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Stanley Kubrick o el cineasta irrepetible

Si aun cinéfilo aficionado le preguntaran qué idea tiene de Alfred Hitchcock, seguramente contestaría: es el mago del suspenso; este eslógan resume su estilo para realizar películas. Los grandes directores de cine comparten esto con él: poseen un sello peculiar del cual nunca se separan. Marcel Carne y Jean Renoir son, por ejemplo, los máximos exponentes del conocido realismo poético francés; Charles Chaplin es sinónimo de comedia; Fellini, creador de mundos oníricos por antonomasia; el nombre de John Ford evoca toda la epopeya del western; Bergman, Allen y Tarkovsky, cada cual a su manera, se ocupan de la dimensión interna del hombre y de su problema existencial; y los neorralistas italianos (Visconti, Rosellini, De Sica) exponen las dificultades concretas de su realidad cotidiana. Incluso Kurosawa, como ejemplo único, centra su estilo cinematográfico en dos vertientes conocidas como jidai-jeki y gendai-jeki.
¿Y Kubrick?
Stanley Kubrick constituye una singular y rara excepción creadora en el marco de la cinematografía mundial. Su obra en conjunto debe muy poco a las imágenes tradicionales que aparecen incluso en muchos de los mejores directores. Desde el principio de su carrera, Kubrick (Nueva York, 1928) ha manifestado un talento rabiosamente independiente y de muy difícil encasillamiento, ganándose el apelativo de cineasta irrepetible.

Gángsters, comedia rosa y comedia negra

Inicia su carrera con una serie de cortometrajes (desconocidos para la mayoría de su público) y alcanza notoriedad con su primer largometraje, un thriller titulado Atraco Perfecto. (The Killing, 1956), que pese a abordar un género típicamente norteamericano y muy estandarizado, lanzó a los espectadores el reto de su sofisticada originalidad al alternar los puntos de vista de los distintos gangsters que asaltan un hipódromo y repetir escenas en diferentes narraciones. Esta voluntad experimental (que no abandona) era infrecuente en el cine de aquellos años, y Kubrick atrajo fuertemente la atención de la critica a la temprana edad de 28 años.
Su nombre se hizo famoso de manera definitiva a raíz del escándalo suscitado por Sendero de Gloria («Paths of Glory», 1957), alegato antimilitar basado en hechos verídicos que muestra la incompetencia y arrogancia de los generales franceses durante la Primera Guerra Mundial. Como ocurre en muchas ocasiones con la censura represiva, la prohibición del film en Francia sólo sirvió para acrecentar el prestigio del realizador. A partir de esta cinta, Stanley Kubrick comenzó a ser conocido por el público medio y las grandes compañías productoras pusieron sus ojos en él.
La realización de la superproducción histórica Espartaco (1960), basada en la legendaria revuelta de los esclavos en tiempos de Roma Imperial, supuso en realidad un reto menor. Kubrick tuvo a su disposición un amplio presupuesto y un reparto multiestelar: Laurence Olivier, Kirk Douglas, Peter Ustinov, John Gavin, Tony Curtis, Jean Simmons… Aunque la película en conjunto es impresionante y alcanza altos tonos de epicidad, no convenció a los espectadores que encontraron muy extensa su duración de más de tres horas.
Si bien Espartaco no fue un fracaso comercial estrepitoso, tampoco resultó el éxito que se esperaba, y las productoras volvieron a relegar a Kubrick al ámbito de las películas con escaso presupuesto. En esta atmósfera de frugalidad (tanto económica como técnica), Kubrick dirigió Lolita (1962), que se basó en la censurada novela de Vladimir Nabokov. Lolita es una cinta extremadamente convencional. No posee ambiciones estilísticas de ninguna especie. Viéndola es difícil imaginar cómo pudo Kubrick prepararse para el rodaje de su siguiente producción, que llevó el largo título de Dr. Strangelove, or How I Leamed to Stop Worring and Lave the Bomb. En esta película, filmada en 1964 (apenas un año después de la crisis mundial provocada por el desmantelamiento de los misiles cubanos), Kubrick realizó bajo el marco de una comedia negra la especulación de lo que podría ser el inicio de la Tercera Guerra Mundial y el Apocalipsis nuclear.
Aunque Kubrick no pretendió nunca dar una advertencia ni mucho menos un mensaje moral, la cinta es ya notable por el grado de sofisticación técnica que despliega.
En 1964, Otson Welles declaró: De lo que yo llamaría la generación joven, Kubrick me parece un gigante. Es un gran director y aún no ha realizado su mejor película. Cuatro años más tarde, Satanley Kubrick creó el film que llevó a la cima la ciencia-ficción, antes limitada al renglón de las producciones modestas y de escasa ambición intelectual.

La cumbre de la ciencia-ficción

Con 2001 Odisea del espacio dotó a este género de nuevos niveles de complejidad. Cuando los demás cineastas se dedicaban a desplegar vestuarios brillantes y luces de colores, Kubrick sorprendió al mundo con una película que presentaba más de 300 efectos especiales, muchos de ellos hasta entonces inexistentes. Para ello se requirieron nuevas técnicas de filmación, y el equipo de producción se vio en la necesidad de fabricar lentes especiales. Más de 70 organizaciones científicas y tecnológicas, entre ellas la NASA, IBM y la compañía de aviación Panam, colaboraron con Kubrick en la recreación del espacio exterior.
Basada en la obra literaria de Arthur C. Clarke y ambientada con música de Strauss, Kubrick desplegó una vasta epopeya cósmica que se inicia con el proceso de hominización de los primates en Africa y, después de que una nave atraviesa un corredor espacio- temporal, culmina con la mutación biológica del hombre hacia un estadio superior de existencia.
La historia abarca desde el momento en que un pre-hominido descubre la primera posibilidad tecnológica en un hueso y procede a utilizarlo como instrumento de guerra. De ahí a las naves espaciales que viajan a Júpiter en busca del origen de un milenario monolito extraterrestre, existe sólo un paso. Un paso brillantemente dado por Kubrick en uno de los cortes más inteligentes de la cinematografía: el hueso que desciende en el aire después del frenesí destructivo del primate, se convierte de pronto en un vehículo espacial. A partir de este momento, 2001 se incorpora al ámbito de la tecnología avanzada. Más de 200 escenas de la cinta requirieron de uno a diez procesos especiales de laboratorio para su terminación.
Pero en 200l Kubrick no sólo aborda un tema tan trascendente como la evolución de la especie humana, sino que abarca otro tópico importante: la rebelión y acceso al poder por las máquinas. Kubrick llega a este punto en el momento en que la computadora HAL-9000 toma decisiones erróneas y humanas, y destruye el orden interno y aparentemente infalible de la nave Discovery. Según lo expresa Arthur C. Clarke: Las herramientas que el hombre mono inventó le permitieron evolucionar hacia su sucesor, el homo sapiens. Las herramientas que hemos inventado son nuestros sucesores. La evolución biológica ha dado lugar a un proceso mucho más rápido: la evolución técnica. La máquina va a tomar poder.

Un relegado de HoIIywood

Los argumentos de Clarke pueden ser discutibles. No lo es el hecho que jamás en el cine un asunto a la vez científico y fantástico hubiera recibido un tratamiento tan adulto, y nunca ha vuelto a hacer. Pocas películas llegan a producir la sensación de grandeza, de poderosa personalidad, de fuerza y probidad intelectual, que logra ésta.
Al igual que muchas otras grandes cintas de la historia del cine como Tiempos Modernos, Ciudadano Kane, Centauros del Desierto, Vértigo y Cantando bajo la lluvia, 2001 no logró obtener reconocimientos importantes, pues Kubrick nunca formó parte de la élite hollywoodense.
Detractores de Kubrick afirman que muchas películas de ciencia ficción como la trilogía de Star Wars, las tres cintas de Alien, Blade Runner o Jurassic Park han dejado atrás la producción de 2001. Posiblemente sea cierto. Pero también lo es que han pasado 25 años desde que Kubrick filmó esta cinta y que, en ese lapso, los directores han dispuesto de una serie de ventajas tecnológicas que Kubrick no tuvo a su alcance. Además, muchas de las técnicas actuales de efectos especiales se inspiran directamente en el trabajo que Kubrick y su equipo realizaron. No hay duda que la tecnología cinematográfica superará ampliamente los logros de 200l Odisea del Espacio, como tampoco que este filme es y seguirá siendo un inevitable punto de referencia para otras producciones.
2001 Odisea del Espacio se estrenó en marzo de 1968, dieciséis meses antes de que la misión Apolo XI pusiera un hombre en la luna, factor que influyó en su difusión mundial, pues a pesar de que el público estaba confundido por el complicado simbolismo de la película, acudió multitudinariamente a verla, convirtiéndola en un gran e inesperado éxito comercial.

El cineasta terrible y fascinante

La siguiente película de Kubrick, si bien es una sofisticada creación visual sobre la violencia en la sociedad industrial, no alcanza los niveles de excelencia técnica de 2001.
En Naranja Mecánica (Clock- work Orange, 1971), Kubrick realiza una fábula moralizante al adaptar la novela de Anthony Burguess y mezclarla con las hipótesis conductuales de Pavlov. Naranja Mecánica es una película terrible… y fascinante. Proporciona al espectador un placer casi morboso. Muchas de sus escenas golpean literalmente, como aquellos acercamientos sucesivos de la pintura cubista cuando el protagonista asesina a la mujer de los gatos, o aquella escena en que limpia con su lengua la suela del zapato de un policía.
Al principio de este artículo, adjudicamos a Kubrick adjetivos tales como irrepetible e independiente. No fueron gratuitos. Para damos una clara idea de su versatilidad como cineasta, basta ver Barry Lyndon (1975), película de época ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII. En ella, la tecnología real brilla por su ausencia, y es del todo imposible reconocer al Kubrick creador de 2001 y Naranja Mecánica. Otro tanto sucede con El Resplandor (The Shining, 1981), cinta de terror, donde tampoco hay grandes alardes técnicos o visuales y su principal atractivo es la actuación de Jack Nicholson personificando a un demente progresivo atrapado en un hotel embrujado.
La última película de Kubrick, después de un silencio hermético de casi diez años ha sido Cara de Guerra (Full Metal Jacket, 1990), en la cual describe el entrenamiento brutal de los marines norteamericanos durante la guerra de Vietnam. Como de costumbre, Kubrick hace uso de su capacidad polémica, pero en menor medida, pues a principios de esta década la atención del público se desvió hacia otro discutido cineasta que a su vez criticó severamente la intervención norteamericana en Vietnam y que ha atacado algunos de los principales mitos en Estados Unidos: Oliver Stone.
Kubrick jamás se ha copiado a la hora de realizar una producción. Parece no importarle el aplauso de la crítica ni el favor del público. Su excepcional capacidad para la inventiva visual y su gran versatilidad le hacen oscilar entre la película épica (Espartaco), el thriller (Atraco Perfecto), la comedia rosa (Lolita), la comedia negra (Dr. Strangelovet) y, por supuesto, la ciencia ficción (2001), entre otros géneros. ¿Qué le falta por realizar? ¿Un western? ¿Un musical? ¿O un road movie? Kubrick promete sorprender en su elección, eso es seguro. Y también lo es que Kubrick, maestro sin escuela, seguirá siendo el gran solitario de la cinematografía universal.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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