuencia a eso se le llama especulación, y no es ésa la figura a la que nos referimos pues corresponde a la de apropiación indebida. El especulador, al menos, arriesga su patrimonio, juega con la incertidumbre y apuesta, y con frecuencia ofrece un servicio muy útil en una determinada circunstancia.
El riesgo de la creación de la riqueza no está en el favor político ni en la posibilidad de ir a la cárcel, sino en el estrechamiento o caída de los márgenes; porque al ofrecer bienes y servicios se puede ganar dinero pero también perderlo. El riesgo del margen es lo que define la dificultad de lo empresarial.
El oficio del empresario resulta ser una actividad muy pegada a las cosas, sean éstas bienes o servicios. Empresario es el que ve y siente el producto y la necesidad del mismo. La esencia de la empresa mercantil, al final, es la transacci6n, sea en forma de trueque, de compraventa o de alquiler.
Las escuelas de negocios tienen sentido si ayudan a entender el comercio, si ofrecen información sobre productos, si despiertan la sensibilidad hacia las necesidades de los clientes. La ausencia de esta sensibilidad es lo que explica la falta de empresarios (no la carencia del “afán de lucro”, pues éste está muy extendido y no por ello hay más empresarios).
No es la ausencia de recursos sino la escasez de visión lo que impide la aparición de una malla de individuos que emprendan. La riqueza ayuda a emprender, pero muchas veces frena los deseos y la acción.
CAJA FLOTANTE
Hay personas, grupos e instituciones que gustan mucho de vivir sin atreverse, de gozar de la inacción, de consumir sin ofrecer, de repartir lo de los demás. Para que haya empresarios es preciso que las personas sepan diseñar, producir y comercializar bienes; y, además, para que las cosas salgan bien, que se diviertan haciéndolo. Una de las mayores diferencias entre un empresario y un administrador es que el primero suele pasarlo muy bien cuando está en el taller y en contacto con los clientes. El momento más crítico de las empresas es cuando al empresario le empieza a faltar la iniciativa y cuando los asuntos secundarios le impiden “sentir el mercado”.
Para que la empresa viva sana necesita conseguir márgenes reales. Ver dónde está el margen y vigilar las operaciones de negocio (aquéllas donde radica principalmente el flujo económico de la actividad mercantil) son tareas claves del desempeño empresarial. Los márgenes no son eternos, y cuando se castigan en exceso sufrirá el producto y el equipo humano.
Parece mentira, pero no es infrecuente que algunos confundan ingresos con resultados, incluso ahora está de moda distinguir entre negocios de cash-fiow y de caja.
Lo que importa en algunos negocios, se dice, es la caja que producen; en estos casos siempre es conveniente ver qué concepción de la empresa se tiene o para qué están  utilizando aquella unidad empresarial concreta sus dirigentes. Desde luego, no hay que olvidar que los que actúan basados en el principio de la caja suelen ser los primeros en accidentarse en períodos de retención o de descenso del ciclo económico.
CUENTAS IMPLACABLES
Evidentemente, la gestión empresarial es capaz de aguantar diferentes modelos conceptuales cuando la empresa es muy rica. Muchos nuevos empresarios de hoy hacen espectaculares operaciones… con el patrimonio ahorrado por la generación anterior o con el dinero de los accionistas; o como con un ligero toque de cinismo afirmaba recientemente un consejero-delegado: “repartamos beneficios ahora mismo que, en cualquier momento, empezaremos a perder dinero”.
Los principios contables generalmente admitidos permiten diversidad de planteamientos, pero la experiencia indica que suele ser nefasto enmascarar los márgenes, sobre todo los márgenes futuros que el mantenimiento del negocio va a demandar con toda seguridad.
Las cuentas al final son implacables, aunque hay que reconocer que algunos resultan verdaderos expertos en el funambulismo o en el timo de la estampita.
El asunto de los márgenes no es un tema principalmente contable (aunque la contabilidad puede ayudar mucho a evitar que se produzca la escena que, quizás, recoge
la siguiente frase: “this is your accountant speaking. Please remain calm…”); es un asunto de concepción del negocio, de su viabilidad como tal y de la forma como la empresa en concreto lo tiene planteado.
Los márgenes reales son la verdadera prueba para el empresario. Cuando alguien dirige una empresa y no responde de los márgenes, o los resultados no resultan de verdad relevantes, puede considerarse una persona tan feliz como un senador  perteneciente al partido que disponga de mayoría absoluta en el Senado.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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