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…hasta el útimo aliento

Una ojeada a la sección de Business de cualquier librería basta para constatar que la ética de los negocios está de moda. Los terribles CEO’s (Chief Executive Officer) y los Deans de las mejores escuelas de negocios están preocupados por el tema de la ética. Por ejemplo, hace unos meses, se publicó el artículo «Reingeneering the MBA» en la revista Fortune. El autor, Brian O’Reilly, incluye a la ética como una cualidad del MBA demandadado por el mercado. Algo novedoso, si se tiene en cuenta que hace poco, las convicciones morales eran consideradas un estorbo en los negocios. ¿No se repetía Business are Business?
Hoy por hoy, hay mayor sensibilidad ética en el entorno empresarial. Pero es igualmente cierto que esta «sensibilidad ética» no es tan sólida como podría suponerse ingenuamente. La enorme cantidad de libros publicados sobre el tema no implica un aumento de moralidad empresarial. David Messick, profesor de la Kellog’s Business School de Northwestern University, señala que a la mayoría de los estudiantes hay que obligarlos a asistir a los cursos de ética. Los alumnos ven en estos cursos como pastillas de «moralina». Si esto piensan los selectos estudiantes de Kellog, ¿qué podemos esperar de los menos selectos?
Me temo que la Business Ethics es en la mayoría de los casos una moda. Así como en su momento estuvo de moda hablar del liderazgo japonés, de la administración por objetivos, de la excelencia y la calidad total, ahora se habla de ética.

LOS INTOCABLES Y LOS CHEQUES DE HULE

Moda se opone, de alguna manera, a necesidad. Es superflua. Lo necesario no se «pone de moda». No decimos que «está de moda comer», «está de moda dormir», o «están de moda los movimientos intestinales». Sí está de moda, en cambio, comer haute cuissine mexicana o dormir con un antifaz.
Es pasajera, circunstancial. Por tanto, está destinada a desaparecer. No es algo negativo en la vida de las personas y las organizaciones. Sin embargo, la vida humana no puede estar fincada en las modas. Cuando todos los lineamientos de una persona u organización son puro producto de ella, esa persona u organización está condenada a desaparecer… con la moda. La cultura y consultoría empresarial no está eximida de modas. Tampoco lo están la literatura, la filosofía o el cine. Así como en el cine hay estrellas, de quienes nadie se acordará mañana, en la consultoría empresarial hay gurús de moda.
No está mal que la empresa tenga sus modas. El riesgo es que su cultura y filosofía obedezcan exclusivamente a su capricho. Para no ir más lejos, a principios de siglo, «estaba de moda» carecer de ética en el mundo de los negocios (1). ¿No llevará la recesión mundial a prescindir nuevamente de la moda de la ética? Al fin y al cabo, es una moda bastante incómoda…
Yo no puedo decir si la recesión llevará a hacer a un lado la preocupación ética. Pero sí estoy seguro que sin un mínimo de ingrediente ético no puede funcionar el libre mercado. En este sentido, es impresionante la miopía de algunos neoliberales (como von Misses), cuando afirman que los valores éticos propios del «microcosmos», como la familia, se convierten en un lastre cuando se trasladan a la empresa o el Estado.
Para muestra basta un botón: ¿No confiamos ciegamente en el hotel o el hospital al entregarles un voucher firmado en blanco? La sociedad de libre mercado es una sociedad de contratos. La premisa de todo contrato es la buena fe. Todos sabemos por experiencia, que una empresa no puede funcionar mucho tiempo, si tiene que litigar siempre para lograr el cumplimiento de los contratos con sus clientes y proveedores. Sus utilidades deben originarse porque vende bienes o servicios, no porque gana todos sus pleitos. Cuando el departamento jurídico lleva el peso de la empresa, algo anda mal.
El derecho no basta para que funcione la sociedad de libre mercado. Los mecanismos de coacción (embargos, policía, cárcel, etcétera) suplen la buena voluntad de algunos, pero no pueden suplir la ausencia de buena voluntad de todos los miembros de la sociedad. El sistema judicial más cruel y eficaz no garantiza el cumplimiento de todos los contratos (2).
Aún más, aunque los sistemas de coacción pudieran garantizar su cumplimiento, quedan dos problemas:
a) Los sistemas de coacción proceden con lentitud exasperante. Si la Coca-Cola tuviera que recurrir siempre a los abogados para cobrar su cartera, pronto tendría una crisis financiera, pues los tribunales no rigen sus procedimientos tomando en cuenta los flujos de efectivo.
b) Los sistemas judiciales de coacción sólo pueden obligar a cumplir lo estrictamente acordado. Es una paradoja: ningún documento recoge explícitamente todas las condiciones supuestas por la buena fe de los contratantes. Por ello, la sociedad de libre mercado requiere de un mínimo de buena fe en la mayoría de sus miembros.
La ética no es un obstáculo para la libre empresa, sino su condición de posibilidad. El éxito de una empresa no está en proporción directa a su falta de ética. La existencia de organizaciones que pueden funcionar sin ética es algo muy relativo y cuestionable. Doy dos razones:
– Ninguna organización ni persona carece completamente de ética. Incluso los delincuentes tiene unas normas éticas. Piénsese, por ejemplo, en la cosa nostra.
Los mafiosos cuyo negocio es esencialmente inmoral funcionan y subsisten gracias a que tienen un sentido de lealtad muy hondo. Las guerras de pandillas perjudican a la mafia y favorecen a «los Intocables».
– Las organizaciones que programáticamente funcionan al margen de la ética, requieren de otras organizaciones o personas que sí funcionen éticamente. Un estafador difícilmente puede ganar dinero a costa de otro estafador. Si yo vendo a un sinvergüenza una casa que no me pertenece, muy probablemente me pagará con un cheque de hule.

CUANDO LA ORGANIZACIÓN ES CUNA DE LOBOS

La ética de los negocios no puede fundamentarse apelando a las utilidades. El utilitarismo y el pragmatismo anglosajón (J. Dewey y W. James) intentaron cimentar ética, derecho e incluso religión, en su valor utilitario. En mi opinión, la utilidad no es garantía suficiente ni para la ética ni para la religión. Al fin y al cabo, transgredir una norma puede reportar utilidades al transgresor, aunque dañe a la sociedad.
No obstante, creo que ya está bien de suponer que la ética es un peso muerto en las organizaciones. Si en una organización todos sus miembros tienen como ideal a los «héroes» de Dallas, Falcon Crest o de nuestra nacional Cuna de Lobos, la organización no funciona.
Los parámetros éticos no son un obstáculo a la eficacia. La falta de ética tiene unos costos. El fortalecimiento ético de la corporación y del entorno redunda en el bien económico de todos. Basta pensar en la lenta capacidad de reacción de muchas organizaciones. Lentitud causada por los innumerables «retenes y puestos de vigilancia», implantados por la dirección para proteger a la empresa de quienes la integran (¡!).

¿No es mejor liberar recursos de contraloría para invertirlos en la línea?

Todos sabemos que muchos inversionistas extranjeros se resisten a invertir en México, porque la ética no es precisamente una de nuestras características competitivas. La falta de transparencia en tantos procedimientos políticos y económicos (los famosos «concursos») inciden en la eficacia de la empresa mexicana.
Tampoco puede despreciarse el valor de las virtudes en los miembros de la organización. Responsabilidad, lealtad, capacidad de compromiso son virtudes, y las virtudes sólo tienen sentido cuando hay ética. No podemos engañarnos, ni las «cadenas de oro» (altos sueldos), ni el régimen de terror son suficientes para convertir a un egoísta y murmurador en un empleado leal y esforzado. Incluso virtudes tan «devaluadas» como la templanza tienen su «retribución» económica y viceversa. Por ejemplo, el alcoholismo cuesta a la economía norteamericana 33,000 millones de dólares anuales. Aún más: «Por elevada que supongamos la cifra, estoy seguro de que el costo del alcoholismo para la empresa norteamericana es sólo una pequeña fracción del precio que pagan las compañías por culpa del egocentrismo de los directivos» (3). El egocentrismo daña a la corporación y sólo puede ser superado éticamente; el egocentrismo no se cura con píldoras o cursos de motivación personal.

SUECA VESTIDA DE CHINA POBLANA

¿Cómo evitar que la ética en la empresa sea un conjunto de normas muertas, un código de conducta inerte, un sobrepuesto en la estructura? Dicho de otra manera, ¿cómo evitar que la ética empresarial sea como una sueca vestida de china poblana?
Para que un proyecto ético sea viable en una empresa, hace falta el respeto a dos principios elementales:
a) Principio de totalidad. La ética sólo tiene sentido cuando se aplica al todo. No pueden existir dos morales: una interna y una externa; o una moral para los trabajadores y otra para los ejecutivos; o una moral para clientes y una diferente para proveedores. La doble moral se aniquila a sí misma. La cultura ética de una empresa revienta cuando al gerente de compras se le exige que «jinetee» los pagos a proveedores, y al tesorero, una honradez intachable (4),
b) Principio de consistencia, Se dice que un sistema es consistente cuando carece de contradicción interna. Consistencia es la coherencia entre principios y conclusiones, o entre el ideario corporativo y las acciones concretas de la dirección. No hay consistencia en las empresas que, por un lado, apelan a la lealtad de los individuos a la institución, y por el otro, importan ejecutivos cuyos sueldos son establecidos sin transparencia en el procedimiento. Si la dirección exige lealtad a sus empleados, debe ser leal con ellos y mostrarles por qué las «nuevas adquisiciones» ganan más dinero que los empleados antiguos.
Tampoco hay consistencia en la empresa que habla de dignidad humana, por un lado, y por el otro tiene preferencias raciales en sus contrataciones.
Me he referido intencionalmente a la dirección general, porque en las organizaciones todo mundo mira hacia arriba, y si la ética no se derrama desde la cúspide, difícilmente podrá subir desde la base. Un proverbio chino recoge esta última idea: «Si el emperador es un dios, el imperio está poblado de santos. Si el emperador es un santo, el imperio está poblado por gente honrada. Si el emperador es una gente honrada, el imperio está poblado por ladrones. Si el emperador es un ladrón, el imperio ya no existe».

ARISTÓTELES Y LA ALTA COCINA

La utilidad de la ética en los negocios es patente. Ahora la pregunta clave es, ¿cómo lograr la inserción de la ética en la empresa?, ¿es la ética algo que se aprende cuando se cursan los estudios de MBA?, ¿es una cualidad adquirida por el CEO leyendo libros?
El modo de abordar la ética empresarial ha sido hasta ahora bastante desafortunado. Las escuelas de negocios norteamericanas y las grandes corporaciones han invertido importantes sumas de dinero en el «proyecto» ético. Sus resultados son cuestionables. La explicación de los magros resultados se entiende, en parte, porque no se siguen los principios de totalidad y de consistencia. Pero la pobreza de resultados obedece, también, a un desconocimiento de la naturaleza del saber ético. Se olvida que la ética ni es un saber teórico, ni uno técnico-productivo. La ética es un saber político-prudencial.
Me explico: muchos enseñan ética de los negocios como si fuera un recetario de cocina. Así como en un recetario pueden buscarse «postres fríos» o «ensaladas», quieren algunos un prontuario o colección de problemas éticos con sus respectivas soluciones. Estudiar ética de los negocios vendría a ser la memorización de unos «casos»: es la llamada casuística (5). No existe un «manual ético» con una sección: «conflicto de intereses empleado-empresa», que nos resuelva todos los problemas. La ética de los negocios tampoco es un conjunto de reglas generales, que pueden aplicarse a casos singulares sin mayores cavilaciones. No sabe ética quien memorizó unas reglas, como tampoco es un buen director de empresa quien memorizó el manual de procedimientos de la compañía.
¿Cómo debe enseñarse la ética de los negocios? Lo siento de veras pero la respuesta es tremendamente filosófica. Aristóteles, filósofo griego, estudió a fondo el asunto. Este pensador se percató que hay tres grandes tipos de conocimiento humano:
a). Conocimiento teórico: no transforma la realidad, sólo la «contempla». Por ejemplo, cuando calculo el área de un círculo, el círculo no gana ni pierde nada porque yo calcule su área.
b) Conocimiento técnico-productivo: se caracteriza porque transforma la realidad; se produce algo, hay una obra externa. Por ejemplo, el tornero que transforma un trozo de metal en engrane.
c). Conocimiento político-prudencial: lo fundamental es que quien se transforma es el sujeto que conoce. Así como lo esencial del trabajo del tornero es el engrane (producto inerte y externo), lo esencial de la prudencia es la transformación de la persona que ejerce el conocimiento. Por ejemplo, cuando yo corto la murmuración y soy leal con la cadena de mandos, estoy transformándome, es decir, al cortar la murmuración, me estoy haciendo leal. En definitiva, lo importante de este tipo de conocimiento es que transforma al hombre en cuanto hombre, es decir, en cuanto ser libre. El médico no transforma al hombre en ser libre, lo transforma en cuanto animal: le quita el apéndice, le inyecta insulina o le saca sangre. En cambio, la ética perfecciona al hombre en su dimensión propiamente humana.
Saber ética equivale a ser prudente. (Cuidado: «prudencia» no equivale a astucia, seguridad o demás actitudes reptilescas). La prudencia es cualidad de la inteligencia, es una especie de «segunda» naturaleza, una nueva facultad. Por ello, la prudencia es versátil: permite resolver problemas nunca antes vistos. De la misma manera que la inteligencia puede abordar nuevas situaciones con las que no se había enfrentado; la prudencia permite a la inteligencia resolver planteamientos éticos originales. Puede servir un símil: así como un buen violinista puede tocar con mayor o menor calidad una partitura que nunca había leído, el prudente puede resolver casos inéditos.
La prudencia, sin embargo, no excluye la teoría. La prudencia es una disposición con dos cauces que confluyen en el mismo punto. Por un lado, es un conocimiento de principios generales (reglas, guidelines, idearios). Por otro, es un conocimiento del caso concreto. El hombre prudente reconoce un acto concreto como ejemplo de un principio universal. Cuando la compañía Parker Brothers, en Salem, retiró del mercado el juguete Rivition, porque era riesgoso para los niños, fue prudente. La Parker Brothers vio en la venta concreta del Rivition un caso de transgresión al principio de «respetar la vida humana», no obstante las fabulosas ganancias que había obtenido por la venta del juguete.

SÓLO «SABE» QUIEN «ES»

Ya he dicho que la prudencia es un saber eminentemente práctico. Sólo sabe ética quien es ético (6). Hace tiempo conocí a un editorialista que escribía largos artículos de superación personal, excelencia y motivación. Pero el autor no creía en lo que escribía. Tal hombre no sabía realmente ética. Quien no está dispuesto a ser ético en los negocios, lo más que llegará a saber es un conjunto de «buenos consejos», una especie de «Manual de Carreño» de buenos modales; la ética se convierte, entonces, en norma de «buenos modales». Así como comer tacos fritos de salmón ahumado es «feo», «vender información» es de mala educación.
Por lo mismo, la ética de los negocios no es algo aislable del contexto de la vida del CEO. Es imposible ser ético en los negocios y ser rufián en casa y viceversa. ¿No es esquizofrénico un ejecutivo duro y despiadado que recomienda «jinetear pagos», y en su casa se escandaliza al encontrar a su esposa con el vecino? No se puede ser esquizofrénico; tarde o temprano se unifica la vida, ya sea quitando la ética o colocándola en todos los ámbitos vitales (7). Si su secretaria es casada e intenta «andar» con usted, desconfíe de ella. ¿Cree que quien no respeta la promesa de fidelidad a su marido, respetará los secretos fiscales de la compañía?
En definitiva, sólo se puede enseñar ética de los negocios teniendo en cuenta la naturaleza propia de la prudencia:
1. Es, ante todo, un hábito. Es una conformación de la inteligencia, no una base de datos ni un conjunto de buenos consejos. Como cualquier hábito, la prudencia se adquiere por repetición de actos y se pierde por no practicarse frecuentemente.
2. Se refiere a lo concreto, pero requiere un conocimiento mínimo de principios generales.
3. Es integral (principio de totalidad). La prudencia no se sectoriza. Difícilmente se puede ser ético en los procedimientos internos de la corporación y falto de ética en el trato con proveedores y clientes.
4. Es un saber político. El buen político sabe conciliar y orquestar lo dispar. La prudencia es un saber político porque no se aplica unilateralmente la regla. El prudente no es un rigorista miope (aplicación ciega de la regla), ni tampoco un «acomodaticio» (aplicación oportunista de la regla).
5. Es un hábito falible. El prudente puede equivocarse.
En resumen, la ética de los negocios debe articularse a partir de unos principios (reglas, leyes, normas), pero también de virtudes (capacidades operativas), y muy en especial, de la prudencia.

ÉTICA A LA MEXICANA

Si la ética de los negocios tiene bastante de «moda» en Estados Unidos y Europa, en México ni siquiera ha alcanzado ese nivel. Se conjugan varios factores en contra de la ética empresarial mexicana:
– Crisis económica: la falta de liquidez adormece la conciencia…
– Improvisación de buena parte del sector empresarial. Cuando se habla de modernizar la empresa mexicana, suele pensarse exclusivamente en tecnología, soslayándose la dimensión cultural de la empresa. Muchas empresas mexicanas son como niños que crecieron rápido y aún no han tenido tiempo (ni dinero ni voluntad) para hacerse un traje a la medida y adecuado al entorno global.
– Tradición inveterada de corrupción, o lo que es lo mismo, una ausencia de estado de derecho (8). Como consuelo, puede servirnos saber que la corrupción como modus vivendi arranca del virreinato y cubre desde entonces todos los sectores y estratos de la sociedad, desde el modesto «mordelón» de crucero hasta el funcionario encumbrado, pasando por el automovilista que se estaciona en doble fila y el peatón que no cruza en la esquina. Todo esto es desprecio por el estado de derecho y, queramos reconocerlo o no, es parte de nuestra vida cotidiana.
– Poca «combatividad» de los medios de comunicación, que suelen tener un «pacto» de no agresión con muchas empresas. Esto debilita el mecanismo que refuerza (por coacción) la ética de muchas corporaciones.
– Debilidad de instituciones medias, tales como asociaciones de consumidores, organizaciones profesionales, etcétera. O lo que es peor aún, la ausencia de un proyecto ético en estas instituciones, so pretexto de una asepsia ideológica.
– El mito liberal de que las convicciones morales sólo tienen lugar en los conventos e iglesias. Curiosamente, en este punto somos mucho más liberales que Estados Unidos y Alemania.
Ante tal panorama, mi propuesta es limitada. Recomiendo la incorporación del principio de totalidad y el de consistencia a la cultura empresarial, y una reestructuración de los estudios de ética en las escuelas de negocios (graduate y undergraduate). Esta reestructuración debe incluir una mayor carga antropológica y de teoría política, además, claro está, de un manejo más amplio (9) aunque cuidadoso del método del caso.

(1) Así lo hace notar HENDERSON, Verne E. What’s Ethical in Business. McGraw Hill. Nueva York. 1992, p.2 y sigs., especialmente respecto a la empresa yanqui.

(2) Quizá esto explique que el subdesarrollo suele ser directamente proporcional al número de abogados per capita. Cfr. Ibid.
(3) GRENEEN, H. Alta dirección. Grijalbo. Barcelona. 1986.
(4) Cfr. ETKIN. La doble moral de las organizaciones. McGraw Hill. 1993, passim. Aunque hay muchos aspectos en los que difiero de Etkin.
(5) Evidentemente, esta interpretación casuística de la ética nada tiene que ver con el método del caso usado en las mejores escuelas de negocios. De hecho, se verá más adelante, los saberes prudenciales se adquieren conociendo casos prototípicos y principios generales.
(6) En mi opinión, esto es algo obvio, pero no parece serlo así para un par de especialistas. En 1988, la Escuela de Management del MIT convocó a un panel de ética de los negocios, donde participaron CEO’s de importantes compañías y reconocidos consultores. Se discutió bastante, basándose siempre en experiencias concretas, sobre si la ética podría enseñarse o no. Pero la enseñanza ética se circunscribió casi totalmente a cursos y trainings bastante teóricos.
(7) Un caso real: se trata de una imprenta. El socio mayoritario recibió la oferta de publicar una revista gay y aceptó. Al principio, no dejaba que sus hijos pequeños y adolescentes vieran el trabajo que «hacía papá». Finalmente, el buen hombre se decidió a dejarles ver la naturaleza del trabajo. Como se ve, o la ética se incorpora en todos los sectores o se elimina de ellos.
(8)Para que no se etiquete como «malinchista», los franceses reconocen en su país un serio problema de inmoralidad empresarial. Cfr. GELINIER, O. L’Ethique des Affaires. Seuil. Paris. 1991.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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