La formación por el arte y la literatura
Alfonso López Quintás
Rialp. Madrid. 1993. 169 págs.
Alfonso López Quintás
Rialp. Madrid. 1993. 169 págs.
Alfonso López Quintás es catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense. Actualmente promueve el proyecto educativo denominado Escuela de Pensamiento y Creatividad. Según López Quintás el arte no es, como podría parecer a algunos, una actividad que sólo halague la sensibilidad. Lejos de eso, el arte funda los modos más elevados de unidad, de comprensión del mundo.
El libro se estructura en cuatro partes, que no corresponden necesariamente a la división en capítulos. En la primera, se explica la contemplación estética y la necesidad de la educación por medio de formas artísticas. En la experiencia estética el mundo deja de ser una pura captación de objetos para convertirse en una relación de ámbitos. Los ámbitos son modos de relacionarse con el mundo, juegos que surgen de la interacción del hombre con lo que lo rodea y crean así —de lo que aparentemente eran simples objetos ajenos al espectador— un diálogo con la realidad. Nuestra actitud ante el mundo se vuelve respetuosa. «Cuando uno renuncia a polarizarlo todo en torno a su yo, egoístamente, se orienta hacia el ideal de la unidad y solidaridad, y se aleja del dominio y de la posesión» (p.59). La experiencia artística toma entonces la forma de éxtasis, es un acto generoso y de respeto, no una forma velada de enajenación, a la que llama actitud de vértigo.
En la segunda parte, López Quintás explica el valor de la formación por la literatura. Esta nos permite entender, rehaciendo las experiencias que están en la base de la creación artística, el ritmo de vértigo y éxtasis que se da en la condición humana. Es aquí, donde se revalora la obra de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León frente a las interpretaciones que de ellos hacen Pedro Salinas y Jorge Guillén.
López Quintás hace una renovación, en la tercera parte, de la hermenéutica desde la experiencia estética. El arte se asemeja al juego. El juego, como el arte, es un fin en sí mismo y sus reglas se definen dentro de la misma actividad. La comprensión de la obra de arte (en específico, el origen de la obra literaria) da luz a la comprensión de algunos puntos básicos de la filosofía hermenéutica y su modo de concebir el mundo.
Por último, el autor señala el valor de Jacques Maritain, uno de los más grandes estetas tomistas contemporáneos, y sus ideas de acto creador y «conocimiento por connaturalidad». Según López Quintás, Maritain explica el diálogo que sostiene el artista con el mundo y con el espectador, que no es sino un modo de compartir estos ámbitos que forman una nueva realidad a partir de la belleza.
El constante uso de ejemplos de música y literatura permite al lector comprender la riqueza del fenómeno artístico y su valor para la formación humana en los ámbitos de la ética, religión y metafísica. La formación estética unifica la comprensión de nuestro ámbito, que es el mundo. Sin embargo, el lenguaje y la temática del libro exige una cierta formación filosófica.
El libro se estructura en cuatro partes, que no corresponden necesariamente a la división en capítulos. En la primera, se explica la contemplación estética y la necesidad de la educación por medio de formas artísticas. En la experiencia estética el mundo deja de ser una pura captación de objetos para convertirse en una relación de ámbitos. Los ámbitos son modos de relacionarse con el mundo, juegos que surgen de la interacción del hombre con lo que lo rodea y crean así —de lo que aparentemente eran simples objetos ajenos al espectador— un diálogo con la realidad. Nuestra actitud ante el mundo se vuelve respetuosa. «Cuando uno renuncia a polarizarlo todo en torno a su yo, egoístamente, se orienta hacia el ideal de la unidad y solidaridad, y se aleja del dominio y de la posesión» (p.59). La experiencia artística toma entonces la forma de éxtasis, es un acto generoso y de respeto, no una forma velada de enajenación, a la que llama actitud de vértigo.
En la segunda parte, López Quintás explica el valor de la formación por la literatura. Esta nos permite entender, rehaciendo las experiencias que están en la base de la creación artística, el ritmo de vértigo y éxtasis que se da en la condición humana. Es aquí, donde se revalora la obra de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León frente a las interpretaciones que de ellos hacen Pedro Salinas y Jorge Guillén.
López Quintás hace una renovación, en la tercera parte, de la hermenéutica desde la experiencia estética. El arte se asemeja al juego. El juego, como el arte, es un fin en sí mismo y sus reglas se definen dentro de la misma actividad. La comprensión de la obra de arte (en específico, el origen de la obra literaria) da luz a la comprensión de algunos puntos básicos de la filosofía hermenéutica y su modo de concebir el mundo.
Por último, el autor señala el valor de Jacques Maritain, uno de los más grandes estetas tomistas contemporáneos, y sus ideas de acto creador y «conocimiento por connaturalidad». Según López Quintás, Maritain explica el diálogo que sostiene el artista con el mundo y con el espectador, que no es sino un modo de compartir estos ámbitos que forman una nueva realidad a partir de la belleza.
El constante uso de ejemplos de música y literatura permite al lector comprender la riqueza del fenómeno artístico y su valor para la formación humana en los ámbitos de la ética, religión y metafísica. La formación estética unifica la comprensión de nuestro ámbito, que es el mundo. Sin embargo, el lenguaje y la temática del libro exige una cierta formación filosófica.
