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¿Hoguera de vanidades?

Estamos en una cena elegante y es la hora del postre. La anfitriona, en vez de traer algo sencillo y seguro – pastel o flan -, coloca sobre la mesa un plató con fruta ( ¡fruta, no ensalada de frutas! ) con cáscara. No sabemos qué hacer. ¿Cómo se come una manzana (o peor: un plátano o una naranja) con plato y cubiertos? Inmediatamente surgen las excusas: Me hace daño al estómago la fruta fresca (es recomendable no usar este pretexto después de haber ingerido dos jaiboles, pastel al vongole, filete a la pimienta y algo de vino).
Los temas tortuosos no son sólo de etiqueta gastronómica; puede tratarse de cultura en general (por ejemplo, preguntan si le gusta la música clásica y usted contesta afirmativamente, enseguida querrán saber quién es su compositor favorito; conviene citar las Cuatro Estaciones de Vivaldi diciendo enseguida que es una lástima no tener tiempo para ir a conciertos, Por supuesto, no confiese nunca que la ultima vez que asistió a uno se quedó dormido. Tampoco nombre la Novena Sinfonía de Beethoven: pueden preguntarle qué otras obras de este compositor le gustan).
Sucede lo mismo con la literatura, pintura, arquitectura o simplemente la comida (esperemos que no sea una de las futuras víctimas del TLC). A veces, para defendernos, solemos decir que sobre gusto no hay nada escrito (a lo da cual podrían respondemos que sí lo mi hay y que se nota que no lo hemos leído).
NO NOS VAYAMOS CON LA «FINTA»
Los anteriores ejemplos harían pensar que uno debería ser una persona educada, conocedora de muchos temas, capaz de tararear cualquier pieza musical, reconocer cualquier pintura e identificar casi cualquier vino. No es el caso. Es importante recalcar que vivir y conocer ámbitos diferentes al trabajo o la vida cotidiana no debe volvemos pedantes, rebuscados o insoportables.
¿Dónde está el justo medio? Como sucede habitualmente, el equilibrio tiene como origen la naturalidad. Hay que reconocer que el ser humano no es simplemente animal (aunque haya quien así opina;posee inteligencia y voluntad, puede apreciar el mundo en que vive, tiene capacidad para transformarlo y adoptar actitudes diversas ante lo que sucede a su alrededor.
Es a este estilo de carácter, propio del hombre, al que llamamos tono humano y que consiste, principalmente, en obrar basados en principios (fondo;llevar una vida equilibrada; y comprender que las cosas valiosas cuestan trabajo: Ad astra per aspera que libremente traducido diría: Al que quiera azul celeste, que le cueste (1).
1. Obrar siempre basado en valores. Si se pierden de vista, se difumina el fondo. Por muy educado, culto y propio que uno sea se asemejará más bien a alguien bien amaestrado: sabe qué hacer pero no por qué, y lo que hace tampoco lo aprecia. Podríamos compararlo con el mejor y más bello automóvil europeo… sin motor. Olvidarse de los valores equivale a olvidarse de ser (fondo), para centrarse en el hacer y tener (forma).
2. Llevar una vida equilibrada. Tomemos las cuatro áreas de equilibrio que señala Stephen Covey: física, mental, emocional y espiritual (2). La primera incluye entrenar el cuerpo para mantenerse fuertes y flexibles. La segunda, ejercitar la mente (leer, resolver problemas creativamente, escribir y visualizar). La tercera, ser paciente, escuchar con empatía, demostrar afecto y amor, y ser responsable. La cuarta incorpora el saber meditar, estudiar y cumplir con las necesidades espirituales.
3. Comprender que las cosas valiosas cuestan trabajo (y podríamos añadir inteligencia o, como sabiamente afirma Chepina Peralta: comer bien no es cosa de gente rica, es de gente inteligente). Disfrutar de un concierto de Stravinski no es algo que se logre la primera vez (a diferencia de la música con que nos atiborran la mayoría de las estaciones comerciales de radio;es más, una mala preparación, puede lograr el objetivo contrario. Sin embargo, una educación adecuada (ardua pero satisfactoria) en timbre, tono, tiempo y estilo, la explicación de un experto – no pedante sino accesible- y la formación del oído lograrán que escuchar una pieza de música clásica sea, en vez de un plomazo, un momento agradable, y lo mismo sucede con la pintura, literatura y las artes en general.
Hasta en la convivencia familiar, la sociedad, tan preocupada de no perder el tiempo, nos ha hecho desinteresarnos, por ejemplo, de los buenos modales en la mesa, lugar de convivencia propicio para conversar e interesarse en las actividades de los demás integrantes de la familia; y, en cambio, nos hace consumidores de fast-food, de sabor estándar, frente al televisor.

VENTAJAS ADICIONALES

Pongamos un caso: una importante empresa trasnacional quiere contratar a un ejecutivo. Se trata de un puesto de importancia que tendrá a su cargo la relación con clientes de mucho valor. En una primera etapa se selecciona a un candidato capaz, desde el punto de vista de aptitudes y actitudes: un ingeniero con impecable récord académico que incluye maestría. Obtiene excelentes resultados en las pruebas aplicadas. Se le invita a una cena con dos ejecutivos de la empresa, pero tiene dificultades para mantener una conversación ajena a su área de negocios, no sabe comportarse en la mesa y su lenguaje no es adecuado para el tipo de relaciones que mantendrá, no sabe vestirse apropiadamente ni controlar su ingestión de bebidas alcohólicas. Evidentemente, no será contratado. Lo que falló no fue su formación académica, simplemente le faltó tono humano.
Decía Aristóteles: (Somos lo que hacemos repetidamente; la excelencia, por tanto, no es un acto sino un hábito. Creemos que la calidad está en las personas y se obtiene a base de exigencia personal. Como afirma recientemente el propio Stephen Covey (3) los tres primeros hábitos de las personas las exitosas son: 1. Ser pro-activos ( la realidad les afecta como ellos quieren que les afecte;2. obrar basados en principios (es decir, darle prioridad al ser y no al hacer o al tener;3. jerarquizar, al separar y realizar primero lo urgente e importante, en segundo término lo importante pero no urgente, en tercer lugar lo urgente y no importante y, finalmente, lo que no es urgente ni es importante (ver la televisión, por ejemplo, en la mayoría de los casos, no es importante ni urgente y, sin embargo, es una actividad socorrida pues da la impresión de que hacemos algo.).
La educación en el tono humano es responsabilidad de uno mismo, y por uno mismo debe empezar. A este respecto, afirma María Pliego que a cierta edad no se puede culpar a las circunstancias, pues la educación se vuelve responsabilidad propia. En su libro Valores y autoeducación, anota: No es egoísmo empezar por uno mismo. Es lo que más al alcance tenemos. ¿Cómo vamos a cambiar el mundo, a los demás -a veces tan distantes- si no estamos dispuestos a modificamos positivamente a nosotros mismos? Es el punto de partida (4). ‘Señala que, para empezar, básicamente se necesitan tres cosas: pensar, luchar y amar. Justo son estas tres actividades que nos distinguen de las bestias.

EL TONO HUMANO NO ES CARO

El viernes 19 de noviembre del año pasado se presentó, en el Palacio de Bellas Artes y con la Orquesta Sinfónica Nacional, el pianista ruso Lazar Berman, reconocido como uno de los mejores músicos del mundo. Interpretó el Concierto para piano y Orquesta de Tchaicovsky. Un asiento en luneta en cuarta fila, costó 50 nuevos pesos. Comparemos con cualquier otro evento: las entradas a los museos son simbólicas, los libros clásicos (colección Austral o Sepan Cuantos de Porrúa) resultan más baratos que una hamburguesa (donde usted ya sabe)
Tener tono humano no es caro y, paradójicamente, nos proporciona una gran riqueza. Sería peligroso pensar que significa que significa superficialidad. Todo lo contrario equivale a poseer una gran riqueza (una verdadera riqueza).
Habría que hacer una clara distinción entre superficialidad y riqueza. A este respecto, convendría citar un artículo de Carlos Llano: () si bien lo superfluo tiene un matiz claramente negativo, la riqueza lo tiene positivo. Las riquezas incluso materiales, pueden servir, sin duda, de apoyo instrumental a la virtud (5).

UN VIAJE ATRACTIVO

Adquirir o perfeccionar el tono humano se vuelve un recorrido muy a atractivo, como un viaje donde importa (y mucho) el destino que se quiere alcanzar pero, a diferencia de otros viajes, el recorrido es bello e interesante. Aprender apreciación musical, es un ejercicio atractivo; cada paso se ve recompensado por una mejor captación de lo que escuchamos, mejor entendimiento y comprensión (sea música clásica, de supermercado o música de comercial).
Emma Godoy, al escribir sobre lo que significa obtener logros mediante el esfuerzo, hace comentarios que pueden aplicarse al cuidado y obtención del tono humano: Que distinto es el que se ha acrisolado en la lucha venciendo obstáculos para lograr todo lo que ha logrado. A nada teme. ¡Qué alegría la suya, emanada de la confianza en sí mismo! (6).
Tono humano es definido como el estilo de carácter, propio del hombre, que tiene mucho que ver con la palabra griega que traducimos por virtud, areté. A este respecto, anota Leonardo Polo: Areté significa inteligencia y habilidad en el conducirse. Inteligencia, es decir, estar atento, saber de qué va la cosa. Llevado a la práctica, eso significa ante todo que uno se sabe conducir: ser una persona oportuna, discreta, que dice lo que tiene que decir en su momento y toma decisiones adecuadas; una persona bien educada, cortés. Para saberse conducir en la práctica es menester tener control sobre sí mismo, dominar la propia actuación de tal manera que ésta se despliegue en la medida en que uno, inteligentemente, lo permite. Moderación, o como diría un aristócrata español del siglo XVI, sosiego: “El hombre sosegado, el que no se extralimita y, por tanto, el hombre elegante”. La elegancia es la fuerza contenida» (7).
El tono humano no se pierde en formas o maneras, su objetivo no es deslumbrar a los demás (ni salir frecuentemente en la sección de sociales), tampoco hacer alardes de sabiduría en ciertos temas, y mucho menos, crear una especie de sentimiento (o más bien complejo) de superioridad en quienes lo practican (se practica viviéndolo).
Significa respetar profundamente la dignidad de la persona, y no de la persona humana en general sino de cada individuo. La sociedad y el sistema económico en que vivimos, aparentemente respetuoso de la libertad, a veces se olvida de la dignidad personal. Conviene recordar las palabras de Juan Pablo II que, hablando de nuestra sociedad donde rige un clima de libertades, denuncia los efectos de un sistema económico que no pocas veces hace del lucro y del consumo su principal motor, que subordina al hombre al capital, de forma que, sin tener en cuenta su dignidad personal es considerado como una mera pieza de la inmensa máquina productiva, donde su trabajo es tratado como simple mercancía merced a los vaivenes de la ley de la oferta y la demanda (8).
El tono humano evita lo digerido, huye de lo superficial se fija más en el fondo que en la forma, respeta total y absolutamente la calidad de las personas, está firmemente centrado y fundamentado en los valores. Otorga una calidad propia y agradable a quien se esfuerza por conseguirlo y lo vive, siempre, en un ambiente de verdadera naturalidad.
Una de sus características es la importancia de los valores. A este respecto conviene concluir recordando que (…) para la humanidad, para la sociedad actual, la producción, la ganancia, el progreso económico parecen asumir la categoría de criterios últimos y definitivos que rigen el comportamiento humano. De acuerdo con estos criterios se enjuicia y se da valor a la gente ya los pueblos y se determina su posición en la escala social por la importancia que se les concede o por el poder que detentan. Si se aceptara moralmente esta jerarquía de valores, el hombre quedaría obligado a buscar en todo momento el poseer como única meta de la vida. Entonces el hombre se mediría no por lo que es, sino por lo que tiene. (9).

(1) A este respecto, resulta casi indispensable leer a Emma Godoy. El que quiera azul celeste… Revista Istmo, no.170. Mayo- junio, 1987.

(2) COVEY, Stephen. Principle-Centered Leadership. Stephen R. Covey, Simon & Schuster, 1993.
(3) COVEY, Stephen. Seven Habits of Efective people. Simon & Schuster, 1989.
(4) PLIEGO BALLESTEROS, María. Valores y autoeducaclón. Editorial Minos, 1989.
(5) LLANO CIFUENTES, Carlos. ¿Qué es lo superfluo?. Revista Istmo, no.194. Mayo- junio, 1991.
(6) GODOY, Emma. op.cit.
(7) POLO, Leonardo. La vida buena y la buena vida: una confusión posible. Revista Atlántida, no.28.
(8) Segunda visita pastoral a México. No.354. Talleres de Imprenta Venecia, S.A. México, 1990.
(9) Idem. No.336 y 337.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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