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Medios de comunicación y verdad: el espejo miente.

Hasta diciembre de 1993, muchos mexicanos creíamos la versión oficial de nuestra situación: paz social, economía en desarrollo y proceso electoral en marcha y con garantías de transparencia. Todo parecía indicar que el milagro mexicano era una realidad; quien lo negara era tachado de reaccionario o apátrida.
Terrible despertar
Sin embargo, el uno de enero de 1994 inició el terrible despertar de un sueño ingenuo. De algún lugar de la selva chiapaneca brotó un movimiento armado que puso en jaque ese estado del sudeste. El ejército repelió la agresión. De la sangre de los muertos brotó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el tal Marcos. Con ellos, surgió también la frivolidad noticiosa.
Los indígenas fallecidos junto a sus rifles de madera y los soldados muertos en defensa de su vida pasaron a segundo término. La guerra en Chiapas se convirtió en centro de los protagonismos. Manuel Camacho, el obispo Samuel Ruiz y el subcomandante Marcos, acapararon la atención de los medios de comunicación. Pocos se ocuparon de las causas del levantamiento; la noticia era el encapuchado de los ojos claros y palabra fácil, el del gran carisma y el notorio cinismo, el de la astucia del Che y el misterio del Santo. Junto a él, obispo pobre, el defensor de los indígenas, el cura cuestionado por sus tendencias doctrinales y el ex regente, ex canciller, el político que hizo berrinche al señor presidente y se distanció del candidato dedocráticamente electo por su partido. Reunión de rebeldes en la Catedral de la Paz.
Entre pasamontañas, sotanas y máscaras, algunos medios de comunicación se perdieron en la superficialidad. Honrosas excepciones abundaron en las causas del levantamiento y la búsqueda de los responsables, los más se dedicaron a la frívola caza de la nota que ocupara las ocho columnas. Lo espectacular rebasó a lo real y la imaginación superó a los hechos. El amarillismo vende más que la verdad.
La prensa auténtica se rebeló a la versión oficial de los acontecimientos, pero un amplio sector de comunicadores cayó en el juego de la simplicidad. Algunos diarios y noticieros de radio cumplieron un magnífico papel desafiando el acostumbrado silencio mexicano ante el poder político. Alzaron la voz y exigieron respuestas que, desafortunadamente, aún estamos esperando. ¿Quién está detrás de los zapatistas?, ¿Quién aportó las armas?, ¿Por qué no se contuvo un movimiento beligerante identificado hace más de diez años?, ¿Cómo se detuvo una guerrilla en tiempo récord?, ¿Con qué fundamento Camacho toma decisiones que afectan el destino del país, si es un simple ciudadano haciéndole un favor al hombre que le negó la Gran Silla?, ¿Cuál es el verdadero papel del obispo en el conflicto?, ¿Es legítimo el diálogo con los asesinos?, ¿Quién es Marcos?

Nace un mártir

El jueves 23 de marzo quedará marcado para siempre en la memoria de los mexicanos. En Lomas Taurinas, zona pobre de la ciudad de Tijuana, Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia, muere cobardemente asesinado. La noticia consternó a la Nación entera. El asesinato de Colosio confirmó lo que ya sospechaba: perdimos la paz y el país campea la violencia.
Los medios de comunicación lucharon rabiosamente por ganar la noticia; todos querían ser los primeros en confirmar lo que era un secreto a voces: Colosio ha muerto. México vivía una pesadilla que, aunque querramos, no podremos olvidar. Suenan en los oídos las apremiantes, insensibles y grotescas palabras del amo de las noticias a su famosa compañera: ¡Entra al quirófano!. Vienen a la mente escenas que hemos de grabar en nuestra memoria histórica o, de lo contrario, asumir las consecuencias: la escena dantesca – repetida morbosamente una y otra vez- en que el candidato oficial recibe el impacto que siega su vida; la entereza de una joven viuda que ha de velar, sola, por sus pequeños hijos; el rostro impasible de quien empuñó el arma homicida; la confusión de las autoridades y el desazón de la prensa.
Los mexicanos debemos luchar por el respeto a la libertad de expresión y defender a quienes han abierto espacios que poderosos grupos quisieran volver a cerrar. Queremos saber y entender, para poder sacar provecho de tanto dolor. La demagogia, la comisionitis y el descaro político ofenden y enojan. Los medios de comunicación tienen una tarea trascendente: su obligación es informar qué sucede de manera completa y cabal. El silencio sería complicidad en el asesinato de Colosio y la herida profunda de los mexicanos. Eso es un crimen y las ofensas se pagan.
A los casos de Chiapas y Colosio habrá que añadir el asesinato del Cardenal Posadas, la muerte del director de seguridad de Tijuana, la aprehensión del subprocurador de Baja California por supuesta relación con narcotraficantes, los secuestros de empresarios en toda la República todos son casos no aclarados y rodeados de dudas y temores. La sociedad debe exigir que se aclare la espesa bruma que se ha posado sobre todos y amenaza con asfixiarnos.

En defensa de la verdad

Los acontecimientos recientes nos han hecho volver los ojos a un México que siempre ha existido pero nos hemos empeñado en ignorar: al país de las desigualdades sociales, del injusto reparto de la riqueza, de la opulencia que contrasta con la miseria, de la violencia y de la muerte. El destino ha puesto en nuestras manos la oportunidad de remediar las injusticias, excelentes caldos de cultivo para la respuesta violenta. Pero para hacer algo necesitamos estar bien informados. La versión oficial será siempre incompleta porque obedece a intereses creados que limitan lo que debe decirse y establecen cuándo debe decirse. Durante décadas se ha recurrido al carpetazo para dar por terminados asuntos que afecten la estabilidad de las instituciones. En muchos casos, la prensa ha aceptado esta solución para no poner en juego su existencia, y los ciudadanos no hemos reclamado conocer la verdad.
No cabe duda de que los medios de comunicación han progresado notablemente en los últimos años para conducirse con veracidad, pero también es cierto que todavía hay casos de periodistas que desaparecen de los medios por rebasar los cotos impuestos por el gobierno a la información o, incluso, por los mismos dueños de las empresas informativas. Corresponde a la sociedad exigir que la situación cambie, por el bien de todos. La apertura informativa es esencial para el avance democrático; sin ella, el silencio y la mentira acaban por crear su propia versión de la historia, que nada tiene qué ver con los verdaderos acontecimientos.
Los más notables avances se han dado en medios a los que la mayoría de la población no tiene acceso. El porcentaje de quienes leen periódicos es mínimo, y los mejores programas de radio que merecen mención aparte por la cantidad alcanzada- sufren constantes embestidas. De la televisión poco puede decirse, amenazados por la espada de la concesión que se otorga para su manejo, y que puede ser cancelada por el caprichoso arbitrio del Ejecutivo, viven temerosos y prefieren el silencio. Para su desgracia, vemos la tele, pero no le creemos.
Hoy, en defensa de la verdad, se nos pide reflexión y acción. Necesitamos información sin manipulación. Autoridades, empresas de comunicación, profesionales del periodismo y ciudadanos afrontamos una responsabilidad que abarca también a las generaciones por venir. Es tiempo de identificar y rechazar al espejo que mienta.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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