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Spanglish: El idioma que nunca tendrá visa

Son las tres de la tarde y Pedro Pietro siente que, como hace 43 años, el sol se le pega al cuerpo y le deja una huella de agua. Sólo que este sol no tiene el olor de brisa que el de Puerto Rico. El sol de Buffalo, en Nueva York, no tiene un olor. Los tiene todos.
Cuando Pedro Pietro camina por la calle, su pinta de latino lo confunde con los cientos de miles de inmigrantes que hablan español. Y cuando por designios de alguna traviesa deidad precolombina se pierde en zonas residenciales de sajones, nada parece tan distante como el caminar rítmico y el pelo ensortijado y negro de Pedro Pietro. Sin embargo, entre estos dos grupos se encuentra otro el suyo de millones de personas que unen lo que parecía imposible en una lengua nueva, mañosa y rebelde: el spanglish.
Hace ya muchos atardeceres que Pedro Pietro llegó con su familia a la tierra que se anunciaba como el paraíso, la que manaba leche y miel, y despertó con el sabor acibarado que deja siempre la desilusión. Su futuro: ocupar trabajos que los norteamericanos no hacen; engrosar las filas del ejército de mano de obra barata.
Con el peso de un sol que le resbala en la espalda, se presenta a los exámenes que propone el gobierno. Si aprueba, tal vez le sonría la suerte y llegue a ser policía, bombero… pero a veces la suerte parece exiliada. «Fallé ese examen por el lenguaje, supe que no sabía ni inglés ni español. Me di cuenta de que estaba mudo. Tenía mucho qué decir, pero no tenía cómo decirlo. No tenía palabras, así que me inventé las mías, que no son otras que las de una generación que se quedó perdida».
Pedro Pietro escribe y escribe… en spanglish. Y en 1981, logra el premio National Endowment of the Arts. Ahora enseña la diplomacia de las palabras en su cátedra de la Universidad de Buffalo. Tiene ya publicadas trece obras entre teatro y poesía. En uno de estos poemas vuelca toda la esencia de esta lengua nueva: «Mi abuela has been in this country call America for the past thirty years./ Tiene 85 años and doesn’t speaks a word of english./ Eso es inteligencia»
Vestido de ghetto
Son ya 2.1 millones. Llegaron con sus ropas estrafalarias de colores que aúllan, con su hablar rápido y humorístico, con un rayo de esperanza para meter en cualquier bolsillo, con sus pasiones desgarradoras y con un tiempo que gira sólo para ellos. El 63% lo constituyen mexicanos, el 12% puertorriqueños y el 5% cubanos. Uno de cada diez es ilegal; por eso, su hablar está vestido de ghetto.
Esta herejía del idioma tiene sus simpatizantes, sus enemigos y sus curiosos. «EI spanglish es una locura lingüística», señala el profesor Juan Covarrubias de la Universidad de Fetonhall. «No sólo deforma la palabra inglesa, sino que, al hacer traducciones literales del inglés al español, también altera la construcción sintáctica del mismo español. Por ejemplo, hay expresiones como “te llamo para atrás”, de I.’ll can you back, que significa “te vuelvo a llamar” o “volveré a llamarte”; o, “voy a vacunar la carpeta”, de I’m going to vacuum the carpet, que quiere decir “pasar la aspiradora a la alfombra”. En estos modismos, el spanglish está llevado a sus extremos, hasta tal punto que crean otro idioma. Realmente hay que ser bilingüe para entenderles».
El spanglish se cultiva en dos aguas. La del grupo racial, que cierra cualquier vía de acceso a los extraños, y la de la nostalgia que, de tanto extrañar, se vuelve autista.
«El spanglish es el último recurso de la persona que no quiere ser colonizada, que se opone a la asimilación, el refugio para defender su cultura», explica el director de La Prensa, un diario hispano en Nueva York.

Con el musgo pegao

Muchos giros del spanglish se practican por barrios. Así, por ejemplo, en el de Costa Rica, too nice se convierte en «tuanis», mientras que los dominicanos dicen «qué nais». Sin embargo, aunque existen términos muy concretos, para quien habla spanglish es fácil comunicarse en cualquier zona.
«Estamos aquí desde hace veinte años y, desde entonces, nos ha tocado hablar mezclándolo todo dice el colombiano Freskolo, dueño de una “marqueta” (supermercado) ubicada en Jackson Heights. Lo que hay que hacer es atender al público; aquí entran americanos, haitianos, puertorriqueños, mexicanos y yo brego en el dialecto éste, aunque sigo hablando colombiano porque los que vivimos aquí seguimos con el musgo pegao. Se mete uno a la Avenida Rusvel (Roosevelt), y es como pasar por Junín (importante vía en Medellín). Si estuviera en una oficina o un banco, ahí sí que tendía que hablar bien español o inglés, pero la cosa aquí no es tan brava».
La guerra de las culturas sigue, y el campo de batalla es el habla. Hay quien augura al spanglish larga vida, pero existen otros que predican un fin no muy lejano. «A medida que aumente la cultura de las clases medias hispanas, el spanglish desaparecerá», afirma Odón Betanzos, director de la Academia Española de la Lengua en los Estados Unidos. «Los que hablan spanglish no han tenido la oportunidad de educarse y, al no conocer ni la lengua del pueblo adonde llegan, hablan de esta manera esperpéntica. Pero dos lenguas superiores no se pueden arruinar. El spanglish no está reconocido, ni se enseña, ni tiene estatus; nunca será aprobado como lengua».
A despecho de catedráticos, el spanglish navega en las calles a todo vapor. En los Estados del sur, desde hace varios años, aspirantes a inquilinos de la Casa Blanca, invitan a los electores hispanos a votar por ellos y lo hacen en el más «puro» y feliz spanglish.

El idioma que regalan gratis

A Sandra le gusta jugar con las palabras, cambiarles el color y la forma, pesarlas, olerlas, y todo en spanglish. Nacida en Chicago en 1954, es hija de padre mexicano y madre mexicano-norteamericana («Mientras mi mamá me hablaba en inglés, mi papá lo hacía en español»). Además de una colección de poemas, ha publicado hasta el momento dos obras en prosa Una casa en Mango Street (1984) y Erase un hombre, érase una mujer (1991), que la han consagrado como una de las plumas más vigorosas de la nueva narrativa hispana en los Estados Unidos.
«Mi familia tenía la costumbre de regresar a México, nos criamos yendo y viniendo, y entonces entendíamos de dónde veníamos; comprendíamos que teníamos dos hogares, el de Chicago y el de México, y te crías así, en la mera onda del emigrante».
«De paria siempre vives muchas cosas. En muchos departamentos, en muchos barrios. Mi madre nos llevaba a la biblioteca pública antes de que pudiéramos leer. La biblioteca era como un refugio. Siempre tuve anhelos que él barrio no me podía dar. El barrio siempre me parecía triste.. Y en cambio, los libros ¡me parecían tan especiales!».
En sus escritos es muy amplia la variedad de estampas que se suceden: los primeros días de los protagonistas y sus familias en el barrio, los amigos con quienes se comparten los juegos, las pequeñas grandezas y miserias de los vecinos, la pobreza desoladora…(«Nunca nos fuimos de aquí. Lo que se mudó fue la frontera»).
Con estos elementos entreteje páginas de gran lirismo. Lo cotidiano es objeto primario de su talento narrativo, con el que, además, consigue crear un clima inusual de cercanía entre lector y narrador. Pero, quizá, es especialmente destacable la delicadeza con que modela sus textos. «Lo que tiene de único es que le estoy dando sabor a esos seres que viven y piensan entre dos mundos irreductibles, el norteamericano y el mexicano».
De paria, vives con dos idiomas. Para mí, siempre han sido distintos: el inglés, el español, y el inglés y español. Pero fue una revelación llegar a San Antonio donde el español no es inferior al inglés; los dos existen juntitos, se crean, se pliegan, se expanden, se mezclan haciendo un tercer idioma: el spanglish. No importa el español correcto-correcto, ni el inglés correcto-correcto, importa una cultura que se expresa con una palabra nueva.
«Yo las palabras no me las invento, el idioma me lo encuentro en la calle, donde me lo regalan gratis».
Notas café con leche
La inspiración puede llegar a través de la letra de Juan Rulfo o la voz de Pedro lnfante. No importa. Las musas utilizan siempre muchos disfraces. Lo que es cierto es que entre los hispanics hay una predilección hacia la música que habla en este revoltijo que es el spanglish.
Desde hace veinte años, Carlos Santana probó las mieles del éxito con un rock demoledoramente latino que cruzaba palabras en inglés y en español, salpicadas de diminutivos, aderezadas con deformaciones lingüísticas, cocidas al vapor de la vena latina.
Hoy, las notas musicales en Norteamérica parecen divertirse con gente como Mellow Man Ace, un rapero hijo de cubanos que se coloca en los primeros lugares de este ritmo con sus canciones bilingües («Mi gata de noche cruza la barda que está behind my house ). Y, como él: Gerardo, Latín Alíance, A Lighter Shade of Brown…, todos ellos exploran con sus voces los laberintos de una identidad («Los gringos no tienen por qué entender todo lo que supone y significa el barrio, pero nosotros sí. Cuando lo llevas en la sangre no te puedes hacer americano»).
«Por necesidad de experimentación estética aparecen verdaderas sorpresas lingüísticas», afirma Nicolás Kanelus, director de Arte Público Press. «Vocales y sonidos más amplios. Es como tocar dos pianos a la vez, en entonces, surge una especie de contrapunto».
Tal vez sea en este renglón La Lupe, popularísima cantante de salsa, quien inauguró todo un estilo. Con su voz increíble, «Yesterday» la clásica de Los Beatles, adquirió un tinte café con leche: «Yesterday, ahora todo es triste y triste aquí./ Te has ido y no volverás./ Oh, I believe in yesterday./ Oh, suddenly…», y, por unos instantes, las esquinas de Brooklyn parecen convertirse en plazas donde es posible oír los murmullos que recitan las extenuantes lunas de Latinoamérica o el Caribe.
El spanglish es la expresión de la calle, la lengua que no tendrá visa nunca, la palabra que asalta a los que se resisten a olvidar, el refugio de la añoranza, la frase que se crea todos los días.
A cabaIlo entre dos mundos y dos espacios distintos, entre defensores y atacantes, parece que esta expresión lingüística incipiente y desesperada tendrá, todavía, un suspiro largo.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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